Cuentan que fue durante el reinado del rey Cécrope cuando se sostuvo una lucha que enfrentaba a Atenea con Poseidón, pues ambos pretendían ser la deidad que imperase en Atenas. Es por ello que en algunas versiones sobre su vida, Cécrope aparece como árbitro, o juez, en la contienda por las tierras del Ática, siendo este rey quien resolvió finalmente la situación con su laudo: que cada uno de los dioses propusiera lo mejor y más beneficioso para los ciudadanos. Tras lo cual él decidiría.
Poseidón
entonces abrió con su tridente un manantial de agua cristalina en la Acrópolis,
mientras que Atenea, por su parte, plantó un olivo. Cécrope consideró dicho
cultivo más útil a los ciudadanos, por lo cual adjudicó la protección de la ciudad
a Atenea dándole su nombre y realizando en ella la primera estatua de esta
diosa.
Y como la
historia mítica no se corresponde con una ensoñación, sino con una realidad
tanto histórica como suprahistórica, sucedió que esa lucha entre los dioses del
mar y de la tierra se vio reflejada en la retirada del Mediterráneo de las
costas atenienses. Efectivamente, las aguas del mar que hasta entonces llegaban
prácticamente hasta la altura del monte donde se halla el santuario de Delfos,
como sabemos, se encuentra actualmente bastante retirado de la costa, separado
de ella por las montañas.
Imagen: Atenea. Serie "Teatro Hermético de la Memoria" Nº 59, inspirada en el teatro de Federico González Frías del que formamos parte.
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