Es en la pura contemplación, vacío de formas y de conceptos
adquiridos, como el hombre consigue penetrar el núcleo de las cosas.
Es
vaciando su espacio mental, su estructura psicológica o su adulterada
personalidad, plagada de egos o poses, como el hombre obtiene su experiencia de
satori o iluminación, restaurándose
en él su ingenuidad primigenia, la del no saber, o de la "docta
ignorancia".
Ahí se produce la iniciación y empieza el aprendizaje, es
decir, el arte de vivir la iniciación, pues la "única enseñanza es
aprender" como dice Federico González Frías.
-"¿Qué es el Zen? -preguntó un discípulo a su maestro
Seug Sahn.
-¿Qué eres tú? -respondió éste
(Silencio)
-¿Comprendes?
-No sé
-Esa mente que no sabe eres tú. El Zen es comprenderte a ti
mismo".
Significa que las cosas deben ser observadas como
verdaderamente ellas son: tremendamente simples o naturales y sorprendentemente
misteriosas o sagradas. Sin que entre ellas y nosotros interfieran los juicios
que sobre ellas tengamos pre-fijados, (prejuicios) pues son puntos de vista
siempre relativos. Implica, por consiguiente añadirse a ellas, o más bien
contemplar que uno ya está añadido.
Si algo nos separa de esa perspectiva de
unidad, es decir de la Realidad, es nuestra mente, esa que nos hace creer que
somos su producto, que quiere comprender por ella misma, que se siente capaz de
razonarlo todo partiendo de unos condicionamientos impuestos por las múltiples
anécdotas personales, privando al hombre verdadero de reconocer su auténtica
naturaleza esencial. Esa mente prepotente (individualista) que hace al hombre
esclavo de su ignorancia es la que hay que regenerar, es decir, vaciar, para
estar en condiciones de comprender el Zen o el Ser. Mª Ángeles Díaz. Notas Sobre el (Fragmento).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario