Del "Libro de los juegos de ajedrez, dados y tablas", de Alfonso X El Sabio
Núria, blogger de: Desde mi Ventana
Los juegos carecen de significado para nosotros. Pero eso es anormal; y si tenemos que considerar el juego y la seriedad desde un punto de vista más universalmente humano, entonces debemos recordar que los "juegos" y esto cubre todo el campo de las contiendas atléticas, las representaciones acrobáticas y teatrales, la juglaría, el ajedrez, las apuestas y la mayoría de los juegos de niños organizados y el folklore, de hecho todo lo que no es meramente el retozo sin arte de los borregos no son "meramente" ejercicios físicos, espectáculos, o entretenimientos, o solo de un valor higiénico o estético, sino metafísicamente significantes. Platón pregunta, "¿Tenemos que vivir siempre jugando? y si es así, ¿en qué tipo de juegos?", y responde, "tales como los sacrificios, el canto y la danza, con los que podemos tener el favor de los dioses y vencer a nuestros enemigos" (Leyes 803DE). Ludus subyace en nuestra palabra "ludicrous" ["burlesco"]; pero en el "Latín Dictionary (Harper)" encontramos "Ludi, juegos públicos, juegos, espectáculos, funciones, exhibiciones, que se daban en honor de los dioses, etc.".
Así pues, aunque en un juego no hay nada que ganar excepto "el placer que perfecciona la operación", y la comprensión de lo que es propiamente un rito, sin embargo nosotros no jugamos descuidadamente, sino más bien como si nuestra vida dependiera de la victoria. El juego implica orden; de un hombre que ignora las reglas (como puede sentirse tentado a hacerlo si el resultado es para él la cuestión que más importa) decimos que "no está jugando el juego"; si nosotros estamos tan seriamente comprometidos, tan "interesados" en las apuestas, como para "golpear por debajo de la cintura", eso no es un duelo, sino mucho más un intento de asesinato. Es cierto que por no hacer trampas podemos perder: pero toda la razón del juego es que nosotros no estamos jugando solo para ganar sino representando un papel, determinado por nuestra propia naturaleza, y que lo único que importa es que juguemos bien, independientemente del resultado que nosotros no podemos prever. "La pericia concierne a la acción solo, no a sus frutos; así pues, no dejes que el fruto de la acción sea tu motivo, ni vaciles en actuar" (Bhagavad Gîtâ II.47). "Las batallas se pierden con el mismo espíritu con el que se ganan" (Whitman); la victoria depende de muchos factores más allá de nuestro control, y nosotros no debemos preocuparnos por lo que no es responsabilidad nuestra.
A la actividad de Dios se le llama un "juego" debido precisamente a que se asume que él no tiene fines suyos propios que servir; es en este mismo sentido como nuestra vida puede ser "jugada" y como, en tanto que la parte mejor de nosotros está en ella aunque no es de ella, nuestra vida deviene un juego. En este punto nosotros ya no distinguimos juego de trabajo. Ananda K. Coomaraswamy
Para ampliar el tema de los juegos, os remito a un trabajo de Pedro Abío, en la revista: El Arka.Así pues, aunque en un juego no hay nada que ganar excepto "el placer que perfecciona la operación", y la comprensión de lo que es propiamente un rito, sin embargo nosotros no jugamos descuidadamente, sino más bien como si nuestra vida dependiera de la victoria. El juego implica orden; de un hombre que ignora las reglas (como puede sentirse tentado a hacerlo si el resultado es para él la cuestión que más importa) decimos que "no está jugando el juego"; si nosotros estamos tan seriamente comprometidos, tan "interesados" en las apuestas, como para "golpear por debajo de la cintura", eso no es un duelo, sino mucho más un intento de asesinato. Es cierto que por no hacer trampas podemos perder: pero toda la razón del juego es que nosotros no estamos jugando solo para ganar sino representando un papel, determinado por nuestra propia naturaleza, y que lo único que importa es que juguemos bien, independientemente del resultado que nosotros no podemos prever. "La pericia concierne a la acción solo, no a sus frutos; así pues, no dejes que el fruto de la acción sea tu motivo, ni vaciles en actuar" (Bhagavad Gîtâ II.47). "Las batallas se pierden con el mismo espíritu con el que se ganan" (Whitman); la victoria depende de muchos factores más allá de nuestro control, y nosotros no debemos preocuparnos por lo que no es responsabilidad nuestra.
A la actividad de Dios se le llama un "juego" debido precisamente a que se asume que él no tiene fines suyos propios que servir; es en este mismo sentido como nuestra vida puede ser "jugada" y como, en tanto que la parte mejor de nosotros está en ella aunque no es de ella, nuestra vida deviene un juego. En este punto nosotros ya no distinguimos juego de trabajo. Ananda K. Coomaraswamy
Núria, blogger de: Desde mi Ventana