Desde el punto de vista de la simbólica tradicional la casa es una imagen del cosmos. Es por lo tanto un organismo vivo que respira por sus ventanas y aberturas, siendo la chimenea la representación axial de la salida del cosmos, aquello que nos conecta con los espacios increados y siempre con el misterio.
Es evidente que existe una analogía entre la casa y el propio individuo, en tanto que éste posee un cuerpo que da cobijo a un alma la que a su vez es sede del espíritu en su descenso. Por ello, en ciertas organizaciones iniciáticas, la abertura al cosmos a través de la cual penetran las influencias celestes se significa a través de la tonsura en la coronilla.
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Las chimeneas están señalando el corazón de una vivienda, siendo el hogar el lugar de reunión familiar en torno al cual los más viejos transmiten las leyendas y tradiciones a los jóvenes.
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Estéticamente hablando, las chimeneas suelen dar a una casa un perfil determinado y en muchos casos embellecen un edificio dando vida e identidad a los territorios. Pienso por ejemplo en algunas ciudades portuguesas en las cuales sus chimeneas marcan de manera muy destacada el paisaje urbano.
Las chimeneas que Antoni Gaudí, el gran arquitecto catalán, realizó para los Güell (una interesante familia de mecenas) en el Palau Güell, es la más exquisita excusa que podíamos haber traído para sacar a colación el tema de las chimeneas. Efectivamente, en todos los edificios civiles que Gaudí construyó, las chimeneas no son únicamente un accesorio práctico, sino que éstas embellecen y dan relieve a las azoteas, que hermosean así decoradas con sus peculiares conductos (las de la casa de La Pedrera son un ejemplo bien conocido).
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Gaudí es un arquitecto excepcional, original, meticuloso en los detalles, visionario, pero también práctico, todo lo cual se deja ver en la realización de toda su obra, catalogada de monumental y magnífica, la cual se halla repartida por distintos lugares de España (especialmente en Cataluña), poniendo de manifiesto lo que decimos.
Gaudí fue además un genio innovador que supo rodearse de los más excelentes artesanos (albañiles, carpinteros, vidrieros, ceramistas, cerrajeros, pintores, orfebres, forjadores, etc.) y artistas, que siguieron al maestro como los componentes de una orquesta ejecutando las indicaciones del director, y así fue como supieron trasladar en lo concreto las brillantes ideas de Gaudí, muchas de ellas inspiradas en las formas y fuerzas equilibradoras de la naturaleza. Me refiero, por ejemplo, a sus columnas imitando los troncos de las palmeras, incluso sus naturales curvaturas debidas a la proximidad del agua o la fuerza de los vientos.
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También podemos destacar en este apartado la construcción de su famoso arco catenario, que es aquel cuya curva está descrita por la caída natural de una cadena suspendida por sus extremos y sometida a un campo gravitatorio uniforme. Gaudí pensó en invertir ese arco y aprovechar el equilibrio de esta curva matemática para construir sus ventanales y puertas, a los que dio diferentes amplitudes.
A este maestro de la arquitectura le interesó, por encima de todo, el diseño del Universo, y por ello creó un nuevo lenguaje arquitectónico espectacular, armonioso, sugerente, cálido, seguro, y al mismo tiempo cómodo y alejado de la suntuosidad. Una arquitectura abierta a los espacios que enaltece con la grafía de sus formas, análogas a las que advierte en la flora y el paisaje del Mediterráneo, o sea, en el diseño que el Gran Arquitecto Universal proyectó para esta parte de la Tierra que Gaudí amó y a la que prestó gran atención a la hora de recrear ese paisaje. Muestra de ello la tenemos en la representación de la palmera Margalló, una variedad de palma que sólo crece en esta parte del mundo, algo que no pasó desapercibido para este creador que la imaginó en la forja donde la plasmaron sus artesanos.
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En su nuevo lenguaje, este catalán universal, con una visión mágica de las cosas, bebe en las fuentes de la propia tradición arquitectónica que se desarrolló desde antiguo en la península ibérica a través de sus distintas corrientes, autóctonas o venidas de aquí y de allá: románicas, mozárabes, góticas, mudéjares, renacentistas, neoclásicas. Todo ello queda integrado en su arquitectura para conformar la hermosa y sugerente síntesis de su arte, muy alejado de cualquier sincretismo. Todo un ejemplo.
De ahí que Gaudí sea el máximo representante del modernismo en España y Cataluña, esa preciosa tendencia artística de finales del siglo XIX y principios del XX que, como sabemos, floreció en distintos lugares de Europa, denominándose Art Nouveau en Francia. Por suerte Gaudí sigue vivo, pues la influencia de su arquitectura se deja sentir todavía, y son muchos los arquitectos de todo el mundo que lo tienen como referente.
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No podemos dejar de señalar que entre sus obras arquitectónicas se destacan, por su popularidad y magnificencia, la Sagrada Familia , el Park Güell, la Casa Milà (conocida como La Pedrera , anteriormente citada), la Casa Batlló o la Cripta de la Colonia Güell , por citar las más conocidas.
Ni que decir tiene que cualquiera de sus edificios es susceptible de un estudio pormenorizado, pero hoy nos hemos detenido en estas chimeneas del Palau Güell, verdaderas muestras de que el ingenio y el buen gusto no están reñidos con la funcionalidad y limpieza de la obra. La cosa es que Gaudí levantó este palacio en medio de una manzana, y puesto que tenía ciertos límites, lo elevó con ocho plantas, acondicionando cada habitación con un hogar que diera calor a las estancias y las hiciera confortables.
El condicionante de poner un hogar en cada habitación, incluso en los baños, le obligaba a tener que colocar muchos conductos, y claro está, muchas chimeneas que debía colocar en la terraza. Por ello se le ocurrió una linda, peculiar y elegante manera de hacerlas. Construiría pequeños torreones atractivos a la vista de los vecinos y alegres para las personas que subían a tender la colada o a admirar desde lo alto la bella ciudad de Barcelona entre el mar y la montaña. Y así estas chimeneas aparecen con sus formas enigmáticas y perfiles llenos de magia haciendo que caminar entre ellas sea una fantasía. Unas aparecen recubiertas de colores, logrados a base de aplicar el famoso trencadís cerámico, otras están hechas de ladrillo toledano, de piedra…Y así construyó una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve… Lo cierto es que caminando sobre la azotea del palacio, se pierde la cuenta. Aquí van unas cuantas imágenes. Núria
Forja de Antoni Gaudí imitando la hoja de la palmera mediterránea Margalló, bajo estas líneas. |
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