Grabado del poema de Marco Girolamo (1527) Scacchia Ludus.
En el nuevo ajedrez no se representa el campo de batalla donde los contrincantes libran una contienda en ocasiones ahorrándose, con esa partida, un enfrentamiento violento entre tropas, tal como proponía Alfonso X, el Sabio. Por el contrario en el nuevo ajedrez creado por los hermetistas del Renacimiento se nos presenta un juego de salón, ideado únicamente para que brille la inteligencia y reine la diversión.
Y así como en el campo de Marte
es el Caballero quien dirige la acción; en los salones de la Corte, o en las
salas de baile, era la Dama quien llevaba el peso de las situaciones. Es esta
idea, asociada a lo lúdico, la que crea las reglas del nuevo juego tal y como
son recogidas en el libro que Luca Pacioli y Leonardo da Vinci dedicaron a Isabel d'Este.
Esta nueva fórmula llamada "a la rabiosa" destaca por su
agilidad y asimismo por el papel principal que se da a la Reina, cuya incursión en el nuevo ciclo
trasforma el espacio, tanto en el palacio como en el tablero.
Si tomamos las nuevas reglas del
ajedrez, como símil de lo que sucedía en la sociedad renacentista de las Cortes,
nos daremos cuenta de que el ajedrez renacentista logró ir imponiéndose al
ajedrez medieval, conocido como del Alferza, porque fue esta pieza, que tenía funciones
de visir, la que se sustituyó por la Reina, cambiándose con ello toda la perspectiva del juego. Es
curioso observar las diferencias sustanciales que hay entre la Reina y el
Alferza, dos piezas cuyos movimientos en el tablero son el reflejo de
verdaderos cambios de mentalidad. Dicho de otro modo, si entramos en las
peculiaridades del juego de ajedrez que crearon los hermetistas y lo comparamos con el medieval, nos damos cuenta
de que responden a dos «perspectivas» distintas de ver y de entender el mundo.
La medieval, ya en declive por el agotamiento de sus posibilidades, y la
renacentista, emergiendo con el vigor propio de la juventud.
Es evidente que en estas nuevas
reglas del juego de la Dama se hace patente el respeto que los humanistas del
Renacimiento sentían por el aspecto femenino de la creación, y consecuentemente
hacia la mujer. Como ejemplo podemos señalar que es la Reina la que cobra más
protagonismo, puesto que si la Alferza se movía una casilla en diagonal, con lo
cual su fuerza era sólo algo mayor que la de un peón, la Reina es ahora la
pieza con mayor capacidad de movimiento, pues mueve cuantas casillas quiera en
línea recta o diagonal, englobando así los movimientos del Alfil y la Torre.
Otra influencia fundamental de la
estructura simbólica de las Cortes de Amor como escuela de perfeccionamiento
humano aplicadas a las reglas del ajedrez, fue la promoción que se hizo del
peón, de tal modo que si una de esas humildes piezas logra, durante la partida,
atravesar el tablero, es decir superar todos los obstáculos, y con ello sus
propias limitaciones, tiene la opción de transformarse en cualquier otra pieza,
cosa que no sucedía con el ajedrez medieval donde el peón estaba condenado a ser
siempre soldado raso y «carne de cañón». Este peón, de acuerdo al propio
organigrama simbólico de la Corte, es el aprendiz en los misterios de Amor, o
sea, aquel viajero que impulsado por ese amor al Conocimiento descubre ante sí
un mundo de posibilidades, dado que, como se lee en el Programa Agartha :
Es con el fuego del amor, y la sutil pasión que él genera, como se lleva a cabo la obra de la transmutación alquímica, porque ese fuego es el propio amor al Conocimiento y a la Sabiduría, (…) A este amor, expresión del amor divino, es al que cantaban los trovadores medioevales, y el que Dante ve personificado en la figura de Beatriz (que simboliza a la Sabiduría), y ciertamente es el que invoca Salomón en El Cantar de los Cantares, en donde se trata precisamente de las «bodas», «casamiento», o unión del alma humana con el Espíritu.
*Fragmento del libro: Viaje Mágico-Hermético a Andros. Una aventura Intelectual M.A.D. Editorial. Symbolos.
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