domingo, 6 de septiembre de 2020

¡Óyeme, Venus!


¡Óyeme, Venus! En tu nombre, en tu nombre se dijeron esas cosas tan bonitas. En tu nombre, esos sueños son ahora para todos pues sin eso qué otra cosa nos quedara a los hombres sino el llanto que produce nuestro olvido…
– ¡Somos fragmentos del amor!
– ¿Quién dices ser?, si toda cosa en ti comienza y termina…
– Si cada guiño de tus ojos es un día…
– Si la sombra de tus pasos es la vida…
– Y nos has dado a todos un alma tan partida que no pensamos sino en huir… ¿Quién dices ser?
– Embriágame, mi diosa, quiero beber tu vino delicioso y si he de penar por este hecho pagaré el precio necesario pues quien no sufre por amor no ama.
– La vida entera me entregó la transparente lucidez de tu presencia, y comprendí la esencia de la diosa, tu ser, Ishtar, en mí…
– ¡Oh, diosa! Piensa más bien en quiénes somos tú y yo, yo y tú. […]
– ¡Somos fragmentos del amor!
– Sólo es ahora y siempre ahora, más luego nunca…
– Todo es eterno. No hay próxima vez para los dos.
– A cada rato se renueva la promesa de ser y se reitera la palabra y la generación, ¡fecúndame, hazte cargo de este nacimiento que yo te produje a mi vez! […]
– Ya que el autor de la obra se oculta tras un velo he de cantar sin pena y sin anhelo esta canción que revele el secreto puesto que eres a la vez el sujeto y el objeto del amor. Misteriosa realidad que no podemos ni queremos traspasar… si es que hay algo que saber.

Fragmentos de Rapsodia, obra de Federico González Frías
IMAGEN: Serie TEATRO HERMÉTICO DE LA MEMORIA

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