Había oído hablar de los “jardines de ensueño”, jardines simbólicos diseñados por los hermetistas de esa época dentro de una atmósfera intelectual generada por la idea de utopía. Es decir por la idea de que el Jardín del Eden es un estado del alma posible de vivenciar. Mas sólo aquel cuyo amor al Conocimiento supere todo los obstáculos que le ponga el destino, podrá al fin realizar ese estado.
La literatura universal ha utilizado distintos modos argumentales para explicar este viaje soñado que realiza el amante de la Sabiduría en pos de esta “dama”, y ha comparado el ardor pasional que se siente por alcanzar el Conocimiento, con el de aquel enamorado para quien nada es más fuerte que su amor y su deseo de satisfacer su unión con la amada. Es de esta literatura iniciática y de amor de donde nacen los “jardines de ensueño”, tal y como leo en el libro Las Utopías Renacentistas, de Federico González, obra que me acompaña en el recorrido.
Verjas que comunicaban distintos espacios temáticos del jardín, algunas dispuestas a la salida de laberintos. La sorpresa, en forma de un chorro de agua, o un sonido, también estaba incluída en el juego simbólico.
Los Reales Alcázares, hasta entonces, habían conocido las huertas musulmanas, las albercas de regadío, los naranjos, los jazmines, las fuentes de agua, pero nunca, hasta ese momento, había tenido jardines temáticos. O sea, que sus zonas ajardinadas comenzaron a ser no sólo un remanso de paz, sino a expresar ideas y espacios significativos donde, por medio de estatuarias simbólicas y mitológicas, reflejar el viaje interior que el alma emprende hacia la unión con el Amado, con el Sí Mismo.
Jardín de la Cruz, comunica con el Jardín de las Damas por la puerta de Hércules.
Y es con ocasión de la boda de Carlos V e Isabel de Portugal -cuya belleza pintó Tiziano- cuando comenzaron a transformarse los jardines del Real Alcázar, ya que este enlace dio ocasión al encuentro trascendental entre distintos personajes llegados de Italia a la rica ciudad de Sevilla que se había convertido, gracias a la navegabilidad del Guadalquivir, en el único puerto interior de la península. Pues ya desde tiempos de Alfonso X el Sabio, según él mismo hizo constar en la Primera Crónica General: “Un navío del mar llega por el río todos los días”
Por su parte Ibn Jaldun, (siglos XIV-XV), célebre historiador musulmán descendiente de andalusíes residentes en Sevilla, también comenta que en esa época a la ciudad de Sevilla “llegan barcos de Tánger, Ceuta, Túnez, Alejandría, Génova, Portugal, Inglaterra, Burdeos, Bayona, Sicilia, Gascuña, Cataluña, Aragón et aun de Francia”.
Hasta tal punto el río es fundamental para la ciudad de Sevilla que el nombre de ambos, ciudad y río, se confunden y eso explica que en determinados documentos y mapas antiguos al Guadalquivir se denomine río Sibilie.
Fuente de la Fama. Originalmente esta fuente contaba con un mecanismo hidráulico que hacía sonar los tubos de un órgano al paso del agua. En ella elementos camuflados, convertían la presión en arquerías de agua.
Lo cierto es que todas las crónicas coinciden en que desde la época de Fernando III, Sevilla fue una ciudad de ambiente plural, culturalmente hablando, y cosmopolita, por cuyas calles podían verse gentes de todas partes y donde cristianos, árabes y judíos estaban perfectamente insertados en el entramado de la ciudad.
Como decía, con este enlace matrimonial el gusto italiano llega al conjunto monumental cristiano-musulmán, a través de arquerías de medio punto colocadas sobre columnas de mármol de orden jónico y corintio, montadas sobre pedestales y antepechos abalaustrados también de mármol, piezas que llegan de los talleres de Génova donde han sido labradas.
Pavimento Laberinto
“Puerto y puerta de las Indias”, en 1580 Sevilla, se ha convertido en la ciudad más universal de la Tierra, su población era numerosísima y a su puerto arriban abundantes riquezas de plata y oro del Nuevo Mundo. Todo ello redundaba en la extraordinaria vitalidad de la ciudad andaluza, comparada por los cronistas, intelectuales y humanistas que se daban cita en ella, con la Atenas clásica y con la Roma imperial. Este acontecimiento nupcial, en un momento fructífero para las letras y la cultura hispana, será el que da un ropaje renacentista al Real Alcázar.
Setos recortados formando un laberinto
Como hemos visto la característica principal de los jardines renacentistas no era exclusivamente la de hacerlos un lugar agradable y bello de paseo, sino que éstos se distinguían fundamentalmente porque esas realizaciones artísticas también eran simbólicas, es decir que representaban ideas contenidas en los textos platónicos y en el imaginario griego reactualizado en Italia por la Academia Platónica de Marsilio Ficino, también poeta, quien consideraba que el amor todo lo une pese a que es el furor o entusiasmo poético, y heroico, el que lo descubre.
Fuente de Neptuno. Jardín de las Damas.
Estos jardines simbólicos o “Jardines de Ensueño”, se diseñaban en ciertos festejos y bodas, en forma de juego de suertes, donde a veces se gana y otras se pierde (como en la vida misma). Por ello su temática reproducía ciertos pasajes ordenados, de la iniciación, donde el laberinto, los personajes mitológicos, los cantos de sirenas, los monstruos, las ménades y sátiros y toda clase de dioses y demonios, aparecen para ayudar o enredar en el viaje, que culmina tras atravesar con éxito todo el recorrido, donde en ocasiones se encontraba la novia, o las jóvenes invitadas a la celebración.
Mercurio-Hermes, a la entrada de este jardín sevillano, es el guía del viaje, y por ello, en actitud sensual, nos recibe a la entrada. El juego que nos propone es la unión de los contrarios, cosa que señalan las dos serpientes de su caduceo enroscadas en torno a un solo eje, y la energía del amor y la pasión, el motor para realizarla.
Jardín de los Poetas
En su origen las estatuas y fuentes eran un portento de ingeniería ya que las distintas escenas mitológicas estaban dotadas de un mecanismo hidráulico que las hacía “parlantes”. Y esto es así porque estas figuras emitían sonidos, por medio de la presión del agua. Del mismo modo se oían pájaros, trompetas y muchos otros instrumentos musicales que producían sonidos extraordinarios, y donde sus fuentes al accionarse conformaban bellas arquerías de agua.
De la belleza y artificio de las grutas tenemos esta crónica, no sé si de algún viajero:
“Tienen tan espesos saltadores de agua y canales que parece que llueve cuando los sueltan; haciendo no sólo este oficio tan apacible a los ojos, sino también regalando los oídos con música concertada, que resulta de ocultos órganos con que artificiosamente están todas estas grutas compuestas”.
Jardín de la Gruta Vieja
Ya hablé de las figuraciones de las ménades, es decir danzarinas alegres de Dionisio, el dios del vino y el frenesí, en cuyo honor pámpanos y sarmientos decoran algunas zonas, pero nada dije del montículo de Apolo y las musas, es decir el Monte Parnaso, considerado el paraíso de los poetas, por ser en él donde residen estas nueve hijas de Zeus, bajo la protección de Apolo, el dios geómetra.
Fuente del Signo. Jardín de la Danza
Por cierto que a esas diosas paganas han cantado los más ilustres poetas, entre ellos Homero y Hesíodo, y todo amante del arte ha deseado tener relaciones amorosas con ellas:
“Dichoso aquel que las Musas quiere: dulce fluye de su boca el acento.
Pues si a alguien, con duelo en el alma recién apenada, afligido, se le seca el corazón, y un aedo, de las Musas siervo, las hazañas de los hombres antiguos canta, y a los dioses que el Olimpo poseen, aquél, luego, de sus angustias se olvida, y nada de penas recuerda; pues pronto de los dioses lo divierten los dones.
Salve, hijas de Zeus, el deleitoso canto donadme”
Jardín del Retiro
Del delirio que producen en el alma de quien encarna estas entidades simbólicas, Platón ha dicho en su Fedro que “cuando se apoderan de un alma inocente y virgen, aún, la transportan y le inspiran odas y otros poemas que sirven para la enseñanza de las generaciones nuevas, celebrando las proezas de los antiguos héroes”.
Y sentencia:
“Todo el que intente aproximarse al santuario de la poesía, sin estar agitado por este delirio que viene de las musas, o que crea que el arte (técnica) solo basta para hacerle poeta, estará muy distante de la perfección: la poesía de los expertos se verá siempre eclipsada por los cantos que respiran un éxtasis divino”.
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Grabado de la utopía "El Sueño de Polifilo", de Francesco Colonna, antecedente literario de los jardines Simbólicos o "Jardines de Ensueño".
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Se señala como antecedente literario directo para estos jardines: “Hypnerotomachia Poliphili” o sea, “el Sueño de Polifilo” de Francesco Colonna, un libro hermético, mitológico y pagano escrito de forma criptogramática donde se relata el sueño iniciático de Polifilo, quien inflamado de pasión y amor por la ninfa Polia, la Sabiduría Universal, de la que Polifilo está profundamente enamorado y entregado a su amor, decide, en sueños, emprender un viaje a través de todo tipo de pruebas que afronta con la fuerza de su amor.
Escultura ricamente ornada y labrada por el escultor Diego de Pesquera y fundida por Bartolomé de Morel, donde Hermes-Mercurio aparece cubierto únicamente por una capa que le deja medio desnudo y en postura un tanto femenina, lo que alude al carácter hermafrodita de la deidad.
Este "Diario Literario de Viajes", de
Núria , consta de las siguientes partes: