En él una hilera de cedros del Líbano enmarcan un diseño con tres senderos,
cada uno de los cuales termina en un pequeño edificio de arquitectura
palladiana. Un tridente de caminos que parten de un mismo punto, pero solo uno es
un sendero recto, los otros dos son oblicuos.
Se trata de un escenario que ofrece al visitante la oportunidad de entrar en él y actuar conforme al papel que en la vida desee representar. Pues no todo está escrito, se dice que "Dios escribe recto con renglones torcidos", la experiencia de hacer de nosotros una cosa u otra, alcanzar la rectitud de pensamiento o perdernos en el laberinto de la existencia, es opcional. Ahí radica el libre albedrío, capacidad que el ser humano no comparte con ninguna otra criatura.
El diseño escenográfico de este jardín de la villa Chiswick, con su
tridente de caminos, imita el modelo del escenario del Teatro Olímpico de
Vincenza (Fig. 2), donde tres calles se alejan de la escena hasta el horizonte.
Ese es, también, el escenario del Teatro de Agua de Versalles, cuya imagen ilustra
nuestro anterior post (Fig. 3).
Como vemos en todos estos jardines teatrales se juega con la
perspectiva y no solo desde el punto de vista arquitectónico, sino que también podemos
entrar en el juego propuesto por el jardín: penetrar en distintos planos de la
realidad y ser conscientes de las diversas perspectivas del mundo y de nuestro
papel en él.
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