Había oído
decir que la estatua de Berenguela es el más bello rostro de Madrid. Y ahí
está, en el Parque del Retiro para quien quiera comprobarlo.
Y es más, ir
a su encuentro nos da la oportunidad de añadir un comentario recordando la
valía histórica de esta destacada fémina, abuela de Alfonso X el Sabio y nieta
de Leonor de Aquitania, entre otros parentescos ilustres.
Nosotros nos
acercamos a esta figura precisamente por su relación con el movimiento trovadoresco
pudiendo comprobar no sólo lo merecido que tiene ese título de Grande que
acompaña su nombre, sino que pudimos reconocerla como una auténtica representante
de esa cadena de la tradición trovadoresca que atrajo a España la poesía
provenzal y todo el movimiento de juglaría, marca indeleble para la Cultura de
Occidente.
Las crónicas
recogen que Berenguela cantaba y tocaba la cítara, el salterio, los tímpanos,
las castañuelas, la pandereta y varios instrumentos más. Sobre esta reina
también se cuenta una hazaña que sin duda la hace merecedora del título de
heroína, lo que los amigos hermetistas del Renacimiento llamarían una mujer “virago”.
Corría el
año 1139 y los reyes cristianos tenían un conflicto constante con los emires
musulmanes que aún ocupaban una parte de la península Ibérica. Resulta que
estando su esposo, el rey Alfonso IX, librando una batalla junto a su ejército
fuera de Toledo (concretamente en la fortaleza de Aurelia cerca de Aranjuez,
donde resistía un último bastión del ejército musulmán) los almorávides de
Córdoba, Sevilla y Valencia decidieron unirse para asediar Toledo conformando
para ello un gran ejército que pronto tuvo cercada la ciudad.
Viéndose en
esa temible situación, Berenguela, acostumbrada a la guerra y sobre todo
interesada en las estrategias para prevenirla, subió a las torres, que le
ofrecieron un escenario de porte imperial, y rodeada de un ejército de más de
trescientas damas, todas ellas engalanadas y provistas de cítaras, salterios y
panderetas, se pusieron a cantar alegres canciones trovadorescas.
La reina
Berenguela que en esa época tenía 23 años y poseía todo el esplendor de su belleza,
desde las almenas se dirigió a los caudillos del ejército musulmán afeándoles
la acción cobarde de aprovechar la ausencia de los hombres para atacar una
ciudad cuando sólo unas mujeres tañendo sus instrumentos musicales la
defendían, es decir que invocó a que se respetaran las reglas éticas de todo
caballero armado.
Algunos
historiadores recogen así la arenga de Berenguela:
«¿No conocéis que es mengua de caballeros y capitanes esforzados acometer a una mujer indefensa cuando tan cerca os espera el emperador? Si queréis pelear, id a Aurelia y allí podréis acreditar que sois valientes, como aquí dejar demostrado que sois hombres de honor si os retiráis».
Esta contundente
reprobación quebró el ánimo de los atacantes, que tras la representación de Berenguela se retiraron.
Sin duda se dieron cuenta del indigno gesto o quizá temieron que las
composiciones musicales de la reina y su ejército de trovadoras, divulgaran con
sus letras y sus trovas aquella acción de cobardía. Mª Ángeles Díaz
Ver: Mujeres en la Tradición de las Artes Escénicas. Capítulo: La Reina Berenguela y su Ejército de Trovadoras.
Ver: Mujeres en la Tradición de las Artes Escénicas. Capítulo: La Reina Berenguela y su Ejército de Trovadoras.
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