martes, 14 de junio de 2022

AMOR - VERDAD - BEATRIZ - VENUS. Programa: "Masonería y Hermetismo desde mi Jardín Secreto" Texto, Vídeo y Podcast)


   Sabido es que en la literatura tradicional o simbólica los mitos y las leyendas tienen cuatro niveles de lectura (literal, alegórico, simbólico y metafísico), los cuales están en todas las cosas entre las que, por supuesto, está incluido el ser humano. También los textos sagrados y revelados de las distintas culturas poseen esos mismos niveles de comprensión, que evidentemente son grados de conocimiento. Grados, todos ellos, útiles y perfectamente jerarquizados como lo son, en efecto, los peldaños de una escalera. Una muestra de lo que intentamos decir la hallamos, precisamente, en la literatura amorosa profana en la cual, mezclados con textos sapienciales, se escriben versos halagando a mujeres reales sin tenerse en cuenta significados simbólicos y metafísicos, y por lo tanto sin percatarse los autores de estos textos de que la influencia de esa literatura afectiva desciende desde el mundo iniciático al profano, nunca a la inversa.

Sin embargo, esta desviación literaria respecto al sentido metafísico del Amor no es del todo achacable a los poetas profanos, ya que en muchos casos han sido intencionadamente inducidos a dicho equívoco por los propios iniciados, que de ese modo han salvaguardado del ostracismo, y a veces de la persecución, el sentido iniciático de muchos de estos textos simbólicos[1]. Aun así, esta no es la razón principal de esta ocultación, sino que la propia naturaleza de estas Enseñanzas doctrinales implica que su lectura más elevada esté reservada a aquellos que por una vía u otra han recibido el influjo espiritual que les permite desvelarla. No obstante, esta doble interpretación de la doctrina metafísica tiene una motivación añadida, expresada por Horapolo del Nilo (último sacerdote del templo de Isis) al referirse al sentido que los egipcios daban a sus jeroglíficos e ideogramas, de los cuales los sacerdotes extraían un sentido trascendente, mientras el pueblo podía obtener de su lectura literal enseñanzas beneficiosas para su vida cotidiana.

Son varios, y todos ellos relevantes, los autores tradicionales que han escrito libros cuyo tema versa sobre el Amor, identificado con la Verdad y con Beatriz, así lo declara Dante en la Vita Nuova cuando al hablar de Beatriz dice que esta debe ser “llamada Amor”. Una simbólica esclarecida y perfectamente descrita en el ritual del grado 26 de la Masonería Escocesa (Rito Escocés Antiguo y Aceptado), llamado “Príncipe de Gracia”, donde aparece una estatua representando la Verdad cubierta con un velo de tres colores, verde, blanco y rojo, referidos a los tres colores alquímicos. El capítulo de ese alto grado masónico tiene por nombre el “Tercer Cielo”, correspondiente al Cielo de Venus, la diosa del Amor. Durante la ceremonia ritual el Venerable escocés lleva una flecha en la mano y sobre el pecho un corazón dentro de un triángulo, siendo una personificación del Amor[2]. Como vemos, en este grado masónico la Verdad, el Amor y Venus se identifican, de igual modo que entre los Fieles de Amor, donde Beatriz se identifica con Verdad y Amor.


Emblema tricolor del Grado 26 de la Masonería del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, llamado "Príncipe de Gracia".

En esta literatura iniciática sobre el Amor y la Dama Sabiduría que surge en el siglo XII en ciertas cortes, como la de Aquitania (de la que participan también los trovadores),  y que nutre a las Órdenes de Caballería, confluyen dos corrientes tradicionales: una procedente de Salomón (Cantar de los Cantares y Sabiduría), y otra de la Filosofía clásica, fundamentalmente a través de Platón (Fedro y El Banquete)[3] y Ovidio (El Arte de Amar), a las que debemos añadir las leyendas de origen celta recogidas en la saga del Grial, donde el amor a la Dama, como símbolo de la búsqueda interior, cobra toda la relevancia.

Aquí debemos citar a un escritor medieval conocido como André el Capellán y su obra titulada precisamente Sobre el Amor. Se trata de un autor clave en la transmisión de la doctrina tradicional, lo mismo que Chrétien de Troyes[4], ambos del siglo XII y pertenecientes a la corte de Aquitania. Sin embargo, no es autor solo el que escribe, lo es también el que define el tema, el argumento y el sentido de la obra, papel que en la creación de este libro debemos dar a María, condesa de Champagne e hija de Leonor de Aquitania, según nos lo cuenta el propio André.

Esta obra se nos presenta como un tratado sobre la energía del Amor, “verdadero motor que mueve todo lo que existe”, tal y como Dante señalaría en la Vita Nuova y en el último versículo de la Divina Comedia. Si bien hacia el final del texto entra en contradicciones que desvían completamente la atención del lector, debemos insistir aquí diciendo que no sería esta la primera vez en que una Tradición oculta a la mirada profana el verdadero fondo de esta poiesis, que no es otro que el de exaltar, bajo el velo de la poesía amorosa, pensamientos dirigidos a Dios mismo, en este caso al aspecto femenino más elevado de la Deidad.

La obra de André, es doctrinal y educativa, pues las Cortes de Amor, y los tribunales que dirigieron las mujeres de la corte de Aquitania, fueron lugares donde se educaron los comportamientos entre parejas y se resolvieron los conflictos que, por falta de formación o entendimiento, requerían una mediación justa que ellas ofrecían en los veredictos que dictaban de acuerdo a las estrictas reglas del dios Amor. Entre estas damas, además de la reina Leonor y su hija María, podemos citar a Beatriz, la condesa de Dia, trobairitz (trovadora) de la Provenza, Alix de Champagne, Hermenegilda, vizcondesa de Narbona, Stéphanette des Baux, Odalasie, vizcondesa de Aviñón, etc.

Venus de la Flor

Durante ese periodo histórico André recrea el Arte de Amar y Remedios de Amor de Ovidio, que son manuales prácticos de comportamiento y tratados filosóficos sobre el amor que le sirven como fuente principal de su propio tratado. Y es que Ovidio, autoproclamado “maestro de Amor”, tiene muy claro la forma en que este dios aparece ante los seres humanos y cómo estos deben proceder ante él. Lo primero, dice Ovidio, es descubrir qué es lo que verdaderamente amas, luego conquistarlo y lo más difícil, mantenerlo. Esta es la síntesis espiritual de toda interpretación iniciática cualquiera sea la forma que esta tome para expresarse. Y esa es precisamente la razón de que Beatriz (Amor-Verdad) le indique a Dante en el canto V del “Paraíso”, cuando ambos llegan al cielo de Mercurio:

Abre la mente a cuanto yo te digo / y guárdamelo bien; que no hace ciencia el entender, sino el guardar consigo.

Ovidio también trata a lo largo de su bibliografía del aspecto más humano del mito, y lo hace muchas veces a través del alma femenina, en concreto en sus Heroidas, donde una serie de mujeres, heroínas de la Ilíada y la Odisea, nos son presentadas por el autor bajo un aspecto más relacionado con la “Venus Pandemos”, que es a fin de cuentas una creación de la “Venus Urania” en su cara más humana, y como señala la historiadora del arte Adara Mª Ariza Díaz recogiendo esta tradición:

Afrodita-Venus es físicamente bella porque representa la Belleza divina. En este sentido, debemos recordar la distinción que Platón establece entre la Afrodita Urania y la Afrodita Pandemos. Mientras que la primera, nacida sin madre del esperma de Urano, dios del Cielo, simboliza la Unidad de lo divino, la segunda, hija de Zeus y Dione, es la multiplicidad, es decir, lo terrenal y mutable. Pese a la evidente inferioridad de la Afrodita Pandemos, cumple un papel importante para la filosofía platónica, ya que por ella lo divino se muestra a los hombres, permitiendo su acceso a la Verdad última[5].  Mª Ángeles Díaz



[1] Jacques de Baiseux, otro integrante de la milicia secreta en la que estuvieron constituidos los Fieles de Amor, en su poema C’est des fiez d’Amours, ordena “que no se revelen los consejos de Amor, sino que se oculten con todo cuidado”.

[2] Ver: Sedir. Historia y Doctrina de la Rosa Cruz. Cap. I Editorial Humanitas. Barcelona 1992 y Le Tuilleur de Vuillaume. Dervy-Livres, París 1983. Asimismo, René Guénon, Esoterismo de Dante. Cap. III.

[3] En El Banquete, Sócrates habla de Diotima, su “maestra en las cosas del Amor”, según afirma él mismo afirma, quien le enseña acerca de la naturaleza de este dios, sobre quiénes son sus progenitores y cuál es su utilidad. Un tema sobre el que vuelve León Hebreo en sus Diálogos de Amor, y Marsilio Ficino en su De Amore.

[4] Ver René Guénon. Esoterismo Cristiano. Cap. VII, “Fieles de Amor y Cortes de Amor”.

[5] Afrodita-Venus. Cuadernos de la Tradición Unánime, 2018. bibliotecahermética.com




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