Dante meditando las palabras de Francesca. Joseph Noel Paton (1881-1901) |
Errantes e impelidas por el viento vagan las almas en el
segundo círculo del infierno. Allí encuentra Dante a Francesca de Rímini que cuenta
al poeta la conmovedora narración de su desgracia al haber abandonado la vida,
junto a su amante Paolo, hermano de su marido, a manos del esposo burlado.
Dante siente una gran compasión por las atormentadas almas
que allí se encuentran, pues todas ellas sufren el tremendo dolor de haber sido la
causa, por amor, de teñir de sangre el mundo.
Allí, entre otros, se encuentran Helena y Paris, causantes
de la cruenta guerra de Troya. También está Aquiles quien por amor a Briseida
volvió al combate causando la muerte al gran príncipe Héctor que nunca quiso la
contienda.
También está en ese círculo infernal Cleopatra, y Dido, reina de Cartago,
a quien la pasión amorosa hizo que se prendara de un hermoso cuerpo, lo cual
acabó llevándola al suicidio y a quebrantar la promesa hecha a las cenizas de
su esposo, el sacerdote Siqueo.
Apesadumbrado el poeta por el sufrimiento que padecen aquellas
almas se detiene ante Francesca quien, con tremenda congoja, agradece al poeta su
compasión e interés por todos los que allí purgan con el dolor el haberse visto arrastrados
por su pasión amorosa. La sombra de Francesca cuenta al poeta, mezclando el llanto a
las palabras, de qué modo cayó en las redes del amor
Fue un día en el que estaban ella y Paolo leyendo, por entretenimiento, las aventuras de amor entre Lancelot y Ginebra:
“aquella lectura –explica Francesca- hizo que nuestros ojos se buscaran muchas veces y que palideciera nuestro semblante; mas un solo pasaje fue el que decidió de nosotros. Cuando leímos que la deseada sonrisa de la amada fue interrumpida por un beso tembloroso en la boca: el libro y quien lo escribió fue para nosotros otro Galehaut [intermediario en los amoríos entre Lancelot y Ginebra]; aquel día ya no leímos más”.
Tras escuchar el relato rememorando aquel momento feliz que
les había llevado a la miseria, Dante siente tal sobrecogimiento que cae
desvanecido. Así lo cuenta el poeta:
“Mientras un alma decía esto, la otra lloraba de tal modo que, vencido por la piedad, me sentí desfallecer y caí como cae un cuerpo muerto”.
Episodio relatado en el canto V de la Divina Comedia
Francesca de Rimini y Paolo Malatesta. Jan Bogaerts (1878-1962) |
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