"El hijo unigénito de Dios cumpliendo el misterio de su muerte afirma que en él se consumó todo dolor y, entonces inclinando la cabeza expiró, así que lo que el ser humano perdió, Cristo lo recuperó. (…) Dice San Agustín en el libro del Génesis: "Dios no puede hacer nada contra aquella naturaleza que por su propia voluntad fue creada.(…) San Agustín nos da la razón cuando dice que en nuestra mente no hay nada sino Dios".A pesar de vivir retirada y dedicada a la escritura, su fama se extendió por todas las Cortes y en Florencia algunos pensaban que Isotta era la más sabia de su época, por encima de muchos otros. Y nada menos que el Cardenal Bessarion, la "Luz de la Academia”, según lo apodó Marslio Ficino, quiso conocerla trasladándose expresamente a Verona para ello. Así se escribía de todo esto en 1765:
"Isotta fue el Oráculo de su siglo; porque sobre su ser muy docta en Filosofía, y Theología, se le añadió el ornamento de varias lenguas, gran lectura de los Padres, y en eloqüencia se asegura, que no fue inferior a los mayores Oradores de aquella edad. Las pruebas de su facundia no fueron vulgares; pues oró varias veces delante de los Papas Nicolao V, Pio II, y en el Concilio de Mantua, que convocó este Pontifice, a fin de unir todos los Principes Christianos contra el Turco. Aquel ilustre Protector de las letras el Cardenal Besarion, haviendo visto algunas obras de Isotta, quedó tan prendado de su espíritu, que hizo viage de Roma á Verona, solo por verla."[1]
En realidad, vamos
a destacar a un ramillete de féminas convertidas en eslabón de una cadena de
pensamiento que ininterrumpidamente ha sostenido los pilares de la doctrina cristiana
culta, que no significa necesariamente erudita, sino en el sentido de que ha
cultivado sin cesar entre sus semejantes la fecundidad emanada del Verbo
encarnado.
La mayoría son
mujeres desconocidas, ya que en general los historiadores se hallan en dificultades
para formarse de ellas un perfil que explique la aparente contradicción que
supone para muchos “creyentes” el que estas devotas y piadosas mujeres pudieran
seguir el catolicismo y al mismo tiempo las doctrinas paganas; como si estas
fueran incompatibles con la enseñanza evangélica cuando, como es bien sabido,
existió un gnosticismo en los propios orígenes del cristianismo. Véanse sino ciertos
evangelios apócrifos.
El periodo de la Inquisición
con sus tribunales instalados en universidades como la Sorbona de París llegaron
al extremo de declararlas “personas no humanas”, a las que dieron por ello el
nombre de brujas.
Si me queréis seguir por esta galería de damas, os presentaré a algunas de ellas, señalando además que de sus biografías no nos interesan sus rasgos personales sino las ideas universales de las que son trasmisoras a través de su propio pensamiento y periplo vital.
Mª Ángeles Díaz. Los Corresponsales de Marsilio Ficino y el Entorno Femenino de la Academia Platónica de Florencia.
Imagen: Serie "Mujeres de la Iglesia Secreta" 1
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[1] Benito Jerónimo Feijoo y
Montenegro. Theatro crítico universal, o
Discursos varios en todo género de materias para desengaño de errores comunes.
1765.
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