miércoles, 31 de agosto de 2011

Rafael y Tobías. Una Historia Ejemplar


Andrea Verrocchio. Nacional Gallery de Londres

Un amigo que conoce bien los caminos y los montes se ofrece a guiar a un joven  judío llamado Tobías, noble y lleno de fe, que se dirige a la ciudad de Ragués de Media donde su padre, ciego desde hace años, le ha mandado ir a cobrar un capital que tiene allí depositado.

Este compañero conoce el alma del joven Tobías y sabe que éste sueña con encontrar a una bella mujer con la que formar una familia, por eso durante el viaje le habla de Sara, una joven que vive en la ciudad a la que van, la cual además de bonita es inteligente y valerosa, e hija de una honrada familia. Tobías tras escuchar atento al amigo queda ansioso por conocer a Sara y siente que ya se ha enamorado de ella.

Pero existía un grave problema, la joven, aunque aún virgen, estuvo siete veces casada y siete veces el demonio Asmodeo ocasionó la muerte de sus maridos nada más entrar en la cámara nupcial, antes de consumarse el matrimonio.

Durante el trayecto los amigos se detienen a descansar a la orilla del Tigris cuando un pez intenta arrastrar al joven Tobías hacia el caudal de aguas, y a punto está de conseguirlo si no es porque el joven, obedeciendo a su compañero de viaje, agarra al pez hasta sacarlo fuera del agua.

Entonces el amigo guía le dice:

"Tobías abre ese pez y sácale el corazón, el hígado y la hiel. Luego cásate con Sara y una vez estés en la alcoba nupcial echa sobre el quemador de perfumes el corazón y el hígado. Eso ahuyentará al demonio para siempre, y en cuanto a la hiel guárdala pues es un buen medicamento".

Subyugado al conocer a Sara pronto ambos jóvenes se desposan siguiendo el ritual judío. Luego, y antes de llegar ambos al tálamo nupcial, Tobías hace todo cuanto le dijo su compañero de viaje. Y así es como juntos y abrazados despiertan los dos jóvenes en su primer amanecer como esposos. Asmodeo ya no existe.

Ya de regreso a su pueblo en compañía de Sara y portando la plata que había recobrado, más una rica dote de la esposa, el amigo guía vuelve a hablarle a Tobías:


"Adelántate y ve hasta tu padre. Toma la hiel que guardaste y frótasela en los ojos"


Raudo, Tobías hace cuanto le dice el amigo y así logra devolver la vista al padre, quien puede ver a su hijo llegar junto a su linda esposa y una caravana de animales y objetos para su nueva vida.

Tobías cuenta a su padre tolo lo sucedido durante su viaje y éste, después de oír el relato, decide que deben entregar la mitad de todos los bienes que poseen a aquel desconocido que tanta alegría les había dado, y cuyo aspecto es el de un joven corriente, o sea, un hombre sencillo acompañado de un perro fiel.

Y cuando le preguntan:


"¿Quien eres?"

Este responde:


"Yo soy Rafael, que significa medicina de Dios, uno de los siete ángeles que están en la Gloria de Dios encargado de llevar sus mensajes a los hombres"


Y antes de que lo advirtiesen, Rafael ya había desaparecido.

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La historia de Tobías es de las más bellas que pueden leerse en la Biblia y constituye un compendio de la cosmogonía hebrea y de los nombres y números asociados al lenguaje simbólico de la jerarquía angélica, donde los demonios son aspectos contrarios y complementarios de esas mismas entidades.


La escena que recoge este pequeño cuadro es obra de la escuela de Andrea Verrocchio y se corresponde con la instantánea en la que Rafael, bajo el aspecto de un ángel ataviado de elegantes ropajes, se adelanta en el camino junto a Tobías para entregarle, en una cajita que sitúa junto a su corazón, el ungüento que habrá de sanar la vista del padre, de nombre también Tobías, de la tribu de Neftalí.


Mientras el joven Tobías viste a la moda florentina, es decir, tal como lo hacían los jóvenes de la época en que se realizó el cuadro, o sea, Leonardo da Vinci (que aún muchacho, fue quien pintó el lanudo perrito que acompaña a Rafael),  Sandro Boticelli, Lorenzo y Giuliano de Médici, Angelo Poliziano o cualquiera de aquellos que se acercaban a la escuela de Verrocchio para estudiar la técnica pictórica y comentar entre ellos los nuevos libros de Filosofía Hermética, Neoplatonismo y Cábala Cristiana, que Marsilio Ficino acababa de traducir y que circulaban de unos a otros, y cuyas ideas, sin duda, inspiraban sus obras. Núria.





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9 comentarios:

Helios dijo...

Querida Núria:
Me ha gustado mucho tu entrada y tu forma cálida de enfocar el tema del Libro de Tobías.
Me han dado ganas de releer estas historias e indagar en su significado. He recibido tu entrada en el móvil, cuando aún estoy fuera de casa, pero de regreso me voy a poner a ello. Por cierto, tu pinacoteca es una belleza llena de enjundia.
Un beso.

Carlos dijo...

Te leo y me doy cuenta de la cantidad de cosas que nos hemos perdido los estudiantes que dejamos al margen la Religión para tomar clases de Etica. Incluso para entender ciertas cosas de la literatura y veo que también del arte, nos faltan elementos.
Un abrazo.

Leer el Universo dijo...

Una bonita historia entre compañeros que son los que comparten las cosas que verdaderamente importan. Las de arriba y las de abajo.
Un fuerte abrazo.

Argantonios dijo...

Querida Núria:

Tu entrada me ha hecho recordar la máxima alquímica que dice que “la ciencia de los venenos es la misma que la de los remedios”. La ciencia médica se asemeja al Conocimiento en tanto que “medicina universal”, la cual actúa en nosotros como un auténtico veneno puesto que disuelve todo aquello que lo impide, o sea, la ignorancia, y simultáneamente confiere la salud que es la encarnación de ese Conocimiento. No deja de ser curioso que en el cuadro la mano que sostiene el frasco donde está contenida la hiel sea una especie de copa situada sobre el corazón.
En fin, de esta historia ejemplar se pueden decir tantas cosas…

Un fuerte abrazo.

Mª Ángeles Díaz dijo...

Disculpad, pero os contestaré a todos más adelante. Vuestros comentarios son dignos de una atenta respuesta que ahora, por falta de tiempo, no os puedo dar. Un abrazo.

Mª Ángeles Díaz dijo...

Querido Helios:

Es elogioso saber que amigos como tu tienen tan cerca de sí lo que se publica en este espacio. Muchas gracias.

Muy oportuna la indicación que haces respecto a que se trata de un libro, es decir, que “Tobías” es uno de los volúmenes que componen la Biblia y no una historia más. Lo cual tampoco sería desdeñoso. Es verdad que retornar la lectura de esta literatura simbólica y dejarse impregnar por sus enigmas, que paradójicamente son en determinados momentos tan clarividentes, siempre incita a la reflexión y a evadirnos de un mundo que ya hace tiempo ha dejado de tener sentido. Y no digo evadirnos en un sentido figurado y medio romántico, sino el de salir de la mediocridad y traspasar las fronteras que nos lleve al mundo inteligible de la Ideas.

Un beso.

Mª Ángeles Díaz dijo...

Hola Carlos, tienes mucha razón en lo que dices. El fallo de esa educación entiendo yo que está en el concepto que se tiene de la religión que se identifica con catolicismo y con dogma, o mejor con dogmatismo. Otra cosa sería si en la escuela se enseñara Historia de las Culturas, lo que incluiría evidentemente la idea de religión y de ética, pero ya hace tiempo que el mundo está en patinaje descontrolado.

Un abrazo.

Mª Ángeles Díaz dijo...

Leer el Universo:

“Compañero es el que comparte el pan”, un símbolo que las organizaciones iniciáticas como el Compañerazgo y la Masonería tienen muy en cuenta a la hora de comunicarse y compartir los secretos del oficio. Claro que este pan en realidad es un alimento intelectual, que es el que da la vida a los iniciados.

Un fuerte abrazo también para ti.

Mª Ángeles Díaz dijo...

Querido Argantonios:

En cualquier lugar en que nos encontremos siempre es un placer comunicarme contigo, y creo que también lo agradecen quienes aquí concurren pues con tus aportaciones haces reverberar cualquier tema que se trate.

Muy bueno mencionar explícitamente que el mensaje que se desprende de las enseñadazas del Libro de Tobías nada le debe decir a un beato religioso, sino a un verdadero alquimista que esté dispuesto a tragarse la hiel, que muchas veces lleva el disfraz del orgullo y la pedantería, a fin de transformarla en la “miel” del Conocimiento.

Un abrazo fuerte.