Federico González, Junio de 2012, durante los días en que se ponía en escena su obra "Noche de Brujas", en su terraza. Barcelona. Al fondo el Tibidabo. Foto Núria |
Publico con gran satisfacción un fragmento de los Diálogos mantenidos entre Federico González y Mª Angeles Díaz en Barcelona, los cuales forman parte de las últimas actualizaciones de la Revista Symbolos y que desde aquí invitamos a leer completos.
P–¿Qué te llevó a centrar la realidad del símbolo y a describir la Cosmogonía tomando como modelo la rueda?
R–Bueno, sin duda porque advertí que entre los numerosos símbolos que aparecen en una y otra tradición o civilización, este símbolo siempre merece una atención especial, y no sólo porque éste se da en todas las culturas de las que tenemos noticia, sino también por sus innumerables posibilidades y la diversidad de campos que abarca y, no menos importante, la acción concentradora que ejerce en el estudio y el ordenamiento indispensable en cualquier investigación seria.
Después de un silencio añade:
–También me interesaron, y me siguen interesando, las relaciones, coincidencias y analogías realmente indefinidas que la rueda puede establecer con los numerosos símbolos que aparecen en una u otra civilización o cultura.
P–Sueles decir que la rueda es un símbolo que no sólo explica el universo, sino que lo sintetiza y en ese sentido lo contiene. ¿Lo más pequeño es lo más poderoso?
R–Sin duda. En todo caso lo que puedo decir es que ésa es una máxima hermética que he mantenido a lo largo de toda mi vida.
P–¿A qué te refieres?
R–A que siempre aposté por lo más pequeño, pero no por una cuestión "tipo humildad", ¡o vayas a saber qué onda...!, sino por la misma razón que lleva a que el árbol en todo su despliegue esté ya contenido en su semilla, o que en el huevo esté el origen del ser.
P–Es decir, lo pequeño como sinónimo de lo más sutil e invisible, pero conteniéndolo todo en potencia.
R–¡Exacto!
P–Esto nos lleva a la idea de un centro generador, de un "motor inmóvil".
R–Así es, y esa idea de centro es lo que da todo el sentido a la rueda, al universo, o a la manifestación, si así se prefiere. Es gracias al centro que podemos concebir aquello que nos hará salir de esa manifestación, o sea del movimiento reiterativo de la periferia de la rueda. Me estoy refiriendo, claro está, a lo inmanifestado, que es nuestro verdadero origen.
P–Es aquello del Tao-te-King, donde dice que "treinta rayos convergen en el centro de la rueda, pero es el vacío que hay en él lo que hace útil a la rueda".
P–Ciertamente –le digo yo–, resulta todo un misterio que sea el punto inmóvil de la rueda el que provoque en ella su movimiento.
R–Así es. Tenés toda la razón.
P–¿Crees que el universo tiene un plan?
R–¡Claro que tiene un plan! ¡El propio cosmos es el plan!
P–¿Y una estructura?
R–Sí, en el sentido de que es un modelo y tiene leyes bien precisas, que se manifiestan geométrica y numéricamente. En realidad esta estructura es la expresión de una Inteligencia universal, que permaneciendo secreta e invisible es el prototipo de todo lo que puede ser llamado orden o inteligencia. Esas mismas leyes nos hablan de un equilibrio y armonía universal, que conforman un lenguaje articulado relacionado con otra visión del espacio y el tiempo.
–Pero dado que estamos hablando de la rueda conviene no olvidar que ésta, como cualquier otro símbolo, es siempre el vehículo que nos lleva a trascender el cosmos, una región que pertenece al ámbito de la metafísica, y de la que poco o nada puede decirse. Leer completa en:
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