Alfonso X toma el Real Alcázar como residencia temporal, ya que su trono lo tiene en Toledo donde este gran monarca funda la famosa Escuela de Traductores inspirándose en el trabajo emprendido por su padre Fernando III en Sevilla, quien comienza allí a reunir textos árabes, judíos y griegos que traducen al latín. No sólo en Toledo funda Alfonso X una escuela de traductores, también lo hace en la capital de Murcia.
Por la tumba de Fernando III en la Catedral de esta ciudad (donde puede leerse una inscripción escrita en latín, hebreo, árabe y castellano) puede observarse perfectamente el espíritu reunificador y de concordia que animó a este rey cristiano y a su hijo Alfonso X cuyos restos también reposan en la misma Catedral.
En cuanto a este último, decir que se ganó el apelativo de Sabio por los grandes conocimientos que tenía sobre las diversas disciplinas y ramas del saber, dado que ese era el modo como este monarca entendía la dignidad de ser rey:
“un rey para ser tal debe ser el primero de los hombres en conocimiento y sabiduría, pues sólo así deviene reflejo en la tierra de la Inteligencia Suprema”.
Son muchos los que han visto en esta Escuela el reflejo del espíritu de convivencia que caracterizó, durante largos periodos del Medioevo hispánico, las tres tradiciones abrahámicas. Y ciertamente es gracias a dicha Escuela de traductores toledana, que nos han llegado libros y tratados de astronomía, alquimia, música, medicina, geometría, agricultura, y otras artes y ciencias.
Asimismo fue también durante el reinado de Alfonso X, el sabio, cuando la Cábala hebrea conoció su mayor esplendor, escribiéndose el Zohar y otros libros sapienciales de la tradición judía.
Estamos de acuerdo con los que opinan que hasta tal punto fue importante la figura de este rey que sin la visión universal sobre el devenir histórico que poseía, Occidente hubiera entrado en un proceso mucho más acelerado de decadencia que el que se vivió entre los siglos XIV y XVII, analogo al que vivimos actualmente.
Es evidente, como ya han señalado distintos autores y estudiosos, que el Renacimiento no hubiera tenido la intensidad que tuvo sin estas traducciones que fueron fuente para elaborar los sistemas astronómicos y astrológicos que se llevaron a cabo durante esa época.
Alfonso X el Sabio era también, como Al-Mutamid, un rey poeta que cantaba el alma del Mundo que vio encarnada en la figura de la Virgen María, tal y como lo reflejan sus "Cantigas de Santa María", inspiradas entre los muros sevillanos del Real Alcázar. Aunque debemos decir que para Alfonso X, y para toda su época en general, la devoción a la Virgen no estaba revestida de la beatería en que cayó con el tiempo, pues si bien popularmente ese fervor servía de ligamen con lo sagrado, desde el punto de vista esotérico la Virgen María era considerada “Reina del Mundo”, y por lo tanto la madre espiritual de todos los iniciados en el Conocimiento.
Por eso las Cantigas que Alfonso X, el sabio, compuso a María no son las de un místico, sino que se trata de los himnos de un amante de la Sabiduría y la Belleza, siendo estos dos pilares sobre los que se asienta el legado cultural de este rey que canta, según la terminología de la época, a María, Dama y Señora y no llorosa madre de Jesús.
“Rosa de beldad y de belleza, y flor de alegría y de placer; dueña, en muy piadosa ser; Señora, en quitar cuitas y dolores.
Tal Señora debe el hombre amar, porque de todo mal puede guardarlo, y puede perdonarle las faltas que hace en el mundo por apetitos malos.
Debemos amarla mucho y servirla, porque pugna por guardarnos de errar y de yerros que, como pecadores, cometemos y hace que nos arrepintamos.
De esta dama que tengo por señora y de la que quiero ser trovador, si no logro por nada su amor, doy al diablo los demás amores”.
II - Alfonso X el Sabio en los Reales Alcázares de Sevilla
III - La Sala de las Pléyades en los Reales Alcázares - Palacio de al-Mutamid
IV - Hermes-Mercurio en los Jardines Renacentistas del Real Alcázar
Desde mi Ventana
Anillo de Symbolos