Los dioses no son buenos ni malos, son energías que se
manifiestan y que, dependiendo del momento cíclico, son los aspectos negativos los
que se revelan con más fuerza que los aspectos positivos, aunque estos últimos siempre
están presentes si bien de manera más oculta, por así decir. Depende de la
calidad que la naturaleza humana exprese en un momento dado, esas energías podrán
manifestar uno u otro de esos dos aspectos.
En este momento del ciclo que estamos atravesando, son precisamente
los aspectos negativos los que se manifiestan con mayor intensidad. A ello ha
contribuido la conjunción de dos errores, o desviaciones sufridos por la
naturaleza humana: el racionalismo y el sentimentalismo, aspectos aparentemente
opuestos, pero que a decir de Guénon se complementan para facilitar que las
fuerzas del caos prosperen.
Lo primero que se ve afectado por esa “alianza malsana” es nuestra percepción de la verdad de las cosas, pues como también manifiesta Guénon, ¿qué importa la verdad en un mundo cuyas aspiraciones son únicamente positivistas, materialistas y sentimentales?
Lo primero que se ve afectado por esa “alianza malsana” es nuestra percepción de la verdad de las cosas, pues como también manifiesta Guénon, ¿qué importa la verdad en un mundo cuyas aspiraciones son únicamente positivistas, materialistas y sentimentales?
No debemos perdernos en los detalles, mirar los árboles (la
parte) que tenemos delante sin ver el bosque (el Todo), porque en esa mirada
corta es donde perdemos la perspectiva siendo en ese espacio mental donde se
solaza el “príncipe de la mentira”, que siempre se las ingeniará para adoptar
los disfraces, o las máscaras, más adecuados para lograr seducir a la mayoría
de personas. No olvidemos que este gran tergiversador de los principios, es un
imitador de Dios, pero de manera “invertida”, o mejor “contrahecha”, “adulterada”,
un hacedor de principios falsos o “consignas” con los que pretende, y muchas
veces consigue, destronar a la Concordia, “la unión de los corazones”, una
manifestación del Amor, y poner en su pedestal a Eris, la Discordia.
De ella, y de su abyecta genealogía, todo lo sabemos, pues
nos lo dejó dicho bien claro Hesíodo en su Teogonía:
Mª Ángeles Díaz"Eris (Discordia) parió al doloroso Ponos (Pena), a Lete (Olvido) y a Limos (Hambre) y al lloroso Algos (Dolor), también a las Hisminas (Disputas), las Macas (Batallas), las Fonos (Matanzas), las Androctasias (Masacres), los Neikea (Odios), las Pseudologos (Mentiras), las Anfilogías (Ambigüedades), a Disnomia (el Desorden) y a Ate (la Ruina y la Insensatez).”
Eris Discordia. Acuarela de André Declaustre, 1785
La Ilustración del frontispicio es de "Los Triunfos", de Petrarca
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