Pico de la Mirandola con su libro Heptaplus |
A finales de 1483 Pico se instala en Florencia, donde de inmediato se relaciona con la "familia platónica", algunos de cuyos miembros ya eran amigos suyos y con los cuales había mantenido una relación epistolar desde su primer encuentro unos años atrás, tal es el caso de Marsilio Ficino y Angelo Poliziano. Al primero, le había contado, por esa vía epistolar, que poseía una copia de su Teología de la Inmortalidad del Alma[1].
En la capital del Arno el joven conde se
encuentra en el centro más dinámico del neoplatonismo y por supuesto en el bastión
más importante desde el que se defendía la convergencia entre el pensamiento de
Platón y el de Aristóteles que algunos, por desconocimiento, ven como
filosofías enfrentadas. Sin duda todos estaban al corriente del Calumniatorem Platonis de Bessarion (a
quien Ficino llamaba “la Luz de la Academia”), obra con la que había demostrado,
de la forma más eficiente, que la filosofía platónica y aristotélica no se
contradicen, sino que están referidas a planos diferentes, resaltando la
concordancia allí donde la hay, pues al fin y al cabo Aristóteles fue discípulo
de Platón[2].
Ya en ese entonces, con un Pico de apenas 20
años y un Ficino que anda por la cincuentena, traban un afectuoso vínculo que
va mucho más allá de una simple amistad, pues Ficino se percata de la calidad
intelectual del joven mirandolano y lo considera un enviado de la divinidad a
razón de establecer un juego simbólico de relaciones, lo que para Ficino es
algo serio que tenía que ver con su teatro personal que le ayudaba a penetrar en
los mismos planes del Creador a través de observar las señales que los
acontecimientos emiten. Pico, que como decíamos ya conoce las traducciones que
Ficino ha hecho de la obra platónica, le pide al filósofo florentino que ahora
traduzca a Plotino. Lo que Ficino escucha en boca de su joven visitante le
recuerda a su viejo amigo Cosme de Medici, por lo que cree que es el mismo
Cosme quien le ha enviado un mensajero y que no es sino el propio Platón el que
en verdad ha cruzado el umbral de su estancia. De ese encuentro con el joven conde
son las siguientes palabras de Ficino:
Nacido
exactamente el mismo año en que empecé a traducir a Platón, Pico llegó a
Florencia el mismo día y a la misma hora en que mandé la traducción a la
imprenta y apenas cambiado el primer saludo, me habló de Platón. Nuestro
Platón, le dije, acaba de trasponer los umbrales de mi casa. Me felicitó con
entusiasmo y ya no sé en qué términos y tampoco él lo sabe, no sólo me instó a
traducir a Plotino, sino que más bien me empujó a que lo hiciera[3].
*
Efectivamente, Ficino tomó buena nota de lo
que le pedía su jovencísimo amigo, lo cual se constata en estas líneas que
tomamos del proemio que escribe a Lorenzo de Medici presentándole la traducción
de Plotino:
El
gran Cosme, por decisión del Senado padre de la patria, en el tiempo en que se
desarrollaba Florencia bajo el Pontificado de Eugenio el acuerdo entre griegos
y latinos, escuchó con frecuencia discutir acerca de los misterios platónicos a
un filósofo griego de nombre Gemisto, de apelativo Plethon, como si fuera otro
Platón; hasta tal punto fue inspirado por la palabra ardiente de aquel, hasta
tal punto animado, que desde entonces concibió la idea de una Academia, la cual
había de hacer nacer en tiempo oportuno. Mientras que el mismo gran Medici iba
concibiendo tan gran concepto, a mí, todavía un joven hijo de su ilustrísimo
médico, me destinó una gran obra: a esto me dedico en lo sucesivo. En adelante,
puso su esfuerzo para que yo tuviese todos los libros griegos no solo de
Platón, sino también de Plotino. Posteriormente en el año 1463, cuando yo tenía
treinta años de edad, me encargó que tradujera primeramente a Hermes
Trismegisto y después, a continuación, a Platón. En el plazo de pocos meses
traduje a Hermes, mientras todavía vivía, entonces también empecé con Platón[4].
En el mismo texto añade:
El
espacio ocupado por los peripatéticos está dividido en dos sectas
fundamentales: la alejandrina y la averroísta (…) si bien ambos se apartan por
igual de su Aristóteles, cuya mente pocos –excepto el sublime Pico, nuestro
compañero en la platónica familia-, interpretan hoy con aquella devoción con
que lo interpretaron antaño Teofrasto y Temistio, Porfirio, Simplicio, Avicena
y recientemente Plethon.
[1] Teología platónica sobre la inmortalidad del alma, obra teológica
que consta de dieciocho libros elaborados por Marsilio Ficino entre 1469 y 1474
y publicada en 1482.
[2] Bessarion rebatía de ese modo las
acusaciones del zafio aristotélico Jorge Trebisonda que presentaba a Platón
como poco sabio, de vida descuidada e incompatible con el cristianismo.
Bessarion escribió su defensa de Platón sin atacar la figura de Aristóteles, a
quien mostró un gran respeto, pero defendiendo la supremacía del primero. Sus
colaboradores fueron dos jóvenes: el español Fernando de Córdoba y Juraj
Dragisic, de Srebrenica, actual Bosnia, ambos miembros del entorno de la
Academia. Del segundo volveremos a hablar dado que será el jurista que
defenderá a Pico de la condena de herejía que le impusieron a varias de sus 900
tesis.
[3] Adolfo Ruiz Díaz. Estudio
Preliminar a La Carta de Pico della
Mirandola a Lorenzo de Médici.
“Revista de Literaturas Modernas”. Universidad de Cuyo. Mendoza. Argentina.
[4] Ficino Op. “Proemio a la
traducción de Plotino”. Citado por Javier Clemente Hernández. “Malón de Chaide:
Coincidencia y disparidad con dos renacentistas italianos”. Centro de Estudios
Merindad de Tudela (España).
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