Si algo puede decirse con total rotundidad acerca de Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, es que sintió una pasión irrefrenable por el conocimiento anidando en su alma, ya desde muy niña, aquella fuerza irresistible que también decía sentir Sócrates, que le incitaba a conocer todo lo que ignoraba acerca de la máquina del Universo, por lo que hizo de las ciencias y del estudio, una escalera por cuyos peldaños ascender a vislumbrar algunos de aquellos misterios.
"Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar (que fuera en mí desmedida soberbia), sino sólo por ver si con estudiar ignoro menos...
"Sor Juana supo conciliar los saberes de la cultura náhuatl y los proporcionados por los clásicos europeos, todo lo cual ella integra en una bella y sabia combinación que le sirve para rescatar lo universal y explicar con ello la nueva realidad a la que se le estaba dando forma, una edad de oro o renacimiento que se conoce como periodo Novohispano en el que ella fue la máxima exponente, y eso lo demuestra el hecho de que se la haya llamado Fénix de América y Décima Musa.
Nació el 12 de Noviembre de 1648 en San Miguel Nepantla, en el Virreinato de Nueva España, actual territorio de México. Hija de una dama criolla, Isabel Ramirez, y de un capitán español, Pedro Manuel de Asbaje y Santillana, se nutrió de dos culturas a través de las cuales aprendió a indagar en las cosas que rigen y ordenan el Cosmos, siendo ella misma fruto inequívoco de aquellos dos mundos que dieron lugar, durante el barroco hispano, a una cultura nueva en la cual ella fue la luz.
Su primera obra la escribió en náhuatl, pero también lo hacía en español y latín, ya que sus libros se editaron en Madrid.
Desde muy joven debido a sus dotes y preparación fue reclamada en la Corte del virreinato como dama de compañía de la virreina la cual se convirtió en su amiga y mecenas, donde participaba en las tertulias literarias en las que la poetisa novohispana brilló por encima de todos.
Sin embargo cuando por su edad debía decidirse por un matrimonio, tenía unos veinte años, decidió, por honestidad con ella misma, vivir como monja y de ese modo poder continuar con sus estudios, tal y como hacían muchas mujeres europeas, que encontraron en esos espacios creados por la Iglesia, una forma de independencia.
Primero estuvo en un convento de carmelitas que a los tres meses dejó por su rigidez, para entrar en las jerónimas, que tenían una regla mucho más abierta. Recordemos que las primeras jerónimas no eran monjas de clausura ni mucho menos, sino que fueron aquellas mujeres de la nobleza romana que conformaron el "Círculo de damas del monte Aventino" que son las que ayudaron a Jerónimo a traducir la Biblia. Por cierto que una de ellas era Paula, a cuya memoria se debía el nombre del convento en el que vivió Sor Juana Inés, quien desde su celda ya nunca dejó de estudiar y escribir, y de tener una vida de relación epistolar con todos los universitarios e intelectuales de su época.
Los temas que abordó incluyen el teatro, comedias, autos sacramentales, poemas, villancicos, mitología, teología, astronomía, matemáticas, historia, pintura, medicina, cocina..., pues no había rama del saber que quedara al margen de su interés.
Consiguió reunir en su amplia celda más de 4.000 volúmenes, conformando la biblioteca más importante de su tiempo. También poseyó toda clase de aparatos científicos, de medición, astronómicos, instrumentos musicales, mapas, pinturas, etc.
Siguiendo el impulso de esa fuerza arrolladora que únicamente puede venir de un poder superior, no sólo estudiaba en los libros, sino que todo a su alrededor se le volvían letras y claves de una ciencia que en todo se expresaba. Así le cuenta por carta a una amiga sus experiencia filosóficas en la cocina, citando a Lupercio Leonardo que decía que "bien se puede filosofar y aderezar la cena".
"Pues que os pudiera contar, señora, de los secretos naturales que he descubierto estando guisando; ver que un huevo se une y se fríe en la manteca o aceite y por el contrario se despedaza en almíbar..."
También le escribe, en referencia a un periodo en el que le fueron prohibidos los libros, lo siguiente:
"...aunque no
estudiaba en los libros, estudiaba en todas las cosas que Dios crió,
sirviéndome ellas de letras, y de libro toda esta máquina universal.
Y en otro párrafo:
“Estaban en mi presencia dos niñas jugando con un trompo, y
apenas yo vi el movimiento y la figura, cuando empecé, con esta mi locura, a
considerar el fácil moto de la forma esférica, y cómo duraba el impulso ya
impreso e independiente de su causa, pues distante la mano de la niña, que era
la causa motiva, bailaba el trompillo; y no contenta con esto, hice traer
harina y cernerla para que, en bailando el trompo encima, se conociese si eran
círculos perfectos o no los que describía con su movimiento; y hallé que no
eran sino unas líneas espirales que iban perdiendo lo circular cuanto se iba
remitiendo el impulso”
Sus obras son numerosas, las que en estos momentos estamos consultando son:
"El Divino Narciso" y "Primero Sueño", y en ellas Sor Juana nos habla del dios de las Semillas, Xiuhtecuhtli, y asimismo de las luces del Evangelio para
recordar al fin que "El hombre, pese a sus muchas limitaciones, tiene la
centella del intelecto que participa de la divinidad".
Finalizamos citando a una autora que resume muy bien lo que esta hermetista del renacimiento español representa en la historia de las letras hipanas de su época:
“Las últimas poesías significativas del Siglo de Oro español fueron escritas por una mujer, la única poetisa importante de la tradición renacentista. Y lo que puede asombrar a algunos es que no se escribieron en España, sino en el virreinato de la Nueva España, o sea en México” (1).
*Mª Ángeles Díaz. La Mujer en la Filosofía Hermética.
Referencias:
*Iberoamérica. Divulgación científica
*Jorge Sánchez Hernández, autor del óleo (fragmento).
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