En él se dice que son treinta y una las reglas que de viva
voz fueron prescritas por el mismo rey Amor, y puestas por escrito con el mandato
de que fueran entregadas a todos los amantes.
Dichas reglas, inscritas en el ciclo del Grial, y recogidas,
según llevamos dicho, en el siglo XII por André el Capellán en el ámbito de la
Corte de Aquitania, se custodiaban en el palacio del Rey Arturo en una percha
de oro, junto a un halcón, hasta que un día fueron conquistadas por un joven
caballero bretón cuyo afán era hacerse merecedor del amor de una hermosa
doncella de la que se había enamorado. Fue otra bella dama, a la que
casualmente encontró cabalgando en el bosque, la que dio al bretón los consejos
y las claves para vencer los grandes y peligrosos obstáculos con los que se
habría de encontrar en el camino hasta culminar exitosamente su aventura
heroica. Conseguir el halcón y el manuscrito con dichas reglas.
Los consejos de la dama misteriosa, los cumplió el
bretón a rajatabla, y de ahí que pronto se le viera de regreso con el halcón y
el manuscrito encontrándose nuevamente con la enigmática dama del bosque de la
que recibió un primer beso que repitió treinta veces. Tras la despedida el joven
reemprendió su camino hacia Bretaña, donde estudió dichas reglas tras lo cual
hizo entrega del halcón y el manuscrito a su amada para que fuera ella quien
tomara el deber de entregarlas a los amantes.
“Ella, reconociendo su plena fidelidad y dándose
cuenta de su arrojo y valentía, premió sus hazañas entregándole su amor. La
dama, cumpliendo con el deber adquirido hizo públicas dichas reglas del Amor
ante
una asamblea de numerosas damas y caballeros mandando a todos los amantes su
fiel cumplimiento por orden terminante del rey Amor. Toda la asamblea las
aceptó y prometió obedecerlas para no caer en el castigo de Amor. Asimismo,
todos los que estuvieron convocados en dicha asamblea, se llevaron las reglas
escritas y las difundieron por diversas partes del mundo a todos los amantes”.
Estas treinta y una reglas que el dios del Amor dictó
están, como es natural, acomodadas a una
época, pero en lo esencial siguen siendo actuales y algunas de ellas incluso
las podemos considerar más avanzadas, por ejemplo las que tratan el tema del
matrimonio, del compromiso, de los celos, de las causas que hacen que crezca o
disminuye el amor, de la edad a partir de la cual se está en condiciones de
amar, de que a nada sabe el amor cuando el amante lo consigue contra la
voluntad de la pareja, de que nadie puede amar si no es incitado por el amor,
de que el verdadero amante no quiere más abrazos que los de la persona que ama,
de que el amor no puede negar nada al amor, de que nada impide que dos hombres
amen a una mujer, ni que dos mujeres amen a un hombre…
De acuerdo a estas leyes, Leonor de Aquitania, su hija
María y el resto de damas de su corte, crearon un reglamento y unos tribunales
llamados de Amor, donde aplicarlo para dar a las personas que se sometían a sus
juicios, un veredicto que solventara sus conflictos cuando los propios
litigantes no eran capaces de hacerlo razón por la que pedían tal arbitrio.
André el Capellán recoge veintiuno de esos juicios, en cinco de ellos la sentencia es emitida por María de Champaña; tres son sentenciados por su madre, Leonor de Aquitania; tres más por Alix de Champaña, cinco por la vizcondesa Ermengarda; dos más por la condesa de Flandes, Elizabeth de Vermandot de Narbona y uno por la asamblea de Gascuña.
Sin embargo, no debemos pensar que por ser tribunales
femeninos estos se decantaban a favor de las mujeres, sino que buscaban en todo
momento un veredicto ajustado a las reglas y se sancionaba por igual a quien
las hubiera incumplido, teniendo gran peso el cómo se habían roto dichas reglas
y cual debía ser la justa y proporcionada sanción a tal deslealtad.
Como decíamos, los Tribunales de Amor existieron desde
el siglo XII al XIV en la Provenza y también en otros lugares, eran escenarios creados
expresamente para actuar de mediadores en conflictos y disputas entre hombres y
mujeres, siendo ellos mismos quienes elegían este modo de dirimir sus
diferencias, comprometiéndose ambos a acatar su veredicto.
Por nuestra parte, y a modo de ejemplo, reproducimos tres de esos juicios y su sentencia:
PRIMER JUICIO, ACTÚA COMO JUEZA MARÍA DE CHAMPAÑA
El dictamen lo reclama cierto caballero, oficial de
palacio, quien expone ante el tribunal que amaba sin medida a su dama y
disfrutaba de sus abrazos, ella sin embargo no le amaba del mismo modo. Ante
esa situación él quiso romper la relación, pero ella temiendo perderlo se opone
a su voluntad.
El veredicto de María es el siguiente:
“Ciertamente es perversa la intención de una mujer que
exige ser amada, pero se niega a amar. No tiene sentido exigir a los demás sin
consideración algo que uno niega”.
SEGUNDO JUICIO, ACTÚAN COMO JUECES UNA ASAMBLEA DE DAMAS
El caso que exige una resolución es el siguiente: Un
caballero divulgó torpemente las intimidades y secretos de su amor con cierta
dama. Todo el tribunal, militantes del ejército del amor, piden que se castigue
severísimamente semejante exceso, pues temen que el ejemplo de tal traición sea
motivo para que otros lo sigan. En consecuencia, la asamblea de damas, reunidas
en Gascuña, tomó por unanimidad la firme y definitiva resolución siguiente:
Que ese hombre perdiera toda esperanza de amor y
llevara en todas las cortes, tanto de damas como de caballeros, el estigma de
persona censurable y despreciable. Y si una mujer violara temerariamente las
resoluciones de estas damas, entregándole su amor, quedaría sometida para
siempre a la misma pena y, por tanto, sería tenida por una mujer deshonesta.
TERCER JUICIO, ACTÚA COMO JUEZA LA REINA LEONOR DE AQUITANIA
Un caballero solicitó el amor de una dama, que esta se
negó rotundamente a concederle. El caballero, no obstante, le envió unos
regalos muy valiosos que ella aceptó complaciente. Después, sin embargo, se
mostró esquiva en el amor y su respuesta fue rechazarle de nuevo. El caballero
manifestó ante el tribunal sus quejas, creyendo que el aceptar los regalos era
expresión del amor, una esperanza que ahora le negaba sin motivo.
La reina Leonor respondió así:
“O la dama rechaza los regalos ofrecidos, o los compensa con el favor del amor, si no tendrá que soportar pacientemente que se la incluya en la compañía de las prostitutas”.
Texto: Mª Ángeles Díaz
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Gracias, hermoso , me siento afortunada, por decir lo menos, de contar con ustedes, quienes me permiten acceder a todo este maravilloso conocimiento, gracias
ResponderBorrarmuchas gracias por tan amable comentario. Mucho me gustaría conocer su nombre para diigirme personalmente a usted. Un saludo muy cordial.
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