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"Isabel de Este, la Gran Dama del Renacimiento"
Isabel de Este fue la gran dama del Renacimiento la cual se distinguió por la cantidad y calidad de las personas de las que se rodeó durante toda su vida ya fuera dentro del mundo del arte, la literatura o la política. Su enorme correspondencia, pues más de 30.000 cartas que se conservan así lo demuestran. Lo cierto es que Isabel se movió, como ninguna, con soltura y determinación en todos los ambientes de las cortes italianas, por lo que fue descrita como “La prima donna del mondo”.
Entre sus amigos podemos nombrar a pintores como Andrea Mantegna, Tiziano, Rafael, Leonardo da Vinci, Correggio… escultores como Cristóforo Romano, escritores, como Pietro Bembo o Baltasar Castiglione, autores de los Asolanos o el Cortesano, respectivamente, poetas como Angelo Poliziano o Mario Equicola, su tutor y también amigo de la Academia platónica de Marsilio Ficino, músicos, como Guillermo Hebreo de Pesaro, matemáticos como Luca Pacioli quien le dedicó un libro sobre ajedrez que ilustró Leonardo, amigo de ambos, y que en esa misma época realizó a Isabel el bosquejo de un retrato donde se ha visto la imagen de la Gioconda, y por supuesto fue amiga de los Médici, gobernantes de Florencia, en especial de los hermanos Giuliano y Lorenzo el Magnífico. También se relacionó con poetisas, escritoras y mujeres de letras como Vittoria Colonna, la musa de Miguel Angel, Verónica Gambara, Cecilia Gallerani, la dama del armiño, Giulia Gonzága coautora junto a Juan de Valdés de unos famosos diálogos cristianos, etc. etc.
Isabel no sólo fue la mujer mejor relacionada de todo el Renacimiento, también era la más elegante, la más refinada, la más admirada y la más culta. Su fama no se limitaba a su Italia natal, sino que se extendía a toda Europa.
Equicola, que fue su secretario, nos cuenta que acompañó a Isabel en varios de los muchos viajes que ésta realizó, mencionando los interesantes hallazgos que pudo hacer y las facilidades que obtuvo estudiando determinados archivos a los que pudo acceder gracias a las gestiones diplomáticas de esta dama.
Hija de Ercole de Este y de Leonor de Aragón, señores de la corte de Ferrara, Isabel recibió una educación esmerada propia del humanismo, basada en el estudio de las artes liberales, el conocimiento de los clásicos y el aprendizaje de distintas lenguas entre ellas griego y latín. A dicha escuela ferrarense asistieron igualmente personajes de la talla de Pico de la Mirandola o el editor Aldo Manuzio entre otros muchos humanistas venidos de distintas cortes de Europeas.
De Ferrara se trasladó a Mantua donde al casarse con Francesco Gonzaga, condotiero de profesión, se convirtió en Marquesa de esa pequeño estado que bajo su mecenazgo llegó a ser la corte más atractiva del momento, pues a pesar de contar con poco presupuesto en comparación con la de Milán donde era duquesa su hermana Beatriz, casada con Ludovico el Moro, o la de Urbino, en la que era duquesa su cuñada Elisabeth Gonzága, o la propia corte de Ferrara, donde la duquesa era Lucrecia Borgía, esposa de su hermano Alfonso, sin embargo la de Mantua fue la que alcanzó, en esa época, mayor nivel cultural de tal modo que todos los artistas acudían a ella a ofrecer sus servicios. Se decía entonces que la marquesa conseguía grandes cosas con mínimos recursos.
Nada más llegar a Mantua Isabel construye su studiolo en la torre del castillo de San Giorgio, en donde guarda los objetos más queridos, pequeños bronces, preciosos manuscritos, instrumentos musicales y un globo con el que sigue los viajes de Colón. Isabel fue la primera mujer en tener en su residencia, una habitación privada de esas caracteristicas, que hasta entonces sólo poseían los señores y que utilizaban para entrar en ella a meditar antes de tomar una decisión importante.
Isabel cubrió de pinturas mitológicas las paredes de su studiolo para ello cuenta con Andrea Mantegna, pintor de la corte que ya había realizado en el palacio otras obras como los frescos de la "Camara de los esposos", quizá la habitación más preciosa de cuantas se han decorado. A este maestro de la perspectiva le encarga dos escenas: "El Parnaso" y " El triunfo de la Virtud ", aunque también intervienen en la decoración de su studiolo Perugino, Giovanni Bellini, Lorenzo Costa y Corregio, entre otros.
Sus piezas arqueológicas, sus esculturas y sus pinturas distribuidas en distintas zonas de la casa significó un cambio fundamental en la decoración del palacio, pues no serán los retratos familiares o de vida palaciega, ni las escenas de caza, militares o religiosas, las muestras que decorarán las estancias de San Giorgio, sino que trae al entorno imágenes que evocan su propio mundo interior y aquellas ideas que quería traer a su meditación para que influyeran en su pensamiento. Todo lo cual forma parte de la magia-teúrgica que acaba confirmando que uno es de la misma sustancia de las imágenes que le alimentan.
A su studiolo solía invitar a sus íntimos amigos, todos aquellos con los que podía mantener conversaciones que elevaran el espíritu y la mente, tocar y oír música, otra de las pasiones de Isabel, y recibir comunicaciones de lo que sucedía en otras. Cortes o novedades de América.
Isabel es del todo exigente con los pintores a los que prescribía los temas que quería para los cuadros, y no sólo eso, también las dimensiones exactas que debía tener el lienzo y hasta los colores, los tonos e incluso la composición de las imágenes, también tenía en cuenta por donde, una vez colgados, debía llegarles la luz, cosa que dependía de si iban a tener cerca un ventanal a la izquierda, a la derecha o en frente. El caso es que el cuadro llegara a formar parte del escenario de modo que todo estuviera en armonía. A veces los artistas se quejaban de que nos le dejaba libertad en el diseño y ella a su vez les reprochaba ser menos dóciles que los escritores que sí seguían sus indicaciones.
Pero Isabel no era una excéntrica sino que sabía muy bien qué deseaba obtener a sus artistas plásticos para quienes había traducido, junto al platónico Equicola, el libro de Filóstrato, donde este autor clásico describe una galería de la antigüedad construida sobre la bahía de Nápoles, poniendo en palabras todas las pinturas que allí había para que los jóvenes artistas que le escuchaban supieran qué atributo identificaba a cada dios, a cada mito, a cada escena, no fuera el caso que por desconocimiento de esos atributos, dejándose llevar de sus inspiraciones personales, tergiversaran el sentido de la obra.
En 1519, tras enviudar, Isabel decide trasladar su studiolo desde la torre del castillo a un nuevo emplazamiento en la planta baja , donde reproduce su antiguo studiolo con todos sus tesoros, pero además añade espacios nuevos, como la Gruta, el Jardín Secreto y un gran Salón para reuniones a donde lleva todas sus antigüedades y piezas arqueológicas, algunas obtenidas en Delos, cuna del mayor templo de Apolo, recuperándolas así de la destrucción, ya que nadie, por aquél entonces, ecepto estos humanistas, conceden importancia a lo que se considera algo viejo y ruinoso.
Para la Gruta se realizaron trabajos de incrustaciones extraídos de arquitecturas literarias donde se describían ciudades imaginadas .
Mario Equicola, que era uno de los que conocía bien este lugar nos cuenta que la gruta estaba plagada de toda clase de delicias.
Isabel no sólo se ocupó de crear en Mantua las mejores bibliotecas y de encargar las más bellas ediciones de los libros de los clásicos, en especial de Virgilio que por algo sus obras habían sido escritas en aquella tierra mantuana.
También gobernó con decisión para conservar la estabilidad de su estado, dado que su esposo Francesco, como capitán de un ejército, se pasó la vida en combate, preso o postrado en cama por la enfermedad que se lo llevó con poco más de 50 años.
Isabel, que vivió una larga vida dedicada al estudio, la música, los viajes y las relaciones personales, se interesó también en la figura de María Magdalena haciéndose retratar ella misma en ese papel, asimismo compuso, junto a su amiga Verónica Gambara, una iconografía propia para esta discípula de Cristo, una forma nueva que mostraba a la santa desnuda como una Venus y absorta en la lectura. Esta Magdalena Leggente, fue un encargo que la marquesa hizo para su gruta a Correggio. Por cierto una representación que en los siglos sucesivos fue imitada por otros pintores.
Equicola, autor entre otros De natura de amore, donde trata de la naturaleza metafísica y poética del Amor Cortés, obra inspirada en el De Amore, de Ficino, escribió también un tratado sobre la divisa de Isabel: Nec spe nec metu. “Si nada espero, nada temo”. Mª Angeles Díaz.