domingo, 11 de junio de 2023

LA DANZA, ARTE DEL HERMETISMO RENACENTISTA. Mª Ángeles Díaz


"Los Placeres de la Danza", Andrea di Bonaiuto (1365). Capilla de los españoles en Santa Maria Novella. Florencia.

    A Guglielmo Ebreo (1420-1484) le debemos nada menos que el único tratado que sobre la danza existe: El Arte de danzar y dirigir conjuntos, donde cita a su maestro: Domenico de Piacenza, un pitagórico, quien fuera Maestro de Danza y de Ceremonias en Ferrara, con la familia d'Este. Por ello es a ambos a quienes se les considera responsables de haber elevado la danza a la categoría de Arte liberal, siendo además los inventores del oficio de coreógrafo y creadores del ballet. Y aunque es opinión generalizada que este baile es una danza francesa, en realidad es en Francia donde el ballet (de balletto) murió, y en su lugar emergió el edulcorado ballet actual, que se contradice totalmente con los principios de la danza enunciados por sus creadores, para quienes lo más importante es la armonía, y nunca la postura forzada y la contorsión corporal que no pueden formar parte de la esencia de la danza, ya que esta, según sus creadores, debe ser la expresión misma de la armonía cósmica, idea emanada de la filosofía platónica a través del círculo intelectual de Ficino.[1]

    De Guglielmo Ebreo es  De pratica seu arte tripudii vulgare opusculum (obra escrita hacia 1463), donde explica, por ejemplo, que el Balletto in due o Ballo Amoroso, simboliza la concordia, por lo que todos los movimientos y gestos deben ser mesurados, señalando que:

La virtud del danzante nace cuando complementa los movimientos del cuerpo con los movimientos del espíritu, sea cual fuere la danza.

De pratica seu arte tripudii, Folio 21v

Guglielmo Ebreo estaba relacionado con el grupo de Ficino, especialmente se conoce su relación con Lorenzo de Medici a quien le gustaba componer canciones que compartía con Guglielmo.  

    Para este maestro el arte de la danza posee seis reglas principales, a saber:  medida o compás, memoria, división del espacio, ligereza o aire, manera o estilo y finalmente la expresión corporal.

    La importancia de la obra de Guglielmo se acentúa porque en ella recoge, junto a las suyas propias, coreografías de su maestro: Domenico de Piacenza. Dicha obra alcanzó una gran popularidad circulando por casi todas las Cortes italianas en copias manuscritas. 

    Del prestigio y fama de los que gozaron estos dos músicos y coreógrafos entre los intelectuales y nobles del Renacimiento, da testimonio el hecho de que ambos fueran condecorados como Caballeros de la Orden de la «Espuela de Oro», un título que se otorgaba a los príncipes y jefes de Estado. Guglielmo, por consejo de sus amigos hermetistas y para eludir las grandes suspicacias que comenzaron a suscitarse en Europa contra los judíos, se convirtió al catolicismo y de cara al exterior cambió su nombre por el de Giovanni Ambrosio.

    Lo cierto es que, en cuanto a la danza se refiere, podemos decir que el movimiento humanista trasformó los bailes campesinos (que desaparecieron totalmente de la Corte junto a otros movimientos más estáticos de la danza medieval basados en las posturas de la esgrima) en bellas escenificaciones donde cobra protagonismo el compás, el ritmo, la memorización de los gestos y el número de los pasos, poniendo interés en no crear un estilo afectado, ni tampoco estridente. 

    Guglielmo habla de nueve normas naturales para la Danza que denomina: 'paso-simple', 'paso-doble', 'repetición', 'posición', 'reverencia', 'vuelta' y 'media-vuelta'. Todo ello aderezado por la gracia natural en el salto y la elevación. También menciona tres elementos accidentales, o artificiales: 'el estrechat', 'el paso corrido' y 'el cambio de pie'.

Es la dulce música o el canto lo que penetrando por el oido llega al corazón y de ahí mueve los pies y el resto del cuerpo. Así nace la danza.

    De Guglielmo Ebreo es esta definición sobre la danza que tiene a la Música y el Canto como forma natural de inspiración:

La suave armonía del dulce canto

llega al oído y hasta el corazón,

de tal dulzura nace un vivo ardor

del cual surge la danza que tanto gusta



 [1] Por cierto que Joscelyn Godwin (cuyos primeros escritos a muchos nos llegaron a través de la revista Symbolos en la época en que esta se editaba en papel y la dirigia Federico González) ha tratado con bastante lucidez este tema en su obra Armonías del Cielo y de la Tierra. La Dimensión Espiritual de la Música.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Este es el libro del que se habla:
https://www.academia.edu/80385161/Guglielmo_Ebreo_of_Pesaro_De_Pratica_Seu_Arte_Tripudii_On_the_Practice_or_Art_of_Dancing?email_work_card=reading-history