Inspirada en el Teatro de la Memoria de Federico González Frías.
https://dmiventana.blogspot.com/ Publicación Mª Ángeles Díaz
Inspirada en el Teatro de la Memoria de Federico González Frías.
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Diálogos de Amor es una obra de León Hebreo (1450-1530), un humanista
neoplatónico de la corte de Nápoles en torno a la cual se reunieron algunos intelectuales
judíos, igual que en la de Mantua y Ferrara, donde no fueron simples
protegidos, sino gentes muy respetadas y valoradas.
Estos diálogos, desarrollados a través de una pareja literaria: Sofía y Filón, están basados en el relato que hace Platón en El Banquete acerca del Amor, su naturaleza, progenitura y utilidad. Enseñanzas todas ellas que Sócrates recibe de Diotima, a quien el filósofo considera su maestra en "cosas del Amor".
Este que sigue es un fragmento de estos Diálogos de León Hebreo, los cuales, al igual que sucede con todas las enseñanzas iniciáticas, requieren madurarse en el interior de quien las retiene, pues como bien le dice Beatriz a Dante "no hace ciencia el entender, sino el retener consigo".
SOFÍA: Sé ya quiénes son, según Platón, los progenitores del Amor del hombre, que es un microcosmos. Quisiera también que me dijeras si él asignó primeros padres al Amor universal de todo el gran mundo físico creado.
FILÓN: Después de que Platón hubo establecido los
progenitores del Amor humano en su libro El
Banquete, poniéndolo en boca de
Aristófanes (como ya has oído), también se esforzó en dar a conocer quiénes
fueron los primeros padres del Amor universal de todo el mundo físico, haciéndolo
por boca del hada Diotima, la maestra de Sócrates en los conocimientos
amorosos. Esta le contó que el nacimiento del amor tuvo lugar del siguiente
modo:
“Cuando nació Venus todos los dioses asistieron al convite, y
entre ellos Metis, es decir, Poros, hijo del consejo que significa dios de la
afluencia. Cuando los dioses hubieron acabado de cenar, vino Penia (o sea, la
pobreza) como una pobrecilla, para obtener algo que comer de la abundancia de
manjares que había en el convite. Estaba, como los mendigos, pidiendo junto a
la puerta. Poros, embriagado por el néctar (por entonces aún no existía el
vino) se fue a dormir al jardín de Júpiter; Penia, obligada por la necesidad,
pensó cómo, con alguna astucia, se las ingeniaría para quedar preñada de un
hijo de Poros, para lo cual fue a acostarse junto a él, y de él concibió al
Amor.
De esos padres nació el Amor, arquero y observador de Venus,
porque nació el mismo día del nacimiento de dicha diosa, Amor que siempre desea
las cosas bellas, ya que Venus es bella; por ser hijo de Poros y de la
pobrecilla Penia, participó de la naturaleza de ambos. Por ello, al principio,
es seco y macilento, tiene los pies descalzos, vuela siempre sobre la tierra, sin
casa ni refugio, sin lecho ni cubierta, duerme en las calles, al descubierto, siguiendo
la naturaleza de su madre, siempre necesitada; de conformidad con la naturaleza
de su padre va en pos de las cosas bellas y buenas, es valiente y audaz,
cazador vehemente y sagaz, siempre maquinando nuevas intrigas, estudioso de
prudencia, facundo, filosofando toda su vida, engañoso, fascinador, venenoso y
sofista.
A causa de su naturaleza mixta no es ni inmortal ni mortal
por completo, sino que en un mismo día muere y vive, resucita una vez, falta
otra, y obra así muchas veces a consecuencia de la mezcla de las naturalezas
del padre y de la madre. Pierde lo que ha adquirido y recupera lo que perdió,
por lo cual nunca es ni pobre ni rico. Además, oscila entre la sabiduría y la
ignorancia, ya que ningún dios filosofa ni desea ser sabio, porque ya lo es, ya
que ningún sabio filosofa ni tampoco lo hacen los perfectos ignorantes, que
jamás desean ser sabios, y esto es, en verdad, lo peor del ignorante: ni es ni
desea ser sabio, pues nunca desea las cosas que no sabe que le faltan. Es,
pues, el filósofo intermedio entre el ignorante y el sabio (aunque desea la
sabiduría de la que carece) ni feo como el ignorante, al cual no solo le falta
belleza, sino también el deseo de tenerla. Por consiguiente, el amor es
verdadero intermedio entre lo feo y lo hermoso”. Mª Ángeles Díaz
Imagen: Serie Teatro Hermético de la Memoria, Nº 65
Serie inspirada en el Teatro de la Memoria de Federico González Frías, del que formamos parte.
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Los Fieles de Amor seguían una Tradición que arraigaba en la
Sabiduría eterna, pero que de partida podemos muy bien situar en dos textos
bíblicos: Cantar de los Cantares, por un lado, donde el rey Salomón dedica
hermosos versos a la sulamita, la cual posiblemente no sea otra que la reina de
Saba, la mujer que para el sabio rey encarnó el modelo de la Dama Sabiduría. El
otro, también de este rey, es el Libro de Sabiduría, al cual pertenece el
siguiente fragmento:
Pues hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado, claro, impasible, amante del bien, agudo, incoercible, bienhechor, amigo del hombre, firme, seguro, que todo lo puede, todo lo observa, penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles. Porque a todo movimiento supera en movilidad la Sabiduría, todo lo atraviesa y penetra en virtud de su pureza. Es un hálito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Omnipotente, por lo que nada manchado llega a alcanzarla. Es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad. Aun siendo sola, lo puede todo; sin salir de sí misma, renueva el universo; en todas las edades, entrando en las almas santas, forma en ellas amigos de Dios y profetas, porque Dios no ama sino a quien vive con la Sabiduría. Es ella, en efecto, más bella que el sol, supera todas las constelaciones; comparada con la luz, sale vencedora, porque a la luz sucede la noche, pero contra la Sabiduría no prevalece la maldad. (Sabiduría VII, 22-30)
Mª Ángeles Díaz
Imagen: "Serie Teatro Hermético de la Memoria" Nº 64, inspirada en el Teatro de la Memoria de Federico González Frías del que fuimos parte.
Pintura de Charles Landelle
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Amor (no el amor) que mueve al sol y otras estrellas, es el
último verso del Paraíso, en la Divina Comedia. (Paradiso, XXXIII, v. 145).
PRIMER ACTO
BRUJA 1.– Silencio, hermanas, va a comenzar nuestra ceremonia. Bebamos
el brebaje y untémonos con nuestras pomadas hechas con los elixires de la
naturaleza y hagamos las ofrendas acostumbradas. Silencio, hermanas, invoquemos
con toda el alma a nuestro amo y comencemos a brindar por la salud de las
estrellas.
BRUJA 2.– Levanto mi copa por la fértil luna, equívoca y obediente, caprichosa reina de la noche. (Bebe).
BRUJA 3.– Por el alado Mercurio, el mensajero secreto del Demiurgo del mundo. (Bebe).
BRUJA 4.– Brindo por la tersura del amor. Por la juventud sin barreras. Por la unión orgiástica con el cosmos invisible. (Bebe).
BRUJA 1.– Por el bendito sol de cada día y por la belleza y la majestad radiante del macho cabrío. (Bebe).
BRUJA 5.– Por la fuerza marcial del rigor y el carácter indomable del rito. ¡Acude a vengarnos, dios de la guerra!. (Bebe).
BRUJA 6.– Bebo en homenaje al señor más dulce y comprensivo, a la salud de nuestro padre arquetípico. Venga a nosotros la magia del verbo y la transformación del amor. (Bebe).
BRUJA 7.– A tí, melancólico antiguo, que permanentemente recuerdas la memoria del mundo. (Bebe).
BRUJA 8.– ¡Y a ti, Calodemon, príncipe de príncipes, que reúnes toda la potencia de los planetas!
Noche de Brujas. Las brujas o lobas iluminan el
camino con sus antorchas y hacen hogueras entorno a las cuales llevan a cabo sus ritos ancestrales, poderosos, los que conducen a los participantes a un lugar secreto. Nadie sabe.
Cuentan que fue durante el reinado del rey Cécrope cuando se sostuvo una lucha que enfrentaba a Atenea con Poseidón, pues ambos pretendían ser la deidad que imperase en Atenas. Es por ello que en algunas versiones sobre su vida, Cécrope aparece como árbitro, o juez, en la contienda por las tierras del Ática, siendo este rey quien resolvió finalmente la situación con su laudo: que cada uno de los dioses propusiera lo mejor y más beneficioso para los ciudadanos. Tras lo cual él decidiría.
Poseidón
entonces abrió con su tridente un manantial de agua cristalina en la Acrópolis,
mientras que Atenea, por su parte, plantó un olivo. Cécrope consideró dicho
cultivo más útil a los ciudadanos, por lo cual adjudicó la protección de la ciudad
a Atenea dándole su nombre y realizando en ella la primera estatua de esta
diosa.
Y como la
historia mítica no se corresponde con una ensoñación, sino con una realidad
tanto histórica como suprahistórica, sucedió que esa lucha entre los dioses del
mar y de la tierra se vio reflejada en la retirada del Mediterráneo de las
costas atenienses. Efectivamente, las aguas del mar que hasta entonces llegaban
prácticamente hasta la altura del monte donde se halla el santuario de Delfos,
como sabemos, se encuentra actualmente bastante retirado de la costa, separado
de ella por las montañas.
PUBLICADO EN LA REVISTA SYMBOLOS, CELEBRACIONES ISSN 1562-9910 * FEDERICO GONZALEZ: LA TRADICIÓN VIVA Francisco Ariza 2- LOS SIMBOLOS PRECOLOMBINOS. COSMOGONIA, TEOGONIA, CULTURA 3- EN EL VIENTRE DE LA BALLENA. TEXTOS ALQUIMICOS 6- ESOTERISMO SIGLO XXI EN TORNO A RENE GUENON 9- LAS UTOPIAS RENACENTISTAS ESOTERISMO Y SIMBOLO Federico González (derecha) y Francisco Ariza, durante la presentación del libro Antología, una selección de la obra de Federico realizada por Mª Victoria Espín. Librería Alibri. Barcelona, 2008 Francisco Ariza y José Manuel Río durante la presentación del libro La Obra de Federico González. Simbolismo, Literatura, Metafísica. Federico quiso que aparecieran todos sus libros en la mesa mostrando que su monto medía un metro exacto. Biblioteca Arús. Barcelona 2014 |
Corte Inglés de Zaragoza, en octubre de 2014 |
"un caballo blanco con pezuñas divididas y barba de cabra, con un cuerno frontal impelido hacia arriba y que toma forma espiral, tal cual se lo puede observar en el famoso tapiz que lo representa, depositado en la abadía de Cluny.
En la iconografía cristiana indica curiosamente a la Virgen fecundada por el rayo del espíritu, por eso se los vincula en muchas representaciones. En todo caso siempre está relacionado con el rayo que toca a los hombres para despertarlos, al mismo tiempo que simboliza un arma de defensa. Posteriormente esta criatura imaginaria ha sido el protagonista de numerosos escritos y leyendas que han dado lugar a múltiples obras de arte relacionadas con los contenidos de la psiqué. En China fue durante un periodo el emblema real y en Inglaterra forma parte –con el león– del escudo del monarca británico".
https://dmiventana.blogspot.com/ Publicación Mª Ángeles Díaz
Compartimos esta nueva biografía que, como todas las que
realizamos, se basa en personajes que nos muestras en sus periplos vitales la
estela de la Tradición Hermética, biografías que siempre formaron parte de nuestros estudios con el Programa de Estudios Agartha, con el que nos hemos formado de la mano de
nuestro maestro y amigo Federico González. Un Programa que, como arca de
sabiduría, reúne en sí lo esencial de todas las tradiciones verdaderas siendo
por lo tanto un “caballo” libre para ser montado por todo aquel que lo precise y
descabalgarlo cuando crea que ya puede prescindir de él.
A través de Lucrecia Borgia hemos querido hablar del
espíritu de su época, o sea del Renacimiento, en el que se inscribe su
biografía, y sin duda podemos afirmar con total certeza que, esta dama fue una
fiel representante de dicho espíritu. Su relación con ciertos poetas y
filósofos (como Pietro Bembo, hijo de Bernardo Bembo) la sitúan dentro de la
corriente que parte de los Fieles de Amor a través de Petrarca y que desemboca en
la Academia Platónica dirigida por Marsilio Ficino. Es decir, que lejos de la
“leyenda negra” con que tan injustamente se la ha identificado, estamos en
presencia de una autentica mecenas que propició el desarrollo de las artes y
las ciencias tradicionales permitiendo así que la luz y el brillo intelectual
del Renacimiento llegara hasta nuestros días. Mª Ángeles Díaz
La imagen que del mito de Penélope nos hemos forjado procede de la poesía épica de Homero quien nos la describe como una fiel y leal esposa que durante los cuatro lustros que duró la ausencia de Ulises (Odiseo) por causa de la guerra de Troya se mantuvo firme a la espera del regreso del esposo, siendo capaz de mantener su matrimonio y su hacienda con gran astucia empleándose en el ardid de “tejer y destejer” una prenda para continuar eludiendo a sus pretendientes y a los que creyéndola ya viuda tenían sobre ella derecho de rescate, es decir derecho a reclamar las posesiones de un difunto por vía matrimonial, y a permanecer en la hacienda que reclamaban hasta recibir una respuesta de la viuda. Penélope, sin embargo, que nunca aceptó que Ulises estuviera muerto a pesar de los años de ausencia, consiguió mantener a sus pretendientes en permanente espera prometiendo que elegiría como marido a uno de ellos cuando terminara su labor en el telar, una labor que realizaba de día y deshacía de noche. Y es que Penélope nunca perdió la esperanza de que Ulises, su esposo, hijo de Laerte, rey de la isla de Ítaca y padre de su hijo Telémaco, estuviera vivo y que algún día regresaría de aquel viaje que emprendió con destino a Troya para participar en la tan famosa contienda con la que los griegos vengaron la afrenta hecha por Paris a Menelao, rey de Esparta micénica, robándole a su esposa Helena.
Homero nos muestra con este mito de Penélope, la que deshace de noche lo que construye de día, vestigios de la era matriarcal de nuestra civilización y de los ritos ctonicos de la Diosa Madre, Deméter, la que da la vida y la quita. Hace y deshace para mantener el equilibrio. En este sentido el símbolo de Penélope guarda relación con el mito de Ocnos, el soguero que trenza una soga afanosamente sin reparar en que su asna está, en el otro extremo, comiéndose su labor.
Para Plutarco este símbolo indica la incapacidad que tienen algunos para entrelazar el presente con el pasado. Ortega y Gaset, quien llama a Penélope la “Tejedora conyugal”, siguiendo los estudios de J. J. Bachofen, sintetiza brillantemente este mito en su ensayo titulado justamente “Oknos. El soguero[1]” donde escribe:
“Lo que Oknos laborioso trenza, el asna lo va anulando. Representa este animal el poder destructor necesario al ritmo de la Gran Madre. Una creación lograda y perfecta detendría el proceso: es menester que colabore la potencia enemiga, la energía destructora. El trozo de soga que hay entre las manos del soguero y el belfo de la bestia es breve jornada de la existencia que se abre entre el poder de hacer y el de deshacer, ambos eviternos. (…) La esposa de Ulises desteje cada noche lo tejido durante el día para que la tarea sea perdurable. Penélope es una última modulación del mito ctónico: también ella estaba quieta e hilando”
El mito de Penélope nos muestra la
pervivencia de la cultura matriarcal, cultura hembra, lunar, telúrica con
dioses subterráneos, que va al encuentro de un ciclo nuevo, solar y luminoso
representado por dioses como Apolo o Zeus. Lo que salva esta tejedora conyugal con
su fidelidad, simboliza el abrazo amoroso entre dos culturas opuestas, una
femenina, cuyo ciclo se extinguía, y otra masculina que nacía fulgurante con
todos los dioses solares.
La narración con la que Homero viste
este mito da cuenta que una vez conseguida la victoria y arrasada Troya no todos
los supervivientes regresaron a sus patrias, sino que algunos perecieron en el
camino al hundirse sus naves o ser atrapados en corrientes tenebrosas. Otros,
caso de Ulises, extraviaron el rumbo de vuelta a Ítaca permaneciendo durante
diez años perdido en desconocidas islas y procelosas aguas.
Son varias las mujeres del relato de
la Ilíada y la Odisea que detestaban a Helena y Paris, es el caso de Penélope,
pues por causa de la infidelidad de ambos ellas sufren la ausencia de sus
compañeros teniendo que dejar por años su vida en suspenso.
Penélope, prima de Helena de Troya, era
hija de una ninfa náyade y del rey Ícaro, de Esparta micénica, una “mujer
irreprochable”, nos dice Homero, que durante esa larga ausencia perseveró con
firmeza y lealtad matrimonial esperando que Ulises al fin volviera o que
alguien le diera cuentas de él. Por eso iba todos los días al encuentro de los
barcos que llegaban a sus costas para preguntar a los tripulantes si alguien
podía darle alguna noticia de Ulises. Así supo de sus valerosas hazañas y
también pudo comprobar que nadie lo había visto muerto lo cual aumentaba su
esperanza. De ahí que cada vez que una nave zarpaba, ella entregaba a la
tripulación una carta para Ulises, solicitando que si en algún momento alguien
lo encontraba ésta le fuera entregada. Una de esas misivas es la que nos ofrece
Ovidio y que a continuación nosotros extractamos. En ella Penélope cuenta, desde su propia perspectiva, lo
que para ella supuso la guerra de Troya lamentándose de que Paris no hubiese
muerto antes de provocar tantas desgracias. Y es evidente que
Concluyendo
el mito y la leyenda tradicional no necesitan de invenciones argumentales sino
que, tal y como demuestra Ovidio con su obra original, lo que al rapsoda
corresponde hacer es vivificar y actualizar su mensaje para que su enseñanza
arquetípica siga llegando al corazón de sus contemporáneos. Eso pretendía
Ovidio al poner esta carta a Ulises en el cálamo de su esposa Penélope que en
sus principales párrafos dice así:.
"Esta carta, Ulises, la envía Penélope a tu tardanza. No me contestes; sino
mejor, ven en persona. (…)
Yace en ruinas Troya, aborrecida, con razón de las mujeres dánaas[1]
(…) ¡Ay! Ojalá entonces, cuando navegaba a Lacedemonia, se hubieran tragado las
enfurecidas aguas al adúltero[2].
No hubiese dormido yo sin tu calor en un lecho vacío (…)
¿Cuándo no he temido yo peligros más graves que los reales? Cosa henchida
de angustiado recelo es el amor. Contra ti me imaginaba que se disponían a
enfrentarse temibles troyanos. Con sólo nombrar a Héctor[3] me ponía lívida (…)
Cualquiera que gira en estas riberas[4] su viajera popa, no se
marcha sin haberle preguntado yo muchas cosas de ti; y para que te la entregue,
si alguna vez te viere, le confío una carta escrita por mi mano. (…) ¿Qué
tierras habitas, en dónde prolongas tu ausencia? (…)
Mi padre Icaro me obliga a abandonar la viudez de mi lecho y censura sin
cesar tu infinita tardanza. ¡Que censure mientras pueda! Tuya soy: que tuya me
llamen todos es menester, Penélope, esposa siempre de Ulises seré. (…)
Y yo no tengo fuerzas para arrojar a los enemigos de mi casa[5].
¡Ven pronto tú, puerto y altar para los tuyos! Tú tienes, y que lo sigas
teniendo pido, un hijo[6],
que en sus tiernos años debía ser educado en las artes de su padre. (…)
Y es cierto que yo, que al marcharte tú era una muchacha, por pronto que vuelvas, pareceré una anciana".
[1] Dánaos es uno de los nombres utilizados en la Odisea y en la Ilíada para identificar a los griegos. Otro término es aqueos.
[2] Se refiere a Paris, como
se sabe casado con Enone, una ninfa de los ríos.
[3]
Héctor era hermano de Paris y conocido como el “domador de caballos”. Se trata
de uno de los principales personajes del poema homérico de la Ilíada. Fue el comandante que dirigió la
defensa de la ciudad troyana frente a los aqueos, en esa guerra en la que no
estuvo de acuerdo, pues entendía que esa disputa concernía únicamente a Paris
que era quien debía enfrentarse a Menelao. Héctor finalmente murió a manos de
Aquiles.
[4]
Ítaca, pequeña isla griega del mar Jónico perteneciente al grupo de las islas
Jónicas.
[5] Los
pretendientes tenían derecho a permanecer en la casa de Ulises, al que
consideraban difunto, comiendo y bebiendo a la espera de que Penélope se
decidiera por uno de ellos.
[6]
Telémaco, que era un niño pequeño cuando su padre partió para regresar veinte
años después.
YOU TUBE:
Vídeo Primer Episodio Introducción a la Serie
Vídeo Segundo Episodio. Carta de Penélope a Ulises
https://youtu.be/wLAO9T5AOY4
Primer Episodio: Heroidas, Mujeres del Ciclo Heroico. Presentación
Segundo Episodio: HEROIDA I. Carta de Penélope a Ulises