Existen dos clases de memoria, la natural, que es simultánea
al pensamiento, y la mnemotécnica o arte de la memoria, una disciplina creada
por el poeta Simónides de Ceos hacia el año 500 a.C., que desde entonces ha
formado parte como técnica de aprendizaje utilizada en el mundo griego y
romano.
Durante muchos siglos la memorización fue un arte retórico
fundamental para el estudio y la difusión de los textos, y para potenciar el
manejo de los conceptos filosóficos. Y era incluso corriente escuchar los grandes
discursos en la voz de aquellos que los habían memorizado.
Pareciera que con la llegada de la imprenta el Arte de la Memoria debiera haber perdido su sentido, y sin embargo fue en esa época cuando esta disciplina se reaviva a través del impulso del Neoplatonismo y del Hermetismo. Especialmente destacadas son las obras de Giordano Bruno, Robert Fludd y Giulio Camillo, y por supuesto Ramón Llull, cuya obra estuvo también presente en esa época.
Aunque toda una corriente de hermetistas, pensadores y poetas se aplicaron a desarrollar la facultad humana de la memoria a través de ejercitarse en dicho arte. Una técnica de estudios empleada para ordenar y nutrir de imágenes y símbolos la psique con el fin de promover el despertar espiritual que nos devuelva la memoria de lo que de verdad somos y que hemos olvidado en el viaje que todos realizamos cuando nacimos a este mundo, pues como es sabido “conocer es recordar”.
La investigadora Frances A. Yates en su libro El Arte de la Memoria expresa lo
siguiente:
“Platón usa la metáfora de la impronta del sello en el famoso pasaje del Teeteto en el que Sócrates supone que hay un bloque de cera en nuestras almas –de cualidad variable según los individuos- y que este es ‘el regalo de la Memoria, madre de las Musas’. Siempre que vemos, oímos o pensamos algo estamos colocando esta cera bajo las impresiones de los pensamientos, e imprimiendo en ella como si hiciésemos impresiones con un sello.
Más Platón cree en la existencia de un conocimiento que no deriva de las impresiones sensoriales, un conocimiento que constituyen, latentes en nuestras memorias, las formas o moldes de las Ideas, de aquellas realidades que conocía el alma antes de su descenso a este mundo inferior. El conocimiento verdadero consiste en adecuar las improntas de las impresiones sensoriales al molde o impronta de aquella otra realidad superior, de las que las cosas inferiores de aquí son su reflejo. En el Fedón se desarrolla el tema de que todos los objetos sensibles pueden ser referidos a ciertos tipos de los que son semejanzas. No es en esta vida donde hemos visto o aprendido los tipos, sino que los vimos antes de que nuestra vida comenzase, y está en nuestras memorias su conocimiento innato”.
Como hemos oído decir en alguna ocasión a Federico González en su Teatro de la Memoria: "Recuérdate". Mª Ángeles Díaz
***
https://dmiventana.blogspot.com/ Publicación Mª Ángeles Díaz
.