Perceval es, en la tradición artúrica, el símbolo del iniciado, aquel que tras una señal que de alguna manera cala en su alma, emprende el camino de su propia formación en busca del Conocimiento. Es un chico rústico, que usa ropas pastoriles hechas por su madre, la “Dama Viuda de la Yerma Floresta Solitaria”, que le ha enseñado todo lo imprescindible para ser un hombre honesto y respetuoso de Dios. El bosque, la caza y algunos labriegos que trabajan las tierras de su madre es todo lo que conoce.
Un día, en el que feliz y alegre se encuentra en el bosque oyendo el canto de los pájaros y ejercitándose con la jabalina mientras su caballo pasta en la fresca hierba, aciertan a pasar por el lugar cinco desconocidos a lomos de sus magníficos corceles. Iban armando tal estruendo de metales que el muchacho se alarmó terriblemente, pues en verdad nunca había visto ni oído nada igual.
Sorprendido ante aquella visión inaudita recuerda lo que su madre le ha contado acerca de los diablos, a los que hay que temer más que a nada en el mundo. Por ello decide atacarlos lanzándoles las jabalinas. Luego, observando sus relucientes atuendos, sus brillantes yelmos, sus escudos, sus colores bajo el sol, verde, oro, azul y plata, exclama:
“Ay señor Dios, gracias, son ángeles los que aquí veo (…) no me engañó mi madre al decirme que son la más hermosa cosa que existen, salvo Dios”.
Y pronto, echado en el suelo y arrepentido de su confusión, dice todas las oraciones y rezos que sabe. Los viajeros, que son Caballeros armados, se hacen cargo de la situación del inocente muchacho por lo que tratan de calmarlo respondiendo a todas sus preguntas.
¿Sois Dios? ¿Quiénes sois pues? ¿Qué es esto que sujetáis? ¿Por qué
vais vestidos así? ¿Para que sirve esto? ¿y esto otro?
Y tras oír las respuestas de los Caballeros y descubrir lo mucho que desconoce, ya no
alberga otra cosa en su corazón que no sea ir en busca de la corte del rey Arturo para ser armado Caballero.
Perceval, que incluso desconoce su verdadero nombre ya que su madre solo le llama “Bello Hijo”, vive al margen del mundo caballeresco y no conoce sino la vida en la floresta junto a la “Dama Viuda” que lo tiene retenido bajo su manto en prevención, para evitarle el destino que le había costado la vida a su marido y a sus dos hijos mayores, todos ellos miembros de la Caballería. Sin embargo, el encuentro con los cinco caballeros rompe sus pretensiones ya que el joven está decidido a emprender el viaje en busca de su destino pues sin sus propias experiencias es evidente que no son suficientes las enseñanzas que hasta ese momento ha recibido de su madre quien al verle tan determinado a partir le da al hijo ciertas instrucciones que habrán de servirle en su vida nueva, todo lo cual está en relación con las primeras y fundamentales enseñanzas de orden iniciático.
Y así le explica "cómo debe actuar ante las mujeres". "Que las ayude si están en algún peligro y ellas lo requieren, ya que todos los honores en eso se basan. Quien a las damas no honra, su propio honor queda destruido, por lo que debe procurar no molestarlas ni hacer nada que les desagrade". -Y acaba diciéndole- "Pues mucho es lo que obtiene de doncella quien la besa, siempre que ella lo consienta".
También le indica qué debe hacer cuando encuentre a alguien en el camino, un compañero de ruta, "lo primero es preguntarle su nombre, pues por el nombre se conoce a la persona".
El joven Perceval, a lomos de un caballo de caza, llega a un lugar donde tiene su primer encuentro y es con una bella doncella que yace sola en el interior de una magnifica tienda, e interpretando erróneamente las recomendaciones de su madre la besa a la fuerza. Esto pone de manifiesto su rudeza y falta de modales y por lo tanto la necesidad que tiene de pulirse a sí mismo si de verdad quiere ser admitido en la corte del rey Arturo.
A partir de ese momento un sinfín de aventuras, pruebas, personajes y situaciones se cruzan en su camino, hasta que sus hazañas y méritos le llevan a ser armado Caballero y finalmente conseguir hacerse con el Santo Grial.
La esencia de las leyendas y los mitos relacionados con la iniciación, como es toda la saga del Grial, están revestidos de formas poéticas e historias ejemplares, que estimulan la “imaginación creadora” abriéndonos estancias desconocidas de nuestra propia mente. Eso nos procura un estado de virginidad que nos permite observar las cosas desde una perspectiva totalmente renovada, mucho más universal. La fuerza mágica del mito, o sea de la Tradición Universal, está en que viejas leyendas, totalmente fuera del tiempo, son capaces hoy en día de transmitir un mensaje que por su coherencia encuentra eco en nuestra alma. Esa es la autentica iniciación, reconocer la voz que has decido tomar como guía, y dejar que resuene en el interior de la caverna de nuestro propio corazón. Voz, hilo, tradición... que el iniciado recibe como una herencia divina.
La escena de esta pintura, de autor desconocido, recoge el momento en el que, vestido con ropas campesinas y montado en su caballo de caza, Perceval se despide, no sin remordimiento, de la “Dama Viuda de la Yerma Floresta Solitaria” M.A.D.
*Este relato está ampliamente desarrollado en "El Cuento del Grial", de Chretién de Troyes (1180), escritor de la Corte de Leonor de Aquitania y de su hija María de Champaña, ambas trovadoras y creadoras de un Tribunal femenino de Justicia cuyas reglas estaban regidas por Amor (no por el amor), las cuales se aplicaron rigurosamente sobre todos aquellos cuyos casos sometieron al arbitrio de estas damas de las cortes medievales.
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