– ¡Óyeme, Venus! En tu nombre, en tu nombre se dijeron esas
cosas tan bonitas. En tu nombre, esos sueños son ahora para todos pues sin eso
qué otra cosa nos quedara a los hombres sino el llanto que produce nuestro
olvido…
– ¡Somos fragmentos del amor!
– ¿Quién dices ser?, si toda cosa en ti comienza y termina…
– Si cada guiño de tus ojos es un día…
– Si la
sombra de tus pasos es la vida…
– Y nos has
dado a todos un alma tan partida que no pensamos sino en huir… ¿Quién dices
ser?
– Embriágame,
mi diosa, quiero beber tu vino delicioso y si he de penar por este hecho pagaré
el precio necesario pues quien no sufre por amor no ama.
– La vida
entera me entregó la transparente lucidez de tu presencia, y comprendí la
esencia de la diosa, tu ser, Ishtar, en mí…
– ¡Oh, diosa!
Piensa más bien en quiénes somos tú y yo, yo y tú. […]
– ¡Somos
fragmentos del amor!
– Sólo es ahora y siempre ahora, más luego nunca…
– Todo es eterno. No hay próxima vez para los dos.
– A cada rato se renueva la promesa de ser y se reitera la
palabra y la generación, ¡fecúndame, hazte cargo de este nacimiento que yo te
produje a mi vez! […]
– Ya que el autor de la obra se oculta tras un velo he de
cantar sin pena y sin anhelo esta canción que revele el secreto puesto que eres
a la vez el sujeto y el objeto del amor. Misteriosa realidad que no podemos ni
queremos traspasar… si es que hay algo que saber.
Fragmentos de Rapsodia, obra de Federico González Frías
IMAGEN: Serie TEATRO HERMÉTICO DE LA MEMORIA
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