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Pieza de cerámica. Fondo del Museo de la Cerámica, en el Palacio de Pedralbes. Barcelona. Escena que representa el encuentro de Hermes con Herse y su hermana, ambas sacerdotisas del templo de Atenea, en el Atica.
En los encantadores Jardines de Pedralbes, en Barcelona, se encuentra el Museo de la Cerámica, cuyo fondo abarca el periodo que va desde el siglo X hasta el XX. Allí se ven expuestas lindísimas piezas de mayólica, muchas de ellas decoradas con los luminosos colores del levante y sur español (Cataluña, Valencia, Andalucía). Pero son las piezas de la región valenciana las más representadas. Y es que es de todos sabido que los artistas valencianos, tanto ceramistas como plásticos en general, han captado de forma espectacular la luz blanca que el sol proyecta sobre esa parte de la Península Ibérica que se abraza al Mediterráneo. De hecho la pintura de Sorolla es el ejemplo más cercano en el tiempo que tenemos para comprobar a qué nos referimos cuando hablamos de la capacidad, de ciertos artistas, para penetrar en su propia atmósfera vital.
La visita a este museo es muy relajada, pues a través de la cerámica expuesta podemos recrear un cierto aspecto que tiene que ver con el ambiente que en torno a ellas se creó, siempre dentro de la casa familiar; ya fuera en los hogares más humildes, o en los palaciegos, puesto que las piezas que vemos son en la mayoría vajillas, por lo que formaban el ajuar de las distintas viviendas.
Sin duda las piezas más hermosas se usaron en más de un banquete de aquellos que celebraban ciertas damas en el Renacimiento, cuando sus maridos, soldados y hombres de guerra, se encontraban fuera del hogar protegiendo con sus tropas algunas de sus fronteras. Entonces, ellas, en cooperación con éstos, invitaban a los oficiales aliados a sus perfumados salones donde los agasajaban con magníficos manjares, servidos en vajillas suntuosas, que degustaban mientras les ofrecían, junto a sus damas, distendidas conversaciones, y en la sobremesa, algún juego de suertes. Y de ese modo, creaban un ambiente que atrajese, sutilmente, la energía de Venus, todo ello con el propósito de infundirles ánimo y consolidar sus adhesiones haciéndolos imbatibles en el Campo de Marte.
Sin embargo, lo que realmente me ha interesado más en mi recorrido por el museo, y aquello que me ha movido a desplazarme hasta aquí, ha sido una exposición temporal de antiquísimas terracotas, todas ellas reunidas con el fin de dar a conocer los precedentes históricos y artísticos de la cerámica.
Lo atractivo de la Arqueología, como sabemos todos los estudiantes del Agartha,
es que te aleja de la vana estética, que es siempre un punto de vista superfluo, y que no hay que confundir con la Belleza, que como dijo el maestro Platón es el reflejo de lo verdadero, y te pone en vía de recuperar el sentido de lo atemporal. El caso, es que gracias a estas arcaicas piezas y a sus decoraciones y formas, ligadas al pensamiento trascendente de aquellos que las crearon, se puede llegar a vislumbrar el origen histórico del pensamiento artístico y de las ideas-fuerza que han forjado los valores de las civilizaciones, en este caso las que han nacido en el ámbito del Mediterráneo.
De ese modo podemos observar el intercambio cultural que se dio entre todos los pueblos que tuvieron ese mar como lugar de encuentro y casa común; los que se relacionaron fundamentalmente a través del comercio, tanto de productos como de ideas.
Los sabios y sacerdotes, siempre reconocieron en ese intercambio de saberes, tradiciones, costumbres y ritos, a una entidad a la que se dio en llamar Hermes, si bien se trata de una energía que otros pueblos también han reconocido, aunque le hayan nombrado de otra manera. La disputa entre religiones, por ejemplo Islam y Cristianismo, etc., viene cuando cada quien defiende su visión particular de la Deidad.
Son los más burdos los que urden esta diferenciación, y los que acaban imponiéndola a las masas, que son aún más burdas. E incluso los que tienen capacidad para entender esto son absorbidos en esa masa, aunque sus discursos sean más elaborados y en sus textos pongan todas las comas en su sitio.
En fin, son los sofistas de toda la vida. Déjà vu.
Precisamente Federico González, habitualmente ninguneado por todos ellos, en su última y gran obra*, sin parangón en el tiempo actual, los describe del siguiente modo:
El exceso de razón discursiva puede llevar a esta forma de ver que no tiene ningún respeto por la verdad y la sustituye por una serie de trucos y chisporroteos que se suponen elegantes considerando cualquier cosa e igualmente la contraria sin que les importe un bledo.
A veces uno se pregunta cómo puede haber gente así y por qué motivo algunas personas valorizan estas frivolidades dialécticas a menos que les reporten ventajas varias de modo inmediato e ínfimo. Ya Sócrates y Platón los menospreciaban aunque aparecen en sus diálogos, siempre alegando erróneamente.
Volviendo al tema de la exposición debo mencionar que estas antiguas piezas proceden de distintas necrópolis, lo que demuestra el gran acto que para nuestros antepasados ha sido siempre morir con la esperanza de una vida nueva.
Egipto fue la gran fuente de inspiración de esa idea trasmitida a los hombres a través de sus propios dioses, esas entidades que a lo largo del tiempo, y por medio de sus distintos avatares, se han manifestado en un lugar determinado para entregarnos sus consignas, y darnos a conocer, por medio de esos emisarios, la barca que cruza a la otra orilla.
Y en consecuencia es gracias a las tumbas de esos ancestros que hemos recuperado grandes claves y hallazgos espirituales que nos sirven a las actuales generaciones para mantenernos unidos, intelectualmente, a esa tradición de navegantes celestes, siempre en pos de las aguas simultáneas.
A todos los que pudiendo heredar, heredan. Núria.
*Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos e Iniciáticos.
Cultura griega. Corinto. Siglos VII a VI a.C.Preciosa jarra decorada con motivos de animales situados en distintos niveles. El jabalí, símbolo de la autoridad espiritual, arriba, indica que posiblemente se usara en algún acto ritual .
Cultura etrusca. Vasija con forma de pez para el aceite. Siglo VI a. C.
Crátera con volutas. Magna Grecia siglo IV a.C. Pieza de elegante forma y finísimo material
Cremador de perfumes con la imagen de Deméter. La diosa de los Misterios de Eleusis. Siglo II a. C.
Cultura griega. Imágenes de Venus. Siglo IV a III a.C.
Cultura griega. Cráteras con decoraciones mitológicas. Siglo IV a. C.
Cultura griega. Pequeño recipiente decorado con imágenes masculinas portando espadas. Siglo IV a. C
Magna Grecia. Guttus, decorado con la imagen de una Gorgona. Siglo IV a. C