Ciertamente todos conocemos los canales de Venecia, y los que hemos tenido la dicha de pasear por ellos sabemos cómo queda uno impregnado de todo el glamour de esa ciudad europea y palaciega por la que en lugar de autos circulan embarcaciones, lanchas y góndolas que te conducen a la puerta de tu casa o a la entrada de uno de esos palacios, actualmente convertidos casi todos ellos en hoteles.
La Zona Navigli, que algunos conocen como “La Venecia de Lombardía”, es parte del antiguo canal de Milan que une lagos al norte de la ciudad. Cientos de piedras fueron transportadas a lo largo del Canal para construir el Duomo.
Sin embargo, no son tantos los que conocen los 152 kilómetros de canales históricos de Milán ni que en su diseño participó el maestro Leonardo da Vinci (uno de los hombres más interesantes del Renacimiento), y cuyo encanto llevó a decir al escritor francés del siglo XIX Henri Stendhal, que Milán era una ciudad más hermosa que Venecia. En la actualidad el canal de vía San Marco, sigue siendo uno de los que aún recuerda, en el centro de la ciudad, el tiempo en que «a Milán llegaba el mar». No es extraño que los milaneses digan que el Naviglio lo tienen, como la niebla, en la propia sangre.
Leonardo llega en 1482 a Milán donde se presenta a Ludovico el Moro (llamado así por el color oscuro de su piel), que ejercía la regencia del ducado de la ciudad. Quizá para situar un poco la historia conviene decir que Ludovico María Sforza era de una familia amiga de los Médicis y él mismo tenía amistad con Lorenzo Médicis, llamado el Magnífico, con quien compartía el amor por los libros, por la recuperación de manuscritos y todo lo que representaba el saber y la cultura, y por lo tanto ambos estaban al corriente de los trabajos del artista de Vinci.
Leonardo muestra a Ludovico a su llegada a Milán un instrumento musical que él mismo había inventado y construido, y que según cuentan las crónicas de la época también "tocaba de forma encantadora acompañándose de su voz". Dicen también de Leonardo que "su porte y los encantos de su conversación sobre los temas de la música causó una excelente impresión", y que "Como músico le daba por improvisar versos y acompañarlos en un laúd de su propia invención, en forma de bucráneo y que poseía una sonoridad maravillosa".La Zona Navigli, que algunos conocen como “La Venecia de Lombardía”, es parte del antiguo canal de Milan que une lagos al norte de la ciudad. Cientos de piedras fueron transportadas a lo largo del Canal para construir el Duomo.
Sin embargo, no son tantos los que conocen los 152 kilómetros de canales históricos de Milán ni que en su diseño participó el maestro Leonardo da Vinci (uno de los hombres más interesantes del Renacimiento), y cuyo encanto llevó a decir al escritor francés del siglo XIX Henri Stendhal, que Milán era una ciudad más hermosa que Venecia. En la actualidad el canal de vía San Marco, sigue siendo uno de los que aún recuerda, en el centro de la ciudad, el tiempo en que «a Milán llegaba el mar». No es extraño que los milaneses digan que el Naviglio lo tienen, como la niebla, en la propia sangre.
Milán al atardecer
Leonardo llega en 1482 a Milán donde se presenta a Ludovico el Moro (llamado así por el color oscuro de su piel), que ejercía la regencia del ducado de la ciudad. Quizá para situar un poco la historia conviene decir que Ludovico María Sforza era de una familia amiga de los Médicis y él mismo tenía amistad con Lorenzo Médicis, llamado el Magnífico, con quien compartía el amor por los libros, por la recuperación de manuscritos y todo lo que representaba el saber y la cultura, y por lo tanto ambos estaban al corriente de los trabajos del artista de Vinci.
Sin embargo, por una carta de Leonardo, cuya copia se encuentra en el famoso "Códice Atlántico" en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, puede saberse que éste como de verdad quiere mostrarse al duque Ludovico es como un maestro constructor de ingenios, puentes levadizos, máquinas de asalto, galerías de asedio, artefactos para la defensa, así como ingeniero hidráulico arquitecto, además decía: "Esculpo en mármol, bronce y terracota; en pintura puedo hacer lo que otro puede hacer, no importa quien sea".
Retrato de Leonardo
Ludovico encarga a Leonardo el estudio de un sistema para navegar desde Milán al Lago de Como, un lugar destacado de la geografía simbólica, puesto que de ahí eran originarios los "Maestros Comacinos", constructores medievales considerados herederos de los antiguos Collegia Fabrorum romanos. Es así como Leonardo proyectó la ampliación de los canales de Milán y en ellos un sistema de exclusas para solucionar el problema de los desniveles de los terrenos. Algo que se ha considerado una genial solución para superar los 23.76 metros de desnivel de los rápidos de Paderno.
Río Ticino y uno de los navigli, canales navegables.
En realidad el sistema de canales de Milán data de la mitad del siglo XII, cuando comenzó la realización del primer tramo navegable de 50 kilómetros, conocido como Gran Canal, y 200 años después se cavaron los canales que daban a los ríos Ticino y Adda que conectaron la ciudad con Europa central.
Uno de los canales en la actualidad
Esta obra de ingeniería fluvial, poco conocida del artista toscano, representó una vía comercial importantísima para la ciudad ya que a Milán llegaba de todo, y al mismo tiempo fue una obra de salubridad impecable, con la que consiguió desviar las aguas residuales de la ciudad medieval, un problema con el que se encontraron las ciudades medievales en general.
Canal a su paso por los campos de cultivo
Además, la proeza de los Navigli conseguía que una importante ciudad quedara unida a los campos de los alrededores, con lo que ello representa para el traslado de frutas y verduras, y de grandes mercancías, como fueron las piedras y el mármol con los que se construyó el Duomo, es decir la mundialmente conocida catedral de la capital de la Lombardia.
Se cree que la figura que sirvió de modelo a Verrochio para su David, es la del joven Leonardo cuando éste entró como aprendiz en su taller.
Dos imágenes de una draga para los trabajos de Construcción de un canal, 1503. Leonardo da Vinci. Milán, Biblioteca Ambrosiana. Códice Atlántico.
El ferrocarril y los autos marcaron la decadencia de estos medios de comunicación fluvial y lo que fue en su día una extraordinaria solución y un lugar hermoso y emblemático de Milán, en la actualidad, debido al abandono de los puertos, va camino de convertirse en un problema, y en una alcantarilla abierta, que la burocracia italiana no da señales de resolver.
Por suerte, en la actualidad, el área está siendo tomada por artesanos, pintores, turistas, y los Navigli se están volviendo a abrir a las embarcaciones de ocio, y el comercio está devolviéndole el brillo a sus riberas, ya que a ambos lados se comienzan a alinear cafeterías y restaurantes.
Precisamente por esa zona se encuentra la iglesia de Santa Maria delle Grazie que muestra la famosa Ultima Cena (Cenacolo en italiano), realizada por el maestro Leonardo durante la misma época que la construcción fluvial.
Una época que también coincidió con la amistad entre Leonarno y el matemático Luca Paccioli, quien sin duda se entendía bien con este artista que remembraba a Pitagoras en su forma de considerar que “la ciencia matemática se debe entender como la suma de aritmética, geometría astrología, música, perspectiva, arquitectura y cosmografía". Leonardo colaboró en su libro La Divina proporción. En el prefacio a la edición Paccioli escribe: “todos los cuerpos regulares y dependientes realizados por el gran pintor, experto en perspectiva, arquitecto músico y maestro dotado de todas las virtudes (de tutte la virtù doctato), Leonardo da Vinci, mientras trabajábamos juntos en Milán por cuenta del muy excelente duque de dicha ciudad, Ludovico María Sforza Anglo, entre los años 1496 y 1499 de nuestra redención".
También fué por entonces cuando apareció por Milán Durero, con quien el maestro florentino compartió trabajos e ideas. Leonardo anotaría en uno de sus manuscritos: “La proporción no se halla solamente en el número y la medida, sino también en el sonido, el peso, el tiempo y los lugares: en toda realidad existente” (Mª Ángeles Díaz)
Canal en la actualidad.
El ferrocarril y los autos marcaron la decadencia de estos medios de comunicación fluvial y lo que fue en su día una extraordinaria solución y un lugar hermoso y emblemático de Milán, en la actualidad, debido al abandono de los puertos, va camino de convertirse en un problema, y en una alcantarilla abierta, que la burocracia italiana no da señales de resolver.
Por suerte, en la actualidad, el área está siendo tomada por artesanos, pintores, turistas, y los Navigli se están volviendo a abrir a las embarcaciones de ocio, y el comercio está devolviéndole el brillo a sus riberas, ya que a ambos lados se comienzan a alinear cafeterías y restaurantes.
Precisamente por esa zona se encuentra la iglesia de Santa Maria delle Grazie que muestra la famosa Ultima Cena (Cenacolo en italiano), realizada por el maestro Leonardo durante la misma época que la construcción fluvial.
Retrato de Leonardo en su vejez
Una época que también coincidió con la amistad entre Leonarno y el matemático Luca Paccioli, quien sin duda se entendía bien con este artista que remembraba a Pitagoras en su forma de considerar que “la ciencia matemática se debe entender como la suma de aritmética, geometría astrología, música, perspectiva, arquitectura y cosmografía". Leonardo colaboró en su libro La Divina proporción. En el prefacio a la edición Paccioli escribe: “todos los cuerpos regulares y dependientes realizados por el gran pintor, experto en perspectiva, arquitecto músico y maestro dotado de todas las virtudes (de tutte la virtù doctato), Leonardo da Vinci, mientras trabajábamos juntos en Milán por cuenta del muy excelente duque de dicha ciudad, Ludovico María Sforza Anglo, entre los años 1496 y 1499 de nuestra redención".
Plano de Milán, 1567
Y justamente la siguiente nota encadenada es para felicitar la iniciativa de la empresa de digitalización de imágenes HAL9000 y de la editorial italiana De Agostini, que con el apoyo del Ministerio de Bienes Culturales de Italia, ha colgado en la página web http://www.haltadefinizione.com/ el Cenacolo, con una definición de más de dieciséis gigapíxeles. Se trata de la imagen digital más grande del mundo.
Hay que decir que esta pintura representa uno de los casos más difíciles de conservación, que evidenciaba su fragilidad incluso pocos años después de su finalización. La técnica “a secco” que usó Leonardo, el paso de un río subterráneo cercano que humedece la pared y la acción de la contaminación, han hecho que La Última Cena haya sido restaurada hasta siete veces en algunos casos con el uso de colas que perjudicaron más su estabilidad.
Hace apenas un año, el diario milanés Corriere della Sera alertaba de que la contaminación que los turistas llevaban en sus ropas estaba afectando gravemente a la superficie del muro, con lo cual la imagen creada por HAL9000, líder en el sector de la fotografía de alta definición, puede ayudar a reducir el número de visitas y por tanto el impacto sobre la obra y por otro lado darnos una visión mucho más cercana que la que se obtiene desde los dos metros que se puede observar in situ. La imagen, 1.600 veces más nítida que las ofrecidas por una cámara de diez millones de píxeles, permite apreciar detalles como un pequeño campanario, de menos de dos centímetros, que se ve desde la ventana por detrás de Jesús, los vasos con el vino, los gajos de naranja del plato de San Mateo, los bordados dorados del manto de Judas o la increíble transparencia que Leonardo dio a las copas de cristal. Incluso podemos hacernos conscientes del estado de la pintura ante los espacios sin pigmento y las grietas en el muro.
Además de esta ampliación dejo aquí un comentario hecho por Paccioli a la Ultima Cena, donde este maestro de la ciencia matemática, dice de la pintura recién acabada. “No se puede imaginar una atención mas intensa en los discípulos al oír el sonido de la voz de la verdad inefable, que dice: ‘Unus vestrum me traditurus est’ (Uno de vosotros me traicionará). A través de sus acciones y gestos, parecen estar hablando entre ellos, un hombre con otro, y éste con otro más; todos ellos afligidos por una profunda sensación de asombro. Tal fue la maestría que la delicada mano de nuestro Leonardo supo imprimir a su obra”.
Aquí os dejo esta obra maestra de un hombre que no sólo fue un pintor, por más fantasticamente bien que lo hiciera, sino un filósofo, un sabio para el que el arte, y sus propias dotes artísticas, eran el medio de conocer.
¡Que la disfrutéis!
Núria (Mª Ángeles Díaz)
Desde Mi Ventana
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