Dioniso o Dionisos es otro de los grandes dioses venerados en todo el
mundo grecolatino quien pasó a ser conocido también con el nombre de Baco. Su
culto se extiende por todas las regiones del Mediterráneo aunque es Nisa el
lugar que se da como lugar de su nacimiento. Sin embargo esta ciudad de Nisa no
deja de ser sino un lugar mítico ubicada tanto en el Parnaso, como en el
Helicón, en Delfos, Eleusis, Tebas, Eubea y otras varias regiones. En realidad
se dice que el nombre de Nisa proviene de Dio-Niso o Nisa Divina, como la llama
Homero en una de sus rapsodias(27), es decir que estas diferencias en cuanto a
los lugares de su nacimiento, designan sitios donde este dios era venerado por
ser uno de sus dioses fundadores,(28) como lo era Deméter, ambas deidades
completamente impregnadas de un simbolismo vinculado con los distintos aspectos
de la agricultura, a la que nos hemos referido como agricultura celeste, pues
no sólo es la semilla al salir a la luz haciendo florecer los campos lo que
anuncia el regreso de Perséfone sino que una estrella, la más brillante de la
constelación de Virgo llamada Spica (Espiga) aparece en el cielo anunciando el
acontecimiento de la Primavera. Y otra estrella de la misma constelación,
Vindemiatrix, asciende en el cielo justo en el momento en que las uvas ya están
a punto para ser cosechadas. Es por eso que el nombre popular dado a esta
estrella es "la vendimiadora."
Dionisos es un dios inabarcable, sus múltiples nombres,
referidos a sus otros tantos aspectos, así lo ponen de manifiesto. Como a
Deméter, a él también se le construyeron numerosos santuarios, constituyendo
las fiestas celebradas en su honor grandes acontecimientos populares que
repartidos a lo largo del año, igualmente ordenaron el calendario romano
entreverando el ciclo anual de alegría y divertimento. Aunque con el tiempo, y
a medida que se fue perdiendo el sentido profundo y espiritual que estos actos
festivos tenían, la propia desproporción del festejo fue acabando
definitivamente con ellos, especialmente los conocidos como Bacanales, unas
fiestas nocturnas trienales en las que al principio solo participaban mujeres,
entre otras cosas porque Dionisos es el dios que con más fuerza representa el
espantoso y cruel trance de los partos, cuando el dolor y la sangre se mezclan
con el amor y la luz. Es este un brete por el que todo ser humano pasa siendo
esa madre que pare la que da al niño tanto la vida como la muerte, ya que ambas
nacen al mismo tiempo con cada uno de nosotros. Es por eso que las Ménades,
compañeras de Dionisos, tanto secuestran, persiguen y atemorizan a los infantes
como los alimentan.
Con el tiempo este rito de las Bacanales terminó por
sucumbir a la exageración, degenerando de tal modo que llegaron incluso a ser
prohibidas por las leyes romanas. Sin embargo esta degeneración populista y exotérica en la
que cayó Roma tras haber perdido el sentido trascendente y universal
representado en sus dioses, en cuanto que son aspectos de la Unidad, no impidió
que los misterios simbolizados por Dionisos-Baco continuaran irrigando el alma
de los pueblos influidos por el dios, y por consiguiente que la doctrina
iniciática y sapiencial representada por él continuase. Los Centros consagrados
a Dionisos representan un importantísimo eslabón de la cadena iniciática de
Occidente, pues se trata de un dios directamente injertado o enraizado en la
tradición Primordial, siendo Orfeo, el rapsoda mítico, a quien se debe la
creación de los ritos destinados a invocarlo.
Orfeo, a quien perfectamente puede identificarse con
Dionisos, es el impulsor de los Misterios dionisíacos, del mismo modo que el
Pitagorismo supuso una nueva readaptación de estos misterios, por otro lado
conocidos desde siempre, de ahí que las iniciaciones debidas a Dionisos sean
llamadas igualmente órficas. Se trata aquí de sendos ejemplos que documentan
los cambios y renovaciones periódicas a los que se ha visto abocaba la
tradición para renovar su mensaje, conservándose siempre en la tradición
emergente lo más esencial de aquella a la que sustituye. Hijo de la musa
Calíope, la de los cantos sagrados, Orfeo recibió la lira de Apolo quien a su
vez la recibiera de Hermes, componiendo con ella la música y la danza que
servirían para invocar a Dionisos. Pues es así con danzas circulares y ritmo
frenético, los llamados ditirambos, como se celebra al dios. Las mismas danzas
y giros se hacían en torno al trono de Deméter.
Podríamos decir que tanto la tradición de Dionisos como la
de Deméter, suponen un nudo o lazo que religa los ancestrales cultos y
misterios y prefigura las nuevas grandes formas que ha ido adoptando la
tradición iniciática de Occidente para continuar vehiculando a través de sus
ritos, mitos y símbolos, el Conocimiento espiritual. Nos referimos claro está
al Judaísmo, el Cristianismo y a la Masonería. En especial existen en relación
con la diosa de las espigas y el dios del vino, un vínculo evidente con los
misterios de la Eucaristía que instituyó Jesús mediante el pan (cuerpo) y el
vino (sangre-espíritu), ambos productos vegetales naturales, pero elaborados y
fermentados por el fuego.
Dionisos-Baco a quien como a Jesús también se le atribuyen
prodigios de mutar el agua en vino,(29) cuenta con numerosas leyendas; una de
ellas, la más difundida, es aquella que le hace vástago de Zeus y de la
princesa Sémele, hija del rey Cadmo de Tebas. Cuenta esta leyenda que Zeus
cautivado por la belleza de la mujer quiso que ésta concibiera un hijo suyo. Un
día, cuando aún no se había cumplido el tiempo de gestación, Sémele, influida
malévolamente por Hera, pidió al dios que se manifestara ante ella con todo su
esplendor. Zeus accedió y la madre de Dionisos quedó inflamada con las llamas
que su olímpico compañero despedía.
"Pídele –le dice la diosa a Sémele– que con toda la
grandeza y la gloria que tiene cuando Juno (ella misma) lo recibe, con las
mismas te dé sus abrazos vistiéndose con sus galas distintivas."(30)
Antes de que Sémele ardiera totalmente, Zeus tomó al hijo del
vientre de la madre y se lo implantó en su muslo donde él mismo acabó de
gestarlo. Es por eso que Proclo en su himno al Dios dice:
"Cantemos un ditirambo a Dionisos porque procede de dos
casas: de la de Sémele y la del muslo de Zeus."
Autores modernos que relatan este hecho quieren encontrar en
él un paralelismo con el nacimiento de Atenea, diosa parida por la cabeza del
propio padre Zeus; sin embargo, este hecho se explica teniendo en cuenta que
para los antiguos egipcios la Osa Mayor era llamada la constelación del Muslo
lo cual corrobora la idea de que Dionisos es un dios primordial. René Guénon se
refiere a este hecho extraño diciendo que esta leyenda según la cual el
nacimiento de Dionisos se produce después de haber sido gestado en el muslo de
Zeus,
"descansa sobre una asimilación verbal de las más
curiosas: el término mêros, muslo, ha sustituido a Mêru, la montaña polar, al
cual es casi idéntico fonéticamente."(31)
El Mêru es para los hindúes un monte celeste y mítico además
de eje del Mundo, pues representa la parte de la tierra cuya prominencia más se
acerca al Cielo. Idéntico significado tuvo para los persas el monte Alborj, o
para los hebreos el Sinaí y Moriah, el Qaf para los árabes o el Uluru para los
aborígenes australianos.
Las vicisitudes para que el niño sagrado crezca y se
desarrolle no se acaban con este segundo nacimiento ya que Zeus se ve obligado
a ocultar a Dionisos a su esposa Hera, por ser ésta, como hemos dicho, tan
terriblemente celosa del orden matrimonial. Por lo que Zeus confía al recién
nacido a su otro hijo, Hermes, nacido de su relación con la Pléyade Maya. Pues
se da la sorprendente circunstancia de que Hermes es el único de los hijos que
Zeus tuviera fuera del matrimonio con Hera a quien la diosa estima y el único
que incluso alimentó con su propia leche. El encargo que Hermes lleva de Zeus
es el de entregar al niño dios Dionisos en los brazos de la hermana de Sémele
de nombre Io o Ino, quien tenía un hogar con su marido Atamante y sus dos
hijos. Se cuenta que Hermes persuadió al matrimonio para que criasen a Dionisos
como si fuera una niña, para que no pudiera ser reconocido por Hera. Aunque es
este un hecho simbólico que se relaciona con el carácter hermafrodita de la
deidad remarcado en estas palabras que le dedica Ovidio:
"Porque tú gozas de juventud imperecedera, tú eres el
eterno niño, tú bellísimo, eres admirado en el alto cielo, y tu rostro, cuando
te muestras sin cuernos, es como una virgen"(32)
Sin embargo la diosa que acaba por enterarse del paradero
del niño trama contra éste un plan perverso: volver locos a los dos tutores del
pequeño para que sean ellos mismos quienes acaben con la vida de su protegido.
Hera no consigue llevar a cabo totalmente su plan pues la pareja, enajenada por
la diosa, en lugar de dar muerte al pequeño Dionisos-Baco, mata a sus dos
propios hijos.
Hermes siempre atento a la suerte del infante lo rescata y
lo entrega a las Ninfas, a quienes deja el cuidado de proteger y educar en
adelante al joven dios. Con el tiempo, dice la leyenda, que Dionisos iría al
infierno donde ardía su madre, la mortal Sémele, inflamada en las llamas
ardientes de Zeus, para liberarla y ya por el hijo convertida en diosa la
condujo junto a los inmortales.
La nutrida mitología en torno al dios es inconmensurable en
cuanto a leyendas, todas ellas llenas de múltiples significaciones herméticas
de modo que gran parte de los anales de la historia tanto mistérica o
iniciática como popular de los pueblos de Occidente podrían ser contados
siguiendo las huellas del dios. Orfeo le llama de varias maneras, uno de esos
nombres con el que se refiere a Dionisos es el de Lisio Leneo, inventor y
protector del lagar;
"memorable germen, glorioso, deidad liberadora, retoño
sagrado y secreto de los dioses, piadoso Baco, nutricio, fecundo, que
acrecientas la grata cosecha, y surges de la tierra en estallido, Ineo,
vigoroso, multiforme, que te muestras a los mortales como remedio eliminador de
las fatigas, sagrada flor, dios de la alegría."(33)
Los griegos destinaron en su calendario varios días para
celebrar este aspecto del dios estableciendo las llamadas fiestas Leneas o
fiestas de los lagares y del prensado de la uva, en diciembre, durante las
cuales se ofrecían al dios los vinos nuevos.
A finales de febrero se celebraban las Antesterias o fiestas
floridas, en las que se probaba el vino de la última cosecha y se festejaba el
regreso de Dionisos de los infiernos donde fue a rescatar a su madre. Estas
duraban varios días en los que se celebraban festivales y se realizaba el
anteriormente enunciado ditirambo dionisíaco. Rito que consistía en una danza
alrededor de un altar en el que había depositado un carnero inmolado al dios.
Estos danzantes denominados trasgos, al tiempo que bailaban, cantaban y
recitaban. Es así que los cortejos dionisíacos han sido reproducidos en las
Bacantes de Eurípides y descritos como incluyendo música, danza, frenesí y
exaltación en los ritos campestres en los que se venera a Dionisos como dios de
la vendimia.
Y no sólo la comedia sagrada, la música y los coros tienen
en los ritos de Dionisos-Baco su fuente de inspiración, sino que ellos nos
sitúan en el inicio del teatro griego y por extensión del teatro occidental.
Con el tiempo el ditirambo se realizó tanto en representaciones dramáticas como
en comedias. Hoy en día por ditirambo se conoce a las composiciones poéticas
inspiradas en un arrebato de entusiasmo y escritas en variedad métrica. Sin
duda todo ello tiene relación con la lira de Orfeo y con la idea de
contrapunto, como una forma o arte de unir los contrarios. Asimismo la palabra
trasgo ha pasado a nuestro vocabulario designando un espíritu travieso y niño,
vivo y enredador, todo lo cual le cuadra perfectamente a uno de los aspectos
más conocidos del joven dios Dionisos.
Pero Dionisos es sobre todo el espíritu del vino, es la
pasión, el ímpetu y la vehemencia que provoca el vino. Este espíritu de fuego
se deja conocer después de que se ha extraído o evaporado parte del líquido de
la uva. Todo esto requiere una técnica sublime, pues criar o crear un vino es
ver nacer una entidad, y por tanto para una mentalidad sagrada es colaborar con
la obra del Creador. En cuanto a los misterios del vino simbolizan el
Conocimiento y la doctrina tradicional. Guénon dice al respecto que
"el vino es a menudo tomado para representar la
verdadera tradición iniciática: en hebreo, las palabras iaïn, 'vino', y sod,
'misterio', se sustituyen una a otra, en cuanto tienen el mismo número; entre
los Sûfis el vino simboliza el conocimiento esotérico, la doctrina reservada a
la élite y que no conviene a todos los hombres, lo mismo que no todos pueden
tomarlo impunemente. Resulta de ello que el empleo del vino en un rito confiere
a este un carácter claramente iniciático; tal es especialmente el caso del sacrificio
'eucarístico' de Melkisedeq", nombre que en la tradición judeo-cristiana recibe "el
Rey del Mundo" cuyos atributos son la Justicia y la Paz.(34) Es así que
Deméter, la diosa de las espigas y del pan, alimento principal de los pueblos
de Occidente, y Dionisos, dios de la vid y del vino, están presentes en la
figura simbólica de Melki-Tsedeq, al que según el Antiguo Testamento se le
atribuyen los misterios del pan y del vino. En cuanto a las dificultades para
sobrevivir que tiene Dionisos desde su más tierna infancia, señalan uno de los
momentos cíclicos en la historia del cosmos entero, prefigurando el arquetipo
de otro drama y de otro niño dios también perseguido siendo infante, no por
Hera sino por Herodes. Se trata de Jesús, nacido en Belén, la "Casa del
Pan", cuya sangre sacrificial, siendo ya hombre, se simbolizó con el vino
mientras su cuerpo, símbolo de la doctrina resucitada por él, se simbolizó con
el pan.
Está claro que el espíritu travieso y animoso del vino no a
todos sienta bien ni todos pueden tomarlo con impunidad. Recordemos que uno de
los epítetos de Dionisos-Baco fue el de dios loco, debido a los efectos que su
embriaguez producía. Aunque sabido es que, como lo dice W. Blake, a través del
exceso también se puede llegar al palacio de la Sabiduría. No se trata aquí
sino de un exceso ritual pues el vino, como las plantas alucinógenas, incluso
el tabaco o ciertas pócimas, han sido consideradas por los pueblos
tradicionales plantas sagradas capaces de abrirnos aquellas puertas de la percepción
de que hablaba Huxley; y por tanto su ingestión ha estado enmarcada dentro del
acto ritual. Una vez perdido el respeto a la planta o sobrepasados sus límites,
que son las medidas justas que tienen todas las cosas, éstas se vuelven contra
aquel que las profana. En cualquier caso es obvio, como dice Walter F. Otto,
que sin un poco de locura no hay creación. Así habla Otto de Dionisos:
"es el dios frenético. Por él danzan frenéticas las
Ménades. No hay que preguntar por la razón de su trastorno y su fiereza, sino
por el significado de la demencia divina. ¡Un dios furibundo! ¡Un dios cuya
esencia forma parte de la demencia!",
y se pregunta:
"¿Qué habrán vivido o visto estos hombres para que una
noción tan monstruosa se abriese paso en sus mentes?"
Y él mismo se responde que el rostro de cualquier dios
auténtico es el rostro de un mundo.(35)
Dionisos es el dios alegre, dios del brindis, el dios que
abarca todo lo vivo y el que se burla de la mansedumbre y de la entrega
resignada a favor de un tipo de decoro establecido socialmente; especialmente
este simbolismo pone de manifiesto esa actitud tan característica de ciertas
mujeres, afanosas siempre de sus tareas domésticas y poco inclinadas al trabajo
interior y a la filosofía. Es por eso que de las mujeres dionisíacas que
formaban su cortejo y que se entregaron de forma ritual a su demencia, se decía
que por seguirle habían abandonado la esclavitud de la rueca y el telar. Es sin
embargo la inteligencia de Ariadna, (una identificación de Afrodita y Deméter y
venerada como ellas en ciertos santuarios), inventando la manera de salvar a
Teseo de la cárcel que supone el laberinto al que éste entra a matar al
Minotauro, la que inspira en el Dios del vino el amor hasta el punto de hacerla
su esposa, siendo por esa unión que Ariadna, una mujer mortal, reinará por
siempre coronada por su esposo en el Olimpo. Y es así, en forma de diadema como
podemos distinguirla en el firmamento; se trata de la pequeña constelación de
Primavera conocida como Corona Boreal, porque la forma que tiene la disposición
de las estrellas que la integran es justamente la de la diadema de Ariadna.(36)
Marsilio Ficino siguiendo a Proclo y refiriéndose a la
doctrina de Dionisio Areopagita (autor de los Nombres Divinos y La Jerarquía
Celeste) dice:
"Nuestro Dionisio expresa su euforia en la embriaguez
de este vino dionisíaco. Escancia enigmas y canta en ditirambos. Para penetrar
en las profundidades de sus significados, para imitar su forma de hablar casi
órfica hay que conocer la furia divina."
Dionisos, como Hermes con su caduceo, simboliza las dos
energías del Cosmos, por tanto los extremos de las cosas, lo femenino y lo
masculino, lo oscuro y lo luminoso o el yin y el yang, según el conocido
símbolo de la tradición extremo oriental, y por eso mismo también es un símbolo
que tiende a resaltar la necesidad de hallar la medida de todo, la justa
proporción cuyos sinónimos son equilibrio y justicia. Por eso dicen del vino
que tomándolo sin medida consume los nervios, en cambio con templanza reúne las
fuerzas perdidas.
Su rico simbolismo, se resume y se reúne en sus dos aspectos
polares, lo que representa una enseñanza de lo que significa la necesidad de
unir siempre los opuestos, ya que en esa unión es donde de verdad se encuentra
la esencia de la deidad.
Los artistas tradicionales, tanto poetas como literatos, así
como pintores, escultores, etc. nos muestran la figura de Dionisos adornado con
racimos de uva. Otras veces con el tirso, esto es, un báculo al que se le
enreda hiedra y que en ocasiones está rematado por una piña(37), siendo ambos
vegetales, hiedra y piña, también plantas identificativas del dios. Este tirso
sacudido por las Ménades durante los rituales en honor al dios, simboliza el
eje en torno al cual se enrosca la hiedra, lo cual lo identifica con el caduceo
de Hermes al que también se enroscan dos serpientes.(38) Pero en este caso el
tirso es además de ese eje una vara con la que el dios sacude a sus adeptos con
el fin de despertarlos de su letargo y conducirlos por el camino de la luz y
del Conocimiento (lo cual también comparte con Hermes). Es esta acción belicosa
(pero necesaria en determinados momentos del proceso iniciático), de portar el
tirso, la que le hace decir a Orfeo que Dionisos lo empuña y que con él va
armado y profundamente irritado;(39) cosa que hace que este dios pagano,
inserto en la médula del Hermetismo, esté también cercano a la paradoja
oriental de las enseñanzas del Zen. Asimismo se representa a Dionisos con dos
rostros, de modo que unas veces es un viejo barbado de rasgos ásperos y otras
un joven alegre, risueño y sensual.
Se trata con todas estas representaciones artísticas de
resaltar un arte mayor: la enseñanza simbólica vehiculada por el dios que
señala lo imprescindible de unir siempre los contrarios, en este caso la
experiencia y la sabiduría del Dionisos anciano y el vigor y virginidad del
adolescente. Esta imagen de vejez y juventud es precisamente la del perfil del
alquimista, que es un puer senex, es decir un niño-viejo.
Existe todavía otra leyenda cretense también muy difundida
donde Dionisos es Dionisos Zagreo, quien también aparece como hijo de Zeus pero
en este caso engendrado por la secreta unión con Perséfone, su propia hija. En
esta versión del mito se cuenta que la esposa de Zeus, Hera, enterada del
nacimiento de Dionisos manda a los Titanes para que lo maten. Estos, una vez se
apoderan del tierno infante, al que atraen con malas artes abusando de su
ingenuidad (pues lo engañan mostrándole algunos juguetes, tales como el trompo,
la pelota, el espejo o el juego de tabas), lo descuartizan y se lo comen. Sólo el
corazón, dicen algunos textos tradicionales, es recogido por Atenea quien lo
entrega al padre, Zeus. Este, terriblemente encolerizado por la fatalidad
sufrida, con su rayo fulminante destruye a los titanes hasta convertirlos en
cenizas. Se dice que de estas cenizas, que contenían tanto la naturaleza del
dios como la de las furias titánicas, nació la presente humanidad, que tiene
por eso mismo naturaleza animal y divina. Este mito está muy ligado a los
misterios egipcios de Osiris, cuyo cuerpo de dios, descuartizado por Seth es
reconstituido por Isis, es decir por la Sabiduría.
Nota: Este texto es un fragmento de un artículo titulado "En Pos de Deméter", publicado originalmente el la Revista SYMBOLOS, Arte - Cultura -Gnosis, núm. 27-28. "Lo Femenino - La Mujer" Barcelona 2004, en la época en que la dirigía su fundador Federico González. En la actualidad se encuentra en la Web de la Librería 2 de Enero
Una reciente versión más actualizada puede leerse en pdf en el blog de la BIBLIOTECA HERMETICA.COM