El
conocimiento de lo sagrado muchas veces se concibe como un proceso obstétrico, es
decir como una nueva gestación, pues se trata de penetrar en el Universo
espiritual donde está para el hombre la posibilidad de lo trascendente. Recordaremos
que Sócrates se comparaba a sí mismo con una partera pues como ella ayudaba
a la gente a nacer de nuevo, o lo que es lo mismo: a tomar conciencia de sí y
del Cosmos. Esta simbología iniciática es análoga a la de otras tradiciones
como es el caso del Budismo, donde el neófito pasa a denominarse “hijo natural
del Bienaventurado nacido de su boca, nacido del dharma, modelado por el dharma”,
o sea modelado por la doctrina salida de la boca del emisario que transmite la
Enseñanza Tradicional. El propio Buda decía:
Yo he mostrado a mis discípulos los medios para poder crear, a partir de este cuerpo constituido por los cuatro elementos corruptibles, otro cuerpo de substancia intelectual completo, con sus miembros y dotado de facultades trascendentales. (Mircea Elíade. Lo Sagrado y lo Profano).
Mª Ángeles Díaz
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