Cuenta el mito que al nacer Heracles, Hera, esposa celosa de Zeus, envió dos serpientes para que matasen al niño. Estas “se acercaban blandiendo sus lenguas emponzoñadas, Heracles que no conoce otra defensa que su valor coge con sus manos de niño los horribles reptiles y oprime su garganta que hincha negro veneno, odiado de los mismos dioses. Es en vano que estrechen con sus mil anillos al niño del cual Hera ha retardado su nacimiento. Muy pronto, agotadas por inútiles esfuerzos, se desenrollan y tratan de liberarse de la mano que las aplasta.
Al ver al niño Heracles oprimiendo estrechamente las dos serpientes en sus infantiles manos, lanzan todos a la vez un grito de horror; pero él, en los transportes de la alegría infantil, muestra a Anfitrión las serpientes y riendo las arroja a sus pies, ahogadas y sin vida”
La imagen de Heracles niño envuelto por dos serpientes evoca al cayado de oro de Hermes, con el que el dios separó a dos serpientes que luchaban entre sí y que una vez amansadas se enroscaron en torno a su vara, dando origen al caduceo. Pero la relación de Hermes con el fundador de Barcelona no se limita a esta correspondencia simbólica. Se dice que Hermes, instigado por Zeus, depositó a Heracles niño en el regazo de Hera mientras esta dormía a fin de que mamase de ella la leche de la inmortalidad. La diosa despertó violentamente de su sueño, y al reconocer a Heracles, se apartó dejando escapar un chorro de leche que formó la Vía Láctea.
Heracles niño separando dos serpientes que peleaban. Bronce c. III-I a.C. British Museum (Londres) |
Hay huellas de Hermes en la historia de Barcelona, en su
fundación mítica –a través del héroe civilizador–, pero también en todos los
tiempos. La ciudad se construye y administra por medio de artes transmitidas
por el dios Hermes a los hombres, aunque éstos hayan llegado a desconocerlo, y
cada edificación o acto de gobierno revelan, en su sentido más profundo, a esta
deidad intermediaria y esquiva. Además, por causas que escapan a lo racional y
previsible, la vinculación de Hermes con Barcelona se ha expresado de una
manera especialmente palpable, hasta se diría que gráficamente, en una
determinada coyuntura histórica de la ciudad.
Situémonos en los inicios del siglo XIX. En esa época, la mayoría de las ciudades españolas seguían conservando sus murallas medievales, pero el intenso crecimiento poblacional que algunas experimentaban imponía en ellas el tránsito a un nuevo modelo urbanístico, hecho signado por el derribo de las viejas murallas. De entre las grandes realizaciones de reforma llevadas a cabo durante esa época fue el plan elaborado por el arquitecto Ildefons Cerdá para Barcelona el proyecto más espectacular. Diseñado alrededor del antiguo núcleo gótico, el conocido Eixample extendió la ciudad varios kilómetros a lo largo de su costa y hacia la sierra de Collserola, gestándose así la nueva ciudad, que integraba en su proyecto a la Ciudad Antigua (Ciutat Vella). Este impulso promocionó enormemente las relaciones e intercambios humanos de toda índole entre Barcelona y el resto de Europa, y sobre todo con América, estableciéndose en ese periodo un intenso comercio de ultramar. Barcelona, imbuida por ese espíritu expansionista y renovador, se abre popularmente a la cultura. Nacen una multitud de cafés que acogen tertulias en las que se habla de literatura, de ciencia, de política, de filosofía, de música, de poesía, de arte, de teatro, de la industria y del comercio. En definitiva, estos cafés eran auténticos centros populares de información y comunicación de ideas y novedades, siendo en ellos donde se gestan y promocionan los negocios, entre ellos gran número de editoriales, periódicos y revistas.
No es pues casual que esa ciudad renaciente tomara como
símbolo de su emergencia la figura del dios Hermes-Mercurio, el mensajero
divino, intermediario entre los dioses y los hombres, a los que comunica las ideas,
las artes y las ciencias, siendo por su intermedio que Barcelona está ligada a
su tradición más ancestral, la tradición de Hermes, la que, llegada a través de
Egipto, Grecia y Roma, nos conecta con un pensamiento primigenio y universal,
el mismo que ha forjado desde antiguo el alma de Occidente. Como nos dice
Federico González: "La Tradición Hermética es, pues, una forma de la
Tradición Unánime, universal y primigenia –adecuada al ropaje histórico y a la
mentalidad de ciertos pueblos y ciertos seres– que se ha manifestado aquí y
allá, conformando y organizando su cultura y la civilización" (La Rueda.
Una Imagen Simbólica del Cosmos. Barcelona, 1986).
Cabe advertir en esa invocación generalizada para atraer la influencia de Hermes (constatada en los muchísimos documentos impresos donde se plasmó su figura, como es el caso de la propia moneda, las acciones del Metro emitidas en esa época, grabados, forjas, vidrieras, cerámicas, esculturas y bastantes otras muestras que podríamos enumerar donde se representa la figura del dios o bien sus atributos) que, en este periodo de refundación de la ciudad, la Tradición Hermética, sus símbolos y mitos estaban aún presentes entre las gentes y sobre todo entre aquellos que de alguna manera participaron con más vigor en la creación de la nueva Barcelona. Nos referimos especialmente a los distintos gremios de artesanos y constructores que colaboraron activamente en esa refundación, tales como arquitectos y constructores, forjadores, vidrieros, ceramistas, escultores, etc. Seguramente esos gremios (herederos de los artesanos renacentistas y medievales, surgidos a su vez de las cofradías artesanales de la antigua Roma) no conservan ya una comprensión cabal de la simbólica que plasmaban en sus obras, si bien estos gestos aun sin esa comprensión, han contribuido a la pervivencia de los símbolos herméticos que hoy siguen sirviendo como testimonio y soporte para el despertar de la conciencia. En este sentido, hemos de destacar como hecho relevante que en el florecimiento que vivió la ciudad condal en el siglo XIX coincidió también con la expansión de la Masonería, organización iniciática de origen artesanal y rama de la Tradición Hermética. Esa presencia masónica duraría hasta el final de la II República, siendo Barcelona la ciudad que siempre ha contado con mayor número de Logias y donde se halla una importante Biblioteca pública donada a la ciudad en el siglo XIX por Rosendo Arús, coautor de un Diccionario Enciclopédico de la Masonería. Mª Ángeles Díaz
Nota: Texto tomado del capítulo I de Hermes y Barcelona, libro que los miembros del "Centro de Estudios de Simbología de Barcelona", fundado por Federico González, le dedicamos como nuestro guía intelectual, y que se corresponde con uno de los escritos de mi pluma con el que colaboré como coautora. Este texto, casi íntegro, está recogido también por Federico en su Diccionario de Símbolos y Temás Misteriosos, entrada: "Ciudades y Centros Sagrados. Barcelona" M.A.D.
* Ver en nuestro Canal de Youtube: "La Memoria de Calíope", de la Biblioteca Hermética.com, la siguiente lista de reproducción dedicada a los Héroes mitólogicos, a cargo de Francisco Ariza
https://www.youtube.com/watch?v=sfhAlwW6zj0&list=PL0hwrcsSfC7IZxfdaY0K5SQ0Mdq5Pau8d