Los
Huicholes son un pueblo indígena que habita en los Estados de Jalisco, Nayarit,
Durango, San Luis Potosí y Zacatecas, México, y cuyo arte ha
sido calificado de psicodélico, por ser sus pinturas de un color radiante que
imprimen sobre tablas de estambre que llaman nierikas, palabra que indica que se trata de un cuadro "para
ver" más allá de sus formas.
Estas pinturas, que en la actualidad se siguen realizando, están basadas en diseños tradicionales, formas simbólicas de su cosmogonía, por lo que constituyen un medio ritual ya que a través de ellas entran en contacto con las estructuras invisibles del Universo. Son pinturas soñadas, es decir que están inspiradas
en las visiones que tienen los chamanes durante las ceremonias con el peyote.
Para la realización
de estos nierikas primero preparan esa tabla de estambre, luego, sobre esa base, extienden una capa de cera trazando en ella las líneas del
diseño. Seguidamente completan el nierika utilizando toda clase de cosas que se encuentran de forma natural en su territorio: semillas, conchas, corales, arcilla… En la
actualidad también utilizan cuentas y otros abalorios modernos, pero sus diseños
siguen siendo los mismos.
Para la cosmovisión de los huicholes, el hombre, el venado y el peyote son la misma cosa y se relacionan
con el número cinco. De hecho fue un venado quien llevó a este pueblo a identificar la
primera planta de peyote, que los cazadores confundieron con un venadito
recostado.
Huichol significa adivino y, efectivamente, los huicholes son un pueblo de adivinos que se comunican con sus
dioses y con sus orígenes legendarios a través del peyote, es decir el peyótl, la planta sagrada de este pueblo americano.
Es durante una ceremonia ritual cuando los chamanes, tras ingerir la sustancia de este cactus, penetran en su propia experiencia, en su visión, adquiriendo las
facultades necesarias para percibir la realidad desde una perspectiva más auténtica, cuyos detalles son la claridad con la cual se observa la exuberante brillantez con que la luz del Sol lo imprime todo, lo es todo.
Pero también, entre esas imágenes luminosas y brillantes que cualquiera que tome peyote puede llegar a contemplar, los sabios descubren otra trama, y se les revelan otros misterios, como la rueda
de la vida la cual ven claramente reflejada en el venerado venadito, identificado con el peyótl y con el
hombre, unidos en un giro constante en el que también gira toda la manifestación imbricada en una inmensa red de analogías
De este modo describía un chamán su
experiencia a la antropóloga Bárbara Myerhoff:
“Cuando estamos embriagados
del peyolt, vemos el pequeño venado, un momento es hombre, un momento mujer, un
instante después será peyolt. Al momento siguiente será maíz, hombre un instante, mujer por otro instante…Luego peyolt, luego lluvia y nube, venado otra vez…”
Así cuentan cómo descubrieron al venado y el misterio que tras él subyace. Dicen que fue persiguiendo un venado herido por una de las flechas lanzadas por cuatro jóvenes que buscaban alimento para su
pueblo. Estos creyeron ver al animal agazapado entre unos matorrales, pero al llegar a él se dieron cuenta de
que era una planta desconocida e interpretaron que había sido el venado mismo quien les había llevado hasta ella. Por eso cuando van en busca de la planta, dicen que van a "cazar peyólt".
Esta que sigue es la narración que de este mito hacen los huicholes:
Hace mucho tiempo, en la sierra
huichola, se reunieron los ancianos para platicar de la situación en la que se
encontraban. Su gente estaba enferma, no había alimentos, ni agua, las lluvias
no llegaban y las tierras estaban secas. Entonces enviaron a cuatro
jóvenes con la misión de encontrar alimento para todos. Cada uno representaba
un elemento, el fuego, el agua, el aire y la tierra. Provistos de arco y flechas estos partieron. Caminaron días enteros hasta que por fin un venado apareció a la vista de los
jóvenes. Comenzaron a perseguirlo hasta llegar al desierto de Wirikuta, en San Luis Potosí. De pronto uno de los muchachos lanzó una
flecha que fue a caer en la tierra, sobre una planta de peyólt que bajo la luz
del sol aparecía con la forma del propio venado. Los jóvenes decidieron cortar
las plantas que formaban la figura del venado y llevarlas a su pueblo.
Después de días de camino
llegaron a la sierra huichola donde los esperaba su gente. Se presentaron de
inmediato con los abuelos y contaron su experiencia. Comenzaron a repartir el peyólt
a todas las personas que después de un rato los curó, alimentó y les quitó la
sed. Desde ese momento los huicholes veneran el peyólt que al mismo tiempo es
venado y maíz, Así cada año, hasta nuestros tiempos, siguen recorriendo o peregrinando, por esa ruta persiguiendo al venado para encontrar el cactus sagrado, manteniendo viva esta ruta de la sierra huichola hasta
Wirikuta, para desde ese lugar pedirle al Dios de la lluvia sustento y salud para su pueblo.
Vamos danzando al ombligo de
la Luna,
tierra sagrada de mi corazón
Lugar de danzas, de flores y
de cantos,
lugar de águilas que vuelan
hacia el sol
Voy con mi fuego, mis armas y
mis flechas,
voy cantándole al gran venado
azul
A Kayaumara el hermano
mayor, a Tatewary de mi corazón
Son cuatro flechas con punta
de obsidiana,
que me recuerdan al pueblo
chichimeca
Indios guerreros, flecheros, peyóltros,
que caminaron al valle del
Anahuac.
(Fuente del poema: Revista Mexicanismo. Noviembre 2014).
Estos que se ven a continuación son algunas de esos nierikas, o sea las pinturas tradicionales soñadas por los chamanes en las ceremonias rituales con el cactus sagrado.
Peyote, maíz, venado.
Día y noche
Flor del peyote
Peyote en flor
Flor de peyote en el centro
Venado azul
Peyote y Venado