En esta ocasión quiero traer a la escena de este "Teatro Hermético de la Memoria" a esta escritora, una de las figuras más sobresalientes de la Edad Media. Su
nombre, Roswitha de Gandersheim, llamada así porque desde muy joven entró en la
abadía de esa ciudad alemana, aunque no como monja, sino como canonesa, una “regla”
concedida por la Iglesia medieval que permitía a las jóvenes vivir dentro de
los monasterios donde podían recibir una formación y desarrollar su talento, evitando de ese modo el matrimonio o la clausura.
Abrazar el convento suponía pronunciar dos de los tres votos, obediencia y castidad, pero no el de pobreza, por lo que no renunciaban a tener un papel en la corte, libertad para viajar, mantener su patrimonio e incluso tener criada. La abadía alemana de Gandersheim era un pequeño principado independiente administrado por mujeres, un pequeño estado que tenía sus tribunales, su ejército y hasta potestad para acuñar su propia moneda[1].
Dentro de esa abadía hubo mujeres muy destacadas, tanto por sus dotes
intelectuales como por su gran cultura, pero sin duda el atractivo de Roswitha la hace
destacar entre todas ellas tal y como fue reconocida en la Europa del siglo X, durante
la dinastía de los emperadores Otones, y lo demuestra el hecho de haber sido elegida
por Oton I para narrar la gesta de su reinado.
Todo lo que de ella hemos conocido nos ha hecho reconocer el
papel fundamental que esta escritora ha tenido en la difusión de la cultura clásica,
de la poesía y de la literatura cristiana, todo ello a través del teatro convertido en
escuela de formación y transmisión de conocimientos los cuales al ser escenificados se
hacen más comprensibles tanto para los actores que estudian y memorizan el
papel, como para los que participan como público en la representación, siendo
esa la esencia del teatro tradicional.
A través de la escena, Roswitha, que fue la primera persona en escribir teatro en latín, comunicó a sus semejantes
las ciencias y las artes liberales, o sea las artes de las letras y los
números: gramática, retórica, dialéctica, geometría, aritmética, astronomía y
música, haciéndoles llegar a todos los participantes el pensamiento de los
grandes filósofos y poetas clásicos, Virgilio, Horacio, Ovidio Boecio o Prudencio, entre otros, cuyas obras aparecen citadas y comentadas en sus dramas.
Pues, tal y como lo expresaba al hablar de ella misma, se sentía heredera de
todos ellos definiéndose como continuadora de una cadena tradicional de
pensamiento en la cual ella se consideraba la "última de las últimas”.
La canonesa Roswitha también escenificó el verdadero sentido simbólico y tradicional que poseen los textos bíblicos y en especial estudió los apócrifos, pues según sus palabras “lo que se considera falso bien podría acabar resultando verdadero”. Es evidente que para ello no necesitó el púlpito, sino un escenario teatral desde el cual dirigirse a sus semejantes para aclararles, por ejemplo, la grandeza de la misericordia de Dios, y asimismo, recordarles que no hay culpa, sino ignorancia, y que el propósito de enmienda, es decir la comprensión del presente, borra definitivamente los errores del pasado. Roswitha escenifica esta idea en un par de obras donde ambas protagonistas son prostitutas. Por un lado en la pieza titulada: Caída y conversión de María, sobrina del eremita Abraham; y por otro en Pafnucio o La conversión de Taide.
* * *
Veamos, por ejemplo, el guión de la primera, donde la autora nos presenta a María, una joven huérfana adoptada por su tío, un eremita que la quiere y la educa como a una hija. Pero María se enamora de alguien que no le conviene y se fuga con él. Este personaje pronto desaparece y la joven sola, sin recursos y avergonzada por su comportamiento, cae en manos de un rufián que la prostituye. La joven se da cuenta de que ha desviado su vida y asume con desesperanza el castigo de vivir una vida miserable y sin salida. Mientras tanto su tío que no ha dejado de buscarla, da finalmente con ella, y disfrazado de un viejo soldado se presenta en el prostíbulo como cliente. Enseguida se da cuenta de que su sobrina es, entre todas las demás muchachas, la más requerida tanto por su belleza como por su inteligencia y su sensibilidad. Por ello a nadie extraña que un viejo soldado también la elija. Una vez a solas el anciano se da a conocer y pide a la muchacha que abandone esa vida y vuelva con él. Sin embargo, ella, que no soporta el peso de la culpa, se siente incapaz de volver a retomar su vida, sintiendo que no es merecedora de obtener su perdón. Sin embargo, Abraham, en un tierno y dramático diálogo, viendo a la joven totalmente arrepentida le recuerda que el amor de padre e hija que siempre sintieron el uno por el otro, puede perdonarlo todo y que a pesar de los yerros existe un camino hacia la redención. Esta que sigue es una pequeña muestra de la escenificación de esta pieza teatral:
Se abre el telón y aparece un prostíbulo con dos personajes
en escena. Una joven que siente la desesperanza de haber desviado su vida y un
hombre de mediana edad, su tío Abraham, que la está visitando:
-María: Si existiese alguna esperanza de merecer el perdón, no me faltaría voluntad de arrepentirme".
-Abraham: Ten piedad del cansancio que me pesa por tu amor y abandona esta peligrosa desesperación, que es más grave que todos los pecados, lo sabemos bien: Dios quiere ser misericordioso con los pecadores y quien no lo espera peca sin remedio. Porque, así como la chispa que brota del pedernal no puede incendiar el mar, así el amargo sabor de nuestros pecados no tiene fuerza para modificar la dulzura y la benevolencia divina".
***
Pafnucio o La conversión de Taide, trata de otra joven, también muy hermosa, que se dedica a la prostitución por decisión propia, pues le halaga la reacción que su atractivo de mujer ejerce sobre los hombres y le agradan los regalos que a cambio de sus favores ellos le ofrecen. Sin embargo, Roswitha nos la presenta en el momento en que Taide se siente profundamente arrepentida de haberle dado ese rumbo a su vida por lo cual se retira y se recluye en una celda como penitencia esperando morir en paz. Pafnucio, un personaje masculino al que le cuenta sus cuitas, le pregunta cómo de profundo es ese arrepentimiento. La joven le contesta que es muy consciente de que nada de lo que ha hecho en su vida es digno de dios. La respuesta que Pafnucio da a Taide es irónica, inteligente, profunda, alegre, misericordiosa... , en definitiva nos muestra el talento de esta dramaturga del siglo X para exponer la doctrina cristiana. Dice el personaje de Roswitha:
-Pafnucio: “Si Dios tuviera en cuenta nuestras maldades, nadie quedaría en pie”.
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En cuanto a las biografías a las que nos acercamos, no nos interesan tanto las anécdotas personales -como se dice en el Programa Agartha- sino el modo en que a través de estas individualidades se ha comunicado un saber tradicional. Conocer a Roswitha (autora que, por cierto, nunca habló de igualdad, sino de virtud) y a su entorno, no ha facilitado ver como era esa sociedad medieval con cuyos mimbres se construyó la historia de Occidente en su parte más libre, íntegra y secreta, que es la que da la identidad de Europa. Siguiendo esta biografía vemos, por ejemplo, que la Iglesia de esa época no se expresaba solo desde los púlpitos, sino que lo hacía también desde los escenarios de los teatros y por boca de mujer, pues a fin de cuentas la verdadera Iglesia está en el corazón y en la conciencia de aquellos que se sienten identificados con sus principios y tienen la necesidad de compartirlos con sus semejantes. Estos son en definitiva los integrantes de la cadena iniciática de la Iglesia secreta. Mª Ángeles Díaz
Bibliografía recomendada: Roswitha de Gandersheim: Obras completas. Juan Martos y Rosario Moreno Soldevila. Universidad de Huelva. ISBN: 978-84-96373-76-1 ISBN: 978-84-17066-82-6Imagen de arriba: Serie TEATRO HERMÉTICO DE LA MEMORIA 45
[1] Estas
comunidades femeninas, dedicadas al culto, al estudio y a la enseñanza a los
demás, han estado presentes a lo largo de la historia de una u otra manera,
pues las encontramos desde los tiempos clásicos cuidando el templo de Diana o
el de Atenea y renunciando al matrimonio para dedicarse exclusivamente a
cultivar su alma independiente a través del estudio y su entrega a las artes y las
ciencias.