Imagen de las dos Santas Marías
arribadas a las costas francesas en una barca.
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Antes de viajar a Saintes Maries de la Mer, en la zona
conocida como La Camarga francesa, habíamos leído lo que René Guénon escribió
acerca de esta sorprendente y bella localidad situada en la costa, en el delta
del Ródano. Nos referimos a la relación de carácter misterioso que este lugar,
y su santuario, posee con los Gitanos.
Por él supimos que aquí, donde la
fuerte presencia de caballos blancos originarios ofrece estampas maravillosas,
los Gitanos anualmente se reúnen en su cripta para celebrar sus ritos en honor
a la “Reina de los Gitanos”, la cual
“porta el nombre, o mejor el
título, de Sarah, nombre también de la santa que reconocen como patrona y cuyo
cuerpo descansa en la cripta”[1].
Pero Guénon distingue dos clases
de Gitanos, unos los creadores de este antiguo rito y otros los Gitanos
caldereros, “domadores de osos”, etc., a los que los primeros consideran
incluso sus enemigos.
“Cuando se habla de los Gitanos
es indispensable hacer una distinción demasiado frecuentemente olvidada: hay en
realidad dos tipos de Gitanos que parecen ser absolutamente extraños entre sí,
y que inclusive llegan a tratarse como enemigos; no tienen las mismas
características étnicas, ni hablan la misma lengua, ni ejercen los mismos
oficios. Por un lado están los Gitanos orientales o Zíngaros que son
principalmente domadores de osos y caldereros; por otro lado están los Gitanos
meridionales o Gitanos propiamente dichos, llamados "Caraques" en la
lengua de Oc y en Provenza, y que son casi exclusivamente tratantes de
caballos: solamente estos últimos son los que se reúnen en Saintes-Maries”[2].
Guénon considera factible la
hipótesis de que los Gitanos de Saintes Maries
de la Mer, estén relacionados con los Judíos (e incluso con los Pieles
Rojas de América, mediante un vínculo con la raza atlante). En cualquier caso
lo que se intenta señalar es que se trata de pueblos diseminados, pueblos que
han perdido sus tradiciones e incluso su lengua viéndose forzados a vivir en un
medio extraño en el que se sienten extranjeros.
“Tanto unos como otros se sirven
de la lengua de las regiones en donde viven, entremezclando algunas palabras
que les pertenecen, hebreas en el caso de los Judíos, y, en el caso de los
Gitanos, palabras que les vienen también de una lengua ancestral de la cual
constituyen los últimos restos. Estas semejanzas pueden explicarse considerando
la condición de existencia de estos pueblos forzados a vivir dispersos en medio
de extranjeros”[3].
Guénon encuentra evidencias de
que ambos pueblos, gitano y judío, pudieran, efectivamente, haberse unido en la
tribulación y desarrollar en esta cripta sus ritos conjuntos, amparados por las
organizaciones del Compañerazgo, “donde no cabe el problema étnico”, y por lo
tanto habría sido la “cobertura” idónea para sus misteriosas relaciones, lo
cual estaría señalado, entre otras cosas, por el propio título que dan a su
reina: Sarah, forma femenina de Sar,
que es hebreo y significa “princesa”.
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Símbolo a la entrada del santuario de Saintes Maries de la Mer.
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Respecto al arte con los caballos
cabe referir lo que Friedrich Cammerschulze, el alquimista y cabalista que
instruye al joven Balthasar Kober en la novela hermética de Fréderick Tristan,
le explica a su alumno acerca de cierta organización iniciática que denomina
como "clérigos errantes" la cual, allá por 1590, empleaba la palabra "caballo"
asociada a cabalus latino y por lo
tanto a su tradición, la cábala, en el fondo un juego de palabras para
confundir al profano, y añade:
"Al ser el caballo
psicopompo, barquero de las almas en la muerte, montar un caballo supone
dominar la muerte. Es estar muerto en la vida profana y haber nacido de nuevo,
re-nacido en la vida divina"[4].
Y a continuación el narrador cuenta:
"Así, todos los caballos que
Balthasar vio durante aquellos cinco meses le parecían mensajeros de Dios, que
estaban allí para transmitirle noticias del más allá. De ahí que, en vez de
pasearse sobre sus lomos el muchacho prefiriera hacerles preguntas en la
cuadra, donde pasaba horas enteras en su compañía"[5].
Seguidamente será el propio
aprendiz quien da cuenta de su experiencia en el arte de los caballos:
"Lo que aprendí de los
caballos no era de orden intelectual, como es de prever. Yo tenía la facultad
de penetrar en lo invisible con la misma facilidad con que entramos en una casa
acogedora. Llamamos a la puerta y la puerta se abre inmediatamente. Quien no
haya sentido amor por los caballos no puede entender lo que significa realmente
la travesía de los mundos tal como yo la viví gracias a esos animales dotados
para el gran viento del Espíritu"[6].
Como podemos apreciar en esta imagen, Saintes
Maries de la Mer posee un
bello humedal donde se encuentra la mayor población de flamencos de Europa, una
importante presencia de toros bravos y por supuesto sus famosos caballos blancos,
conocidos como caballos blancos del mar. Mª Ángeles Díaz
Notas:
1,2,3: René
Guénon. Estudios sobre la Masonería y el
Compañerazgo. Cap. IV, "El Compañerazgo y los Gitanos".
4,5,6: Frédérick
Tristan. Las Tribulaciones heroicas de
Balthasar Kober. Edhasa 1986.