“Hubo un hombre
enviado de Dios,
de nombre Juan.
Vino éste a dar testimonio de la luz,
para testificar de ella
y que todos creyeran por él.
No era él la luz,
sino que vino a dar testimonio de la luz”
(Juan 1: 6-8)
“Hubo un hombre
enviado de Dios,
de nombre Juan.
Vino éste a dar testimonio de la luz,
para testificar de ella
y que todos creyeran por él.
No era él la luz,
sino que vino a dar testimonio de la luz”
(Juan 1: 6-8)
Los antecedentes de esta acusación los debemos situar en 1500, cuando un judío converso, de nombre Pfefferkorn, que había sido rabino, sostiene que muchos libros hebreos, y en especial el Talmud, contienen grandes herejías. Las autoridades eclesiásticas decidieron entonces que sólo la Torá y aquellos textos que superaran el examen podrían conservarse, el resto debía arder en la hoguera. Persuadido por este inquisidor, el emperador austriaco Maximiliano I promulgó un mandato oficial por el cual se exhortaba a todos los judíos a entregar sus libros en las distintas vicarías donde permanecerían retenidos hasta su inspección y posteriormente su quema.
Pero lo cierto es que a pesar de haber dado la orden Maximiliano I no estaba convencido de ejecutarla, y por ello antes de tomar la última decisión solicita la opinión y consejo de una serie de expertos. Entre ellos estaba Johann Reuchlin que fue el único en oponerse, aduciendo que quemar aquellas obras era una barbarie dado que en muchos de aquellos libros judíos se encontraba la esencia del cristianismo, por lo que esos textos, y en concreto el Talmud, contrariamente a lo propuesto por el inquisidor Pfefferkorn, debían ser no sólo conservados, sino estudiados adecuadamente con el fin de captar en ellos la verdad "de nuestra religión".
Reuchlin expresó también que el hebreo es imprescindible para un estudio
filológico de la Biblia y una grandísima ayuda para comprenderla. Por último,
señaló que en cualquier caso siempre debe primar el derecho de las personas a
las propias convicciones, en este caso las del pueblo judío que a fin de
cuentas no eran sino conciudadanos.
Como era de justicia y en sintonía con su propio convencimiento, Reuchlin habló
de la concordancia de las religiones y especialmente de las tradiciones del
libro, el judaísmo, el cristianismo y el islam. Seguía en todo a Nicolás de
Cusa y a Ramón Llull. Defendió lo mismo que su amigo Pico de la
Mirandola, también acusado de herejía, según hizo constar en su alegato ante el tribunal, el cual se
publicó bajo el título alemán: Gutachten über das Jüdische Schriftum, y Augenspiegel, en la edición italiana.
Durante el juicio inquisitorial Reuchlin fue defendido por Juraj Dragisic, de Srebrenica (Bosnia), un
joven erudito, también sacerdote platónico y excelente jurista, a quien también le cabe el honor de haber colaborado con el cardenal Bessarión (miembro destacado de la Academia platónica de Marsilio Ficino) en una obra en Defensa
de Platón.
Juraj Dragisic, apodado el argentino* fue asimismo el defensor de Pico de la Mirandola cuya causa de herejía recayó sobre algunas de sus 900 tesis, con las que había desafiado en duelo dialéctico a los más doctos representantes de la curia y de la universidad de la Sorbona donde se encontraban también los tribunales de la Inquisición.
Mª Ángeles Díaz
Los Corresponsales de Marsilio Ficino y el entorno femenino de la Academia
platónica de Florencia.
* La razón es que srebro es la voz croata equivalente al argentum latín y al castellano plata, por tanto nada que ver con la República Argentina.
Los símbolos, y más concretamente los símbolos iniciáticos,
generan un mundo de imágenes que ordenadas por el influjo de una enseñanza
metafísica son auténticos “despertadores de la conciencia”, pues de algún modo
ellos estimulan mecanismos de asociación analógica que teníamos dormidos y que
nos ponen en contacto con las realidades espirituales y arquetípicas, abriendo
así un sendero completamente nuevo en nuestra vida, que puede ser largo y lleno
de dificultades debido sobre todo a que la perspectiva o concepción que tenemos
del mundo está completamente invertida con respecto a lo que esas realidades
son y expresan.
De ahí que en el Hermetismo, y también en la Masonería, se
hable de la necesidad de un “enderezamiento”, o de una “rectificación”, que es
a lo que alude en uno de sus significados el famoso acróstico alquímico
V.I.T.R.I.O.L. (“Visita el Interior de la Tierra y Rectificando Encontrarás la
Piedra Oculta”). En ocasiones en los textos herméticos se añaden dos palabras
más: “Verdadera Medicina” (quedando V.I.T.R.I.O.L.V.M.), indicando así que la
obtención de la Piedra Oculta” proporciona la “Verdadera Medicina”, que no es
otra que la “Fuente de Inmortalidad”.
V.I.T.R.I.O.L.V.M. resumen así la búsqueda del Conocimiento, de la Gnosis, simbolizado en esa “Piedra Oculta” que es idéntica a la “Piedra Filosofal”, un nombre que los maestros herméticos y alquimistas de todos los tiempos han dado a la Sabiduría, y que es exactamente lo mismo que la “Piedra Angular” de los antiguos constructores, e incluso que la “Piedra Cúbica en Punta” de la Masonería actual. V.I.T.R.I.O.L.V.M. deviene así un esquema simbólico de la geografía del alma (del atanor interno) a la búsqueda de su unión con el Espíritu. Continuar la lectura: https://franciscoariza.blogspot.com/2021/06/vitriol-meditaciones-en-la-caverna.html
La frase: "Dios es Amor", extraída del Evangelio de
Juan, nos permite entrever la elevada naturaleza de esta energía, considerada
por todas las tradiciones como uno de los principales nombres o atributos de la
Unidad (de Kether), identificándose con ella, como lo atestigua el hecho de que
en hebreo la palabra Unidad (Ehad) y Amor (Ahabah) tienen el mismo valor
numérico, el 13. En este sentido, ya el Maestro Eckhart afirmaba: "Donde
quiera que esté el alma es donde Dios opera su obra. Esta operación es tan grande
que no es otra cosa que Amor, pero el Amor no es otra cosa que Dios. Dios se
ama a Sí Mismo, ama su Naturaleza, su Esencia y su Deidad. Pero en el Amor con
que Dios se ama a Sí Mismo, ama también a todas las criaturas, no en tanto que
criaturas, sino en tanto que ellas son Dios. En el amor con que Dios se ama a
Sí Mismo, ama al mundo entero".
Por ello, del amor se dice que es la fuerza de atracción de
los contrarios u opuestos, el centro de unión donde se concilian las energías
verticales y horizontales, activas y pasivas del cosmos y del hombre, haciendo
posible el equilibrio y la verdadera concordia (o "unión de los
corazones") universal, de ahí que los antiguos griegos vieran en él al
hijo de Afrodita y Hermes, (al igual que su hermana la diosa Harmonía) de donde
nace también el Hermafrodita, es decir el Rebis, el cual representa en el ser
humano la unión perfecta y armoniosa de su naturaleza masculina y femenina,
activa y pasiva, yang y yin. En efecto, es con el fuego del amor, y la sutil
pasión que él genera, como se lleva a cabo la obra de la transmutación
alquímica, porque ese fuego es el propio amor al Conocimiento y a la Sabiduría,
y como decía Leonardo da Vinci: "El Amor es hijo del Conocimiento. El Amor
es tanto más elevado cuanto el Conocimiento es más cierto". A este amor,
expresión del amor divino, es al que cantaban los trovadores medioevales, y el
que Dante ve personificado en la figura de Beatriz (que simboliza a la
Sabiduría), y ciertamente es el que invoca Salomón en El Cantar de los Cantares,
en donde se trata precisamente de las "bodas",
"casamiento", o unión del alma humana con el Espíritu.
Asimismo, los humanistas y maestros herméticos del Renacimiento, que recogieron las enseñanzas de Platón y la mitología órfica y greco-romana, hablaban de los misterios del Amor identificándolos con los misterios de la Muerte, que son, al fin y al cabo, los misterios de la iniciación, y explicaban que morir era ser amado por un dios, y viceversa, que amar era morir o ser muerto por un dios. En realidad se trata de un sacrificio (de un "acto sagrado"), pues no hay nacimiento a la realidad del Espíritu, es decir al Conocimiento, sin que esto suponga una muerte o superación de las limitaciones propias de lo humano. Los amantes de la Sabiduría saben que no se pueden desposar con ella si no abandonan o no dejan de sentirse condicionados por la Venus Pandemos, es decir por sus deseos y amores terrenales, a los que consideran como un reflejo invertido de los amores celestes procurados por la Venus Urania. Pico de la Mirándola ponía el ejemplo del "desollamiento" sacrificial de Marsias como el modelo a seguir por esos amantes: "Si te juntas con cantantes y arpistas, puedes confiar en tus oídos, pero cuando te acerques a los filósofos, debes apartarte de los sentidos, debes volverte sobre ti mismo, debes penetrar en las profundidades de tu alma y en los recovecos de tu mente, debes adquirir los oídos de Tineo (se refiere a Apolonio de Tiana, filósofo pitagórico), con los que, al no estar ya en su cuerpo, no escuchó al Marsias terrenal sino al celeste Apolo, quien con su divina lira y con inefables modos, entonó las melodías de la esferas".
“Atenea expulsando los vicios del jardín del Edén” o “El triunfo de la
virtud”, es el nombre con el que se conoce este cuadro que Andrea Mantegna pintó
a pedido de Isabel d’Este para que formara parte de la decoración de su studiolo, en el castillo de San Jorge,
en Mantua.
Isabel quería que la obra le recordara los aspectos negativos que los planetas ejercen sobre el ser humano los cuales constituyen los males que de modo natural nos afectan. Consideraba Isabel que tener presente la fealdad de estas afecciones es fundamental para no dejarlas penetrar en el edén que quería construir en el interior de su alma.
Efectivamente, Isabel, practicante de las ciencias herméticas a través de la corriente emanada de Marsilio Ficino y el entorno de su academia platónica, era sabedora de que la virtud es la base de la construcción humana, por lo que siempre estuvo decidida a que dichas enfermedades o vicios no afectaran su ánimo.
Dichos vicios son siete, asociados a las energías planetarias que los representan: la soberbia, aspecto negativo del sol; la avaricia, aspecto negativo de Saturno; la envidia, aspecto negativo de Mercurio; la lujuria, aspecto negativo de Venus; la ira, aspecto negativo de Marte; la gula, aspecto negativo de Júpiter; la pereza, aspecto negativo de la Luna.
Y solo Atenea (la Minerva romana) asociada con la sensibilidad del ser
humano y particularmente a su Inteligencia, posee las defensas con las que actuar
diligentemente en nuestra vida, estas son su yelmo protector y su lanza
guerrera, armas con las que defiende nuestro espacio interior expulsando de él
todos los males que amenazan con hacernos perder de vista que nuestra verdadera
naturaleza no es solo humana, sino divina. Por ello la escena es un
recordatorio de las propias intenciones de perfeccionamiento que deben anidar
en el espíritu de aquél que busca el crecimiento interior, pues tender a la
perfección (que no al perfeccionismo) tomando como modelo el mundo de las
Ideas, es algo que forma parte de cualquier iniciación espiritual o intelectual.
Mantegna crea la siguiente situación: desde la izquierda del cuadro, entrando enérgicamente en escena, aparece Atenea ataviada con coraza de guerrera, casco y lanza. Su actitud impetuosa denota que está bien resuelta a expulsar del jardín del Edén a cuanto insensato perturbe la paz del lugar. Ese recinto sagrado y templo de la pureza, es el alma humana, llamada por eso mismo el «Palacio del Altísimo» o el «Castillo Interior». Un símbolo de ese ámbito secreto y puro ubicado en nuestra conciencia, en nuestra mente y en nuestro corazón, un lugar que necesita ser protegido, en primer lugar de nuestras propias y reiteradas flaquezas. Pues ya sabemos que a un nivel el carácter es nuestra piedra y la educación el cincel que perfecciona la obra.
Atenea tiene cortada la punta de su lanza, un detalle con el que se
indica que la energía que esta diosa expresa no es violenta, sino que se trata
de la fuerza de la Inteligencia, a la que ella también simboliza (pues no
olvidemos que esta diosa nace de la cabeza de Zeus), y ante estas armas, la
ignorancia, capitana de los bajos instintos y fertilizadora de las malas
hierbas, sucumbe. Mª Angeles Díaz
Texto ampliado en: Viaje Mágico-Hermético a Andros. Una Aventura intelectual. Editado por Symbolos.
Son muchas las tradiciones culturales que utilizan el rosario
de forma ritual, como fórmula para mantener vivo el recuerdo y fresca la
memoria, sin la cual nada somos.
En todas ellas el rosario es tenido como un símbolo
de la cadena, o lazo, que ensarta a todos los seres en la unidad universal que
ella misma representa. Por eso es considerado en las distintas culturas como un
paradigma de "la cadena de los mundos", y de ese modo, justamente lo expresa el Bhagavad
Gita, el libro sagrado de la tradición hindú cuando dice:
"En mí todas las cosas están ensartadas como una hilera de perlas en un hilo".
Podríamos decir, pues, que lo que hace significativo y
universal el símbolo del rosario es en realidad lo que no se ve en él, el hilo
que enhebra y une las cuentas, pues sin él no hay rosario. Son varias las ideas
que representadas en este símbolo, especialmente las que señalan que
aquello que verdaderamente tiene un valor trascendente en verdad es inaparente,
o sea, está oculto. Hablamos en realidad del misterio. Así lo expresa la Cábala
cuando dice que,
"el mundo subsiste por el Misterio".
Mientras que el hilo es lo más interno de la realidad del
rosario y aquello que le otorga su sentido de unión, las cuentas representan lo
más externo y secundario. No tener clara la jerarquización que hay entre estos
dos aspectos de la realidad ha sido causa de muchos conflictos y guerras de
religión, provocados por todos aquellos que a lo largo de la historia han dado
prioridad a la forma antes que al fondo, que es donde las creencias encuentran
unanimidad, y por lo tanto han sido incapaces de diferenciar entre exoterismo y
esoterismo o entre religión y metafísica, entre la substancia y la esencia, la
corteza y el núcleo, la primera siempre variable.
El caso es que, al parecer, la tendencia humana es fijarse
siempre en lo aparente, y por ello aunque somos capaces de admirar la
fulgurante belleza de las estrellas, no siempre nos preguntamos seriamente
acerca de su misterio, ni sobre ¿Quién las creó?
Nos fijamos en las cuentas, pero olvidamos su sentido
esotérico, aquello para lo que en verdad fue creado, como objeto ritual, y con
ello perdemos su sentido vertical y trascendente. Todos los símbolos, en
definitiva, son exotéricos pues esotérica es sólo su interpretación.
René Guénon, por su parte, nos da a conocer que rosario, en
India, significa «guirnalda de aksha», y que aksha,
como sucede con toda lengua sagrada –el caso del hebreo–, significa distintas
cosas al mismo tiempo y a distintos niveles, siendo que esos diversos
significados se iluminan los unos a los otros de modo que no se puede conocer
el sentido verdadero de la palabra si no se tienen en cuenta sus diversas
acepciones. Así pues las palabras para designar el rosario son: alcanzar,
penetrar, atravesar…, aksha es además el vocablo con el que
nombran unas semillas con forma de ojo perforado que utilizan para confeccionar
este collar. Ciertamente, nos resume Guénon:
"Desde el punto de vista externo se ven más bien las cuentas que el hilo; y esto mismo es muy significativo, puesto que las cuentas representan la manifestación, mientras que el sûtrâtmâ, representado por el hilo, es en sí mismo no manifestado".
Advierto que el rosario es un símbolo análogo al de la rueda,
ya que en ella lo esencial es también lo invisible, su centro, o el vacío de
ésta, sin el cual la rueda carece de sentido.
"Treinta rayos convergen hacia el centro de una rueda, pero es el vacío del centro el que le da toda su utilidad. Se lee en el Tao-Te-King".
Precisamente El Simbolismo de la Rueda, es una obra fundamental en la bibliografía de Federico González, y donde trata extensa y
profundamente de este símbolo al que toma como un pantáculo capaz de
ofrecernos en su simpleza geométrica, la perspectiva del Todo, esto es, del
macrocosmos y del microcosmos. Un mundo de ideas, que el autor nos muestra a
través de este símbolo universal del que enseguida nos da a conocer su
importancia en todas las tradiciones, añadiendo que si bien toda expresión o
manifestación es simbólica, existen determinados códigos (símbolos, ritos y
mitos) que han sido creados por los sabios e inspirados de las distintas épocas
para que la humanidad tuviera siempre la posibilidad de aprender a leer en el
Libro de la Vida, donde obtener las claves necesarias que liberen al hombre de
sus ataduras psicológicas y le muestren otros espacios simultáneos de la
existencia. Claves que son estructuras simbólicas que actúan como guías en un
camino en pos de ese conocimiento transformador.
En realidad, estas estructuras son la Tradición misma, la
Cadena Aurea que ha mantenido vivos en la memoria ciertos juegos de símbolos,
como el árbol de la vida cabalístico, el tarot, o libro de Thot, la rueda, que
son los modelos señalados en la obra de Federico y los que constituyen una guía
con la que dirigir nuestra voluntad según el eje del mundo, e ir hacia esa
perspectiva que nos saque de la confusión y de la sensación de encontrarnos
irremisiblemente perdidos en un mundo sin salida. Una formulación expresada en
la mitología griega mediante el hilo de Ariadna con el que ésta pudo conducir a
Teseo a escapar del laberinto después de matar a la bestia.
El símbolo de la rueda se nos muestra como una pura síntesis
del Cosmos, ya que en él están reunidos dos conceptos opuestos y
complementarios, como son el movimiento y la inmutabilidad. Es desde ese centro
inmóvil que, a través del radio, se alcanza la periferia. Este símbolo expresa
también la idea de una energía centrípeta, que retorna a su centro, eje o
fuente, lo que es análogo a la propia respiración del Universo y del hombre,
dado que este no es sino su expresión microcósmica. Federico escribe al
respecto:
"Es este símbolo también la manifestación de lo que siendo apenas virtual (el punto) genera un espacio o plano (que delimita la circunferencia)".
Y asimismo que:
"El movimiento superficial de la rueda, o externo, estaría vinculado con la manifestación, mientras la virtualidad, la inmovilidad del punto central o eje, se hallaría conectada con lo inmanifestado".
"Las modalidades espaciales del símbolo de la rueda surgen por la irradiación, o por la «actualización», de las «potencialidades» del punto central, que se hace «presente» en el tiempo, creando un campo espacial. (…)"
En cuanto a otras modalidades de este pantáculo (pequeño
todo), al que nos estamos refiriendo, señalaremos su identificación con la idea
de ciclo o de espacio cerrado sobre sí mismo; ya se trate del ciclo del sol en
un año, o su movimiento aparente en un día, o represente la vida entera de un
ser humano (desde su nacimiento hasta su muerte), o un periodo histórico en su
existencia del mundo en general (v. gr. un siglo). Es interesante en este
sentido asociarlo al estudio del movimiento, los calendarios, los periodos
vinculados con la agricultura, el conocimiento de la armonía de los cielos y la
tierra, y todo lo concerniente a la ciencia de los ritmos.
Rosario deriva de rotarium y ha servido de circuito en los
recordatorios religiosos tanto en el Cristianismo, en el Islam o en el Budismo
donde se disponen ruedas que llaman «máquinas de orar». Federico señala:
"La oración misma puede verse como un circuito de comunicación tierra-cielo-tierra, y el rito rítmico de la plegaria un volver a sí mismo. Ciertos símbolos clásicos y renacentistas, como es el de las tres Gracias, están dispuestos en forma encadenada y relacionadas de tal modo las unas con las otras –como los símbolos iconográficos unánimes–, que nos transmiten por sus gestos y las expresiones de sus rostros, la idea de dar-aceptar-devolver".
Pintura: Beatrice Offor (1864-1920).
Texto: Mª Ángeles Díaz. Viaje Mágico-Hermético a Andros. Una Aventura intelectual. Editorial SYMBOLOS
La famosa rosaleda situada en el centro del monte Aventino,
en Roma, me ha parecido el mejor escenario para presentaros a un ramillete de
mujeres que en el siglo IV tuvieron aquí su lugar de reunión y estudio. Conocido como "Círculo del Aventino", el grupo lo formaban la viuda Marcela, sus tres hijas, Asella, Blesila y
Eustaquia, y Paula, también viuda y descendiente de los Escipiones y los Gracos
(dos de las grandes familias romanas de la antigua nobleza republicana). Fueron
ellas las que con sus conocimientos de teología y lenguas ayudaron a Jerónimo (o
San Jerónimo) a traducir la Biblia (la Vulgata) que hoy en día sigue siendo el
libro más divulgado y traducido de todos los tiempos.
Ellas fueron también las encargadas de reunir el material disperso de los diferentes textos que sobre las Escrituras circulaban por entonces, y de reunificar el sentido de las palabras confrontando las distintas lenguas para hallar el término más adecuado y que tradujese más fidedignamente el verdadero sentido de aquellos textos escritos en lengua griega y hebrea. Todas ellas estudiaron, junto a Jerónimo, los distintos significados que poseen las palabras en ambas lenguas y sus dialectos pues consideraron que conocer esto era imprescindible para comprender fielmente las enseñanzas de Cristo. La siguiente cita tomada de una carta de Jerónimo a Marcela nos muestra la línea de trabajo que siguió el grupo:
"Leyendo el Salmo 90, en el pasaje que dice: El que habita al amparo del Altísimo vivirá a la sombra del Dios del cielo, dije que en el texto hebreo, en vez de “Dios del cielo” se pone saddai, que Aquila traduce por ίκανόν, que nosotros podemos entender como “robusto” y “capaz de llevarlo todo a cabo”.
Precisamente es también Jerónimo quien nos descubre las cualidades
de Paula del modo siguiente:
“No había natural más dócil que el suyo. Era tarda para hablar y diligente para escuchar. Conocía las Escrituras de memoria, y aunque amaba el sentido literal, al que llamaba cimiento de la verdad, seguía con más gusto el sentido espiritual, y con esta techumbre protegía el edificio de su alma”.
De Eustaquia podemos decir que fue una gran teóloga
destacada por su gran conocimiento de todos los dialectos del griego, latín y
hebreo siendo aclamada en su época como el “nuevo prodigio del mundo” por su
conocimiento de las Escrituras.
En cuanto a Marcela solo añadir que cuando San Jerónimo
partió de Roma a Belén, para no volver, dejó a esta al cuidado de distribuir su
obra.
Nos parece fundamental destacar, en este tiempo ignominioso de manipulación y oscurantismo en el que vivimos, la labor fundamental que en los primeros años del Cristianismo llevó a cabo este "Círculo del Aventino", pues, según reconoce el propio Jerónimo, la obra realizada por estas mujeres acabó desplazando a todas esas traducciones plenas de desvaríos, dado que esta Biblia se convirtió en el documento principal de la Iglesia culta, la Iglesia verdadera o Iglesia secreta, donde se recogen los diferentes niveles de lectura que se contienen en este libro sagrado de la tradición cristiana.
NOTAS:
1- Citas tomadas de Fernando
Rivas Rebaque. Iguales y Diferentes.
Ed. Frontera. 2012
2- También hemos tenido acceso a las actas del congreso
celebrado en Jaén: "La educación de las Mujeres durante los primeros
siglos del Cristianismo. Cartas de San Jerónimo". Con autorización de su
ponente, Noemí Sánchez Martínez.
3- Este texto se enmarca en una serie llamada “Mujeres de la
Iglesia Secreta” siendo un fragmento de un trabajo más amplio titulado: “Los
Corresponsales de Marsilio Ficino y el entorno Femenino de la Academia Platónica
de Florencia”.
"El hijo unigénito de Dios cumpliendo el misterio de su muerte afirma que en él se consumó todo dolor y, entonces inclinando la cabeza expiró, así que lo que el ser humano perdió, Cristo lo recuperó. (…) Dice San Agustín en el libro del Génesis: "Dios no puede hacer nada contra aquella naturaleza que por su propia voluntad fue creada.(…) San Agustín nos da la razón cuando dice que en nuestra mente no hay nada sino Dios".A pesar de vivir retirada y dedicada a la escritura, su fama se extendió por todas las Cortes y en Florencia algunos pensaban que Isotta era la más sabia de su época, por encima de muchos otros. Y nada menos que el Cardenal Bessarion, la "Luz de la Academia”, según lo apodó Marslio Ficino, quiso conocerla trasladándose expresamente a Verona para ello. Así se escribía de todo esto en 1765:
"Isotta fue el Oráculo de su siglo; porque sobre su ser muy docta en Filosofía, y Theología, se le añadió el ornamento de varias lenguas, gran lectura de los Padres, y en eloqüencia se asegura, que no fue inferior a los mayores Oradores de aquella edad. Las pruebas de su facundia no fueron vulgares; pues oró varias veces delante de los Papas Nicolao V, Pio II, y en el Concilio de Mantua, que convocó este Pontifice, a fin de unir todos los Principes Christianos contra el Turco. Aquel ilustre Protector de las letras el Cardenal Besarion, haviendo visto algunas obras de Isotta, quedó tan prendado de su espíritu, que hizo viage de Roma á Verona, solo por verla."[1]
En realidad, vamos
a destacar a un ramillete de féminas convertidas en eslabón de una cadena de
pensamiento que ininterrumpidamente ha sostenido los pilares de la doctrina cristiana
culta, que no significa necesariamente erudita, sino en el sentido de que ha
cultivado sin cesar entre sus semejantes la fecundidad emanada del Verbo
encarnado.
La mayoría son
mujeres desconocidas, ya que en general los historiadores se hallan en dificultades
para formarse de ellas un perfil que explique la aparente contradicción que
supone para muchos “creyentes” el que estas devotas y piadosas mujeres pudieran
seguir el catolicismo y al mismo tiempo las doctrinas paganas; como si estas
fueran incompatibles con la enseñanza evangélica cuando, como es bien sabido,
existió un gnosticismo en los propios orígenes del cristianismo. Véanse sino ciertos
evangelios apócrifos.
El periodo de la Inquisición
con sus tribunales instalados en universidades como la Sorbona de París llegaron
al extremo de declararlas “personas no humanas”, a las que dieron por ello el
nombre de brujas.
Si me queréis seguir por esta galería de damas, os presentaré a algunas de ellas, señalando además que de sus biografías no nos interesan sus rasgos personales sino las ideas universales de las que son trasmisoras a través de su propio pensamiento y periplo vital.
Mª Ángeles Díaz. Los Corresponsales de Marsilio Ficino y el Entorno Femenino de la Academia Platónica de Florencia.
Imagen: Serie "Mujeres de la Iglesia Secreta" 1
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[1] Benito Jerónimo Feijoo y
Montenegro. Theatro crítico universal, o
Discursos varios en todo género de materias para desengaño de errores comunes.
1765.
Los hermanos Rosacruces para burlar a sus inquisidores hacían reuniones en lugares que que no existían e incluso se mandaban invitaciones entre ellos. Así podían observar quienes estaban medrando en los alrededores.
También explicamos nuestras etiquetas literarias con estas palabras de Federico que nos dirigió al presentar una de nuestras entrevistas donde se convinan:
...aspectos de la realidad tomada de modo literario con ciertas estructuras esenciales de mi obra y textos míos presentes tanto en las preguntas como en las respuestas y que es parte de un artículo de ficción más extenso donde se destacan muchos temas de la doctrina tradicional en la que me toma como una voz actual de la Tradición Hermética. (Revista Symbolos 29-30)
El que entendió este
rito nunca dejará de realizarlo, cuando le convenga y como le convenga; en un
parque, en un palacio, en un teatro romano o en la sala de espera de un
hospital. Aquel que cuando estuvo con Federico y con la Colegiata “hacía como
que hacía el rito”, en palabras de Federico que nunca olvidaremos a quien se las dirigió, ahora está
abocad@ a no saber cuál es su papel. Por eso actúa con espíritu osado (de osa) e
inquisitorial, esto es, siempre haciendo el papel de un@ pobre diabl@ patétic@, un@ sofist@ capaz de usar la cicuta con un hermano. (Miren que hay adversarios en este mundo, y la osada (repito, de osa) va a por nosotros, junto a la otra patética, su compincha!), señalada por Federico ese mismo día como la que se contagiaba de
esa forma de proceder. Todos los que estábamos presentes lo recordamos muy
bien, por eso estamos en el objetivo de su envidia, por eso al fin el escándalo llegó...
...y la impostora llamó impostora a la última bruja que consiguió liberarse de la inquisidora más ruin, antes hermana superiora y ahora cantaora de himnos. Es obvio que se vió en su propio espejo, aunque la patética no lo advirtió, y por ello camina por la calle de la amargura sin enterarse del papel que le ha tocado representar.
Algunos Posts sobre "Noche de Brujas" realizados en colaboración con Federico González en este blog:
https://dmiventana.blogspot.com/2012/06/sobre-noche-de-brujas.html
https://dmiventana.blogspot.com/2008/07/teatro-de-la-memoria-de-catalua.html
Oberón es un personaje de la mitología Celta que cobró fama
a través de las canciones de gesta que los bretones compusieron en el Medioevo,
y que llevaron con sus espectáculos a distintas cortes de la época.
Oberón es un mago, rey de los Elfos y también de las Hadas.
Justamente de ese modo lo presenta Shakespeare en su obra de teatro “Sueño de
una Noche de Verano”, junto a la reina Titania, su esposa, que con él comparte
dicha regencia.
Los atributos de Oberón son una copa que siempre está llena, no sólo de vino sino de alimentos sólidos con los que se proveen los virtuosos o aprendices
de noble corazón.
Desde un punto de vista simbólico la copa de Oberón es el
propio Grial, “receptáculo por excelencia de las energías divinas capaces de
colmarla”, que nutre de Conocimiento el alma y el espíritu del iniciado. M.A.D.
Pintura: La boda de Oberón y Titania, de John Anster Fitzgerald (1819-1906).
Para la simbólica hermética “la isla" es un lugar de la imaginación creadora a donde se pretende llegar para alcanzar el Conocimiento, la Verdad, la Sabiduría y la Inteligencia. Son varios los ejemplos literarios que nos hablan de estas utopías siendo las obras de Tomás Moro y Francis Bacon dos bien conocidos.
Pero también lo son las construidas en la geografía donde se nos muestra la belleza y orden que ese espacio imaginario puede alcanzar cuando se transforma en arte, como es el caso de “Isola Bella” o Isla Bella, una pequeña y rocosa porción de tierra situada en el Lago Maggiore, en la región de Lombardía (Italia), que por encargo de Carlos III Borromeo se transformó en una insólita edificación hecha en honor de su amada esposa Isabella, que es la que da el nombre Bella, a la isla. Se trata de un formidable palacio que, con un jardín excepcional hecho en forma de pirámide escalonada a base de diez terrazas superpuestas, ocupa toda la isla.
La pintura histórica que se acompaña es de Mathias Gabriel Lory (1784–1846).
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Hero y Leandro son una pareja de enamorados que viven en dos ciudades distintas, Sesto y Abido, separadas por el mar Helesponto (actual estrecho de Dardanelos, entre Asia y Europa). En realidad un brazo de mar que divide dos mundos lo cual agrava la dificultad en la que se desarrolla la relación de la pareja, cuya historia forma parte de un arquetipo humano relacionado con el despertar de la sexualidad.
Se trata del amor adolescente, indómito y arrollador, tal cual las propias fuerzas desatadas del Universo, reflejadas en dos jóvenes que se enamoran durante las fiestas en honor a Afrodita, de cuyo templo la muchacha es sacerdotisa. Desde ese momento, y dada la rivalidad que existe entre sus familias, ambos jóvenes deciden mantener su amor en secreto y ocultos sus ardorosos encuentros los cuales se producen cada noche en el faro de Sesto, la ciudad donde vive la joven, tras cruzar Leandro a nado el Helesponto desde la ribera opuesta al estrecho, en la ciudad de Abido.
Tan apasionado e irrefrenable es el amor que ambos sienten que ni las mismas fuerzas de la naturaleza le suponen al joven un obstáculo insuperable para reunirse con Hero que ansiosa le espera cada noche en la torre, donde enciende una antorcha con la que guía hasta ella al amante.
Efectivamente, todas las noches, cuando el sol ocultaba sus rayos y la luna lo sustituía en el amplio cielo, Leandro deja sus ropas en la arena seca de la orilla y se lanza a las aguas en busca de Hero quien solícita le aguarda en la otra orilla.
Tras el verano en el que comenzó este idilio adolescente, el Helesponto se volvió tempestuoso hasta el punto de que el fuerte oleaje impidió al amante cruzar durante siete noches seguidas el estrecho. Tal era su ansía acumulada que ni la tormenta provocada por Bóreas pudo al fin disuadirlo de atreverse a vencer el temporal y cubrir nuevamente a nado la distancia que les mantenía separados. Pero el infortunio vino, aquella noche fatídica, a poner freno a esa pasión de amor juvenil ya que el fuerte vendaval apagó la luz que desde la torre guiaba a Leandro que extraviado y exhausto no consigue llegar y muere, siendo su cuerpo arrojado por las olas a la playa donde al encontrarlo Hero también cae muerta de dolor.
Virgilio es una de las fuentes que mejor relata este drama juvenil dando detalles de la fuerza irreprimible que posee el despertar sexual en la adolescencia ejemplarizado en este relato simbólico del nadador y la sacerdotisa de Afrodita. También nos habla de ellos Ovidio en sus Heroidas, así como Museo y otros autores clásicos llegando el eco de este mito hasta la Edad Media a través de Alfonso X el Sabio quien resumió la leyenda de Leandro y Hero en su obra historiográfica titulada General Estoria. Mª Ángeles Díaz