El relato sagrado o hieros logos, de la leyenda de Deméter y
Perséfone, como ya hemos indicado en episodios anteriores (ver en:• SOBRE LOS
MITOS. Deméter los Misterio...)no sólo es el eje en torno al cual se
realizaban las ceremonias de iniciación a los Misterios de Eleusis, sino que
toda la comunidad tomaba también parte de este mito, pues además de los ritos
secretos donde sólo participaban los iniciados existían en Grecia otros actos
populares que entre otras cosas estructuraban el tiempo y también el espacio,
es decir que ordenaban la sociedad con grandes celebraciones en honor a las
diosas. Tanto los ritos secretos como los populares estaban igualmente asociados
a los ciclos agrarios, que por ser duraciones universales han sido celebrados
desde siempre por todos los pueblos antiguos (...)
Una de entre estas fiestas que tenían que ver con la
fertilidad y en las que sólo participaban las mujeres, eran las denominadas
Tesmoforias que se inauguraban en Atenas todos los años en otoño, después de la
siembra, con una romería en la que las participantes actuaban en calidad de
legisladoras de la ley de Deméter, lo cual está en relación con el propio
epíteto de la diosa que justamente es Tesmóphoros, esto es
"Legisladora". Estas ceremonias duraban tres días. El último de luna
nueva y total oscurecimiento se vivía como el duelo que representaba el drama
del rapto de Perséfone.
Estos son los primeros cinco episodios del estudio que sobre las Heroidas
de Ovidio vengo haciendo. Son vídeos-podcast que pueden verse u oírse en la
siguiente dirección del canal de video-Arte documental que realizo junto a
Francisco Ariza. Gracias a todos los amigos y suscriptores del canal.
Epístola de Fedra a Hipólito (Heroida
IV de Ovidio)
La misiva que antes de suicidarse escribe Fedra a Hipólito, su hijastro,
revela el drama al que puede conducir la fuerza pasional e irrefrenable que posee
Amor, al punto de ser un dios capaz de anteponerse a toda norma o formalidad. La
leyenda de este amor que arrebata a Fedra y por el que Hipólito siente un
enorme rechazo, deja ver el hecho que supuso para la humanidad establecer culturalmente
los matrimonios como modelo exclusivo de unión dejándose de lado otras uniones
hasta entonces permitidas, incluso cuando en ellas se daba la consanguineidad como
es el caso de hermanos y hermanas. En realidad la unidad familiar que
estableció el matrimonio acabó con esos otros modelos fracasados en la práctica
por el desorden que suponía, especialmente para la crianza de los hijos que
muchas veces quedaban, entre unos y otros, desamparados. Se cuenta que fue
Cícrope, rey de Atenas, quien fundó esa unidad familiar, y lo hizo casando a
una de sus hijas, la mediana Herse, con Hermes.
Podríamos decir que la pasión de amor que siente Fedra por Hipólito, hijo
de su esposo Teseo, nos ejemplifica cómo, debido a un cambio de mentalidad,
cierta clase de relaciones pasaron a ser vistas como inmorales, frente a una nueva
civilización y un nuevo código ético.
Fedra se presenta como víctima de una fatídica atracción y de una pasión irreprimible
que la llevó a ser la causante de una tragedia que concluye con su propio
suicidio.
Fedra era una princesa cretense, hija de Minos y de Pasífae, y hermana de
Ariadna, la que entregó a Teseo el hilo que le permitió salir del laberinto
donde entró a matar al Minotauro, medio hermano de ambas jóvenes. Teseo se
enamoró de las dos, casándose con Fedra, después de seducir y abandonar a Ariadna
en la isla de Naxos, prosiguiendo su nave rumbo a Atenas. Hecho sobre el que
volveremos cuando nos refiramos a la Heroida
X.
Con Teseo Fedra tuvo dos hijos: Acamante y Demofonte, este último
protagonista de la Heroida II junto
con la bella Filis. Pasado el tiempo Fedra acaba enamorándose perdidamente de
Hipólito, el hijo que su esposo había tenido con la reina de las amazonas antes
de casarse con ella.
El ardor amoroso que Fedra siente por el joven hijastro comienza mientras
Teseo se encuentra ausente y ella, viendo constantemente al muchacho que tanto parecido
tiene con su padre, se enamora perdidamente de él. Dice Fedra que el joven, “con
su pelo revuelto y aspecto desaliñado”, le recordaba al propio Teseo cuando
llegó a Creta donde fue a matar al Minotauro. Un recuerdo que a Fedra le
devuelve la juventud transportándola a un tiempo donde esa clase de relación era
lícita. No obstante, el muchacho alejado culturalmente de esa época y
habiéndose consagrado a Diana, la diosa cazadora, no concibe tal relación con
su madrastra y la rechaza, algo que Fedra no puede soportar, por lo que herida
y despechada levanta contra Hipólito una falsa acusación. Lo calumnia ante su
padre de haber tratado de violarla.
De las drásticas represalias que Teseo tomó contra su hijo se hacen eco,
además de Ovidio, Eurípides y Séneca, así como Jean Racine en el siglo XVIII,
Sor Juana Inés de la Cruz y otros autores. Todos ellos reconstruyen el relato de esta
tragedia, aportando, unos y otros, variaciones que complementan el mito en
cuanto al simbolismo contenido en esta leyenda. No es Fedra, con su
irreprimible pasión de amor, la dama que con el tiempo adoraron los Fieles de
Amor, organización a cuya cabeza estuvo Dante. Para ellos la dama de la que
deseaban enamorase y que les espoleara hasta hacerles sentir esa misma pasión
de amor que sintió Fedra por Hipólito, debía además no obnubilarles la la
razón.
Sin embargo, Fedra no es capaz de mantener el engaño, ni tampoco de vivir
con el desprecio de Hipólito que no ha querido ni verla. Así pues, tras revelar
públicamente la verdad de su crimen, ella misma se da muerte.
Antes de suicidarse escribe en una tablilla una carta a Hipólito. En ella
trata de explicarle que el rechazo que él siente hacia su amor, por ser ella su
madrastra, es solo un prejuicio cultural en otro tiempo aceptado. También le cuenta
que Amor es una fuerza mayor que ni admite reglas de conveniencia, ni está en
su mano el poderlo disimular.Tal vez, se pregunta Fedra, si la
clase de amor que ella siente, un amor prohibido, no será acaso el sino de su
estirpe, algo así como un tributo impuesto por la propia Venus a su linaje
humano, puesto que su propia madre, Pasifae, tampoco pudo dominar su arrebato
amoroso hacia aquel bello toro, del que engendró a su hermano, un monstruo medio
toro y medio hombre. De hecho ese mito se inicia con la propia Europa, una
princesa fenicia seducida por un dios griego, Zeus, que para unirse a ella también
se transforma en un toro.
Fedra añade que nada se le puede prohibir a Amor, pues domina por encima de
los demás dioses. También le recuerda al joven que también su propio padre, el
admirado Teseo, se sintió enamorado a la vez de dos hermanas, de ella y de
Ariadna.
Fedra cree que de haber aceptado Hipólito la relación, siendo madrastra e
hijastro, y viviendo bajo el mismo techo, podrían haber mantenido su idilio
oculto y libre para expresarse en público, ya que los demás hubieran tomado ese
amor como el que se da entre una madre y su hijo. Hipólito, que no ha querido
ni escucharla debido a la gran hostilidad que le provoca la situación, tiene
ahora entre sus manos la carta póstuma de Fedra donde esta le declara
abiertamente sus sentimientos y el modo en que se ha sentido dominada por esa poderosa
deidad llamada Amor, cuyas órdenes no es posible desoír hasta el punto de
dictarle incluso el redactado de la carta que hemos sintetizado. Seguir texto en el vídeo-podcast
Esta es una recopilación sintética de lo que significan las
"Siete Artes Liberales" para la Masonería, esto es la Gramática,
Retórica, Lógica, Aritmética, Geometría, Música y Astronomía.
Está síntesis simbólica y filosófica está realizada por
Albert G. Mackey's, un investigador masón, grado 33, en su diccionario enciclopédico
de la Francmasonería.
Para muchos esta recopilación está considerada como una de
las más rigurosas fuentes de información existentes sobre el tema.
Esta traducción fue realizada por Adara Mª Ariza Díaz para
"El Taller, Revista de Estudios Masónicos", dirigida por Francisco
Ariza y leída en una Logia Femenina que trabajó bajo los auspicios de la Gran
Logia Operativa Latina y Americana, de la que fue serenísimo Gran Maestre, Federico
González
El vídeo-podcast está editado por el canal de la Biblioteca
Hermética y La Memoria de Calíope, al que les invitamos a suscribirse.@LaMemoriadeCaliope
Escribir sobre aquello que te hiere es una forma de
enfrentar el dolor y la dolencia que este provoca. Robert Burton escribió una
obra colosal, "Anatomía de la Melancolía" (1621), para huir la
ella. Buscó conocer sus fundamentos y
cómo esta tristeza es consubstancial, en grados diferentes, a todos los seres
humanos.
Su gran erudición, obtenida de los muchos libros que llegó a
leer en la gran biblioteca de la Universidad de Oxford de la que se ocupó
durante toda su vida, le llevaron a indagar en esa enfermedad o tristeza del
alma, esto es, en la depresión y la melancolía en general. En cómo aliviarla y
a veces curarla. Y lo hizo investigándola desde todos los puntos de vista,
científicos, médicos, neurológicos, ambientales y también filosóficos,
aportando una memoria de autores y citas de inabarcable ramificación que hace
de esta obra una de las más importantes de la literatura universal y un hito de
la cultura occidental.
Robert Burton, como decimos un bibliotecario siempre rodeado
de libros, tuvo noticia a través de ellos, de países lejanos, de
monumentos que él nunca llega a ver, y por ello sus conocimientos procedían de los
escritos y fotografías de los viajeros que los habían visitado, y por
consiguiente sus reflexiones, todas, giraban en torno a esos autores que
engrosaban las estanterías de esa inmensa biblioteca cuyos estantes sí conocía
a la perfección. Efectivamente estaban ordenados con miles de libros que al mismo tiempo que alimentaban su alma, la enfermaban
de nostalgia al punto de considerar que una triste dama, a la que llama
"mi señora melancolía", "mi egregia" o "mi genio
maligno" (Malus genius), lo había seducido, embargándolo hasta el punto de haber quebrantado su
salud,
"Escribo sobre la melancolía para mantenerme ocupado y
así evitar la melancolía"
En este podcast podéis escuchar un pequeñísimo fragmento de esta monumental obra:
"Los Placeres de la Danza", Andrea di Bonaiuto (1365). Capilla de los españoles en Santa Maria Novella. Florencia.
A Guglielmo Ebreo (1420-1484) le debemos nada menos que el único tratado que sobre la danza existe: El Arte de danzar y dirigir conjuntos,
donde cita a su maestro: Domenico de Piacenza, un pitagórico, quien fuera
Maestro de Danza y de Ceremonias en Ferrara, con la familia d'Este. Por ello es a ambos a quienes se les considera responsables
de haber elevado la danza a la categoría de Arte liberal, siendo además los
inventores del oficio de coreógrafo y creadores del ballet. Y aunque es
opinión generalizada que este baile es una danza francesa, en realidad es en Francia
donde el ballet (de balletto) murió, y en su lugar emergió el edulcorado ballet
actual, que se contradice totalmente con los principios de la danza enunciados
por sus creadores, para quienes lo más importante es la armonía, y nunca la
postura forzada y la contorsión corporal que no pueden formar parte de la
esencia de la danza, ya que esta, según sus creadores, debe ser la expresión misma de
la armonía cósmica, idea emanada de la filosofía platónica a través del círculo
intelectual de Ficino.[1]
De Guglielmo Ebreo es De pratica seu arte tripudii vulgare opusculum (obra escrita hacia
1463), donde explica, por ejemplo, que el Balletto
in due o Ballo Amoroso, simboliza la concordia, por lo que
todos los movimientos y gestos deben ser mesurados, señalando que:
La virtud del danzante nace cuando
complementa los movimientos del cuerpo con los movimientos del espíritu, sea cual fuere la danza.
De pratica seu arte tripudii, Folio 21v
Guglielmo Ebreo estaba relacionado con el grupo de Ficino,
especialmente se conoce su relación con Lorenzo de Medici a quien le gustaba
componer canciones que compartía con Guglielmo.
Para este maestro el arte de la danza posee seis
reglas principales, a saber: medida o compás, memoria, división del espacio, ligereza o aire,
manera o estilo y finalmente la expresión corporal.
La importancia de la obra de Guglielmo se acentúa porque en
ella recoge, junto a las suyas propias, coreografías de su maestro: Domenico de
Piacenza. Dicha obra alcanzó una gran popularidad circulando por casi todas las
Cortes italianas en copias manuscritas.
Del prestigio y fama de los que gozaron estos dos músicos y
coreógrafos entre los intelectuales y nobles del Renacimiento, da testimonio el
hecho de que ambos fueran condecorados como Caballeros de la Orden de la
«Espuela de Oro», un título que se otorgaba a los príncipes y jefes de Estado.
Guglielmo, por consejo de sus amigos hermetistas y para eludir las grandes
suspicacias que comenzaron a suscitarse en Europa contra los judíos, se convirtió
al catolicismo y de cara al exterior cambió su nombre por el de Giovanni
Ambrosio.
Lo cierto es que, en cuanto a la danza se refiere, podemos
decir que el movimiento humanista trasformó los bailes campesinos (que
desaparecieron totalmente de la Corte junto a otros movimientos más estáticos
de la danza medieval basados en las posturas de la esgrima) en bellas escenificaciones donde cobra protagonismo el compás, el ritmo, la
memorización de los gestos y el número de los pasos, poniendo interés en no
crear un estilo afectado, ni tampoco estridente.
Guglielmo habla de nueve normas
naturales para la Danza que denomina: 'paso-simple', 'paso-doble', 'repetición', 'posición', 'reverencia', 'vuelta' y 'media-vuelta'. Todo ello aderezado por la
gracia natural en el salto y la elevación. También menciona tres elementos
accidentales, o artificiales: 'el estrechat', 'el paso corrido' y 'el cambio de
pie'.
Es la dulce música o el canto lo que penetrando por el oido llega al corazón y de ahí mueve los pies y el resto del cuerpo. Así nace la danza.
De Guglielmo Ebreo es esta definición sobre la danza que tiene
a la Música y el Canto como forma natural de inspiración:
La suave armonía del
dulce canto
llega al oído y hasta el corazón,
de tal dulzura nace un vivo ardor
del cual surge la danza que tanto gusta
[1] Por cierto que Joscelyn Godwin (cuyos primeros escritos a muchos nos llegaron a través de la revista Symbolos en la época en que esta se editaba en papel y la dirigia Federico González) ha tratado con bastante lucidez este tema en su obra Armonías del Cielo y de la Tierra. La Dimensión Espiritual de la Música.
El granado es el árbol más bonito de mi jardín, y el que más
me recuerda al rico simbolismo que posee en nuestra cultura, asociado al mito
de las dos diosas Deméter, la diosa madre, y Perséfone, su joven hija,
identificada también con Afrodita. De hecho, la granada es un fruto
tradicionalmente presente, por un lado en los ritos matrimoniales, de ahí que
las novias en la antigua Roma adornaran su cabello con la flor del granado, y
por otro a los ritos funerarios de algunos pueblos del Mediterráneo antiguo.
Con el descenso de Perséfone al reino de Hades para dejarse amar
por el dios del inframundo, se une lo dulce con lo amargo, tal cual es el sabor
de la granada. El sacrificio de Perséfone, muriendo periódicamente por amor, es
idéntico al de la semilla que tras su muerte en las entrañas de la tierra renace
y vuelve con Deméter, la diosa del vestido verde, como planta llena de vida.
Todo ello es una evocación a los misterios del amor y de la muerte.
De esa asociación simbólica "los humanistas y maestros
herméticos del Renacimiento, que recogieron las enseñanzas de Platón y la
mitología órfica y greco-romana, hablaban de los misterios del Amor
identificándolos con los misterios de la muerte que son, al fin y al cabo, los
misterios de la iniciación, y explicaban que morir es ser amado por un dios, y
viceversa, que amar era morir y ser muerto por un dios. En realidad se trata de
un sacrificio (de un acto sagrado), pues no hay nacimiento a la realidad del
Espíritu, es decir al Conocimiento, sin que esto suponga una muerte o
superación de las limitaciones propias de lo humano".
Miguel Pselos, quien recibió el título de “cónsul de los
filósofos” es el máximo representante del Renacimiento Bizantino del siglo XI,
de ahí que su figura nos revela que el modelo renacentista que conocemos,
surgido en torno al humanismo de la Academia platónica de Florencia, tuvo su
antecedente siglos antes, época de la que en verdad procede nuestra herencia
cultural.
Pselos es autor de una inmensa y polifacética obra, pues su
versatilidad ha sido calificada de proverbial. Safo, los Himnos Órficos,
Platón, Plutarco u Homero son, entre otros, autores presentes en sus obras y en
sus célebres discursos pues, según se documenta, a sus clases asistían alumnos de
toda la tierra, celtas, persas, etíopes y egipcios.
En él siempre predominó un carácter didáctico y conciliador
ligado a la recuperación de la antigüedad clásica como ideal de formación para
el ser humano, sosteniendo la unidad del pensamiento griego y cristiano, cosa
que le trajo muchos problemas con la iglesia de su época.
Miguel Pselos es uno de los personajes que nos salieron al
paso en nuestro paradigmático viaje a las islas Cícladas ya que estuvo residiendo un tiempo en Andros. Desde
ese momento hemos tenido el privilegio de tratar en distintos lugares de su
obra y de su figura.
Hoy me gustaría compartir con los interesados unos
párrafos de una de sus obras en la que trata de la actividad de los demonios (Perí
energeías daimónôn) donde acomete esa difícil tarea que es escribir acerca de estos, explicar qué significa verdaderamente esa energía y cómo reconocerla
en uno.
Esta obra, pretendiendo dar luz sobre esa clase de asuntos,
quedó en el oscurantismo hasta que Marsilio Ficino la tradujo moviendo con ella
las conciencias de muchos y provocando un enorme interés entre los más
relevantes pensadores, «amigos de Ficino en la Ciudad Celeste» como son
Cornelio Agrippa y Giordano Bruno, entre otros, que ampliaron y difundieron la
obra de Pselos. La fórmula literaria que escogió Pselos para hablar del demonio a sus contemporáneos es la de su maestro Platón, o sea, un diálogo, en este
caso entre Timeo y Tracio, dos personajes que encaran la cuestión.
“Hay seis clases de
demonios en este mundo sublunar. El primero es el ígneo, el cual se mueve por
el aire que está encima de nosotros; el segundo, también anda por el aire y le
llaman aéreo; el tercero es terrestre; el cuarto es el acuático y marino; el
quinto el subterráneo y el sexto, finalmente, es el llamado lucífugo. De las
especies citadas, la acuática ahoga a los que van por las aguas; la subterránea
y la lucífuga se introducen en las entrañas que producen asfixia, epilepsia e
incluso demencia en los hombres; pero los aéreos y terrestres son los más
temibles y astutos de todos, ya que buscan y engañan disimuladamente las mentes
de los hombres, produciéndoles inusitados y crueles sufrimientos. Todas estas
clases de demonios, odian a Dios y al hombre, ya que envidian la figura con que
éste último ha sido honrado, de tal suerte que nada los satisface más como ver
caer a éste en desvarío.
Tracio: Un demonio, en efecto, es una entidad espiritual que
introduce ensoñaciones, pasiones, temores o deseos en nuestra alma.
Timeo: Pero ¿cómo y por medio de qué pueden hacer esto?
Tracio: Se acercan a nuestro espíritu imaginativo y,
espíritus como son también ellos, nos susurran palabras sobre sensaciones y
placeres, no con voces estridentes ni ruidosas, sino instiladas por ellos sin
ruido alguno.
Timeo: Pero es imposible que puedan emitir palabras sin
sonido alguno.
Tracio: No necesitan hacerlo, pues actúan directamente sobre
el espíritu; cuando el que habla está muy lejos del que oye, precisa gritos muy
fuertes; si está a su lado, le basta susurrar en su oído, y si de algún modo se
le pudiera introducir en el espíritu del alma, no necesitaría ningún
sonido".
Dante meditando las palabras de Francesca. Joseph Noel Paton (1881-1901)
Errantes e impelidas por el viento vagan las almas en el
segundo círculo del infierno. Allí encuentra Dante a Francesca de Rímini que cuenta
al poeta la conmovedora narración de su desgracia al haber abandonado la vida,
junto a su amante Paolo, hermano de su marido, a manos del esposo burlado.
Dante siente una gran compasión por las atormentadas almas
que allí se encuentran, pues todas ellas sufren el tremendo dolor de haber sido la
causa, por amor, de teñir de sangre el mundo.
Allí, entre otros, se encuentran Helena y Paris, causantes
de la cruenta guerra de Troya. También está Aquiles quien por amor a Briseida
volvió al combate causando la muerte al gran príncipe Héctor que nunca quiso la
contienda.
También está en ese círculo infernal Cleopatra, y Dido, reina de Cartago,
a quien la pasión amorosa hizo que se prendara de un hermoso cuerpo, lo cual
acabó llevándola al suicidio y a quebrantar la promesa hecha a las cenizas de
su esposo, el sacerdote Siqueo.
Apesadumbrado el poeta por el sufrimiento que padecen aquellas
almas se detiene ante Francesca quien, con tremenda congoja, agradece al poeta su
compasión e interés por todos los que allí purgan con el dolor el haberse visto arrastrados
por su pasión amorosa. La sombra de Francesca cuenta al poeta, mezclando el llanto a
las palabras, de qué modo cayó en las redes del amor
Fue un día en el que estaban ella y Paolo leyendo, por
entretenimiento, las aventuras de amor entre Lancelot y Ginebra:
“aquella
lectura –explica Francesca- hizo que nuestros ojos se buscaran muchas veces y
que palideciera nuestro semblante; mas un solo pasaje fue el que decidió de
nosotros. Cuando leímos que la deseada sonrisa de la amada fue interrumpida por
un beso tembloroso en la boca: el libro y quien lo escribió fue para nosotros
otro Galehaut [intermediario en los amoríos entre Lancelot y Ginebra]; aquel
día ya no leímos más”.
Tras escuchar el relato rememorando aquel momento feliz que
les había llevado a la miseria, Dante siente tal sobrecogimiento que cae
desvanecido. Así lo cuenta el poeta:
“Mientras un alma decía esto, la otra lloraba de tal modo
que, vencido por la piedad, me sentí desfallecer y caí como cae un cuerpo
muerto”
.Mª Angeles Díaz
Episodio relatado en el canto V de la Divina Comedia
Francesca de Rimini y Paolo Malatesta. Jan Bogaerts (1878-1962)
"La palmera
aguanta el peso y se levanta en arco Y cuanto
más se la tensa más levanta la carga. Lleva
perfumadas bayas, dulces golosinas, que son
tenidas en los banquetes como primer
regalo. Ve niño, y
subiéndote a las ramas, cógelas Quien se
mantiene constante en su propósito, obtendrá un
merecido premio a su voluntad”.
Ilustrar
una idea mediante una imagen, un animal, una planta, etc., es una cuestión que
podemos muy bien situar, como punto de partida, en los jeroglíficos egipcios, y
más concretamente en la revelación de su significado a partir de la explicación
que de ellos hizo Horapolo del Nilo, el último sacerdote del templo de Isis,
que lo dejó escrito en un manuscrito conservado durante siglos en Andros, una
pequeña isla de las Cícladas, en el mar Egeo.
Este
hallazgo, apenas inadvertido, entregado por el cartógrafo Buondelmonte a
Marsilio Ficino para su estudio, ha sido transcendental para nuestra cultura
dado que fue la base para que el francés Champollión pudiera descifrar la
Piedra de Rosetta y con ello los jeroglíficos egipcios.
Para los
hermetistas del Renacimiento el manuscrito de Horapolo dando a conocer lo que
los sacerdotes egipcios transmitían con imágenes, fue de una gran enseñanza
dado que les inspiró una manera de comunicar incluso lo incomunicable, pues
obtuvieron las claves para la creación de un metalenguaje capaz de leer las señales del Cosmos entero y aplicarlas a los conocimientos de
la alquimia humana.
Andrea
Alciato (1492-1550) y Michael Maier (1568-1622) son dos excelentes ejemplos, pues
ambos crearon muchos emblemas mediante ese metalenguaje alquímico que rompe
cualquier barrera idiomática y que por lo tanto porta toda la fuerza de
transmisión de un mensaje directo al alma de cualquier persona que penetre en ellos.
La
“emblemática alquímica”, como forma de lenguaje, despierta la inteligencia y
muestra, a través de la analogía, las ideas-fuerza y los arquetipos que operan
en nuestra conciencia del mismo modo que lo hacen en los metales, minerales,
las plantas o los animales.
Es por
ello que la emblemática alquímica forma parte del proceso de la iniciación para
quienes están realizando un viaje interior y han penetrado, por propia
decisión, en la caverna-matriz de su corazón con la resuelta intención de
engendrarse a sí mismos.
Por
consiguiente la ciencia en la que se basan los emblemas alquímicos es, para quienes
desean fervientemente conocer la naturaleza de su propia alma y buscan la
verdad de su ser, un medio que les permite gozar de una perspectiva del mundo amplificada, por elevación, lo cual puede ser equiparado, efectivamente, a un “nuevo
nacimiento”, pues no otra cosa es la iniciación a los misterios sino una
oportunidad de encontrar una manera casi mágica de descubrir el mundo a través
de los símbolos, que serán la guía y el
modelo que se reflejará en nuestro pensamiento y en las acciones y hechos de
nuestra vida cotidiana.
La
enseñanza del emblema de Alciato que hemos seleccionado es la de una palmera
fénix a una de cuyas ramas permanece agarrado un personaje que, por efecto de la
reacción, dureza y elasticidad de dicha palma, unido y su perseverancia en mantenerse
asido a ella, es naturalmente elevado. La interpretación de este emblema hace
de la palmera-fénix un símbolo de la propia Tradición espiritual, capaz de
elevar al ser humano que persevera y se aferra a ella para desentrañar su simbólica
con el propósito de alcanzar a conocer sus propios estados superiores. Pues,
como es sabido, conocer es ser. Mª Ángeles Díaz
***
Ilustración: "Serie Teatro Hermético de la Memoria" Nº 69 y 5. Inspirada en el Teatro de la Memoria de Federico González Frías, del que
formamos parte.
Si tuviésemos que señalar un espacio concreto y un entorno
intelectual-espiritual de nuestra Geografía, algo así como la cuna donde
nacieron los principios que conformaron nuestro universo, o nuestra forma de
ver occidental (con los claroscuros que al final han dado paso a este mundo
moderno que hoy vive su declive) ese espacio seria villa Careggi, a las afueras
de Florencia.
Dicha villa, propiedad de Cosme de Medici para ser sede de
la Academia platónica dirigida por Ficino, se constituyó en el último gran
bastión cultural que consiguió dar un impulso renovador al mundo de la mano del
hermetismo renacentista.
Estas con algunas imágenes de la villa Careggi, lugar a
cuyas puertas Francesco Bandini, en calidad de anfitrión, recibió, después de
1.200 años, a los nueve invitados al Banquete platónico con el que se restituyó
un rito ancestral que había estado en vigor, y realizándose periódicamente por
los platónicos, hasta los tiempos de Plotino y Porfirio.
Luigi Mussini en 1862 reproduce este pasaje del "De
Amore" de Ficino, donde aparecen Lorenzo el Magnífico y varios personajes
de la Academia celebrando el cumpleaños de Platón.
En una ocasión el joven Giovanni Cavalcanti le escribe a Marsilio Ficino acerca de
un compañero de estudios llamado Giovanni Guido, cuyas virtudes eran alabadas
por quienes le conocían y le trataban. Admiraban su gran facilidad
en la expresión y su enorme agudeza intelectual. Al parecer era tan hábil en la
argumentación que por semejanza se había ganado el sobrenombre de Carnéades, personaje
que, según se cuenta, poseía grandes dotes para encontrar razones con las que
rebatir cualquier propuesta, argumentació o idea, inclusive era capaz de
refutar por adelantado cualquier tesis [1].Giovanni pregunta a Ficino si esa forma de
proceder tiene algún mérito.
Giovanni, por contraponer a este "Carnéades", le refiere a Licurgo, legislador espartano, que sin hablar tan brillantemente puso en
práctica ciertas leyes que constituyeron una reforma de la sociedad espartana
basada en las indicaciones obtenidas a través del Oráculo de Delfos, a quien se
había dirigido en solicitud de consejo para promover en su patria el orden y la
concordia [2].
Esta es la respuesta de Ficino a las interrogaciones de Giovanni:
Me preguntas qué es más digno de
alabanza, ser como Carnéades o como Licurgo, Carnéades promovió la discordia
con sus argumentos, mientras que Licurgo la disipó. La inteligencia de
Carnéades fue, con más frecuencia, inútil que útil; en verdad raramente fue
útil a alguien, en algún lugar. La enseñanza de Licurgo siempre fue útil y
necesaria, en todas partes y para todos. Finalmente, del mismo modo que es
mejor vivir bien que hablar bien, y ser feliz que parecerlo, así el talento de
Licurgo es más excelente que el de Carnéades.
Y a
continuación le transcribe los versos que, según el relato de Herodoto, musitó
la pitonisa cuando Licurgo entró en el templo de Apolo en Delfos:
¡Oh! Licurgo, amado del celestial Zeus y
de todos los dioses que visitan nuestro suntuoso templo, no sé si declarar que
eres hombre o dios. Pienso que eres más bien un dios, Licurgo.
[1] Carnéades era un hábil sofista y académico. Sofista
era el nombre que los platónicos daban a los demagogos, hábiles en la argumentación
y dispersos en el fondo de sus discursos.
[2]Dichas leyes dieron un periodo de gran prosperidad
a Esparta. De Licurgo hablan historiadores como Herodoto, Jenofonte y Plutarco.
Se le atribuye el pensamiento de que "Lo importante de las leyes no es que
sean buenas o malas, sino que sean coherentes. Solo así servirán a su
propósito".
Mª Ángeles Díaz. Fragmento de mi libro: Los Corresponsales de Marsilio Ficino...
Existe una tradición pictórica de representación de la
última cena de Cristo con sus discípulos.
Al principio las pinturas se nos muestran austeras, como
literales, extrayendo con los pinceles lo más concreto del relato evangélico
donde se escenifica a Jesús rodeado de sus discípulos y señalando directamente
al traidor, a Judas. Algunos pintores incluso han resaltado en sus pinturas a
esta figura antagónica sentándola enfrente de todos ellos, al otro lado de la mesa.
O bien dándole la espalda al Maestro Jesús.
El realismo también llegó a esta tradición pictórica y
entonces se representó a los apóstoles reunidos en torno a la mesa, colocados a
ambos lados de ella.
También se añadieron elementos, como la mesa puesta con los utensilios para la cena, o personajes que no están en el relato evangélico, santos, fundadores de ciertas órdenes, criados y hasta reyes.
Algunos artistas florentinos añadieron a la escena una arquitectura y perspectiva centrando sus obras en destacar la institución de la Eucaristía, o comunión de los apóstoles.
Y si bien es cierto que Leonardo sigue la estela de esa
tradición de pintores florentinos en su representación de "La Última Cena", también es cierto que a
todos superó en cuanto a la tensión dramática que consiguió imprimir al acto,
acorde con el relato evangélico que se estaba ejemplificando. A.M.A.D.
Bernardo Bembo, seguidor
de la poesía de Dante y de "Los Fieles de Amor" es, de algún modo, el
que inició la restitución del poeta florentino al lugar de honor que por su
exilio en Rávena nunca debió perder en Florencia.
Bernardo, a decir de Cristóforo Landino, miembro como él de la academia platónica florentina, no
solo escribió versos que no pueden ser distinguidos de los del propio Dante, sino que también tuvo a su Beatriz; se llamaba Ginevra, un nombre
que a Bernardo le evocaba, por su simbolismo sonoro, al enebro.
Es por ello por lo que
cuando pidió a Leonardo da Vinci que pintara para él un retrato de esta dama, en él
aparezcan varios enebros de fondo. Y es que si algo caracterizó el espíritu de
los “Fieles de Amor” fue, precisamente, el amor hacia el ideal que representaba
la dama, siempre identificada con la imagen simbólica de la Sabiduría y la
Belleza interior del alma.
En el reverso del cuadro Leonardo pintó la insignia de Bernardo: una rama de laurel y otra de palma abrazando en el centro un enebro y, enlazandolo todo el lema de Bernardo en latín que dice: VirtutemForma Decorat. (La belleza orna la virtud), pues como para Platón "la Belleza es el esplendor de lo verdadero".
Perséfone 🌺, la amada hija de la diosa Deméter 🌾, fue llevada por Hades a su reino, el Inframundo.
Como consecuencia, Deméter, diosa que provee fecundidad a la tierra, cae en una desesperada y profunda tristeza que se traduce en el fin de toda vida vegetal sobre el manto terrestre.
Ante el peligro que esta esterilidad se vuelva definitiva, Zeus, rey de todos los dioses, determina que Perséfone pasará una parte del año con su esposo, y la otra con su madre.
Por eso hay épocas del año en que las semillas permanecen bajo tierra como si no tuvieran vida, y épocas en que de ellas brota la belleza exuberante del mundo vegetal 🌱🌾🌷🌴, y con ella, se dota de vida a todo ser viviente.
La imagen (cuyo autor desconozco) que acompaña este texto, captura el momento exacto en que la ya diosa del Averno, Perséfone, contempla extasiada el fruto de la granada que le ha ofrecido su esposo con el fin de asegurar su vuelta una vez al año a su reino. Cosa que ocurre cuando ésta toma un bocado.
Este fruto representa a la vez la vida y la muerte, porque:
- al estar henchido de semillas, simboliza esa dualidad de las simientes: enterradas bajo tierra, parecen muertas, pero atesoran toda la vida en su seno.
- su sorprendente belleza interior, cual piedra preciosa, simboliza los tesoros del mundo subterráneo 💎, del corazón de la Tierra, solo al alcance de quien reciba el don de llegar a él, muriendo y volviendo a renacer 🌱.
🤍 Esta página pretende ser un homenaje a esa Belleza interior (que todos atesoramos, como imagen que somos del Cosmos), a través de piezas hechas a mano con conciencia y Amor.
💎 Encontrarás sobre todo MINERALES, esos regalos tan preciados, y tan preciosos, que salen directamente de las entrañas de la Tierra. Que con esfuerzo, con pico y pala, ⛏️ se arrancan y son llevados a la superficie. Imposible no pensar en el duro trabajo del camino del Conocimiento, ese bajar a los Infiernos para renacer, renovado.
🧶 También encontrarás lana, hilo, y quién sabe qué más. Todo lo que nos permita transitar el camino de la creación artesanal con alegría y gozo.
📖 Y, por supuesto, habrá reflexiones para no perder de vista el foco que da origen a esta aventura.