sábado, 18 de julio de 2020

TRIBUNALES DE AMOR



Decíamos en el post anterior que los Tribunales de Amor existieron desde el siglo XII al XIV en la Provenza y también en otros lugares y en ellos Leonor de Aquitania, su hija, María de Champaña y un grupo de compañeras y algunos caballeros, ejercieron de mediadoras en conflictos y disputas entre hombres y mujeres que los elegían como árbitros para dirimir sus diferencias, y cuyo veredicto estaban obligados a acatar. 

Ese fue un modo de educar y corregir comportamientos y errores en el trato entre la pareja, al tiempo que se ponían de relieve los efectos que tiene el Amor sobre las vidas y las relaciones humanas.

Decíamos también que André el Capellán recoge veintiuno de esos juicios, en cinco de los cuales la sentencia es emitida por María de Champaña; tres más son sentenciados por su madre, Leonor de Aquitania; otros tres por Alix de Champaña; cinco por la vizcondesa Ermengarda y dos más por la condesa de Flandes: Elizabeth de Vermandot de Narbona y uno por la asamblea de Gascuña. 

Por nuestra parte, y a modo de ejemplo, reproducimos tres de esos juicios y su sentencia:

PRIMER JUICIO, ACTÚA COMO JUEZA MARÍA DE CHAMPAÑA

Este dictamen lo reclama cierto caballero, oficial de palacio, quien expone ante el tribunal que amaba sin medida a su dama y disfrutaba de sus abrazos, ella sin embargo no le amaba del mismo modo. Ante esa situación él quiso romper la relación, pero ella temiendo perderlo se opone a su voluntad.

El veredicto de María es el siguiente:

“Ciertamente es perversa la intención de una mujer que exige ser amada, pero se niega a amar. No tiene sentido exigir a los demás sin consideración algo que uno niega”.

SEGUNDO JUICIO, ACTÚAN COMO JUECES UNA ASAMBLEA DE DAMAS

El caso que se presenta ahora para su resolución es el siguiente: Un caballero divulgó torpemente las intimidades y secretos de su amor. Todos los que militan en el ejército del amor piden que se castigue severísimamente semejante exceso, pues temen que el ejemplo de tal traición sea motivo para que otros lo sigan. En consecuencia la asamblea de damas, reunidas en Gascuña, tomó por unanimidad la firme y definitiva resolución siguiente:

Que ese hombre perdiera toda esperanza de amor y llevara en todas las cortes, tanto de damas como de caballeros, el estigma de persona censurable y despreciable. Y si una mujer violara temerariamente las resoluciones de estas damas, entregándole su amor, quedaría sometida para siempre a la misma pena y, por tanto, sería tenida por enemiga de toda mujer honesta.

TERCER JUICIO, ACTÚA COMO JUEZA LA REINA LEONOR DE AQUITANIA

Un caballero solicitó el amor de una dama, que ésta se negó rotundamente a concederle. El caballero, no obstante, le envió unos regalos muy valiosos que ella aceptó con cara sonriente y ávido corazón. Después, sin embargo, se mostró esquiva en el amor y su respuesta fue rechazarle de nuevo. El caballero manifestó sus quejas, creyendo que el aceptar los regalos era expresión del amor, una esperanza que ahora le negaba sin motivo. 

La reina Leonor respondió así: 

“O la dama rechaza los regalos ofrecidos, o los compensa con el favor del amor, si no tendrá que soportar pacientemente que se la incluya en la compañía de las prostitutas”.







miércoles, 8 de julio de 2020

SOBRE LA CLASE DE MUJERES QUE HABITAN EN EL PALACIO DE AMOR


Siguiendo con los relatos del ciclo del Grial

“Se dice, y yo lo creo, que en el centro del mundo fue construido un palacio con cuatro hermosísimas fachadas y que en cada una de ellas hay una puerta por demás hermosa. Pero en este palacio sólo Amor y algunas comunidades de mujeres merecieron vivir. La puerta Oriental se reservó para sí solo el dios del Amor. Las otras tres quedaron destinadas a cierto tipo de damas.

La puerta Meridional siempre mantiene las puertas abiertas y en todo momento se encuentran mujeres en el umbral. Lo mismo sucede con las damas de la puerta Occidental, pero a estas siempre se las encuentran ociosas ante la puerta. En cambio, las que merecieron la custodia de la puerta del Septentrión permanecen siempre con la puerta cerrada y no ven nada de los exteriores del palacio. ¿A qué clase de estas pretendéis pertenecer?

-Las que están en la puerta del Sur o Meridional, son aquellas damas que cuando alguien pide acceso al palacio tratan de indagar con toda diligencia de qué méritos es digno, de qué virtudes está adornado. Y cuando su confianza es total los admiten con todos los honores de que son merecedores. Por el contrario, alejan del palacio del Amor a los indignos. […] Son las que quieren amar y no rechazan a los amantes dignos. Y con toda razón, pues están todas orientadas al Sur y han merecido ser tocadas por el rayo del Amor, el mismo que habita en Oriente

-Las que tienen como suya la puerta Occidental son mujeres vulgares que no rechazan a nadie y admiten a todos sin diferencias, expuestas como están a todo tipo de deseos […] Son las meretrices que apenas aman a alguien, ni se advierte tampoco que sean amadas por hombre íntegro alguno. Y es comprensible, puesto que, como sus habitaciones dan a Occidente. El ardiente rayo del Amor no puede llegar a ellas desde Oriente

-Las que cuidan la puerta Septentrional y viven siempre con la puerta cerrada, son las que no abren la puerta a nadie que llame, sino que cierran la entrada al palacio del Amor. […] Son las que se niegan a amar, aunque son amadas de muchos. Y ello porque Dios no mira a las que están a su izquierda, porque son malditas”.

Este es un fragmento del "Libro del Amor ", de André el Capellán (1150-1220) escrito a petición María de Champaña y de su madre, Leonor de Aquitania, conocida como la “reina de los trovadores”, creadoras ambas de los llamados “Tribunales de Amor”, un órgano constituido por 31 leyes que, según la leyenda, fueron dictadas de viva voz por el mismo rey del Amor y puestas por escrito con el mandato de que fueran entregadas a todos los amantes. Dichas reglas, inscritas en el ciclo del Grial, se custodiaban en el palacio del Rey Arturo en una percha de oro, junto a un halcón, hasta que un día fueron conquistadas por un joven caballero bretón cuyo afán era hacerse merecedor del amor de una hermosa joven de la que se había enamorado. 

Estos tribunales existieron desde el siglo XII al XIV en la Provenza y también en otros lugares y en ellos estas dos damas, junto a un grupo de compañeras y algunos caballeros, ejercieron de mediadoras en conflictos y disputas entre hombres y mujeres que las elegían como árbitros para dirimir sus diferencias, y cuyo veredicto estaban obligados a acatar. Ese fue un modo de educar, corregir comportamientos y errores en el trato entre la pareja, al tiempo que se ponían de relieve los efectos que tiene el Amor sobre las vidas y las relaciones

André el Capellán recoge veintiuno de esos juicios, en cinco de ellos la sentencia es emitida por María de Champaña; tres son sentenciados por su madre, Leonor de Aquitania; tres más por Alix de Champaña, cinco por la vizcondesa Ermengarda; dos más por la condesa de Flandes, Elizabeth de Vermandot de Narbona y uno por la asamblea de Gascuña. Mª Ángeles Díaz

Pintura: Edmund Blair Leighton (1853-1922).



ENTRADAS DEL BLOG SOBRE ESTE TEMA:


Continuará


sábado, 4 de julio de 2020

DANTE ENCUENTRA A BEATRIZ EN LA VIDA NUEVA

ALABANZA
Lleva en sus ojos al amor sin duda
la que embellece todo lo que mira;
y tal respeto su presencia inspira,
que el corazón le tiembla al que saluda.
Dobla él la faz que de color se muda
y sus defectos al sentir suspira;
huyen ante ella la soberbia e ira;
¡oh bellas, dadme en su loor ayuda!
Toda dulzura, toda venturanza
nace el alma del que hablar la siente;
mas, si en sus labios la sonrisa brilla,
se muestran tal, que ni la lengua alcanza
nunca a decir, ni a comprender la mente
tan nueva e increíble maravilla.
Dos lienzos de Raffaello Sorbi. con el título Dante encuentra a Beatriz, 1903


SALUDO
Tan honesta parece y tan hermosa
mi casta Beatriz cuando saluda,
que la lengua temblando queda muda
y la vista mirarla apenas osa.
Ella se va benigna y humilde
y oyéndose loar, rostro no muda
y quien la mira enajenado duda
si es visión o mujer maravillosa.
 Muéstrase tan amable a quien la mira
que al alma infunde una dulzura nueva
que solo aquél que la sintió la sabe.
Raffaele Giannnetti. Encuentro de Dante y Beatriz, en el jardín Boboli, 1877