martes, 31 de mayo de 2011

La Liebre, Símbolo de Generación y Vigilancia


Niño con liebre. Museo Arqueológico de Cabra. Córdoba. España


A menudo en los museos arqueológicos nos encontramos con estatuas de la época romana donde aparecen niños portando una liebre o un conejito en sus brazos. Yo las recuerdo de mis últimos viajes a Florencia, Atenas o a la Córdoba andaluza, aunque las he visto también en otros lugares que ahora no puedo precisar. La descripción que se da de todas ellas suele decir:
“Niño/a con liebre” o “Niña/o con animalito”
Luego anotan el material en que está hecho, la época y su procedencia, pero en definitiva se dejan siempre lo más interesante, su simbolismo y con ello el espíritu que creó estas piezas. Eso es un signo de estos tiempos en los que suele haber más información que nunca sobre las cosas, pero a la vez mayor desconocimiento de lo esencial de ellas. En especial esto sucede con el arte tradicional dado que la mayoría ha perdido la llave para obtener sobre él una perspectiva acorde a la naturaleza de su esencia.

Obtener esa perspectiva requiere una educación especial que el mundo moderno, en general, ya no puede ofrecer. Los hay que alcanzan a vislumbrar la alegoría, que confunden con el simbolismo, de ahí que para algunos poseer la mirada que da la Ciencia Sagrada (Simbología), sea el más valioso de los tesoros, puesto que se está en condiciones de reconocer que la obra de arte tradicional no alude sólo a un pasado histórico y a un modo literal o estético de entender la vida, sino que ésta emite una enseñanza atemporal que está referida a nosotros mismos, a nuestra realidad más profunda, y ese es su valor más alto, del que derivan jerárquicamente los demás.


La escritura del dios en la liebre
La liebre (como el conejo), representa en su propia naturaleza la idea de la fecundidad permanente, asociada tanto a la generación animal como a la generación intelectual, ya que son análogas; pues este animal no sólo queda fecundado en la primera cópula, sino que además no deja de ovular, retiene los espermatozoides y puede desarrollar dos gestaciones diferentes a la vez, en tiempos distintos. Su exaltación de la vida hace que sea el único animal donde no se da el aborto, ya que su organismo absorbe físicamente los embriones que por alguna causa no son viables.

Para los escultores y artistas tradicionales, conocedores de las leyes y el lenguaje sagrado de la Naturaleza, este hecho no podía pasar inadvertido, por eso cuando esculpían la figura de un niño, muchas veces lo acompañaban conscientemente de este animalito donde se expresa una energía benefactora y protectora de la infancia.



Niña con liebre. Expuesta en el aeropuerto de Atenas. El original pertenece al templo de Artemisa, diosa de los animales


Entre los símbolos grecorromanos la liebre es uno de los atributos de Artemisa, la diosa de los animales, es decir su protectora, la que los entiende y conoce su lenguaje así como el lugar que este animalito ocupa en el mandala de la existencia.

Horapolo del Nilo, que fue el último sacerdote egipcio, dice en su Hyeroglyphica (aquel famoso manuscrito que Cristóforo Buondelmonte encontró en la isla de Andros), que la liebre es para los antiguos egipcios el jeroglífico con el que expresan la idea de apertura, de estar alerta o despiertos y no dormidos.

Dice Horapolo:


"Cuando quieren significar 'apertura' pintan una liebre, porque este animal tiene siempre los ojos abiertos"
Esta es precisamente la idea representada por Andrea Mantegna en su obra “La Oración en el Huerto”. En este cuadro el pintor nos presenta a Cristo enseñando junto a sus discípulos Pedro, Santiago y Juan, que aparecen adormecidos. En esta pintura aparece un pequeño bestiario: el buitre en un árbol, las cigüeñas en la tierra y junto a Cristo la liebre, en una clara significación de alertar acerca de la necesidad de estar atentos y vigilantes.

Justamente el evangelio de Mateo, fuente en la que se inspira Mantegna para dicha pintura, pone en boca de Cristo la siguiente afirmación:


"Velad o orad para no caer en tentación" (Mat. 26,41).
Andrea Mantegna. La Oración en el Huerto. Obra depositada en la National Gallery de Londres.

La tentación del error constante. Así pues, la liebre que aparece junto a Cristo alude a la idea de vigilancia y de alerta frente al peligro de quedar atrapado por el sueño y la ignorancia, que en la pintura de Mantegna embarga a los discípulos del maestro Jesús. Aquellos que habiendo sido fecundados por sus palabras olvidan sus enseñanzas, porque no las reiteran, o sea, no las hacen vivas permanentemente. Tal cual lo expresa la liebre constantemente engendrada. Núria




Andrea Mantegna. La Oración en el Huerto.  Detalle donde se ve a los discípulos dormidos junto a las liebres indicándose la necesidad, en cuanto a las enseñanzas de Cristo, de permanecer alerta para no distorsionarlas ni olvidarlas.

.


4 comentarios:

Jan dijo...

Hola Nuria.

En las resumidas notas del editor que aparecen sobre la pintura de Mantegna en la edición de Akal del Hieroglyphica, se hace referencia también al simbolismo de las cigüeñas. De ellas se comenta que aparecen allí "sin duda como significación de la piedad de Cristo hacia los Apóstoles y los hombres en general, ya que dará su vida por la salvación de todos".

¿Sabrías decirme cual es la característica atribuída a la cigüeña para que se la relacione con ese aspecto de Cristo ?

Por otra parte, para Horapolo, la cigüeña es símbolo de piedad filial. Sobre ella dice:

Cómo representan "el que ama a su padre". Si quieren expresar "hombre que ama a su padre", pintan una cigüeña. Pues, tras haber sido alimentada por sus progenitores, no se aparta de sus padres, sino que permanece con ellos hasta la más extrema vejez, prodigándoles sus cuidados."(pag.375)

¿Que lectura haces tú sobre esta interpretación?

Gracias, me ha interesado especialmente tu entrada pues estos días estoy ojeando la edición de Akal.
.

Mª Ángeles Díaz dijo...

Hola Jan:

Según el enciclopédico “Bestiario de Cristo”, de Louis Charbonneau-Lassay (obra que por cierto recomiendo), la cigüeña es uno de los animales que se identifican con el maestro Jesús por varios de sus aspectos. Uno es, como lo dice Horapolo, por su amor filial y de piedad hacia los seres, pues es el único animal que alimenta por igual a sus polluelos y a sus progenitores. Pero este animal alado también se identifica con el Cristo guerrero, aquél que está en permanente confrontación con el mal. En este caso la identificación es con el aspecto maléfico de la serpiente (pues ésta tiene otro luminoso) a la que la cigüeña combate enérgicamente, y además se la come, pues la considera un enemigo.

Te agradezco el comentario y tu aportación.

Leer el Universo dijo...

Impresionante la escritura de los dioses.

Un abrazo.

Mª Ángeles Díaz dijo...

Leer el Universo:
En esto de la escritura del dios resulta imposible no impresionarse, por ejemplo tras alzar los ojos en una noche estrellada, y sentir que, desde dentro del alma, lo único que honestamente puedes decir es:
¿Quién?

Un abrazo.