El granado es el árbol más bonito de mi jardín, y el que más
me recuerda al rico simbolismo que posee en nuestra cultura, asociado al mito
de las dos diosas Deméter, la diosa madre, y Perséfone, su joven hija,
identificada también con Afrodita. De hecho, la granada es un fruto
tradicionalmente presente, por un lado en los ritos matrimoniales, de ahí que
las novias en la antigua Roma adornaran su cabello con la flor del granado, y
por otro a los ritos funerarios de algunos pueblos del Mediterráneo antiguo.
Con el descenso de Perséfone al reino de Hades para dejarse amar
por el dios del inframundo, se une lo dulce con lo amargo, tal cual es el sabor
de la granada. El sacrificio de Perséfone, muriendo periódicamente por amor, es
idéntico al de la semilla que tras su muerte en las entrañas de la tierra renace
y vuelve con Deméter, la diosa del vestido verde, como planta llena de vida.
Todo ello es una evocación a los misterios del amor y de la muerte.
De esa asociación simbólica "los humanistas y maestros
herméticos del Renacimiento, que recogieron las enseñanzas de Platón y la
mitología órfica y greco-romana, hablaban de los misterios del Amor
identificándolos con los misterios de la muerte que son, al fin y al cabo, los
misterios de la iniciación, y explicaban que morir es ser amado por un dios, y
viceversa, que amar era morir y ser muerto por un dios. En realidad se trata de
un sacrificio (de un acto sagrado), pues no hay nacimiento a la realidad del
Espíritu, es decir al Conocimiento, sin que esto suponga una muerte o
superación de las limitaciones propias de lo humano".
Cita: Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Federico González y Colaboradores
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