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martes, 1 de marzo de 2016

Regreso a Andros

Isla de Andros, hermita en el mar y faro.

Mientras en la lluviosa madrugada del 10 de Enero de 2010, de pie, sobre la cubierta de popa del Penélope, me alejaba de Atenas, pensaba que esa estampa brumosa del puerto de el Pireo, en realidad era muchísimo más clara que la que pude ver la primera vez que vine hasta aquí, para embarcar rumbo a Andros; a pesar de que entonces lo hice bajo la luminosa aurora del mes de Agosto.
Los que me han seguido en el relato desde aquel momento comprenderán que después de lo vivido y conocido, en el transcurso de esta aventura intelectual, no vea las cosas de igual modo y que ahora tenga una apreciación distinta sobre este marco geográfico que conforman las islas Cícladas, entre las que navego. 

Esto no se debe exclusivamente al hecho de estar más familiarizada con esta belleza natural, presentida desde siempre, sino a que en este tiempo he desarrollado posibilidades ignotas que portaba en mi interior, y en especial he hecho un viaje por la memoria, siendo estos espacios geográficos y los personajes que en ellos hicieron su periplo vital, los resortes que la han despertado. 

En realidad, y sin pretenderlo, iba buscando una estela conformada por una cadena de pensamiento al que me siento totalmente adherida, siguiendo así una intuición señalada desde siempre por mi propio ángel y por la sutil melodía que un día escuché por primera vez en las palabras de Federico González Frías acerca de nuestra Tradición Hermética y de su «largo pasado». Era un discurso donde la belleza y una coherencia irrebatible me abrieron la puerta a la lógica analógica del símbolo a través del cual se tenía acceso a espacios desconocidos, nuevas perspectivas y niveles de la propia realidad. En verdad fue entonces cuando en verdad comenzó esta aventura intelectual por los espacios del alma. "Viaje Mágico-Hermético a Andros, una aventura intelectual"  Mª Ángeles Díaz. Editorial Symbolos.

martes, 31 de mayo de 2011

La Liebre, Símbolo de Generación y Vigilancia


Niño con liebre. Museo Arqueológico de Cabra. Córdoba. España


A menudo en los museos arqueológicos nos encontramos con estatuas de la época romana donde aparecen niños portando una liebre o un conejito en sus brazos. Yo las recuerdo de mis últimos viajes a Florencia, Atenas o a la Córdoba andaluza, aunque las he visto también en otros lugares que ahora no puedo precisar. La descripción que se da de todas ellas suele decir:
“Niño/a con liebre” o “Niña/o con animalito”
Luego anotan el material en que está hecho, la época y su procedencia, pero en definitiva se dejan siempre lo más interesante, su simbolismo y con ello el espíritu que creó estas piezas. Eso es un signo de estos tiempos en los que suele haber más información que nunca sobre las cosas, pero a la vez mayor desconocimiento de lo esencial de ellas. En especial esto sucede con el arte tradicional dado que la mayoría ha perdido la llave para obtener sobre él una perspectiva acorde a la naturaleza de su esencia.

Obtener esa perspectiva requiere una educación especial que el mundo moderno, en general, ya no puede ofrecer. Los hay que alcanzan a vislumbrar la alegoría, que confunden con el simbolismo, de ahí que para algunos poseer la mirada que da la Ciencia Sagrada (Simbología), sea el más valioso de los tesoros, puesto que se está en condiciones de reconocer que la obra de arte tradicional no alude sólo a un pasado histórico y a un modo literal o estético de entender la vida, sino que ésta emite una enseñanza atemporal que está referida a nosotros mismos, a nuestra realidad más profunda, y ese es su valor más alto, del que derivan jerárquicamente los demás.


La escritura del dios en la liebre
La liebre (como el conejo), representa en su propia naturaleza la idea de la fecundidad permanente, asociada tanto a la generación animal como a la generación intelectual, ya que son análogas; pues este animal no sólo queda fecundado en la primera cópula, sino que además no deja de ovular, retiene los espermatozoides y puede desarrollar dos gestaciones diferentes a la vez, en tiempos distintos. Su exaltación de la vida hace que sea el único animal donde no se da el aborto, ya que su organismo absorbe físicamente los embriones que por alguna causa no son viables.

Para los escultores y artistas tradicionales, conocedores de las leyes y el lenguaje sagrado de la Naturaleza, este hecho no podía pasar inadvertido, por eso cuando esculpían la figura de un niño, muchas veces lo acompañaban conscientemente de este animalito donde se expresa una energía benefactora y protectora de la infancia.



Niña con liebre. Expuesta en el aeropuerto de Atenas. El original pertenece al templo de Artemisa, diosa de los animales


Entre los símbolos grecorromanos la liebre es uno de los atributos de Artemisa, la diosa de los animales, es decir su protectora, la que los entiende y conoce su lenguaje así como el lugar que este animalito ocupa en el mandala de la existencia.

Horapolo del Nilo, que fue el último sacerdote egipcio, dice en su Hyeroglyphica (aquel famoso manuscrito que Cristóforo Buondelmonte encontró en la isla de Andros), que la liebre es para los antiguos egipcios el jeroglífico con el que expresan la idea de apertura, de estar alerta o despiertos y no dormidos.

Dice Horapolo:


"Cuando quieren significar 'apertura' pintan una liebre, porque este animal tiene siempre los ojos abiertos"
Esta es precisamente la idea representada por Andrea Mantegna en su obra “La Oración en el Huerto”. En este cuadro el pintor nos presenta a Cristo enseñando junto a sus discípulos Pedro, Santiago y Juan, que aparecen adormecidos. En esta pintura aparece un pequeño bestiario: el buitre en un árbol, las cigüeñas en la tierra y junto a Cristo la liebre, en una clara significación de alertar acerca de la necesidad de estar atentos y vigilantes.

Justamente el evangelio de Mateo, fuente en la que se inspira Mantegna para dicha pintura, pone en boca de Cristo la siguiente afirmación:


"Velad o orad para no caer en tentación" (Mat. 26,41).
Andrea Mantegna. La Oración en el Huerto. Obra depositada en la National Gallery de Londres.

La tentación del error constante. Así pues, la liebre que aparece junto a Cristo alude a la idea de vigilancia y de alerta frente al peligro de quedar atrapado por el sueño y la ignorancia, que en la pintura de Mantegna embarga a los discípulos del maestro Jesús. Aquellos que habiendo sido fecundados por sus palabras olvidan sus enseñanzas, porque no las reiteran, o sea, no las hacen vivas permanentemente. Tal cual lo expresa la liebre constantemente engendrada. Núria




Andrea Mantegna. La Oración en el Huerto.  Detalle donde se ve a los discípulos dormidos junto a las liebres indicándose la necesidad, en cuanto a las enseñanzas de Cristo, de permanecer alerta para no distorsionarlas ni olvidarlas.

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domingo, 14 de febrero de 2010

Un tramo del Viaje

Una mañana de Enero del 2010. Secuencia del viaje a Papachrantou, uno de los monasterios de la isla de Andros donde enseñó el neo platónico Miguel Pselos en el siglo XI.

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"Es conocido que Ficino emprendió la traducción del griego al latín, empezando por el Corpus Hermeticum, -reunido por M. Psellos en s. XI- que comprende: Poimandrés, Asklepios, Oráculos Caldeos, e Himnos Orficos. Después de esto se dio lugar a la interpretación hermética del Corpus platónico y neoplatónico, con la traducción y comentarios de los Diálogos de Platón como Banquete, Fedro, Parménides, Apología, República, Leyes; así como de textos neoplatónicos, herméticos y cristianos, de Proclo, Porfirio, Jámblico y Plotino, de S. Pablo y de Dionisio Areopagita, Hermias, Sinesio, Alcínoo o Psellos". Seguir lectura

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viernes, 15 de enero de 2010

El Hermes de Andros

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EL Hermes de la Isla de Andros se encontró en Paleopolis, ciudad cercana al mar y se expone en el Museo Arqueológico de Andros, al que agradezco el haberme permitido realizar estas fotos. Después de que se descubriese esta figura en una tumba de esta isla, el nombre genérico de este tipo de representaciones del dios pasó a llamarse: Hermes Andros-Farnesio.







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domingo, 11 de octubre de 2009

Viaje de los Hieroglyphica. De Andros a la Toscana (Florencia)



Sexta y Séptima Etapa



Me encuentro en la ciudad de Florencia, sin duda el escenario ideal para concluir mi relato sobre Hieroglyphica, el pequeño tratado de Horapolo del Nilo conteniendo las claves con las que penetrar en el lenguaje sagrado del sacerdocio egipcio. Una obra que permaneció desaparecida hasta el siglo XV, cuando un navegante erudito, Cristóforo Buondelmonte, compra el manuscrito en Andros, la “isla verde” del Egeo, trayéndolo hasta esta ciudad donde lo recibirá Marsilio Ficino.

La evocación sonora de “Isla Verde” despertó en mí la remembranza de una geografía mítica, pues es uno de los nombres que recibe la mágica ciudad celeste, a la que se llega a través de un viaje por espacios y tiempos distintos donde se liga con otros estados más sutiles de uno mismo.

“La utopía supone un viaje, imagen de la aventura del Conocimiento. Se trata de descubrir un nuevo mundo, otra realidad distinta a la anterior. Este cambio implica una transmutación, o sea la adaptación a otra forma de vida propia del Hombre Nuevo. Cuando se descubre que la Utopía hermética es real, es que comienza a encarnarse en verdad. El viaje ha llegado a su fin, se ha descubierto la isla. Sólo falta un segundo tramo, la exploración de su territorio, el asombro de las buenas nuevas, la necesidad de seguir conociendo.”
Por ello es que de pronto al oír el nombre de “isla verde” asociado a Andros lo consideré una señal a seguir y un enigma a resolver aquellas preguntas que Federico González, autor de la sintética cita anterior, había dejado pendiendo de un hilo que como el de Ariadna me dio la estrategia para afrontar la pesquisa:

“¿Quién es Cristóforo Buondelmonte que la compra en la isla de Andros en 1416 y la lleva a Florencia?
¿Por qué en esa isla?
Muchas cosas llamativas se entretejen en el Renacimiento, de tipo mágico-hermético, en relación con Marsilio Ficino y sus compañeros de la ciudad celeste, como proyección hacia el futuro de la antigüedad clásica y de su antecedente cultural, la civilización egipcia.”
Dejo para otra ocasión contar una anécdota sorprendente que me sucedió durante el regreso en el Ferry de Andros a El Pireo, el puerto de Atenas. El hecho está relacionado con Stela y Nelson, los compañeros argentinos con los que hice el trayecto de ida y vuelta por las aguas del Egeo, y con la poetisa Safo, llamada por Platón nada menos que “la décima musa” y cuya vida transcurrió en las islas griegas entre los siglos VII y VI a. C., la cual curiosamente tuvo por marido a un hombre de Andros.

La importancia del manuscrito de Horapolo me obliga, en esta ocasión, a centrar la atención sobre él, pues se trata de un texto excepcional donde están contenidas ciertas notaciones que desvelan la profundidad y complejidad de la lengua sagrada del sacerdocio egipcio y nos lleva a consideraciones muy íntimas con las palabras.

Aquí, en la ciudad del Arno, cuando Ficino, el mayor impulsor del Renacimiento, recibe el pequeño tratado del siglo V (que como dije en la primera etapa de este viaje, es una traducción griega realizada por un tal Felipe, quien se basa en una obra mucho más antigua escrita en copto), enseguida comprende que está ante un texto de un valor fundamental, puesto que es un libro completo, no fragmentado y por tanto único en su género, escrito por Horapolo, nombre que identifica con Horus y Apolo, las dos divinidades solares de Egipto y Grecia, lo que significa que bajo ese nombre hay una escuela o entidad filosófica.

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El tratado de Horapolo, no contiene imágenes, sino 189 descripciones de imágenes, y en él se exponen de forma muy concreta los conceptos que traducen el sentido misterioso de la escritura sagrada que tenían los antiguos egipcios. Es la escritura que conocemos como jeroglífica nombre que procede del título del libro de Horapolo, o sea: Hieroglyphica.

Otros autores, cuyas obras no han sido nunca halladas y sólo aparecen citadas en las de otros autores, también realizaron trabajos del estilo de los Hieroglyphica de Horapolo, sus nombres son Manetho, Bolos de Mende, Apión y Cairemón (de este último tenemos un título: “Escritura Simbólica de los Antiguos Egipcios”).

En estas 189 descripciones (divididas en dos partes, dicen que posiblemente la unión de dos manuscritos) Horapolo explica qué quieren decir los sacerdotes egipcios cuando pintan un halcón, una serpiente alada, un pebetero ardiendo, dos pies juntos, un ibis, un corazón suspendido de una tráquea…


También explica Horapolo en su tratado cuáles son los jeroglíficos con los que escriben conceptos como eternidad, alma, tiempo, amor, corazón, universo, año, año en curso, placer, unión sexual, educación, letras egipcias, escriba sagrado, magistratura, juez, pureza, bondad, hombría, conocimiento, gratitud, hombre todavía no formado, impío, miembro viril de un hombre, matrimonio, unigénito, hijo, falta de voz, rey muy poderoso, Señor del mundo, Todopoderoso, Egipto, hombre que no viaja, origen antiguo, alma que pasa un largo tiempo en la tierra, lo imposible, una estrella, la luna, astrónomo, hombre que conoce los fenómenos celestes, viento, fuego, hombre vencido por inferiores, hombre que vence a su enemigo, mujer embarazada, hombre que tiene relación sexual con su mujer, mujer que aborta, mujer que amamanta y cría, mujer que ha dado a luz una sola vez, hombre fecundo, enfermedad, hombre que se cura a sí mismo según la respuesta del oráculo, hombre que prevé su sepultura, hombre que nace al principio amorfo…

He dejado aquí esta muestra pues considero que la estricta relación de estos conceptos es todo un viaje intelectual y de evocación que sugiere muchas ideas.


Una mirada atenta al libro de Horapolo y quedan fuera de juego todas las opiniones que pudieran considerar los jeroglíficos egipcios un lenguaje en ciernes, o sin desarrollar. Muy al contrario, uno se da cuenta de la amplitud de esta lengua sagrada cuyo poder de evocación nos conduce de lo concreto a lo múltiple y de lo diverso a lo sintético, desplegando su comprensión varios niveles de lectura.

Si ponemos en orden ciertos datos históricos que tienen que ver con los representantes de la Filosofía Perenne, vemos que tanto Platón, Cicerón, Plinio, Plutarco y otros, enseñan que la lengua se origina entre el sacerdocio egipcio, quien la inventa como soporte para la remembranza, y comentan que los griegos más sabios y eruditos acudían a la tierra de Egipto para aprenderla.

Por consiguiente el tratado de Horapolo es fundamental para penetrar adecuadamente en su estructura, que por otro lado es análoga a la de otras lenguas también sagradas, como lo demuestra el que los jeroglíficos Mayas y Aztecas fueran interpretados por Diego Valadés a partir de compararlos con las descripciones de Horapolo. Así llegó este fraile a hacer del calendario azteca un método del arte de la memoria.

Me doy cuenta de que restituir el significado esencial de una lengua sagrada dentro de nosotros, es decir “comprenderla”, no es sino recuperar la propia herencia intelectual-espiritual contenida en ella. Sagrado no en el sentido religioso, que es el que siempre se está inclinado a imaginar, sino en el verdadero, el sentido intelectual que es aquella perspectiva que nos muestra los distintos planos de la realidad y nos enseña a distinguirlos y jerarquizarlos dentro y fuera de nosotros.

Los niveles en que está redactada una lengua sagrada, son cuatro: lectura literal, lectura alegórica, lectura esencial o sintética y lectura arquetípica. Que se corresponde en distintas cosmogonías con el estado profano, el de aprendiz, compañero y maestro, respectivamente.

Ahí donde los iniciados y sacerdotes saben ver el sentido metafísico y trascendente de un símbolo, o un jeroglífico, otros leen reglas morales, normas jurídicas, costumbres o dataciones que les sirven perfectamente para ordenar la vida social y la cotidiana.

Herodoto es muy claro al precisar que,

“hay entre los egipcios dos clases de escritura, una sagrada y otra popular, la primera es la hieroglifica, se trata de la lengua que viene de Thot a quien el divino Platón denomina Padre de las letras.”


Ficino, el depositario y divulgador del manuscrito de Horapolo, también conocía por Plotino, a quien traduce, y por otros escritos, que los egipcios en lugar de utilizar en su escritura el argumento discursivo, habían descubierto el medio de plasmar conceptos mediante imágenes.

Escribe Ficino:

“Los sacerdotes egipcios al querer traducir los misterios divinos, no utilizaban los pequeños signos del alfabeto, sino figuras completas de hierbas, de árboles, de animales; ya que Dios no posee el conocimiento de las cosas como un discurso múltiple que a ellas se refiera, sino como una forma simple y estable (…) copias de las ideas divinas en las cosas".

La estructura de la obra de Horapolo es clara y precisa. En primer lugar expone, de forma titular, la idea que quiere explicar y a continuación indica cual es el jeroglífico con el que los egipcios escriben el concepto, dando las razones de que sea así. Por ejemplo, dice Horapolo:

“Cómo representan coraje.
Cuando quieren expresar coraje pintan un león; pues este animal tiene la cabeza grande, las pupilas como el fuego, la cara redonda y en torno a ella cabellos semejantes a rayos como imitación del sol, por lo cual también ponen leones en el trono de Horus, mostrando referido al dios el símbolo del Animal. Horus es el sol porque domina sobre la horas”.
Sin embargo, no es tan simple como parece a priori y algunos incluso no sobrepasando el nivel literal se han adelantado a calificar el tratado de Horapolo de obra pueril. Contrariamente a esa opinión la escritura jeroglífica es de una gran complejidad y está llena de recursos que se encadenan unos a los otros de forma sorpresiva. Una idea la da el saber que la figura del león también se usa para describir otros conceptos, incluso sin relación aparente, por ejemplo: fuerza física, guardián, temible o crecida del Nilo, y así sucede con diversas figuras jeroglíficas.

Sigue Horapolo:

“Cuando quieren expresar fuerza física pintan la parte delantera de un león, porque son los miembros más vigorosos de su cuerpo”
“Para escribir vigilante, y también guardián, pintan una cabeza de león, pues el león tiene cerrados los ojos mientras está despierto y en cambio cuando está dormido los tiene abiertos, lo que es señal de vigilancia. Por este motivo junto a las cerraduras de los templos se ponen leones, de modo simbólico, como guardianes”
“Para expresar temible pintan el mismo signo, porque siendo este animal el más poderoso, hace temer a todos los que lo ven”.
“Para representar la crecida del Nilo pintan un león…, porque el sol, cuando está en conjunción con el león hace mayor la crecida del Nilo de modo que mientras está en este signo, a menudo se desborda el doble del agua nueva, por lo cual los antiguos maestros de las obras de los templos construyeron con forma de león los tubos de los conductos de las fuentes sagradas…”

Efectivamente las descripciones que hace Horapolo de estos jeroglíficos son figuras que se encuentran pintadas en los muros de los templos y palacios, en las paredes de las tumbas, sobre los ataúdes de las momias, en sus amuletos, en bajorrelieves y papiros. Es natural por tanto que el manuscrito de Horapolo fomentara el interés por Egipto y por su arqueología que experimentó un auge que no ha terminado, aunque esto se vio aumentado cuando surgió la imprenta, pues al principio el manuscrito sólo circuló en el entorno de Ficino.

Cuentan los cronistas de la época que la publicación del manuscrito fue un rotundo éxito editorial, con cinco ediciones, todo lo cual se vivió como una fiebre por recuperar cualquier cosa de Egipto, especialmente manuscritos y papiros.
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Vemos en su estructura que esta lengua sagrada toma en cuenta muchos elementos simbólicos, también de tipo sonoro y gestual (no es lo mismo dibujar un campo cultivado, que uno que no lo está). Tampoco está representado siempre lo evidente. Este es el caso del jeroglífico de la luna que no representa a la luna, sino una medida astronómica y de tiempo. La luna con los cuernos arriba es un mes, y hacia abajo la mitad de un mes. También puede estar indicando este jeroglífico dentro del contexto, la idea de fracción, división, ruptura. Tal vez por ello Thot, que además de donar la escritura es también medidor del tiempo, fuera considerado al principio como un dios lunar.

Existe en la composición de esta escritura lo que se llama paranomasia o juego de palabras; en ello participa su acroligia, o sea, permutación del valor numérico de los primeros sonidos (o iniciales) o el número de orden que ocupan en un texto. También cuentan las asociaciones de palabras homófonas o de semejanza fonética (sonidos similares pero que quieren decir cosas distintas) cuya interpretación debe hacerse en base  a su simbolismo fonético. Ese es el caso también de Mori: León y More: Esplendor.

Asimismo deben considerarse las repeticiones de imágenes y ante qué forma se repiten éstas. Hay jeroglíficos que se interpretan por una de estas reglas estructurales y otros, más complejos, que combinan varios procesos al mismo tiempo.

El Caballero Goulianof, misterioso autor de un opúsculo del siglo XIX (seguramente miembro de la Masonería rusa), después de estudiar el libro de Horapolo y apuntar ciertas ideas en esta dirección, llega a la conclusión de que
 “la lengua hermética, conocida con el epíteto de lengua sagrada de los egipcios, es una lengua de construcción llena de fórmulas que son representadas adecuadamente en escritura jeroglífica”.
Ilustrativo al respecto es también conocer que los egipcios para escribir boca dibujaban una serpiente, y que tanto para decir boca como serpiente empleaban un sonido casi idéntico. La razón de este ideograma es que la serpiente tiene en la boca toda su fuerza, como la palabra que sale de la boca. De ese simbolismo sonoro procede la letra S, que se pronuncia aun en nuestras lenguas de forma vibrante, evocando ese sonido la naturaleza de la serpiente.

Otro dato ilustrativo acerca de esta escritura viene dada al saber que los sacerdotes ponían a los reyes impíos e injustos un epíteto cuyo ideograma es un haba (o tal vez una alubia o frijol).

La razón subyacente es precisamente su simbolismo sonoro ya que la palabra rey se pronuncia orpco y haba orpo. A su vez el haba, que era considerada un vegetal impuro (a pesar de considerarse una legumbre saludable) se pronuncia attotbo que se relaciona con attoubo, que significa impuro, sucio, impío, profano.

Después de esto no es difícil imaginar que en este jeroglífico se encuentra el “enigma del haba” entre los pitagóricos, pues sabemos por Jámblico que éstos las detestaban y decían que preferían morir antes que comerlas o cruzar por un campo sembrado con este grano. Es evidente que estamos ante una explicación literal y profana, y que la verdadera razón de su animadversión está en su sentido simbólico. Es decir que preferían morir antes que revelar los secretos de su lengua. Mantenerlos a buen recaudo de los ignorantes y profanadores para que pudieran seguir siendo esta escritura un modo de acceder a los misterios más profundos de la cosmogonía y la teología. Efectivamente de no ser así Aristóteles no se hubiera esforzado en transmitir esta rareza contradictoria del sacerdocio egipcio.

 

Otra página que quiero destacar de Hieroglyphica es aquella donde Horapolo explica que los sacerdotes:

“Cuando quieren escribir ‘corazón’, pintan un ibis. Pues el animal está íntimamente unido a Hermes, señor de todo corazón y raciocinio, porque también el ibis, en sí mismo es semejante al corazón, sobre el cual se cuentan entre los egipcios numerosos relatos”.
Plinio, que también habló de ello señala que cuando pintaban esta ave, los egipcios significan el corazón del hombre y lo dedicaron a Mercurio, a quien tenían por presidente y gobernador de las palabras y los conceptos del corazón.

Por su parte Plutarco, en su libro “Isis y Osiris”, añade que el Ibis representa a Thot,

“que es la primera letra de su alfabeto, pues de este dios viene toda inteligencia y memoria. Ya a él estaba consagrado el lenguaje de los jeroglíficos, pues se supone que todo conocimiento real llega del corazón y vive en él. La verdadera belleza brota del corazón de los seres. El jeroglífico que expresa la bondad, la belleza, la música y la eterna juventud es Nefer. Es –ya nos lo advirtió Horapolo– un corazón del que surge la tráquea. La voz que surge del corazón de la vida, la belleza y la bondad”.
Este jeroglífico es Nefer, significa el corazón del que surge la tráquea. Tiene la forma del laúd, instrumento musical que armoniza la melodía a través de las cuerdas, igual que las cuerdas vocales llevan la voz por la garganta desde el corazón.

El mismo nombre de Egipto significa “Corazón en llamas” y para escribirlo pintaban un pebetero ardiendo y encima un corazón, indicando que así como en el corazón el sebo se abrasa continuamente, del mismo modo Egipto, por el calor, produce continuamente los seres vivos que están en sí.

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Antes he dicho algo sobre el jeróglifico de la serpiente, Horapolo lo amplía diciendo que el Uroboros es el símbolo con el que escriben eternidad.

Marsilio Ficino observa a través de esta descripción que hace Horapolo que los egipcios tienen del tiempo un concepto cíclico y que “por una suerte de revolución unen el fin con el comienzo (…) El egipcio resume todo este discurso en una figura única y estable, al pintar una serpiente alada que introduce la cola en su boca. Y lo mismo puede decirse sobre las demás figuras que describe Horapollon”.

Sigue Horapolo:

Para representar eternidad escriben un sol y una luna porque son elementos eternos. Si quieren escribir eternidad de otra forma, pintan una serpiente con la cola escondida debajo del resto del cuerpo, que los egipcios llaman ureo y en griego es basilisco”.
La Serpiente como símbolo cósmico es una idea hermética que choca con lo que habitualmente se da por sobreentendido. Pues para los sacerdotes egipcios “la serpiente es un símbolo celeste en el que sus escamas representan las estrellas del Universo, cada año quitándose la piel vieja se desnuda como el año en el universo. Cambiándose se rejuvenece. El que la serpiente use su propio cuerpo como alimento indica que todo cuando se produce en el Universo por la providencia divina también tiende a resolverse a sí mismo”.



Para Athanasius Kircher el sistema de la escritura jeroglífica es sublime, la cual mediante un encadenamiento ingenioso de símbolos propone de un solo golpe de vista a la inteligencia comprender cuestiones que tienen que ver con lo divino y el mundo trascendente. Exactamente dice:

“...son ciertamente una escritura, pero no la escritura que se compone de letras, palabras y determinadas partes del discurso que utilizamos habitualmente. Son una escritura mucho más excelente, sublime y próxima a las abstracciones, la cual, mediante un encadenamiento ingenioso de símbolos y su equivalencia, propone de un solo golpe a la inteligencia del sabio un razonamiento completo, elevadas nociones o algún insigne misterio escondido en el seno de la naturaleza”.
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A los humanistas y neoplatónicos que a diferentes niveles se impregnaron de un auge renovador, que paradójicamente había nacido de volver la vista al pasado, en este caso sintiéndose herederos directos de las enseñanzas egipcias reveladas por el último sacerdote del templo de Isis y Osiris, se les abrió un mundo de formas expresivas, es decir, un nuevo lenguaje ideogramático con el que expresar lo inexpresable, y por tanto muy superior al lenguaje discursivo, sujeto como está a normas gramaticales y fonéticas, incluso de gustos, modas o estilos, todo ello propicio a degenerar en simple retórica.

Durero, Alciato, Cesare, Piero Valeriano, Jhon Dee, Michael Maier, Robert Fludd, Alberti, Boticelli, Tiziano o el Bosco son los más representativos de todos aquellos que ponen imágenes, es decir dibujos, a las descripciones de Horapolo. Aunque unos lo hacen de forma sistemática y otros tomen alguna de las 189 representaciones simbólicas, todos se sirvieron de los códigos simbólicos que descifraban a la luz de las interpretaciones del Hermetismo vertidas por Platón y la escuela de Ficino, siendo así como asumen y transmiten la herencia de la sabiduría egipcia.

Los ideogramas que se ven en esta entrada pertenecen la mayoría, a uno de los manuscritos que se realizaron ilustrando las imágenes descritas por Horapolo en su Hieroglyphica. Concretamente este que yo he manejado es una edición de 1599, con el texto escrito en griego y latín. Aunque también he visto el que utiliza Jesús María González de Zárate en su edición castellana. Ambos tienen imágenes muy similares, como es natural, pues tratan de dibujar lo que describe el texto de Horapolo.

Nace así la Emblemática, constituyéndose las imágenes simbólicas -cargadas de sentido- en pequeños tratados de memoria. Con ello el lenguaje alquímico encuentra su forma de expresar los procesos de la transmutación. Pues como acuñarán: “La alquimia imita a la naturaleza en su forma de operar”.

Michael Maier, creador de la obra más representativa, o en todo caso más conocida de la Alquimia, compondrá un libro de ideogramas titulado: "Atalanta Fugiens", que consta de un lema, un epigrama y una partitura musical, o sea que añade al texto y la imagen una musicalidad, dando origen así a los actuales modelos audiovisuales.

Maier se declara amigo de la Orden Rosacruz y opina que los mitos egipcios y griegos son alegorías del trabajo alquímico. Los emblemas creados para "Atalanta Fugiens" ilustran un acápite de las "Metamorfosis" de Ovidio, donde se narra al modo de los griegos las aventuras del alma en pos del Conocimiento. Estos emblemas empleados por los alquimistas constituyen un discurso propio de la Ciencia Sagrada, criptogramático y entretejido de analogías y correspondencias que el lector debe ir conjugando para alcanzar a comprender su significado. Desde otro punto de vista, que no se opone, son obras de una preciosa composición artística e innovadora. Algo que le ocurre al árbol cuando toma de la raíz la fuerza para dar a luz las ramas nuevas. Un símbolo que le vendría muy bien recordar al mundo moderno cuyas sociedades avanzadas e informatizadas son las más desarraigadas de la verdadera intelectualidad de toda la historia humana. Núria.
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Séptima Etapa


aseo por estas calles de viejos adoquines de la Florencia Medieval: San Maniato al Monte, la Santa Croce, la tricónica Santa María del Fiore con la famosa cúpula de Brunelleschi (donde en la pared izquierda de la nave central está retratado Dante en una pintura famosa de Domenico de Michelino, y en la otra pared, enfrente del mismo, un busto de Marsilio Ficino debido al escultor A. Ferrucci), la iglesia de la Santissima Annunciata, Santa María Novella (donde también figuran Ficino, Landino y Poliziano en una pintura de Ghirlandaio)…, preciosas joyas arquitectónicas realizadas con bloques marmóreos blancos de Carrara entremezclados a franjas, con otros verdes, procedentes de Prato, ciudades ambas de la dulce Toscana. De sus montañas se ha extraído parte de la historia artística tanto escultórica como arquitectónica de esta ciudad florentina, y también de Siena, incluso del resto de Italia y de Europa.

Mosaico donde aparece Hermes Trismegisto con Moisés y la Sibila. Duomo de Siena

Precisamente en la catedral de Siena, que algunos consideran la culminación arquitectónica del periodo gótico italiano (estilo diferente al de otros países de Europa), se encuentran los pavimentos marmóreos más impresionantes que seguramente habrá hecho mano humana, entre ellos el famoso mosaico tantas veces reproducido donde se ve a Hermes Trismegisto junto a Moisés y la Sibila. Este pavimento se encuentra a la entrada de la nave principal, junto a la pila bautismal. Es el primero de una serie de 35 mosaicos admirablemente trabajados con la técnica de la incrustación del mármol y cuya factura llega incluso al detalle más delicado, como la realización de puntillas y encajes en los vestidos realizados a base de incrustar piezas menudísimas de mármol de distintas tonalidades, creando así una filigrana de pliegues y adornos en la ropa. Beccafumi fue el inventor de esta técnica, entre 1517-1546, aunque hicieron falta casi dos siglos reuniendo a los mejores artistas italianos, para terminar su proyecto.

Las montañas de la Toscana en la actualidad siguen siendo enormes canteras marmóreas. Son montes rocosos que aparecen a la vista del viajero blanquísimos entre los verdes cipreses increíblemente arquitectónicos, hermosos, altos y esbeltos, esculpidos como si fueran columnas corintias por su delicadeza. Verdaderamente los cipressino son el horizonte que corona el paisaje de la Toscana, maravilloso y teñido de dorado en el trayecto que hago de Florencia hasta Siena, a sólo 50 kilómetros en coche.


Los "Cipressino", Pienza (Siena) Foto Paolo Busato

De nuevo en Florencia, me resulta completamente mágico y fuertemente atractivo caminar por esta ciudad de la Toscana por la que fluye apaciblemente el río Arno, e ir pensando que durante una época Florencia (cuyo nombre precisamente significa “La destinada a florecer”) fue el centro intelectual más importante desde el cual “saltó la chispa” que incendiaría el resto de Europa y que provocaría un resurgir de la Tradición Primordial, al heredar su escuela platónica la antigua sabiduría, tanto filosófica como teúrgica y del esoterismo cabalístico y cristiano, asimilando sus impulsores las corrientes llegadas de Bizancio, pues como todos los grandes iniciados Marsilio Ficino supo ver en ellas distintas formas de expresión de una misma Sabiduría, donde la Belleza es considerada un reflejo de lo Verdadero. A ese movimiento sísmico e intelectual se llamó Renacimiento justamente porque todo renació de nuevo.
Entrada a Villa Careggi

A la puerta de entrada de Villa Careggi, la propiedad donde los Medici crearon la Academia platónica que dirige Ficino, trato de imaginar los carruajes cruzando entre las dos estatuas de leones que la flanquean. En ellos llegaría Cristóforo Buondelmonte con el manuscrito de Horapolo, o Pico de la Mirándola, Angelo Poliziano, Cristóforo Landino, y claro está el propio Marsilio Ficino, el representante más destacado de esa corriente, quien logró la síntesis entre el cristianismo con la filosofía de Platón y Hermes Trismegisto.

Aquí, en este preciso espacio geográfico en el que me encuentro, Ficino, rodeado de un nutrido grupo de intelectuales, sabios y metafísicos, artistas, astrónomos y artesanos, laicos o pertenecientes a la iglesia, recogía todos los documentos que llegaban, los traducían, conservaban y difundían sus saberes.

Durante estos días y viendo las representaciones pictóricas y los retratos o esculturas de muchos de ellos expuestos principalmente en la Galería de los Uffizi, no puedo dejar de pensar en otro personaje insigne dentro de la cadena iniciática, Gemisto Pletón (que figura, junto con todo el resto ya nombrado y muchos más, en la galería de retratos de los Uffizi) quien llegó a Florencia, acompañado de su discípulo el cardenal Bessarión, en el año 1439 procedente de Constantinopla para dar una conferencia, pues se celebraba aquí un concilio muy importante. Dicen que las charlas que dio Gemisto Pletón en esta ciudad calaron muy hondo y fue su calor el que impulsó que se formara la Academia. A él se debe que más tarde Ficino tradujese algunos libros, como el "Corpus Hermeticum", que siglos antes había recopilado el también bizantino Miguel Pselos, otro túmulo de Hermes en este viaje histórico-simbólico.

Ponte Vechio

Sin embargo, no podemos olvidar que para ese entonces Florencia era ya la ciudad de Dante, cabeza de la organización iniciática “Los Fieles de Amor”, hombres de gran ardor guerrero y poético. Ellos ya habían cruzado muchas veces el Ponte Vechio por donde un día pasó también Beatriz para enamorarnos a todos el alma de la Belleza que Dante experimentó al verla. Un escenario y un puente bajo el que sigue pasando el río Arno sobre el que da la ventana de mi habitación. Sin duda estos días pasarán a ser inolvidables para mí, en el auténtico sentido de la palabra. En efecto, no los podré olvidar como tampoco olvidaré los días pasados en la verde isla de Andros. En ambos lugares la Memoria se ha hecho presente en mí, y quieran sus hijas, las veneradas Musas, se retenga por siempre en mi alma. Núria.


Desde mi ventana el río Arno y las doradas colinas de Florencia, bajo un cielo de turquesa.
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Texto y fotos Núria, blogger de "Desde Mi Ventana"

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jueves, 3 de septiembre de 2009

La Fiesta de Dioniso en Andros

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Cuarta Etapa

ndros no es una isla cualquiera sino una tierra bendecida por la Diosa Naturaleza. En las anteriores etapas de este viaje he mencionado ya su frondosidad, sus fuentes medicinales y los ríos de vino que antaño la recorrían. Dato que aunque nos sorprenda lo proporcionan distintos autores.

Walter F. Otto quien recoge en su libro “Dioniso. Mito y Culto” varios milagros producidos en algunas de estas islas y pueblos griegos como Teos, Eubea, Naxos…cita distintas fuentes clásicas que relatan que aquí en Andros, “el cinco de enero manaba vino del templo de Dioniso y seguía haciéndolo siete días seguidos. Si se recogía, se convertía en agua en cuanto su portador se alejaba del santuario”.

F. Otto continúa:

“Pausanías, que narra este mismo acontecimiento, añade que la fiesta sólo se celebra cada dos años, es decir, que pertenecía a la categoría de las fiestas “trietéricas”. Sin duda hemos de reconocer aquí una de las fiestas epifánicas invernales más relevantes de Dioniso, que nos permite apreciar la clase de milagros que acompañaban la irrupción del dios”.

Otros de estos relatos mencionan que se probaba al dios poniendo cuencos vacíos y sellados que misteriosamente luego aparecían llenos de vino y que esto “debió de producirse por primera vez con ocasión de la boda de Dioniso con Ariadna".


Tiziano. “Fiesta de Dioniso en Andros” (Museo del Prado. Madrid)
La maduración de una cepa en un solo día es otro de los milagros que cuentan que ocurría durante los misterios dionisíacos los que hay que poner en relación con los misterios de Deméter en Eleusis, donde una espiga maduraba en una sola noche. O con otros relacionados con los indios navajos de los que se cuenta el verdear de una planta entre la media noche y la salida del sol.
Nada sorprende entonces que todas estas características naturales que tiene Andros de exaltación y belleza hicieran de la isla una imagen del Jardín del Paraíso. Precisamente el nombre de “Isla Verde” con que se designa popularmente a Andros es un término que la Tradición esotérica o sapiencial de distintos pueblos ha dado a ese espacio mítico e interior, tal como lo expone Sahaquiel, un buen amigo de este blog, en un comentario a este viaje a Andros “en los relatos visionarios islámicos se suele hablar de la "Isla Verde en el Mar Blanco", ubicada en un lugar que escapa a la cartografía terrestre porque pertenece al ‘Octavo Clima’, al ‘Mundus Imaginalis’ ”
También en Irlanda hay una tradición que alude igualmente a la “Isla Verde” como forma de referirse a ese lugar sin ubicación geográfica, un territorio del alma humana no sólo imaginado en un sentido ilusorio y romántico, sino como una utopía o un espacio posible de alcanzar. Como lo dice precisa y sintéticamente Federico González en su libro “Las Utopías Renacentistas”, obra de cuyas páginas surge este “Viaje Mágico Hermético a Andros”, en el transcurso del cual se ha podido reconocer la importancia de los hallazgos reunidos de lo disperso.
Dice Federico que la intención de estas ideas utópicas en la literatura tradicional es siempre la de “manifestar posibilidades ocultas para el género humano en estado profano y transmitir conocimientos y sugerir mundos y realidades no conocidas por los seres corrientes. Estos mundos o planos ignorados para las personas ordinarias, pero absolutamente reales para aquellos que los han experimentado…” Muchas tradiciones, como la hindú, la china, etc., aluden a ciertas islas como un estado del alma al que se accede a través de esos mundos, o planos de realidad. Y que aún siendo ilocalizable en el espacio hace que aquel que busque ese estado no descanse en su viaje en pos de su “Isla Verde”, la patria de Venus a la que se accede por el Amor al Conocimiento.
Andros es una isla consagrada a Dioniso, un dios de la Fuerza de la Naturaleza, del vino y del éxtasis que éste procura al hombre, pues a decir de Hesiodo es el vino un fermento que la gracia del cielo dona a los hombres. Sin embargo este vino y la embriaguez que procura Dioniso tiene asimismo otras connotaciones mucho más allá de la simple borrachera, aliada momentánea al concedernos sus vapores un respiro para que olvidemos nuestros pesares.
La ebriedad que viene de Dioniso, en cambio, es la ese Amor al Conocimiento, una energía cuyos efectos han sido desde siempre comparados con la sensación de alegría y felicidad que siente el corazón enamorado cuando está junto a su amor. Todo ello hace que veamos como algo natural que cuando entre los años 1505 y 1525, Tiziano pintara para el gabinete de estudio de los duques de Ferrara la historia de Amor entre Ariadna y Dioniso, escogiera como escenario de su obra esta isla de Andros, porque es evidente que no podría encontrar mejor lugar que ella para ilustrar esa historia mitológica y hermética, donde la Naturaleza había puesto un templo al dios.
Seguramente cuando Tiziano pinta el cuadro “Fiesta de Dioniso en Andros” seguido de “Dioniso y Ariadna” y el “Ofrenda a Venus”, tenía claro que estaba pintando una imagen congelada de un hecho eterno, donde lo que interesa resaltar es la idea del amor entre la pareja como símbolo de la fuerza de la vida. El pintor, llamado por sus dotes artísticas “el sol entre las estrellas”, introduce un enigma en la pintura que las muchachas recostadas en el suelo tratan de descifrar: “Quien bebe y no vuelve a beber, no sabe lo que es beber”, en clara alusión a la tradición de los Hyeroglyphica y los enigmas que habían sido introducidos en Europa desde Egipto a través del manuscrito de Horapolo, hallado en esta isla por Cristóforo Buondelmonte, el ya conocido cartógrafo del Egeo.
Pero para situar correctamente la escena del cuadro de Tiziano, “Fiesta de Dioniso en Andros” (ilustrando este post), y comprender su simbolismo se hace necesario recordar ciertos rasgos de este mito, incluyendo sus distintas versiones ya que todas ellas son verdaderas aun siendo contradictorias, pues corresponden a diferentes niveles de lectura por ello lo interesante del mito, del rito y del símbolo es verlos en simultaneidad. Continuará. Núria.
DESDE MI VENTANA hacia los mares de un mundo simultáneo

Primera Etapa: Andros, la "Isla Verde"
Quinta Etapa: Dioniso y Ariadna

miércoles, 12 de agosto de 2009

Cristóforo Buondelmonte. Cartógrafo del Egeo.


Segunda Etapa

iajo en la cubierta del “Blue Star Superferry”, en la parte de proa, a estribor. Mientras abandonamos el puerto del Pireo, rumbo a Andros, descubro que verdaderamente las del Egeo son aguas de color turquesa. Uno siente que desea probarlas, saborearlas en los labios. No me extraña nada que Venus naciera de la espuma de las olas. Estas aguas son la belleza de la Naturaleza acuosa brillando bajo los rayos del astro rey.
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Todos los destinos contienen muchos viajes, en el trayecto, como en un juego de naipes sagrado, todas las posibilidades están contenidas y siempre se encuentran analogías y enseñanzas para jugar la gran partida, el viaje de nuestra vida. Nicolás de Cusa en “De la Docta Ignorancia”, dice que la posibilidad es la materia del Universo y añade que “los antiguos se ocuparon abundantemente de la posibilidad, y su opinión unánime era que nada sale de la nada; por eso, afirmaron que existía una posibilidad absoluta de ser todas las cosas y que esa posibilidad era eterna y creían que todo estaba encerrado de modo absoluto en esa posibilidad” (…) añade que como la posibilidad carece de forma, los platónicos la llamaron “carencia”; y esa carencia es lo que lleva a orientar el deseo de conocer y la oportunidad de modelar nuestra alma como si se tratara de plastilina en las manos de un artista.
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Federico González en su tratado “Las Utopias Renacentistas” es igualmente claro cuando puntualiza: “El hombre lleva en sí el ansia de ampliar sus horizontes, lo que equivale en el exterior al viaje a la novedad de otras tierras. Arriesgar su vida en ello, se juega entero. Pero no sabe que está simbolizando lo que es la mayor apetencia del alma: el conocerse a sí mismo, es decir, la aventura del viaje interior inmensamente más rica que cualquier Eldorado”
....En realidad la partida que me ha tocado jugar en este viaje y hacia la que está orientado mi interés está relacionada con Cristóforo Buondelmonte y con el manuscrito de los “Hyeroglyphica de Horapolo del Nilo” escrito en el siglo V y rescatado por Buondelmonte en 1.416 en Andros, la isla verde del archipiélago de las Cícladas en el Egeo hacia la que me dirijo. Me muevo hacia ella siguiendo la senda de mi destino y una pista de Federico González que señala esta isla como un centro importante de difusión de la Tradición Hermética, esperando recrear en mi memoria algo de lo aprendido, intuido y soñado.
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Stela y su nieto Nelson, a los que conocí en el hotel de Atenas, me han contado en el trayecto desde allí al Pireo que Andros se encuentra al sur de la famosa y extensa isla de Eubea, en dicho conjunto de islas llamadas Cícladas, siendo Andros la segunda en dimensiones, después de Naxos. También me dicen que es una isla excepcional y muy diferente a todas las demás, pues tiene grandes saltos de agua, ríos y fuentes medicinales y sus acantilados son tremendamente escarpados. Se conoce como la “isla verde” porque su tupida vegetación la distingue de las demás haciéndola aparecer como una esmeralda en el intenso mar turquesa.
Añaden que bajo la superficie de Andros existen paredones de corales de 6000 pies de profundidad y que al bucear se descubre un laberinto de cavernas que se conectan entre ellas y con la superficie produciendo lo que llaman “Hoyos azules en Tierra”, expresando la emoción que produce sumergirse en uno de ellos y explorarlo hasta alguna caverna, donde al final desembocan.
Sin embargo, añade la mujer muy seria, hay que ser un experto buzo para introducirse en uno de los cientos de hoyos azules que tiene Andros, muchos de ellos inexplorados.


El chico amplía la información sobre Andros añadiendo que en sus aguas se produce un paso de tiburones y que es posible sumergirse hasta verlos pasar. Por lo visto es algo que permiten hacer a partir de los 12 años, algo que, está claro, al muchacho le divierte un montón tanto como la idea de adentrarse a explorar los restos de naufragios de los que tanto le había hablado su abuela.

Los nombres del conjunto de las islas Cícladas aparecen en un folleto que tomé en el Pireo en el siguiente orden: Amorgos, Anafi, Andros, Antiparos, Donousa, Folegandros, Los, Kea, Kythnos, Koufonisia, Milos, Mykonos, Naxos, Paros, Santorini, Serifos, Sifnos, Sikinos, Syros, Tinos.
Cristóforo Buondelmonte fue un humanista del Renacimiento que llegó de Florencia a Grecia para aprender el idioma griego. Gran viajero y prodigioso navegante, cartógrafo, arqueólogo, poeta y un cronista de la antigüedad, pasó alrededor de cinco años de su vida explorando estas islas, recopilando información y datos de 72 de ellas, tomando nota de sus nombres, sus principales puertos, las más altas montañas, las mejores tierras, los manantiales, su historia y sus mitos y leyendas. Es así que en el relato que Buondelmonte hace de su viaje se habla de los ritos de Apolo en Delfos, de Mercurio, Diana, Vulcano, Minerva, Baco, Pan, Cibeles…


Ciertamente nadie conoció mejor que él estas islas y muestra de todo ello es un excepcional trabajo en el que compara las ruinas que va encontrando en estas islas con las descripciones hechas por Ovidio, Virgilio, Plinio, Plutarco, Tito Livio, Macrobio, Cicerón, Ptolomeo e Isidoro de Sevilla, entre otros.

También hace anotación de distintos libros raros, de los que hoy día nada se sabe, como es el que titula “Creta Sagrada” donde al parecer se describen ciertos ritos. Precisamente Creta será la isla a la que Buondelmonte dedica una atención especial que plasma en un libro: “Insulae Cretae,” de 1417. Unos años más tarde, en 1.420, se edita “Insularum Archipelagi”, donde Buondelmonte cuenta su propio y fascinante viaje por estas islas griegas y por los personajes mitológicos que las pueblan desde siempre.


En su momento la obra de Buondelmonte supone una revolución editorial que se concreta en un novedoso estilo de literatura conocido como islario o libro-isla, al incluirse en el tratado el mapa de la isla y una descripción hecha de primera mano sobre diversos aspectos de ese territorio. Por primera vez para la cartografía no sólo se tiene en cuenta el litoral sino que aquí se plasma el relieve de sus montañas, se reconstruye los edificios importantes, etc., lo cual da a su lslario un carácter también histórico, arqueológico y arquitectónico a la vez que sirve a Buondelmonte para enunciar ciertas ideas relacionadas con el sentido simbólico y mítico que desde siempre se ha dado a la insula en la literatura tradicional, al tomarla como ese espacio al que es posible acceder y que está allende los mares y mucho más próxima, en el corazón de cada Isla Humana.Continuará.Núria.  .

DESDE MI VENTANA hacia los mares de un mundo simultáneo
El resto de capítulos se ha retirado para su edición como libro.
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"Viaje a las Islas Griegas"
Primera etapa: Andros la Isla Verde
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*Las imágenes del manuscrito de Cristóforo Buondelmonte pertenecen a la British Library.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Andros, la Isla Verde




Primera Etapa
n viaje de trabajo inesperado me ha traído hasta Atenas. Sin embargo el contacto que tenía que establecer aquí no se ha presentado. Una escueta nota en la recepción del hotel me pone al corriente de la razón de fuerza mayor que le había obligado a cancelar la cita. En ese momento pienso que todavía no he conectado mi teléfono desde que tuve que cerrarlo en el avión, seguramente tendré un mensaje desde hace horas.
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Verdaderamente es una experiencia inmensurable examinarnos en esos momentos en los cuales nos quedamos “en blanco”, totalmente desprogramados, como un cuaderno sin estrenar, vacío, pero por eso mismo conteniendo todas las posibilidades.
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Mando subir mis cosas a la habitación y me quedo en el salón del hotel donde me busco un rincón estratégico desde el que poder observar atentamente mi situación en aquel decorado. Decido quedarme hasta el día previsto, no quiero andar peleando con Iberia por un cambio de reserva.
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Estoy extrañamente relajada, esperando una señal, algo que ponga en marcha, que me indique qué dirección tomar, en qué voy a emplear las 48 horas que tengo por delante en Atenas.
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Un anciano de aspecto enjuto y fuerte, con un rosario de cuentas negras en la mano, viene a sentarse cerca de mí. Seguramente será de Creta, pienso, pues recuerdo una conversación reciente mantenida con Daniel, un querido amigo y gran viajero al que algunos llamamos “el incansable Humboldt”, que acababa de estar por allí, quien me contó que en esa isla, especialmente los hombres, solían llevar todo el tiempo un rosario en la mano y que así se les veía esperando el ferry hacia cualquier isla, o en una barra de bar.
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No es como cuando lo llevan los taxistas de Buenos Aires o Madrid, o en cualquier otra ciudad iberoamericana, pendiendo sobre el salpicadero del auto, sino que lo mantienen todo el tiempo en la mano, en permanente contacto.
.Tal vez reconozcan todas las bolas y sea para ellos como un juego nemotécnico; seguramente saben asociar cada bola con el misterio que simboliza y que recuerdan y recrean en su memoria la fórmula ritual asociada a cada cuenta.
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En realidad el rosario es un símbolo más común de lo que pensamos. Yo misma tengo uno budista que me regaló en cierta ocasión un Rimpoché en Francia. Son muchas las tradiciones culturales que utilizan este objeto de forma ritual y como juego que ayuda a mantener vivo el recuerdo y fresca la memoria, sin la cual nada somos.
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En todas las tradiciones el rosario es tomado como una cadena o lazo que ensarta a todos los seres. Por eso en las distintas tradiciones es un símbolo de” la cadena de los mundos”. Y así lo expresa el Bhagavad Gita, el libro sagrado de la tradición Hindú:
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“En mi todas las cosas están ensartadas como una hilera de perlas en un hilo”
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Es decir, que en realidad lo que hace significativo y universal el símbolo del rosario es el hilo que ensarta las cuentas, pues sin él no hay rosario.
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“Por esta incomprensión se han provocado enormidad de malentendidos, riesgosos acontecimientos…” Son palabras que pronuncia uno de los personajes de “En el Utero del Cosmos”, la obra del Teatro de la Memoria, donde Federico González, su creador, insiste, como lo ha hecho de múltiples maneras y siempre con todo rigor, como exige la rectificación del error, sobre la importancia de diferenciar entre esoterismo y exoterismo, es decir entre metafísica y religión, entre la esencia y la forma.
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El caso es que acabamos viendo únicamente las cuentas, la forma exterior y nos olvidamos de lo que realmente nos está queriendo recordar este símbolo, aquello para lo que fue creado como objeto ritual y con ello perdemos su sentido vertical y trascendente.
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René Guénon nos da a conocer que rosario en lndia significa “guirnalda de aksha” y que aksha, como sucede con toda lengua sagrada, significa distintas cosas al mismo tiempo y a distintos niveles. Las palabras para designar el rosario son: alcanzar, penetrar, atravesar…, aksha es además la palabra con la que nombran una semilla con forma de ojo perforado que utilizan para confeccionar este collar.
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Ciertamente, “desde el punto de vista externo se ven más bien las cuentas que el hilo; y esto mismo es muy significativo, puesto que las cuentas representan la manifestación, mientras que el sûtrâtmâ, representado por el hilo, es en sí mismo no-manifestado”.
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Advierto que el rosario es un símbolo idéntico al de la rueda, ya que en ella lo fundamental es también lo invisible, su eje o el vacio de la rueda.
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“Treinta rayos convergen hacia el centro de una rueda, pero es el vacío del centro el que le da toda su utilidad”, se lee en el Tao-Te-King.
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Un chico de unos 12 años y una señora de mediana edad bajan la escalera hablando animadamente en español de Argentina. Mi sonrisa cómplice les ha hecho notar que he entendido la broma que ambos se venían gastando y por eso aunque se dirigen a los dos, al viejo griego del rosario y a mí, la señora lo hace en español.
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¿Me podrían indicar si es aquí donde se espera el transporte para ir a El Pireo?
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Sí, contesta, el hombre en inglés.
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¿Dónde van ustedes?, pregunto yo.
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La mujer responde: Mi nieto Nelson y yo vamos a Andros, la isla verde.
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¡Andros…! ¡Andros!, me repite la ninfa Eco en mi interior, y Mnemosine, en memoria fotográfica, me lleva a una cita a pie de página del libro “Las Utopías Renacentistas”, del ya citado Federico, que desde siempre me intrigó. Los que somos seguidores, lectores, admiradores o fans de este autor y sabemos de su intuición intelectual, de la coherencia de su obra rigurosa, seria, bien documentada a la par que evocadora por la brillantez de su exposición, tomamos sus indicaciones como un hilo en el aire del que pende siempre una aventura vertical, y más tratándose en este caso de un libro que como el de “Las Utopias Renacentistas” nos sumerge en el alma de la historia y la geografía.


Isla de Andros. Cristóforo Buondelmonte, Liber Insularum Archipelagi (1420)
British Library. Arriba Milos. Islas griegas. Mar Egeo.


En ese libro nuestro autor señala a Andros como un lugar misterioso y muy relevante dentro de la historia mágico-hermética de las ideas, y a Cristóforo Buondelmonte como un personaje clave en el descubrimiento de un manuscrito trascendental, los Hyeroglyphica de Horapolo del Nilo, el único tratado completo y sistemático que explica el sentido que los egipcios daban a sus jeroglíficos-ideogramas. Un libro originalmente escrito en copto por un egipcio, Horapolo, y traducido luego al griego por un tal Felipe. Se trata de una obra pagana única en su género, que no sólo sirvió de inspiración a la Emblemata en general, sino que el manuscrito que Buondelmonte rescata en Andros es el que le abrió al mundo la puerta del lenguaje de los antiguos egipcios. La clave sobre la que trabajó el francés Champollión para traducir la famosa “Piedra de Rosseta”.
“¿Quién es Cristóforo Buondelmonte que la compra en la isla de Andros en 1416 y la lleva a Florencia? ¿por qué en esa isla? Muchas cosas llamativas se entretejen en el Renacimiento, de tipo mágico-hermético, en relación con Marsilio Ficino y sus compañeros de la ciudad celeste, como proyección hacia el futuro de la antigüedad clásica y de su antecedente cultural, la civilización egipcia Núria.

DESDE MI VENTANA, hacia los mares de un mundo simultáneo
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Segunda etapa: Cristóforo Buondelmonte. Cartógrafo del Egeo