René Guenon nos recordaba que en los "misterios" del medioevo, la escena teatral estaba dividida en varios pisos que correspondían a los diferentes mundos repartidos según la división ternaria: cielo, tierra, infierno; por lo que la actuación de los actores, que tenía lugar simultáneamente en esos tres niveles, representaba la simultaneidad esencial de los estados del ser.
El dibujo hecho con tiza, sobre el que un niño salta mientras
el resto lo observa con total atención, es un juego tradicional mnemotécnico
del arte de la memoria que todos conocemos como ‘rayuela’, cuyas casillas
reproducen esa misma estructura, la tierra, el mundo intermediario y el cielo.
Es, por consiguiente, un escenario idéntico al que describe René Guénon.
Lo que este niño hace al ascender y descender por las casillas de la rayuela es un “viaje” por esos distintos mundos, o sea realiza un rito, aun sin saberlo, sin embargo esa estructura quedará, con la práctica del juego, fijada en su mente por lo que tendrá siempre la posibilidad, a lo largo de su vida, de encontrar un momento en que por las circunstancias que fueren se le revelen las claves secretas de ese orden sobre el que él ya “jugó” en su infancia o adolescencia, encontrando, tal vez, un sentido “otro” a esa estructura. Esta es la diferencia entre jugar con esquemas que estimulan la materia blanca del cerebro, cuya función es servir de vehículo a la inteligencia y la imaginación creadora, o hacerlo con esos juegos electrónicos que no aportan ninguna didáctica más allá de una momentánea diversión que en muchos casos acaba en adicción.
Precisamente un estudio reciente indica que los ‘nativos
digitales’, término usado para referirse a nuestra generación más joven, son
menos inteligentes que sus propios padres, debido a ese menor desarrollo de la
sustancia blanca, lo cual hace que pierdan habilidades físicas y mentales y se les
dificulte mantener la atención cuando algo no les atrae al instante, ya que lo
descartan simplemente pasando de pantalla. No saben qué es la frustración, ni el
aburrimiento, ni el esfuerzo, pues de todo ello son deficitarios o sea
deficientes…
Ante esta realidad aún hay quien sigue acreditando en la
solidificada idea de un progreso que nos salvará de todos los males, es decir,
en palabras de Federico González, se sigue creyendo
“en la alienante historia de un progreso indefinido, y en el racionalismo, que toman no a la Ciencia como un medio de Conocimiento, sino como realidad a la que hay que ceñirse estrictamente cual una nueva forma dogmática religiosa. Y que imaginan la salvación del género humano por medio de este ‘progreso’, hoy confiado a la técnica y a la electrónica, idea completamente vigente en nuestra sociedad, aunque rechazada también cada vez más parcialmente –o en su integridad– por seres humanos desengañados o exhaustos, muchos de ellos lúcidos, aunque superados ampliamente por la ignorancia y el engaño de las masas”. Mª Ángeles Díaz
Cita: Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos (Ciencia subterránea).
Imagen: Serie Teatro Hermético de la Memoria, 43
Foto: 1902 en Bs.As.
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