Dios Babuino, una imagen de Thot. Pieza exhibida en Madrid procedente del Louvre. En su cabeza un creciente lunar y la esfera solar, sobre su pecho el Ojo de Horus. Capa de plumas de halcón. (Horus).
Gracias al
único manuscrito de Horapolo del Nilo, último sacerdote del templo de Isis,
hallado en Andros por el navegante Cristóforo Buondelmonte quien lo entregó a
Marsilio Ficino para su estudio, pudo Champollión descifrar la Piedra Roseta y
con ella obtener la traducción del lenguaje secreto de los jeroglíficos
egipcios.
Así supimos,
por ejemplo, que los antiguos egipcios, de quienes tanto hemos heredado los
occidentales, asociaban a sus dioses con ciertos animales sagrados, como el
ibis o el babuino, pues en ambos animales descubrieron un aspecto de Thot.
En el caso
del Babuino los sacerdotes de Thot observaron que este animal tiene una
relación muy especial con el tiempo cíclico, y con el sol, pues sentado al
amanecer observa con alegría la salida del astro celebrando con chillidos el
acontecimiento del orto diario. Una actitud que evidencia su participación en
un rito cósmico al tiempo que pone de manifiesto su condición de escriba de Thot. Esa
es la razón de que en el lenguaje jeroglífico de los antiguos egipcios para
referirse a Thot se le llame Mensajero y Babuino indistintamente.
Acerca de
los babuinos, Federico González Frías escribe en su Diccionario:
"Los egipcios los llamaban hijos de Thot, el escriba
divino. También eran los amos del tiempo y del calendario. Son igualmente guías
o psicopompos en el viaje post-mortem”.
En su papel
de psicopompos vemos representado al babuino ayudando a Thot a pesar en la
balanza las almas que piden paso a la entrada a la nueva vida.
Esa es la
razón de que, según se lee en el “Libro de los Muertos”, el corazón del difunto
se colocara en una escala y en ella se sentaba un babuino como si estuviera en
la proa de la nave de Ra, oteando el horizonte del nuevo amanecer. El animal
tenía la función de informar, al atravesar las aguas, que el saldo que había
dejado en aquella vida estaba en perfecto equilibrio. Imágenes en papiros o en
cámaras funerarias muestran al babuino en el fiel de la balanza.
Son cuatro
los babuinos que representan el espíritu del alba, los cuales tienen en el
concierto cósmico el papel de conducir la barca de Ra hacia la otra orilla, y
de cantar un himno al sol naciente. Asimismo, también hay muestras del dios
Babuino representando a la Luna, porque ella, como Thot, es la que en la noche
retiene al sol.
Lo siguiente
es una "fórmula de invocación a los cuatro Babuinos". Se dice que Thot jamás dejó de escuchar a nadie que la invocara.
"Salve, vosotros, los cuatro Babuinos que os sentáis en
la proa de la barca de Ra, que lleváis justicia y verdad al Señor del Universo,
que separáis al débil del poderoso que alegráis a los dioses con aliento de
vuestras bocas, que dais ofrendas divinas a los dioses y ofrendas funerarias a
los bienaventurados". Mª Ángeles Díaz
Un escriba recogiendo los mensajes dictados por el Dios Babuino
"Calles estrechas y empedradas que
suben, otras que bajan y pasan por debajo de una casa, de un puente, junto a
una pequeña iglesia ortodoxa; son preciosas construcciones blancas, muchas de
ellas con las cúpulas pintadas de turquesa, como el mar que las circunda. Se
trata de verdaderas joyas paisajísticas, como un capricho arquitectónico que
hubiera mandado edificar el propio mar Egeo para mirarse a los ojos, pues es
imposible no conjuntar con la mirada los blancos edificios de azulados adornos,
con el tono del mar y el cielo, cuyos azules son continuamente salpicados de blancos
copos, unos formados por la espuma de las olas, otros por las algodonadas nubes
que se forman y diluyen. En las alturas de la isla y echando la mirada hacia los
profundos valles donde se yerguen los núcleos de vida de los andrios, el verde
entra en escena y cubre este animal repleto de vida.
Lo
cierto es que esta isla ofrece estampas idílicas y cualquier enclave, a lo
largo de sus 374
kilómetros, expresa una belleza casi perfecta. Homero es
el primero, de un rosario de autores, que nos hablan de estos parajes. Y así
dice en uno de sus versos, justamente en el canto IV de la Odisea, donde señala la
bonanza climática del entorno.
La vida de los hombres es más cómoda,
no hay nevadas y el invierno no es largo;
tampoco hay lluvias,
pero Océano deja siempre paso a Céfiro
que sopla sonoramente para refrescar a los hombres.
Desde
que atracamos en Gavrio, el puerto de Andros situado en una preciosa bahía en
sotavento, la isla no ha dejado de dar señales de su magnetismo y de su fuerza
evocadora. Este es sin duda un enclave poderoso, provisto de una fuerte
naturaleza, insólita para una isla, pues a poco que se recorre se descubren las
cascadas de agua y los manantiales salutíferos de los que con tanto entusiasmo
nos hablaban los antiguos viajeros y todo aquel que estuvo en Hydrousa, nombre
que antiguamente recibía Andros precisamente por su cantidad de agua. También sus
montes sorprenden por la altitud, algo que no es corriente en una isla, pues
tiene montañas de hasta 994
metros de altura. Filóstrato, en un texto del siglo III,
relata que además de ríos con aguas medicinales con las que tratar distintas
dolencias, por Andros cruzaban corrientes de vino:
La tierra de Andros está tan henchida de vino por obra y gracia de
Dionisos, que estalla y le envía un río a sus habitantes. Si los comparas con
un río de agua su caudal no es grande, pero si piensas que es de vino, sí es un
río grande, y sagrado. Quien bebe de sus aguas bien puede desdeñar las del Nilo
y el Istro y decir de estos ríos que serían más estimados si, aun siendo mucho
más pequeños, tuviesen un caudal semejante.
Muchas
cosas he descubierto desde que emprendí el periplo hasta esta “isla verde”,
evocación poética y simbólica de un lugar mágico y épico, situado en el “más
allá”, pero que es a la vez la sede de nuestra verdadera identidad.
Una
de las cosas más significativas hallada en esta geografía legendaria y sagrada
ha sido descubrir que Andros fue, durante la Edad Media, un enclave en el que
Miguel Pselos (1018-1079), reconocido como el “máximo representante del
Renacimiento bizantino” y un enamorado de la metafísica de Platón, fundó una
escuela filosófica donde enseñó y difundió dicha Filosofía platónica". Fragmanto del libro: Viaje Mágico Hermético a Andros. Una Aventura intelectual. Mª Angeles Díaz. Editado por Symbolos. Seguir la Página del libro en Facebook
"[...] Otro lugar significativo en la isla de Andros al que estuvo
ligado Miguel Pselos de una u otra manera, y por supuesto donde seguramente se
conoció el manuscrito de Horapolo del Nilo, es Paleopolis, nombre de la antigua
capital de Andros, un enclave muy próximo al mar. Allí existen restos arqueológicos pertenecientes
a un templo de Zeus y es el lugar, precisamente, donde apareció, casi perfecta,
la estatua conocida como “El Hermes de Andros”, la pieza más emblemática con la
que cuenta el museo de esta isla. Mientras estoy sentada en la terraza de
una de las lindísimas tabernas que hay, una junto a la otra, en la misma calle
donde se encuentra el museo arqueológico, y muy cerca también del museo
marítimo, veo pasar a un sacerdote vestido con la misma sotana negra que usó
Pselos, y que usan todos los sacerdotes ortodoxos. Pienso si este sabrá algo de
Pselos, y de la enorme importancia que siempre tuvieron las ideas platónicas y
herméticas, y cómo éstas han conseguido fomentar, siempre que aparecieron con
fuerza, una aurora en la cultura, o sea, constituirse en un faro de luz para
ciertos periodos de la historia.
Miguel Pselos que es sin duda uno de esos protagonistas en
el siglo XI, siendo profesor en la Universidad de Constantinopla,
logró insuflar a sus jóvenes alumnos el amor que él mismo sentía por esa forma
de acercamiento a lo más íntimo del ser. En sus clases infunde a los
alumnos la pasión por ampliar los conocimientos y profundizar en la cultura
griega. Y así fue como adquirió la fama de hombre culto y refinado que se
extendió entre sus contemporáneos al punto de ser considerado la persona más
sabia de Bizancio.
Para Miguel Pselos la cultura arcana lo poseía todo; todo el
saber, y no veía ninguna diferencia sustancial entre las enseñanzas paganas y
el Cristianismo, una idea que sería retomada y defendida por sus seguidores en
el Renacimiento. Por ello dedicó su talento y su esfuerzo a recopilar a los
clásicos y comentar sus obras. Como decíamos, tanto las Sagradas Escrituras,
las obras de Hermes Trismegisto o los Oráculos Caldeos, hallando idénticas
referencias y misterios en todos estos planteamientos sapienciales. Cuando
muchos combatían, desde su ignorancia, las ciencias naturales, como la
Astrología o la Magia, calificándolas de supersticiones, él las estudiaba
detalladamente para explicarlas. Y así diferenciar lo verdadero de lo falso,
señalar cuáles eran los textos que incurrían en el error, el ocultismo y la
superstición, y en cuales otros lo que se exponía eran verdaderos conocimientos
científicos y filosóficos. Estos son los que trató de aproximar al público
dando explicaciones científicas sobre los fenómenos que se consideraban
extraños, señalando, no obstante, que no todas las cosas pueden ser
comprendidas ni demostradas, pues
Si bien toda cosa tiene su causa, eso no significa que no
haya realidades inaccesibles al razonamiento y a la demostración, tal como lo
pretendían los estoicos (…) No todo lo divino es abordable, ni toda la
Naturaleza puede ser comprendida por la razón.
Pselos, no obstante, debió defenderse de la acusación de
paganismo, que se fundamentó en su constante defensa de las ideas griegas.
Xifilino, rector de la Escuela de Derecho de Constantinopla, puesto
al que accedió por recomendación de Pselos, fue el que le hizo tal acusación,
aduciendo que Miguel pretendía, con su adhesión a Platón y sus aficiones
helenísticas, perturbar a la Iglesia. Pero de todo esto hay muchas
cosas por decir y aún por esclarecer y algunas de ellas se explicarán aquí". Mª
Ángeles Díaz. Fragmento del libro Viaje Mágico Hermético a Andros. Ed. Symbolos, Barcelona. ISBN: 9788461714452. Seguir en Facebook
“Este libro
trata de un viaje a la isla de Andros, en las Cícladas del mar Egeo, desde
donde de manera sorpresiva y a través de la historia, la geografía, el arte, el
símbolo y el mito se penetra en las fuentes de la cultura occidental
visitándose algunos de los lugares más significativos de la misma (Atenas,
Delfos, Delos, Mitilene, Florencia, Siena, Ferrara, Mantua, Milán, entre otros)
en compañía de filósofos, poetas y artistas griegos, romanos, bizantinos y
renacentistas, cuyo pensamiento llega hasta nuestros días con Federico González
Frías, revivificador de esa perspectiva y a quien la autora dedica el
libro."
Baldassarre Peruzzi. Muerte de Orfeo, Roma. Villa Farnesina.
Los testimonios tradicionales narran que las mujeres de
Lesbos, y la escuela de Safo en particular, recogieron los restos dispersos de
Orfeo destrozados por el delirio de las Bacantes, mujeres que participaban de
los misterios báquicos a través de la embriaguez, como medio iniciático y de
integración con el dios. Estas mujeres son el símbolo de las energías excesivas
que irrumpen en todo descenso cíclico cuando una tradición sapiencial degenera, con el fin de acelerar el proceso de cambio. Las Bacantes son entidades que la mitología y la plástica nos representan junto a Dionisos, danzando e invocando al
aspecto más salvaje del dios, asociado al vino y al frenesí.
Efectivamente, en Mitilene, y en toda la isla de Lesbos por
extensión, rebrotó en ese periodo de la vida de Safo la Tradición Orfica,
siendo varios los autores clásicos que así lo corroboran. Este es el caso de
Fanocles, un poeta griego quien, en una obra titulada "Erotes", relata
que las mujeres tracias habían descuartizado a Orfeo, pero que la cabeza y la
lira del cantor fueron arrastradas por la corriente marina hasta Lesbos donde
dichos restos recibieron sepultura.
Un texto de Proclo viene a poner luz sobre este hecho. Dice
el filósofo platónico que el origen simbólico de esta leyenda concerniente a la
cabeza de Orfeo reside en que la gente de Lesbos tomó de la Tradición Orfica su
parte más alta, la primera y principal, es decir que en Mitilene asimilaron por
comprensión de las ideas una Tradición, o lo que es lo mismo, una Cosmogonía
con la que reconstruir su mundo y su escala de valores. O sea, su particular
escalera al cielo. (Del libro: "Viaje Mágico-Hermético a Andros.
Una Aventura intelectual"). Mª Angeles Díaz
PINACOTECA SIMBÓLICA
Recreación de Andros en nuestro Teatro Hermético de la Memoria
Otra reseña: https://www.2enero.com/textos/andros_apitarch.htm
Recreación fotográfica de la presentación del libro en Barcelona. Vemos en la mesa, de izquierda a derecha, a Francisco Ariza, la autora y José Manuel Río.
Hace ahora unos cuantos años apareció en el yacimiento Ibero Romano de Cástulo, en Linares (Jaén), este precioso grabado de Eros en un cristal de roca. Es una pequeña pieza de unos
16 milímetros, datada en el siglo I.
Se trata una representación del más bello y el más joven de todos los olímpicos, hijo de Afrodita y camarada de Cupido. Es Dios de la unidad por excelencia, cualidad que comparte con Amor.
Por cierto, la palabra hebrea que significa Amor es Ahabah, que numéricamente equivale a la palabra Ehad (Uno) y por tanto se identifica con la sefirah Kether".
Como nos decía el poeta: "Estas son nuestras labores, traducir el sentido espiritual y metafísico de las noticias a la actualidad".
Fuente de la Noticia: http://rutasimbolicas.blogspot.com/2019/10/erote-hallado-en-el-yacimiento.html
Estos estudios de Adara Mª Ariza Díaz expresan con brillantez distintas
obras del arte pictórico y escultórico del Renacimiento, incluidas las de
Antonio Canova (1757-1822) y Jean-Baptiste-Camille Corot (1796-1875) que, si
bien no pertenecen a esa época, sí lo son los temas que de ellos ha escogido la
autora: “Amor y Psique” y “Orfeo conduciendo a Eurídice fuera del Infierno”, respectivamente.
En efecto, estamos ante dos mitos de la Antigüedad Clásica que fueron extensa mente
estudiados por los artistas y filósofos renacentistas, especialmente por los
influenciados o directamente pertenecientes a la Academia Platónica de
Florencia, faro luminoso que proyectó su luz a todo el Renacimiento y cuyos
rayos continúan alumbrándonos, un ejemplo de lo cual son los escritos que aquí
presentamos.
No en vano, la autora, historiadora del arte, para desvelar el significado
esencial contenido en estas obras, articula su discurso centrándose en las dos
corrientes principales que nutrieron intelectualmente dicha Academia: el
Neoplatonismo y el Hermetismo, incluyendo dentro de este a la Cábala-Cristiana.
Desde esa perspectiva nos redescubre la dimensión esotérica y simbólica
contendida en las pinturas de Botticelli, Leonardo, Rafael y Durero, incluso en
la de Fra Angelico (heredero de la espiritualidad cristiana medieval), y que
por lo general pasa desapercibida al gran público, incluso a muchos
“especialistas” del Renacimiento, quienes destacan los elementos estéticos por
encima de los valores espirituales, iniciáticos y metafísicos, o sea
directamente relacionados con el Conocimiento, aquellos que, justamente, supo
reflejar lo mejor de ese espléndido período de la cultura europea. F. A
Adara Mª Ariza Díaz es historiadora del arte por la Universidad de
Barcelona. Ha realizado un estudio sobre El Árbol Peridexion, el árbol del
Paraíso, y asimismo una monografía sobre Leonardo da Vinci, haciéndose aquí eco
de dos de sus obras más emblemáticas: “San Juan Bautista” y “La Virgen de las
Rocas”. Es autora, además, de África. Autóctona y Viva y de El Nacimiento de Venus (del que aquí presenta un extracto y que
próximamente publicaremos íntegramente), investigando en las raíces filosóficas
de los círculos neoplatónicos renacentistas de la Academia de Florencia, bajo
cuya influencia fue creado este famoso cuadro de Sandro Botticelli. Ha colaborado
en la revista SYMBOLOS telemática (2016) con un artículo sobre “Introducción a
la Cosmogonía Dogón”, y en la BIBLIOTECA HERMÉTICA ha publicado Afrodita-Venus
dentro de nuestra colección “Cuadernos de la Tradición Unánime”. Fue integrante
de la compañía del teatro de la memoria “La Colegiata”, creada y dirigida por
Federico González (1933-2014), cuya obra cosmogónica y metafísica forma parte
de la enseñanza recibida por la autora.
INDICE de los cuadros tratados en este número de CUADERNOS DE LA TRADICIÓN UNÁNIME, el 29 que se puede leer en la Biblioteca Hermética.
I La Anunciación. p. 5
II El Nacimiento de Venus. p. 10
III La Virgen de las Rocas p. 12
IV Las Tres Gracias p. 16
V Melancolía I p. 21
VI San Juan Bautista. p. 27
VII Amor y Psique p. 29
VIII Orfeo conduciendo a Eurídice fuera del Infierno p. 33.
"…Sepas que soy madre y naturaleza universal, señora de
todos los elementos, principio primordial de los tiempos, soberana de todas las
cosas espirituales, reina de la muerte, de los océanos, y también reina de los
inmortales, la única manifestación de todos los dioses y diosas, mi gesto manda
sobre las alturas resplandecientes del cielo, la saludable agua del mar y los
secretos lloros del infierno.
Aunque soy adorada en muchos aspectos, y conocida por
nombres innumerables... los troyanos, que fueron los primeros que nacieron en
el mundo, me llaman Pesinuntica, madre de los dioses, los atenienses, naturales
y allí nacidos, me llaman Minerva cecrópea, y también los de Chipre, que moran
cerca de la mar, me nombran Venus Pafia, los arqueros y sagitarios de Creta,
Diana, los sicilianos de tres lenguas me llaman Proserpina, los eleusinos, la
diosa Ceres antigua y otros me conocen como Juno, otros Bellona, otros Hecates,
otros Ranusia... pero los egipcios que se destacan en el aprendizaje y culto
antiguo, me llaman por mi nombre verdadero ... Reina Isis."
Apuleyo, iniciado en los Misterios de Isis, en su libro: El Asno de Oro
El
conocimiento de lo sagrado muchas veces se concibe como un proceso obstétrico, es
decir como una nueva gestación, pues se trata de penetrar en el Universo
espiritual donde está para el hombre la posibilidad de lo trascendente. Recordaremos
que Sócrates se comparaba a sí mismo con una partera pues como ella ayudaba
a la gente a nacer de nuevo, o lo que es lo mismo: a tomar conciencia de sí y
del Cosmos. Esta simbología iniciática es análoga a la de otras tradiciones
como es el caso del Budismo, donde el neófito pasa a denominarse “hijo natural
del Bienaventurado nacido de su boca, nacido del dharma, modelado por el dharma”,
o sea modelado por la doctrina salida de la boca del emisario que transmite la
Enseñanza Tradicional. El propio Buda decía:
Yo he
mostrado a mis discípulos los medios para poder crear, a partir de este cuerpo
constituido por los cuatro elementos corruptibles, otro cuerpo de substancia
intelectual completo, con sus miembros y dotado de facultades trascendentales. (Mircea Elíade. Lo
Sagrado y lo Profano).
Distintas
tradiciones refieren que el oficio de tejer es un arte revelado a la mujer en
el “tiempo mítico”, lo cual es hondamente significativo dado que toda su
simbólica está asociada con lo femenino, siendo la Luna, como tejedora del
tiempo, uno de los símbolos más directamente asociados a la mujer. Se trata, además,
de un oficio que, como el de la construcción, puede elevarse al rango de poder
explicar el Mundo (la Cosmología). Efectivamente, tejer e hilar está vinculado
al tiempo y de ahí que las diosas del destino sean hilanderas, caso de tres
hermanas conocidas como las Moiras o las Parcas que Platón describe en la República como hijas de la Necesidad. Acerca
de los útiles y herramientas que estas tres mujeres emplean en su tejeduría, Platón
señala la inmutabilidad del eje del huso, al que precisamente denomina el “huso
de la Necesidad, gracias al cual pueden girar todas las esferas”. M.A.D.
Como todos sabéis, Sócrates, a quien muchos tenemos por el
puntal de la Filosofía, fue calumniado y odiado por sus conciudadanos, todos
ellos sofistas y hombres de letras, que no soportaban que los jóvenes le
siguieran para escucharle y que la Pitonisa del Oráculo de Delfos le nombrara
como el más sabio de los atenienses. En especial no aguantaban quedar en
evidencia al no tener respuestas cuando eran interrogados por el viejo Sócrates, que además decía que lo único que sabía era que no sabía nada. De ahí nació el odio
y la calumnia, la mofa y finalmente la sentencia de muerte por ingesta de
cicuta. Durante el juicio que le llevó a tal condena, el filósofo tras recibir
la sentencia se dirigió a la audiencia con una bellísima y coherente
apología a la que corresponden las siguientes palabras:
“De la indagación han surgido todos estos odios y estas
enemistades, que han provocado las calumnias que sabéis, y me han hecho
adquirir el nombre de sabio; porque todos los que me oyen dialogar creen que sé
todas las cosas sobre las que descubro la ignorancia de los demás. Me parece, atenienses,
que sólo Dios es el verdadero sabio, y que esto ha querido decir a través de su
oráculo, dando a entender que toda la sabiduría humana no es gran cosa, o mejor
dicho, que no es nada; el oráculo ha elegido mí nombre como un ejemplo, y como si
dijese a todos los hombres: el más sabio entre vosotros es aquel que reconoce,
como Sócrates, que su sabiduría no es nada. Toda mi ocupación ha sido y es
trabajar para persuadiros, jóvenes y viejos, que antes que del cuidado del
cuerpo y de las riquezas, es del alma y de su perfeccionamiento de lo que os
habéis de ocupar, porque no me canso de deciros que la virtud no viene de las
riquezas, sino por el contrario, que las riquezas vienen de la virtud, y que es
de aquí de donde nacen todos los demás bienes públicos y particulares. Pues
bien, si diciendo esto corrompo a los jóvenes, tendré que aceptarlo, pero si
alguien sostiene que yo digo una cosa distinta miente. Atenienses tened
presente que, aunque se me impongan mil penas de muerte, no puedo sino afirmarme
en todo lo que he dicho, así hagáis caso a Anito, me absolváis o no me
absolváis. Y no digo más, porque es hora de partir, yo para morir, y vosotros
para vivir. Quién de nosotros va a una mejor suerte, nadie lo sabe, solo los dioses
lo saben”.
Sabido es que en la literatura
tradicional o simbólica los mitos y las leyendas tienen cuatro niveles de
lectura (literal,
alegórico, simbólico y metafísico), los cuales están en todas las cosas entre
las que, por supuesto, está incluido el ser humano. También los textos sagrados
y revelados de las distintas culturas poseen esos mismos niveles de comprensión,
que evidentemente son grados de conocimiento. Grados, todos ellos, útiles y
perfectamente jerarquizados como lo son, en efecto, los peldaños de una
escalera. Una muestra de lo que intentamos decir la hallamos, precisamente, en la
literatura amorosa profana en la cual, mezclados con textos sapienciales, se escriben
versos halagando a mujeres reales sin tenerse en cuenta significados simbólicos
y metafísicos, y por lo tanto sin percatarse los autores de estos textos de que
la influencia de esa literatura afectiva desciende desde el mundo iniciático al
profano, nunca a la inversa.
Sin embargo, esta desviación literaria
respecto al sentido metafísico del Amor no es del todo achacable a los poetas
profanos, ya que en muchos casos han sido intencionadamente inducidos a dicho
equívoco por los propios iniciados, que de ese modo han salvaguardado del
ostracismo, y a veces de la persecución, el sentido iniciático de muchos de
estos textos simbólicos[1]. Aun
así, esta no es la razón principal de esta ocultación, sino que la propia
naturaleza de estas Enseñanzas doctrinales implica que su lectura más elevada esté
reservada a aquellos que por una vía u otra han recibido el influjo espiritual
que les permite desvelarla. No obstante, esta doble interpretación de la
doctrina metafísica tiene una motivación añadida, expresada por Horapolo del
Nilo (último sacerdote del templo de Isis) al referirse al sentido que los
egipcios daban a sus jeroglíficos e ideogramas, de los cuales los sacerdotes extraían
un sentido trascendente, mientras el pueblo podía obtener de su lectura literal
enseñanzas beneficiosas para su vida cotidiana.
Son varios, y todos ellos
relevantes, los autores tradicionales que han escrito libros cuyo tema versa
sobre el Amor, identificado con la Verdad y con Beatriz, así lo declara Dante en
la Vita Nuova cuando al hablar de
Beatriz dice que esta debe ser “llamada Amor”. Una simbólica esclarecida y
perfectamente descrita en el ritual del grado 26 de la Masonería Escocesa (Rito
Escocés Antiguo y Aceptado), llamado “Príncipe de Gracia”, donde aparece una
estatua representando la Verdad cubierta con un velo de tres colores, verde,
blanco y rojo, referidos a los tres colores alquímicos. El capítulo de ese alto
grado masónico tiene por nombre el “Tercer Cielo”, correspondiente al Cielo de
Venus, la diosa del Amor. Durante la ceremonia ritual el Venerable escocés
lleva una flecha en la mano y sobre el pecho un corazón dentro de un triángulo,
siendo una personificación del Amor[2]. Como
vemos, en este grado masónico la Verdad, el Amor y Venus se identifican, de
igual modo que entre los Fieles de Amor, donde Beatriz se identifica con Verdad
y Amor.
Emblema tricolor del Grado 26 de la Masonería del Rito
Escocés Antiguo y Aceptado, llamado "Príncipe de Gracia".
En esta literatura iniciática sobre el Amor y
la Dama Sabiduría que surge en el siglo XII en ciertas cortes, como la de
Aquitania (de la que participan también los trovadores), y que nutre a las Órdenes de Caballería,
confluyen dos corrientes tradicionales: una procedente de Salomón (Cantar de los Cantares y Sabiduría), y otra de la Filosofía
clásica, fundamentalmente a través de Platón (Fedro y El Banquete)[3]
y Ovidio (El Arte de Amar), a las que
debemos añadir las leyendas de origen celta recogidas en la saga del Grial, donde
el amor a la Dama, como símbolo de la búsqueda interior, cobra toda la
relevancia.
Aquí debemos citar a un escritor
medieval conocido como André el Capellán y su obra titulada precisamente Sobre el Amor. Se trata de un autor
clave en la transmisión de la doctrina tradicional, lo mismo que Chrétien de
Troyes[4],
ambos del siglo XII y pertenecientes a la corte de Aquitania. Sin embargo, no
es autor solo el que escribe, lo es también el que define el tema, el argumento
y el sentido de la obra, papel que en la creación de este libro debemos dar a
María, condesa de Champagne e hija de Leonor de Aquitania, según nos lo cuenta
el propio André.
Esta obra se nos presenta como un
tratado sobre la energía del Amor, “verdadero motor que mueve todo lo que
existe”, tal y como Dante señalaría en la Vita
Nuova y en el último versículo de la Divina
Comedia. Si bien hacia el final del texto entra en contradicciones que desvían
completamente la atención del lector, debemos insistir aquí diciendo que no
sería esta la primera vez en que una Tradición oculta a la mirada profana el verdadero
fondo de esta poiesis, que no es otro
que el de exaltar, bajo el velo de la poesía amorosa, pensamientos dirigidos a
Dios mismo, en este caso al aspecto femenino más elevado de la Deidad.
La obra de André, es doctrinal y
educativa, pues las Cortes de Amor, y los tribunales que dirigieron las mujeres
de la corte de Aquitania, fueron lugares donde se educaron los comportamientos
entre parejas y se resolvieron los conflictos que, por falta de formación o
entendimiento, requerían una mediación justa que ellas ofrecían en los
veredictos que dictaban de acuerdo a las estrictas reglas del dios Amor. Entre
estas damas, además de la reina Leonor y su hija María, podemos citar a Beatriz,
la condesa de Dia, trobairitz (trovadora)
de la Provenza, Alix de Champagne, Hermenegilda, vizcondesa de Narbona,
Stéphanette des Baux, Odalasie, vizcondesa de Aviñón, etc.
Venus de la Flor
Durante ese periodo histórico André
recrea el Arte de Amar y Remedios de Amor de Ovidio, que son
manuales prácticos de comportamiento y tratados filosóficos sobre el amor que le
sirven como fuente principal de su propio tratado. Y es que Ovidio,
autoproclamado “maestro de Amor”, tiene muy claro la forma en que este dios
aparece ante los seres humanos y cómo estos deben proceder ante él. Lo primero,
dice Ovidio, es descubrir qué es lo que verdaderamente amas, luego conquistarlo
y lo más difícil, mantenerlo. Esta es la síntesis espiritual de toda interpretación
iniciática cualquiera sea la forma que esta tome para expresarse. Y esa es
precisamente la razón de que Beatriz (Amor-Verdad) le indique a Dante en el
canto V del “Paraíso”, cuando ambos llegan al cielo de Mercurio:
Abre
la mente a cuanto yo te digo / y guárdamelo bien; que no hace ciencia el
entender, sino el guardar consigo.
Ovidio
también trata a lo largo de su bibliografía del aspecto más humano del mito, y
lo hace muchas veces a través del alma femenina, en concreto en sus Heroidas, donde una serie de mujeres,
heroínas de la Ilíada y la Odisea, nos son presentadas por el autor
bajo un aspecto más relacionado con la “Venus Pandemos”, que es a fin de
cuentas una creación de la “Venus Urania” en su cara más humana, y como señala
la historiadora del arte Adara Mª Ariza Díaz recogiendo esta tradición:
Afrodita-Venus es físicamente bella porque representa
la Belleza divina. En este sentido, debemos recordar la distinción que Platón
establece entre la Afrodita Urania y la Afrodita Pandemos. Mientras que la
primera, nacida sin madre del esperma de Urano, dios del Cielo, simboliza la
Unidad de lo divino, la segunda, hija de Zeus y Dione, es la multiplicidad, es
decir, lo terrenal y mutable. Pese a la evidente inferioridad de la Afrodita
Pandemos, cumple un papel importante para la filosofía platónica, ya que por
ella lo divino se muestra a los hombres, permitiendo su acceso a la Verdad
última[5]. Mª Ángeles Díaz
[1] Jacques de
Baiseux, otro integrante de la milicia secreta en la que estuvieron
constituidos los Fieles de Amor, en su poema C’est des fiez d’Amours, ordena “que no se revelen los consejos de
Amor, sino que se oculten con todo cuidado”.
[2] Ver: Sedir. Historia y Doctrina de la Rosa Cruz.
Cap. I Editorial Humanitas. Barcelona 1992 y Le Tuilleur de Vuillaume. Dervy-Livres, París 1983. Asimismo, René
Guénon, Esoterismo de Dante. Cap.
III.
[3] En El Banquete, Sócrates habla de Diotima,
su “maestra en las cosas del Amor”, según afirma él mismo afirma, quien le
enseña acerca de la naturaleza de este dios, sobre quiénes son sus progenitores
y cuál es su utilidad. Un tema sobre el que vuelve León Hebreo en sus Diálogos de Amor, y Marsilio Ficino en
su De Amore.
[4] Ver René Guénon. Esoterismo Cristiano. Cap. VII, “Fieles
de Amor y Cortes de Amor”.
[5]Afrodita-Venus. Cuadernos de la
Tradición Unánime, 2018. bibliotecahermética.com