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lunes, 11 de febrero de 2019

ARQUEOLOGÍA EN POMPEYA (TEXTO Y VÍDEO)



Muchacha en las excavaciones de Pompeya, es el título de este lienzo de Felipe Palizzi, un pintor italiano del siglo XIX que formó parte de un movimiento artístico que optó por hacer una pintura basada en la realidad cotidiana, el realismo. 

Gracias a ello hoy podemos tener imágenes donde se nos muestran las primeras labores arqueológicas, como las que permitieron sacar a la luz los restos de la ciudad de Pompeya, y contemplar el brillo que mantenían los colores de las pinturas después de haber permanecido sepultados 2000 años. Efectivamente, desde aquel 24 de Agosto del año 79 d.C. cuando, como tuvimos ocasión de documentar en otro lado, el Vesubio entró violentamente en erupción enterrando, bajo una inmensa capa de ceniza volcánica, la sofisticada ciudad de Pompeya y a todos sus habitantes en la bahía de Nápoles. 

El interés que surge en esta época por indagar en los restos del pasado se debe, tal y como leemos en el Programa Agartha, a que en
"el siglo XIX, y sobre todo en Occidente, se había prácticamente perdido todo vestigio de la Tradición, al menos de una manera visible y externa, por lo que era perfectamente lógico que el hombre empezara a escudriñar en los fragmentos de su pasado histórico para así reconstruir lo que fue la vida de sus antepasados, pues la suya propia se sumía en una cada vez más estéril mediocridad". 
Sin embargo, este acápite titulado justamente 'Arqueología' sigue destacando la importancia de arribar a estos restos desde la Historia y la Geografía Sagrada, y dejar de lado los métodos clasificatorios para que de verdad sean restos vivos.
"Si la Arqueología, a través de los análisis y trabajos de excavación, trata de la reconstrucción de la vida de las sociedades antiguas, esas mismas investigaciones no debieran estar desvinculadas de un riguroso conocimiento de la historia y la geografía sagradas, es decir del tiempo y el espacio cualitativos, como tampoco ser ajenas a las relaciones que existen entre los diversos modos y comportamientos culturales y espirituales de los hombres que integraron esas mismas sociedades. Visitar un museo de Arqueología es en cierto modo recuperar el sentido de la atemporalidad".
Notas:

(1) Pompeya. La Casa del brazalete de Oro. "Desde mi Ventana, hacia los mares de un mundo simultáneo".

(2) Arqueología. Federico González y Colaboradores, Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Revista Symbolos 25-26.(issn 1562-9910).

lunes, 19 de marzo de 2012

TERRACOTAS DE LA ANTIGUEDAD

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Pieza de cerámica. Fondo del Museo de la Cerámica, en el Palacio de Pedralbes. Barcelona. Escena que representa el encuentro de Hermes con Herse y su hermana, ambas sacerdotisas del templo de Atenea, en el Atica.


En los encantadores Jardines de Pedralbes, en Barcelona, se encuentra el Museo de la Cerámica, cuyo fondo abarca el periodo que va desde el siglo X hasta el XX. Allí se ven expuestas lindísimas piezas de mayólica, muchas de ellas decoradas con los luminosos colores del levante y sur español (Cataluña, Valencia, Andalucía). Pero son las piezas de la región valenciana las más representadas. Y es que es de todos sabido que los artistas valencianos, tanto ceramistas como plásticos en general, han captado de forma espectacular la luz blanca que el sol proyecta sobre esa parte de la Península Ibérica que se abraza al Mediterráneo. De hecho la pintura de Sorolla es el ejemplo más cercano en el tiempo que tenemos para comprobar a qué nos referimos cuando hablamos de la capacidad, de ciertos artistas, para penetrar en su propia atmósfera vital.

La visita a este museo es muy relajada, pues a través de la cerámica expuesta podemos recrear un cierto aspecto que tiene que ver con el ambiente que en torno a ellas se creó, siempre dentro de la casa familiar; ya fuera en los hogares más humildes, o en los palaciegos, puesto que las piezas que vemos son en la mayoría vajillas, por lo que formaban el ajuar de las distintas viviendas.

Sin duda las piezas más hermosas se usaron en más de un banquete de aquellos que celebraban ciertas damas en el Renacimiento, cuando sus maridos, soldados y hombres de guerra, se encontraban fuera del hogar protegiendo con sus tropas algunas de sus fronteras. Entonces, ellas, en cooperación con éstos, invitaban a los oficiales aliados a sus perfumados salones donde los agasajaban con magníficos manjares, servidos en vajillas suntuosas, que degustaban mientras les ofrecían, junto a sus damas, distendidas conversaciones, y en la sobremesa, algún juego de suertes. Y de ese modo, creaban un ambiente que atrajese, sutilmente, la energía de Venus, todo ello con el propósito de infundirles ánimo y consolidar sus adhesiones haciéndolos imbatibles en el Campo de Marte.

Sin embargo, lo que realmente me ha interesado más en mi recorrido por el museo, y aquello que me ha movido a desplazarme hasta aquí, ha sido una exposición temporal de antiquísimas terracotas, todas ellas reunidas con el fin de dar a conocer los precedentes históricos y artísticos de la cerámica.

Lo atractivo de la Arqueología, como sabemos todos los estudiantes del Agartha, es que te aleja de la vana estética, que es siempre un punto de vista superfluo, y que no hay que confundir con la Belleza, que como dijo el maestro Platón es el reflejo de lo verdadero, y te pone en vía de recuperar el sentido de lo atemporal. El caso, es que gracias a estas arcaicas piezas y a sus decoraciones y formas, ligadas al pensamiento trascendente de aquellos que las crearon, se puede llegar a vislumbrar el origen histórico del pensamiento artístico y de las ideas-fuerza que han forjado los valores de las civilizaciones, en este caso las que han nacido en el ámbito del Mediterráneo.

De ese modo podemos observar el intercambio cultural que se dio entre todos los pueblos que tuvieron ese mar como lugar de encuentro y casa común; los que se relacionaron fundamentalmente a través del comercio, tanto de productos como de ideas.

Los sabios y sacerdotes, siempre reconocieron en ese intercambio de saberes, tradiciones, costumbres y ritos, a una entidad a la que se dio en llamar Hermes, si bien se trata de una energía que otros pueblos también han reconocido, aunque le hayan nombrado de otra manera. La disputa entre religiones, por ejemplo Islam y Cristianismo, etc., viene cuando cada quien defiende su visión particular de la Deidad.

Son los más burdos los que urden esta diferenciación, y los que acaban imponiéndola a las masas, que son aún más burdas. E incluso los que tienen capacidad para entender esto son absorbidos en esa masa, aunque sus discursos sean más elaborados y en sus textos pongan todas las comas en su sitio.

En fin, son los sofistas de toda la vida. Déjà vu.

Precisamente Federico González, habitualmente ninguneado por todos ellos, en su última y gran obra*, sin parangón en el tiempo actual, los describe del siguiente modo:


Sofista:
El exceso de razón discursiva puede llevar a esta forma de ver que no tiene ningún respeto por la verdad y la sustituye por una serie de trucos y chisporroteos que se suponen elegantes considerando cualquier cosa e igualmente la contraria sin que les importe un bledo.
A veces uno se pregunta cómo puede haber gente así y por qué motivo algunas personas valorizan estas frivolidades dialécticas a menos que les reporten ventajas varias de modo inmediato e ínfimo. Ya Sócrates y Platón los menospreciaban aunque aparecen en sus diálogos, siempre alegando erróneamente.
Volviendo al tema de la exposición debo mencionar que estas antiguas piezas proceden de distintas necrópolis, lo que demuestra el gran acto que para nuestros antepasados ha sido siempre morir con la esperanza de una vida nueva.

Egipto fue la gran fuente de inspiración de esa idea trasmitida a los hombres a través de sus propios dioses, esas entidades que a lo largo del tiempo, y por medio de sus distintos avatares, se han manifestado en un lugar determinado para entregarnos sus consignas, y darnos a conocer, por medio de esos emisarios, la barca que cruza a la otra orilla.

Y en consecuencia es gracias a las tumbas de esos ancestros que hemos recuperado grandes claves y hallazgos espirituales que nos sirven a las actuales generaciones para mantenernos unidos, intelectualmente, a esa tradición de navegantes celestes, siempre en pos de las aguas simultáneas.

A todos los que pudiendo heredar, heredan. Núria.

*Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos e Iniciáticos.


Cultura griega. Corinto. Siglos VII a VI a.C.Preciosa jarra decorada con motivos de animales situados en distintos niveles. El jabalí, símbolo de la autoridad espiritual, arriba, indica que posiblemente se usara en algún acto ritual .


Cultura etrusca. Vasija con forma de pez para el aceite. Siglo VI a. C.











Crátera con volutas. Magna Grecia siglo IV a.C. Pieza de elegante forma y finísimo material 



Cremador de perfumes con la imagen de Deméter. La diosa de los Misterios de Eleusis. Siglo II a. C.


Cultura griega. Imágenes de Venus. Siglo IV a III a.C.

Cultura griega. Cráteras con decoraciones mitológicas. Siglo IV a. C.

Cultura griega. Pequeño recipiente decorado con imágenes masculinas portando espadas. Siglo IV a. C


 
Magna Grecia. Guttus, decorado con la imagen de una Gorgona. Siglo IV a. C

martes, 15 de febrero de 2011

La Casa del Brazalete de Oro



Máscara teatral de la "Casa del Brazalete de Oro". Pompeya

El 24 de Agosto del año 79 d.C. el Vesubio entró violentamente en erupción sepultando, bajo una inmensa capa de ceniza volcánica, la ciudad de Pompeya y sus alrededores en la bahía de Nápoles. Ese día sus habitantes, que se vieron atrapados de improviso en el horror, desaparecieron de la faz de la tierra.

Plinio, que en ese entonces tenía 18 años y vivía en Miseno, una de las puntas del golfo napolitano a 30 km de la boca del volcán, vio, desde el promontorio en el que se eleva su población, lo que sucedía. Este explica que su tío, Plinio el Viejo, que ejercía labores de gobierno, se acercó con sus galeras a observar el portento que estaba ocurriendo en el monte y a prestar ayuda a los que, alejándose de las laderas, se acercaban a la playa. Sin embargo éste pronto pereció a causa de la inhalación de los gases incandescentes que el volcán emitía quedando su cuerpo como dormido.

El joven Plinio lo relata todo en un par de cartas que le escribe a Tácito, desde el momento en que su madre dio la voz de alarma a su tio Plinio:

El noveno día antes de las kalendas de septiembre (24 de agosto), casi a hora séptima, mi madre le indicó la aparición de una nube de inusitada grandeza y forma.
Luego añade que, en verdad nadie sabía qué era aquello ni de donde venía: 

Los que la miraban desde lejos no sabían desde que montaña salía, pero después se supo que se trataba del Vesubio. La nube tenía un aspecto y una forma que recordaba a un pino, más que a ningún otro árbol, porque se elevaba como si se tratara de un tronco muy largo y se diversificaba en ramas (…) y tan pronto era blanca como sucia y manchada, según llevara tierra o ceniza. (…) una negra y horrible nube, rasgada por torcidas y vibrantes sacudidas de fuego, se abría en largas grietas de fuego, que semejaban relámpagos, pero eran mayores.

Y así refiere cómo la nube llegó hasta Miseno:


No tardó mucho tiempo en descender aquella nube hasta la tierra y cubrir el mar; ya había rodeado y escondido a Capri, y corriéndose hacia el Miseno lo ocultaba. Entonces mi madre me pedía, me rogaba y me mandaba que huyese como pudiera, porque siendo yo joven bien lo podría hacer, y ella apesadumbrada por los años y el cuerpo, moriría tranquila al no ser la causa de mi muerte. Yo, por mi parte, no me quería poner a salvo si no era justamente con ella; y así la tomé de la mano y la obligué a ir de prisa, lo que hizo acusándose a sí misma de constituir un estorbo para mí. Ya caía ceniza, aunque poca, pero al volver el rostro vi que se aproximaba una espesa niebla por detrás de nosotros que, como un torrente, se extendía por tierra. Apartémonos -dije- mientras veamos, a fin de que la multitud no nos atropelle en la calle empedrada cuando vengan las tinieblas. Apenas había dicho esto cuando anocheció, no como en las noches sin luna o nubladas sino con una oscuridad igual a la que se produce en un sitio cerrado en el que no hay luces. Allí hubieras oído chillidos de mujeres, gritos de niños, vocerío de hombres: todos buscaban a voces a sus padres, a sus hijos, a sus esposos, los cuales también a gritos respondían.

Y a renglón seguido comenta:

Muchos eran los que elevaban las manos hacia los dioses, y otros se habían convencido de que los dioses no existen, creían que era la última noche del mundo.

En los detalles de su huída añade que él mismo asimiló que había llegado el fin del mundo:

De cuando en cuando nos levantábamos para sacudirnos las cenizas, de lo contrario nos hubiera cubierto y ahogado con su peso. Me podría envanecer de no haberme lamentado y no haber proferido ningún grito fuerte en medio de tantos peligros, pero me consolaba, en mi mortalidad, la idea de que todos y todo acababa conmigo.

Por suerte las últimas líneas de su misiva son para anunciar el panorama que observó tras la hecatombe:

Aquel vaho caliginoso, no obstante, se desvaneció en humo y niebla, y pronto amaneció de veras y hasta lució el sol, aunque algo sombrío, como cuando se produce un eclipse. Ante nuestros ojos parpadeantes todo parecía distinto y cubierto de espesa ceniza, como si fuera nieve.

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*       *

Nada más se supo nunca de Pompeya hasta que en el siglo XVIII, y de modo fortuito mientras se ejecutaban unas obras, comenzaron por primera vez a emerger las ruinas de esa ciudad sepultada 17 siglos antes. La sorpresa fue impactante, pues pronto se comprobó que había muchas cosas intactas e incluso los cuerpos aparecían esculpidos por las cenizas que los cubrieron. Cuerpos cuyo conmovedor vaciado es el molde de la forma que tuvieron. Todo preservado del tiempo por las mismas cenizas que causaron su destrucción. Gran paradoja. El caso es que eso nos ha permitido algo tan insólito como es ver la magnificencia de sus edificios y calzadas, el organigrama perfecto de una ciudad comercial y avanzada que marcó el momento más álgido en la belleza de las villas romanas, domus, y admirar los frescos que las decoraron, que aparte de hablarnos de un gusto refinado, son el resultado de una mentalidad arquetípica.

Las pinturas que se muestran en vídeo pertenecen a una de esas viviendas sepultadas, y se la conoce como "La Casa del Brazalete de Oro", porque en ella apareció, junto a un cuerpo de mujer, una preciosa pulsera de oro con dos serpientes cuyas cabezas muerden, cada una de un lado, un medallón donde se representa en relieve a Diana, la diosa de la Luna, coronada por siete estrellas, número asociado a Apolo, el Sol. Los Gemelos divinos.

Los frescos de esta casa reproducen un jardín delicioso donde, entre los madroños, las adelfas, el laurel y las palmeras, se dejan ver vistosos pájaros de colores, blancas palomas torcaces y también algún ser fantástico. Debe comprenderse que no se trata sólo de imágenes naturalistas, sino simbólicas. Allí están representados la diosa Fortuna portando su cuerno de la abundancia, Dionisio junto a Ariadna, y unas máscaras teatrales de Talía y Melpómene, la comedia y la tragedia, los dos aspectos más diferenciados en la vida de los hombres y siempre presentes en todo y por ello mismo sacralizados por las sociedades tradicionales como ejemplo de las energías opuestas que hay que ser capaz de conciliar. Precisamente, respecto al Teatro Sagrado, Federico González publicaba, en el Blog de la Colegiata Marsilio Ficino, lo siguiente:

El Teatro es una de las artes tradicionales de realizar un trabajo de transmutación interna; por eso es sagrado en muchas civilizaciones y culturas, entre ellas la griega que lo ponía bajo el patrocinio de Talía y Melpómene, la comedia y la tragedia, las dos carátulas de la escena griega.

No falta en la decoración de esta preciosa residencia la fuente ni Venus, la diosa que la representa. Símbolos que expresan que tras la conciliación de esas dos energías opuestas se encuentra la estancia sagrada, aquel estado del alma, a imagen del Jardín del Edén o el Paraíso Terrenal; nuestro Shambalá, Agartha, Isla Verde, Blanca, Ciudad Celeste, Andros o Delos, por citar unos cuantos nombres del imaginario mítico de los pueblos del Egeo y su radio de influencia.  Aunque igualmente podría tener cualquiera de los nombres que según una u otra tradición reciba la Utopía humana. Núria.



 
  
Fuente, fresco en la  "Casa del Brazalete de Oro".
 


sábado, 11 de diciembre de 2010

Arabia antes del Islam


Unas 300 piezas entre ellas esculturas monumentales, estelas funerarias, pedestales, frescos, vajillas de plata,  joyas preciosas, alguna muestra textil, etc., que fueron en su día depositadas en tumbas, forman una gran exposición que pretende viajar por distintas ciudades Europeas. Los objetos proceden de las últimas excavaciones en el desierto saudí y todos ellos conforman un recorrido que comienza  con piezas que se remontan a 15.000 años en el tiempo, con las primeras civilizaciones, la relación con el mundo grecorromano y el esplendor medieval hasta el Islam. Efectivamente todos estos objetos, inéditos, nos transportan a  través de distintos periodos y reinos desde la más remota antigüedad  hasta la llegada del Islam en el siglo VII d. C. Es una muestra que nos da a conocer un aspecto del  pasado árabe preislámico, brillante y próspero, un mundo desconocido para la mayoría del cual nos hablan, no obstante, estos restos arqueológicos.









Estela  antropomorfa de arenisca. Arte prehistórico  IV milenio a.C. >



^Fragmento de una vasija de clorita. Segunda mitad del III milenio a.C.

^Vasija cilíndrica de clorita, decorada con preciosas palmeras. III milenio a.C.


^Vasija troncocónica decorada con serpientes entrelazadas. III milenio a.C.




^Vasija de clorita III milenio a.C.




^Gran cuenco excepcional por sus dimensiones. Decoración geométrica pintada. I milenio a.C.


 
^Altar decorado con escenas rituales. Sobre el ara un toro, con un disco solar entre los cuernos. Siglos V-IV a. C.


^Placa de bronce con inscripción en míneo. Los que escriben se autodenominan servidores del dios Waddum. Siglos I a.C-I d. C.



 ^Pebetero de piedra caliza. Siglos IV-I a.C.(?)




^Pieza de aplique en bronce dorado. Siglo I d. C.





^Pendientes de Oro con forma de campana. Siglos I-III d. C.



^Figura Femenina. Hueso. I-II d.C.



^Colgante con camafeo. Oro, perla fina, rubí y turquesa. Siglo I d. C.




^Pata de una cama. Hierro, betún y plomo. Siglo I d.C.



^Puerta de la Kaaba periodo 1045 a.H. (1635-1636). Chapada en láminas de plata talladas y grabadas.




La muestra ha estado ya en París (Louvre) y Barcelona, ciudad esta última donde se mantendrá hasta el 20 de Febrero 2011. (Fundación "La Caixa").
Las fotos pertenecen al catálogo de la muestra: "Rutas de Arabia. Tesoros arqueológicos del Reino de Arabia Saudí". Núria.

viernes, 17 de septiembre de 2010

FORTUNA PROPITIA "Casa de la Fortuna"




Fresco en las paredes de la “Casa de la Fortuna”. Cartagena (España).


Realizando un trabajo de investigación arqueológica en Cartagena, he tenido la oportunidad de ver los restos de una vivienda romana hallada hace apenas 10 años en esta importante ciudad marítima del sureste español, conocida en todo el Mediterráneo en época cartaginesa, y posteriormente romana como Cartago Nova.

Esta domus, o sea, casa familiar romana, tiene el nombre evocador de “Casa de la Fortuna”. Uno espera encontrar en ella la figura de esta diosa o bien uno de sus atributos principales, como es la cornucopia o cuerno de la abundancia, pero en realidad la casa recibe este nombre porque en su pavimento mosaico, concretamente en el atrio, están escritas las palabras “Fortuna Propitia”. El atrio o patio, para la arquitectura tradicional de Roma, constituye el centro del espacio de la vivienda, señalando el eje en torno al cual se disponen y distribuyen las estancias. Hace por tanto las veces de vestíbulo y lugar de acceso a las distintas habitaciones.

El valor de este yacimiento arqueológico radica en que la casa, además de conservar perfectamente su estructura, ha preservado en su interior algunos de los utensilios y enseres que formaron parte de la vida cotidiana de la familia que la habitó, como la vajilla, estatuarias rituales, monedas, objetos de adorno personal y lucernas. Es por tanto lo que se llama un ecomuseo, término que viene de ico, cuya etimología procede de la palabra griega oíkos, que significa hogar; así pues es una casa con su contenido.

Pero la “Casa de la Fortuna” tiene un valor añadido, y es que unidos a sus muros han aparecido los ejes viarios donde estaba ubicada su entrada, un tramo de los mismos a uno y otro lado de la calle y los accesos a las casas vecinas, de modo que dentro del ecomuseo se puede recorrer un espacio de la calzada romana, y traspasar la entrada a la “Casa de la Fortuna” por la misma puerta por la que accedían sus moradores.





Calzada romana y entrada a la “Casa de la Fortuna”.  Por las incisiones que dejaron en la piedra las bisagras, se observa que hubo una puerta de dos alas.

La sensación que se tiene en esta casa es verdaderamente mágica, pues es como entrar en otra cualidad del tiempo, sintiéndose, además, un frescor ambiental que da la vida, cuando fuera está haciendo un calor sofocante, propio de principios de Septiembre a las 14 horas.

Estamos acostumbrados a ver restos arqueológicos de esta época (siglo I a. C.) desgastados y en los tonos terrizos de la piedra, pero aquí nos encontramos con muros que, sorprendentemente, conservan vivos colores de los frescos que decoraban las paredes de las habitaciones observándose detalles de las pinturas que afortunadamente han quedado intactos, así como sus suelos pavimentados de mosaicos con dibujos geométricos. Es como si, verdaderamente, los ritos de esta casa a la Diosa Fortuna y a las deidades tutelares, hubieran protegido esta morada haciéndola resistente al tiempo para devolvernos a los hombres de hoy en día el perdido sentido de la atemporalidad. Por ejemplo, que el hombre de todos los tiempos siempre ha expresado la belleza e inteligencia de su interior en lo que le rodeaba y que formaba parte de él mismo y de su visión del mundo.

Si lo miramos, no con ojos de especialista, sino con los de un visitante atento, un museo arqueológico no es sólo un lugar donde hay cosas antiguas y viejas, restos de un tiempo “ya superado”, sino que sobre todo es un espacio donde se puede ir a recuperar la memoria acerca de todo aquello que es perenne y no está sujeto, ni lo estará, al devenir, porque son ideas arquetípicas y universales. De alguna manera todo lo que el hombre es está aquí reflejado.

Y es que para el punto de vista Tradicional, o sagrado, el hábitat no es un espacio baladí, sino un organismo vivo. Por eso, según Vitrubio, arquitecto romano del siglo I a.C. -por lo tanto contemporáneo de la “Casa de la Fortuna”- para el ejercicio de la arquitectura, además de los evidentes conocimientos técnicos, se requiere estar bien instruido en las artes, tales como música, armonía, ciencias naturales, fisiología, literatura, filosofía, etc., puesto que una casa debe ser un espacio armónico y funcional en todos sus aspectos, una vivienda adaptada a cada forma de vida, segura y agradable a sus moradores y visitantes; bien orientada en el espacio y la geografía con el fin de que también sea saludable. Estas son algunas de sus indicaciones sobre ciertas nociones de la Arquitectura Tradicional, de la que trata a lo largo de 10 libros.

La arquitectura es una ciencia adornada con numerosas enseñanzas teóricas y con diversas instrucciones, que sirven de dictamen para juzgar todas las obras que alcanzan su perfección mediante las demás artes.

Los edificios particulares estarán bien dispuestos si desde el principio se ha tenido en cuenta la orientación y el clima en que se va a construir; porque está fuera de duda que habrán de ser diferentes las edificaciones que se hagan en el Egipto de las que se efectúen en España; distintas las que se hagan en el Ponto de las que se efectúen en Roma, ya que estas diferencias dependen siempre de los países, puesto que una parte de la Tierra está bajo la influencia inmediata de su proximidad al Sol, otra por su distancia de él, y otra por su posición intermedia entre ambas, resulta templada.

Los dormitorios y las bibliotecas deben estar orientados a levante. Porque el uso de ello requiere luz matinal y además porque en las bibliotecas, los libros no se echan a perder tan fácilmente, pues todo lo que mira al mediodía o al poniente se estropean ya que los vientos húmedos, que soplan desde dichos puntos cardinales, generan y alimentan las polillas y al penetrar su aire húmedo enmohece y echa a perder todos los volúmenes.

Las pinacotecas, las salas de bordar, los estudios de pintura, se orientarán hacia el norte para que los colores mantengan sus propiedades inalterables al trabajar con ellos, pues la luz en esta orientación es constante y uniforme.

Una vez que hemos fijado la orientación más adecuada, debe ponerse toda la atención en las habitaciones que se llaman reservadas, como los dormitorios, comedores, baños y otras destinadas a usos semejantes, no pueden entrar todos sino solamente los que a ellas fueran invitados.

En cambio, en las llamadas comunes puede entrar cualquier persona, aun sin ser invitada. Tales como los vestíbulos, los atrios, los patios, los peristilos y las otras partes que están destinadas a uso común.

Los ciudadanos nobles y quienes ostentan la responsabilidad de atender a los ciudadanos por ejercer cargos políticos o magistraturas, deben disponer de vestíbulos regios, atrios distinguidos, peristilos con gran capacidad, jardines y paseos adecuadamente amplios, en consonancia con el prestigio y la dignidad de sus moradores; y además bibliotecas y basílicas que guarden una digna correlación con la magnificencia de los edificios públicos, dado que en sus propios domicilios se celebran decisiones de carácter público, juicios y pruebas de carácter privado, con cierta frecuencia. Núria





Escultura de mármol. Cabeza de Dionisos. Hallada en el interior de la “Casa de la Fortuna”.