La noche del 4 de noviembre en Buenos Aires hemos tenido la sorpresa de ver y experimentar un espectáculo extraordinario llamado Kodo, de ritmo, sonido y movimiento -interno y externo-, a través de golpes ritmados y gestuales de tambores de varios tamaños y formas (desde pequeños tamborines a inmensos y bellos tambores), y algunas veces, acompañados de flautas, el gong, unos pequeños platillos dorados, produciendo una poderosa danza acompañada de cantos y gestos. Estos sonidos ritmados a modo de mundos dentro de mundos son formas de invocación, principalmente al dios del trueno, la tormenta, el viento, la lluvia... en fin, a toda la naturaleza; lenguajes sutiles, a través de los cuales se es transportado por el sonido atronador de los tambores a la vivencia de estos estados, a su potencia, sus movimientos rítmicos y cíclicos, repetitivos, produciendo una especie de encantamiento y rapto al ritmo mismo del corazón.
Kodo, un grupo de artistas japoneses, en una gira mundial denominada "un sólo mundo", se dedica a preservar y a reinterpretar las artes tradicionales japonesas.
En el programa se explica que: "Al explorar las ilimitadas posibilidades del tambor tradicional japonés, el 'taiko', Kodo forja nuevos rumbos para un arte vibrante. En japonés, la palabra "Kodo" tiene dos significados: el primero es el origen de todo ritmo -el latido del corazón- que representa el corazón de la madre sentido por el bebé en el útero y aunque parezca imposible a menudo los bebés se duermen arrullados por este atronador sonido; y segundo (según como se lea) la palabra puede significar "niños del tambor" -una reflexión del deseo de Kodo de tocar sus tambores con sencillez, con el corazón de un niño".
Y dicho esto nada más mencionarte algunos títulos tan sugerentes como los siguientes que describen de alguna manera lo que allí acontece: "Puerta a lo desconocido" o "Tobira, se refiere a una puerta... que antes de abrirla no tengo idea de qué me espera del otro lado... cada golpe está repleto del espíritu de los intérpretes, que se imaginan embarcados en una aventura en un mundo desconocido". Otro: "Como un bosque en el océano" donde el artista se enfrenta con un tambor de un tamaño muchísimo mayor que si mismo y se ve sumergido, por el extraordinario sonido de ese gran instrumento a las profundidades del océano. Y dos más: "Mariposa", una bellísima danza ritual interpretada con 2 abanicos cuyos lados, uno dorado y otro plateado, eran movidos por la bailarina que danzaba a manera de una mariposa y "Monochrome" del que se dice en el programa que "al entrelazar patrones rítmicos constantes con otros altamente irregulares, se potencia en espiral hasta alcanzar un clímax. El oyente podrá interpretar los sonidos como los cambios en las estaciones, incluso la progresión de la vida misma". Y para terminar: "O-daiko, este gran tambor tallado de un solo tronco de árbol, mide más de un metro de diámetro y produce sonidos intensos poseedores de una profunda tranquilidad. Habrá que dejarse llevar por las vibraciones del poderoso y antiguo tambor y el puro impulso del percusionista transformándose en uno con su instrumento..."
Virginia
Nota: Como en otras ocasiones publico con gusto esta crónica enviada desde Buenos Aires por Virginia, una amiga de “Desde mi ventana”, a la que agradezco especialmente esta interesante aportación al blog. Núria