La Luna, multiforme y ambigua "caprichosa reina de la noche".
Ahora bien, les gana en admiración a todos el último de los astros, el más familiar para
nuestras tierras y el que fue descubierto por la naturaleza para remediar las
tinieblas: la luna.
Multiforme y ambigua, fue una tortura para la inteligencia
de sus observadores, que se indignaban de que el astro más próximo fuese el más
desconocido, siempre creciendo o menguando, unas veces con su faz curvada en
forma de cuernos, otras veces partida justamente por la mitad, otras redondeada
en círculo; llena de manchas y de pronto resplandeciente; inmensa en su
plenitud total y de repente reducida a nada; unas veces pernocta, otras veces,
sale tarde y durante parte del día ayuda a la luz del sol, y otras está
eclipsada, pero es visible a pesar del eclipse (ya que a final de mes se oculta
y no parece que entonces esté en ese trance).
Además, está alta o baja, pero
tampoco esto conforme a una misma ley, sino que unas veces está cercana al
cielo, otras próxima a los montes, o bien elevada al aquilón o descendida hacia
los austros.
Estas singularidades suyas fue Endimión el primer hombre que las
advirtió; por eso cuenta la tradición su amor por ella. (…) (Plinio el Viejo,
Historia Natural. Libro II, 9, 41).
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