Hago aquí una transcipción de las palabras de presentación del viaje a Tarragona que Francisco Ariza, como guía del mismo, realizó durante el trayecto en el autocar desde Barcelona, y que tuve la oportunidad de grabar.
Añadir que esta ruta se engloba en las actividades didácticas del "Centro de Estudios de Simbología" de Barcelona (CES) del que es miembro desde su fundación por Federico González. Francisco Ariza es, asimismo, autor de interesantes estudios sobre el simbolismo de la Historia y la Geografía y reconocido por sus libros sobre la Masonería y el Simbolismo Constructivo en general y especialmente por su vinculación con la revista Symbolos.
Por último, decir que el viaje se realizó en Octubre pasado (2007) y que de él ya dejé en el blog algunas fotos. En principio pensé hacer una reseña de la ruta y de las cosas interesantes que se dijeron, pero oyendo este material he creído que cualquier lector sensible al tema de la simbólica iba a agradecer esta transcripción íntegra que sintetiza muy claramente lo que fue el viaje, aunque el contenido de éste, naturalmente, fue mucho más amplio y tal vez haya ocasión de comentarlo. Remito sin embargo al apartado "Rutas Simbólicas" del CES, donde se puede leer el "Programa", con algunas fotos y anotaciones sugestivas del propio autor de la ruta. Sin duda, para todos los que participamos de ese viaje, Tarragona (la Tárraco romana) apareció como la puerta a otros espacios de nuestra propia percepción sobre las cosas, lo que se advierte por una nueva manera de ver y entender no sólo los acontecimientos históricos, sino la propia realidad transformada en historia viva. Núria
Presentación de Francisco Ariza"Nuestra intención es que a través de la Ruta Simbólica a Tárraco desarrollemos algunas ideas sobre Roma y lo que ésta representó y representa en el conjunto de la civilización occidental. Vamos a viajar al interior de una civilización extraordinaria cuya huella ha perdurado en el tiempo y que, junto con la Griega, ha sido la fundadora de los valores más sólidos y auténticos de nuestra cultura, aquellos que la forjaron y gracias a los cuales nuestra sociedad actual no ha caído completamente en la más completa ignorancia. ¿En dónde tiene sus raíces el pensamiento filosófico de Occidente?, ¿de dónde se nutre éste sino de Pitágoras, Platón y las escuelas y academias que ellos alumbraron y que proliferaron a lo largo de los siglos honrando y ensalzando a la diosa Sabiduría? ¿De dónde emanan los principios de la ciencia experimental sino de la Ciencia y la Cosmogonía Hermética?
Bien es verdad que esos valores se entretejieron con la gran herencia judeocristiana, que se desarrolla ampliamente durante la Edad Media y el Renacimiento (que la recibe junto al legado de la Antigüedad Clásica). A dicha herencia inevitablemente aludiremos cuando paseemos por la calles de Tarragona, o bien cuando visitemos una de las dependencias de la catedral, concretamente el Museo Diocesano, donde hay algunos elementos de la Tarragona romana (por ejemplo, el sarcófago de Apolo y las Musas, sin contar que parte de esas dependencias están incrustadas dentro del antiguo templo romano de Júpiter) mezclados con los de la judía y la cristiana.
De hecho, vamos a tratar también de la presencia de la tradición cristiana en los primeros siglos de su existencia, y más concretamente cuando por razones de tipo cíclico esta tradición tuvo que asumir la herencia del Imperio romano, con el claro objetivo de que Occidente continuara conservando una organización lo suficientemente fuerte en lo social, en lo político y lo cultural, para no caer en el olvido de sí misma, y por lo tanto en la barbarie. Tengamos en cuenta en este sentido que en sus dos últimos siglos el Imperio Romano se cristianiza por completo, y en Tarragona esa cristianización sin duda alguna se vivió con intensidad.
Roma, como todas las antiguas civilizaciones, estuvo plenamente vertebrada por la Tradición, concepto que para nosotros tiene un sentido completamente diferente al que se le da hoy en día, que pasa por ser sinónimo de “costumbre”. Muy al contrario, la Tradición se refiere a un conjunto de ideas que derivan directamente de los principios metafísicos, y que interrelacionadas entre sí han sido los verdaderos artífices de la cultura, a la que han estructurado de acuerdo a esos mismos principios. Tradición viene de "tradere", de la que también proviene transmitir, y esa transmisión no consiste en otra cosa que en un legado o herencia de carácter esencialmente espiritual. Lo que se transmite son precisamente esas ideas que por su naturaleza metafísica permanecen siempre inmutables y no sujetas al cambio de lo “que siempre deviene y nunca es”, en palabras de Platón. Constituyen siempre esa imprescindible referencia central para todo lo que existe, ya que son ellas las que han fijado el modelo arquetípico y cosmogónico que ha dado existencia a cada civilización, es decir su ser y su identidad, articulando todas las manifestaciones y aspectos de la vida humana: ya fuese en lo social, en lo político, en lo artístico, lo científico, religioso, filosófico, etc.
La existencia del hombre de aquellas culturas se sustentaba en valores inalterables y espiritualmente pletóricos que evidenciaban la existencia de una dimensión superior de la realidad, y que se expresaba finalmente en los actos de la cotidianidad, hecho por el cual se dice que en aquellas culturas cualquier actividad realizada por el ser humano constituía un verdadero rito. No existía, como tampoco existe ahora aunque se piense lo contrario, una separación radical entre los distintos niveles o planos de la realidad (el del cuerpo, el alma y el espíritu o intelecto superior), sino que ellos están armónicamente entrelazados y se comunican recíprocamente, pues el cosmos, como el ser humano, es un organismo vivo, donde la parte expresa al Todo.
Y la manera como estas ideas se han transmitido y expresado ha sido siempre a través de los símbolos y los códigos que éstos generan al relacionarse entre sí, y dentro de los cuales se encuentran naturalmente los ritos y los mitos sagrados de todos los pueblos. Por eso mismo cualquier civilización tradicional a través de sus códigos simbólicos difunde por ella misma ese modelo arquetípico y la posibilidad por tanto de que nosotros podamos reconocerlo si comprendemos antes el significado profundo que tienen dichos códigos. Esta es, dicho sea de pasada, la labor que lleva a cabo el Centro de Estudios de Simbología de Barcelona, fundado como todos sabéis en 1979 por Federico González, autor cuya obra está integrada dentro de esa corriente de grandes estudiosos e investigadores de todos los países que desde distintos ámbitos de la Simbólica y la Historia de la Cultura están rescatando para nuestro tiempo el auténtico valor de estas ideas y enseñanzas, que por su contenido están siempre de una actualidad permanente al hablarnos de lo que en cada ser humano existe de auténticamente inmortal e imperecedero.
Para nosotros la Historia está viva y, como se ha dicho, regresar a los orígenes significa renovarse, beber de la fuente de la eterna juventud, afirmar la estabilidad espiritual frente a la temporalidad. Es interesante advertir a este respecto que conforme vamos penetrando en el conocimiento del legado cultural de las civilizaciones tradicionales tenemos la clara y nítida impresión de estar realizando un viaje a los orígenes, y asumimos la alta concepción que las antiguas civilizaciones tenían de su propia existencia y la del cosmos en la que ésta se insertaba, existencia que era plenamente sagrada en tanto que manifestación del Ser Supremo, “que envías nada menos a la vida como tu embajadora”, como nos dice Federico González "En el Utero del Cosmos".
Como todos los pueblos tradicionales, Roma tiene unos orígenes suprahistóricos e históricos, es decir unos orígenes fundacionales que entroncan con una genealogía mítica y atemporal, y otros que están fijados perfectamente en el tiempo y que derivan de aquellos. En efecto, es del mito y la leyenda sagrada, o sea de lo suprahistórico, de donde esa historia recoge precisamente sus elementos esenciales y más profundos, aquellos que dan sentido a una civilización y en consecuencia la posibilidad de que ésta, y los seres humanos que las integran, puedan reconocer ese genealogía en cualquier momento de su ciclo histórico.
Roma pertenece a los pueblos indoeuropeos, que se caracterizaron por un papel histórico activo, pues fueron ellos los que conformaron las grandes civilizaciones que surgieron durante la segunda mitad del Kali-Yuga (o sea en torno al siglo XV a.C.). Son las civilizaciones creadoras de imperios, los cuales muchas veces fueron el resultado de la integración de distintas culturas en un proyecto común que buscaba realizar un orden en la tierra que fuera un reflejo del orden cosmogónico emanado de los principios metafísicos, es decir de la ciudad celeste.
Con este pensamiento como norte y guía afrontaremos nuestra ruta a Tárraco, que fue no sólo la primera ciudad que Roma funda en la Península Ibérica, sino la primera que se construyó fuera de Italia, lo cual habla ya del papel que el destino le tenía reservado a Tárraco, ciudad que es hija del Mediterráneo, y que con razón ha sido llamada la “puerta de Roma”, aquella por donde los enormes beneficios de su civilización penetraron en Hispania, la que en un momento dado recibió el nombre de “Península de los romanos”, hasta tal punto fue profunda la huella que Roma dejó impresa en ella, articulándola no sólo territorialmente mediante las cientos de vías y calzadas que la cruzaron de Norte a Sur y de Este a Oeste, sino también y sobre todo culturalmente, encarnado su espíritu en el alma de sus mejores hombres, ya fuesen gente del pueblo, filósofos, poetas o estadistas.
Rescatemos nuestra memoria vertical del olvido y asumamos que esa herencia está viva. Veamos en esos vestigios arqueológicos algo más que los restos de una época del pasado; oigamos también esa musica sutil que se desprende de las obras de arte que la civilización romana creó como expresión de su visión del mundo. Entonces, tal vez, comenzaremos a entender que esa música no es otra cosa que la articulación sonora y armónica de la propia Inteligencia manifestándose a sí misma en nosotros, y cuyo origen los antiguos filósofos y poetas atribuyeron a las Musas, hijas precisamente de la Memoria. " (más aquí)
Bien es verdad que esos valores se entretejieron con la gran herencia judeocristiana, que se desarrolla ampliamente durante la Edad Media y el Renacimiento (que la recibe junto al legado de la Antigüedad Clásica). A dicha herencia inevitablemente aludiremos cuando paseemos por la calles de Tarragona, o bien cuando visitemos una de las dependencias de la catedral, concretamente el Museo Diocesano, donde hay algunos elementos de la Tarragona romana (por ejemplo, el sarcófago de Apolo y las Musas, sin contar que parte de esas dependencias están incrustadas dentro del antiguo templo romano de Júpiter) mezclados con los de la judía y la cristiana.
De hecho, vamos a tratar también de la presencia de la tradición cristiana en los primeros siglos de su existencia, y más concretamente cuando por razones de tipo cíclico esta tradición tuvo que asumir la herencia del Imperio romano, con el claro objetivo de que Occidente continuara conservando una organización lo suficientemente fuerte en lo social, en lo político y lo cultural, para no caer en el olvido de sí misma, y por lo tanto en la barbarie. Tengamos en cuenta en este sentido que en sus dos últimos siglos el Imperio Romano se cristianiza por completo, y en Tarragona esa cristianización sin duda alguna se vivió con intensidad.
Roma, como todas las antiguas civilizaciones, estuvo plenamente vertebrada por la Tradición, concepto que para nosotros tiene un sentido completamente diferente al que se le da hoy en día, que pasa por ser sinónimo de “costumbre”. Muy al contrario, la Tradición se refiere a un conjunto de ideas que derivan directamente de los principios metafísicos, y que interrelacionadas entre sí han sido los verdaderos artífices de la cultura, a la que han estructurado de acuerdo a esos mismos principios. Tradición viene de "tradere", de la que también proviene transmitir, y esa transmisión no consiste en otra cosa que en un legado o herencia de carácter esencialmente espiritual. Lo que se transmite son precisamente esas ideas que por su naturaleza metafísica permanecen siempre inmutables y no sujetas al cambio de lo “que siempre deviene y nunca es”, en palabras de Platón. Constituyen siempre esa imprescindible referencia central para todo lo que existe, ya que son ellas las que han fijado el modelo arquetípico y cosmogónico que ha dado existencia a cada civilización, es decir su ser y su identidad, articulando todas las manifestaciones y aspectos de la vida humana: ya fuese en lo social, en lo político, en lo artístico, lo científico, religioso, filosófico, etc.
La existencia del hombre de aquellas culturas se sustentaba en valores inalterables y espiritualmente pletóricos que evidenciaban la existencia de una dimensión superior de la realidad, y que se expresaba finalmente en los actos de la cotidianidad, hecho por el cual se dice que en aquellas culturas cualquier actividad realizada por el ser humano constituía un verdadero rito. No existía, como tampoco existe ahora aunque se piense lo contrario, una separación radical entre los distintos niveles o planos de la realidad (el del cuerpo, el alma y el espíritu o intelecto superior), sino que ellos están armónicamente entrelazados y se comunican recíprocamente, pues el cosmos, como el ser humano, es un organismo vivo, donde la parte expresa al Todo.
Y la manera como estas ideas se han transmitido y expresado ha sido siempre a través de los símbolos y los códigos que éstos generan al relacionarse entre sí, y dentro de los cuales se encuentran naturalmente los ritos y los mitos sagrados de todos los pueblos. Por eso mismo cualquier civilización tradicional a través de sus códigos simbólicos difunde por ella misma ese modelo arquetípico y la posibilidad por tanto de que nosotros podamos reconocerlo si comprendemos antes el significado profundo que tienen dichos códigos. Esta es, dicho sea de pasada, la labor que lleva a cabo el Centro de Estudios de Simbología de Barcelona, fundado como todos sabéis en 1979 por Federico González, autor cuya obra está integrada dentro de esa corriente de grandes estudiosos e investigadores de todos los países que desde distintos ámbitos de la Simbólica y la Historia de la Cultura están rescatando para nuestro tiempo el auténtico valor de estas ideas y enseñanzas, que por su contenido están siempre de una actualidad permanente al hablarnos de lo que en cada ser humano existe de auténticamente inmortal e imperecedero.
Para nosotros la Historia está viva y, como se ha dicho, regresar a los orígenes significa renovarse, beber de la fuente de la eterna juventud, afirmar la estabilidad espiritual frente a la temporalidad. Es interesante advertir a este respecto que conforme vamos penetrando en el conocimiento del legado cultural de las civilizaciones tradicionales tenemos la clara y nítida impresión de estar realizando un viaje a los orígenes, y asumimos la alta concepción que las antiguas civilizaciones tenían de su propia existencia y la del cosmos en la que ésta se insertaba, existencia que era plenamente sagrada en tanto que manifestación del Ser Supremo, “que envías nada menos a la vida como tu embajadora”, como nos dice Federico González "En el Utero del Cosmos".
Como todos los pueblos tradicionales, Roma tiene unos orígenes suprahistóricos e históricos, es decir unos orígenes fundacionales que entroncan con una genealogía mítica y atemporal, y otros que están fijados perfectamente en el tiempo y que derivan de aquellos. En efecto, es del mito y la leyenda sagrada, o sea de lo suprahistórico, de donde esa historia recoge precisamente sus elementos esenciales y más profundos, aquellos que dan sentido a una civilización y en consecuencia la posibilidad de que ésta, y los seres humanos que las integran, puedan reconocer ese genealogía en cualquier momento de su ciclo histórico.
Roma pertenece a los pueblos indoeuropeos, que se caracterizaron por un papel histórico activo, pues fueron ellos los que conformaron las grandes civilizaciones que surgieron durante la segunda mitad del Kali-Yuga (o sea en torno al siglo XV a.C.). Son las civilizaciones creadoras de imperios, los cuales muchas veces fueron el resultado de la integración de distintas culturas en un proyecto común que buscaba realizar un orden en la tierra que fuera un reflejo del orden cosmogónico emanado de los principios metafísicos, es decir de la ciudad celeste.
Con este pensamiento como norte y guía afrontaremos nuestra ruta a Tárraco, que fue no sólo la primera ciudad que Roma funda en la Península Ibérica, sino la primera que se construyó fuera de Italia, lo cual habla ya del papel que el destino le tenía reservado a Tárraco, ciudad que es hija del Mediterráneo, y que con razón ha sido llamada la “puerta de Roma”, aquella por donde los enormes beneficios de su civilización penetraron en Hispania, la que en un momento dado recibió el nombre de “Península de los romanos”, hasta tal punto fue profunda la huella que Roma dejó impresa en ella, articulándola no sólo territorialmente mediante las cientos de vías y calzadas que la cruzaron de Norte a Sur y de Este a Oeste, sino también y sobre todo culturalmente, encarnado su espíritu en el alma de sus mejores hombres, ya fuesen gente del pueblo, filósofos, poetas o estadistas.
Rescatemos nuestra memoria vertical del olvido y asumamos que esa herencia está viva. Veamos en esos vestigios arqueológicos algo más que los restos de una época del pasado; oigamos también esa musica sutil que se desprende de las obras de arte que la civilización romana creó como expresión de su visión del mundo. Entonces, tal vez, comenzaremos a entender que esa música no es otra cosa que la articulación sonora y armónica de la propia Inteligencia manifestándose a sí misma en nosotros, y cuyo origen los antiguos filósofos y poetas atribuyeron a las Musas, hijas precisamente de la Memoria. " (más aquí)
Preciosa presentación Núria; tienes razón al comentar que se agradecería que la transcribieras.
ResponderBorrarDebió resultar un viaje realmente interesante y me pregunto si escuchaste la música sutil...
Seguro que sí.
Un abrazo.
Interesante recorrido por la cuna de nuestra cultura, es evidente que el arte manifiesta la concepción de tan avanzada visión.
ResponderBorrarSeguro que lo disfrutasteis muchísimo.
Un fuerte abrazo.
Efectivamente, Pola, creo que todos pudimos oír en algún momento esa música; algo que tiene que ver con que uno se reconoce en ese discurso. En definitiva, creo yo, esa música a la que alude Francisco Ariza suena en el interior de la conciencia cuando las palabras con que se transmiten las ideas arquetípicas reverberan en el corazón de quien las escucha, es decir, de quien participa de esas ideas, de quien las comparte.
ResponderBorrarYo diría, no sé si estarás de acuerdo, que lo que le sucede a uno con este tipo de discursos tiene que ver con un reconocimiento, con un despertar cosas dormidas....No habrá de ser casual que la palabra "reconocer", sea una palabra rebis, que va en dos direcciones y por lo cual se lee para alante y para atrás.
Te mando un abrazo
P.S.
Quiero decirte que mandé la foto que colgaste, tomada por la NASA junto al mar Tirreno donde aparece el camino del sol durante el solsticio de invierno en el hemisferio norte. ( “Eterno Retorno” http://frantisekpola.blogspot.com/) a una amiga, junto a tu comentario, pues pensé que le interesaría ya que está preparando un trabajo sobre el Simbolismo de las fiestas en el calendario, especialmente las que están relacionadas con los solsticios. Le ha parecido muy bueno y me ha dicho que la ha incorporado al PowerPoint que está preparando para su exposición.
Hola Polvorilla, gracias por tu visita y tu comentario reflexivo.
ResponderBorrarPasaré a saludarte por tu blog.
Un abrazo
Estoy de acuerdo con lo que comentas sobre la música; es la que resuena ante la contemplación de los símbolos, incluso -y ese es su poder-, cuando ni siquiera tienes idea de qué representan pero te cautivan, quedando impresos con fuerza en tu espejo interior, pues intuyes que tras su comprensión encontrarás profundas revelaciones. Muchos de los temas que me han interesado han comenzado por la fascinación ante una imagen, y profundizar en su simbolismo siempre te aporta muchísimo más de lo que imaginaste en un principio. (pero bueno, no te cuento nada nuevo, ¿verdad?)
ResponderBorrarMe alegro de que a tu amiga le gustaran la foto y el texto. Seguro que será una exposición muy interesante.
Por cierto, curioso lo de la palabra reconocer, nunca me había dado cuenta.
Un abrazo muy fuerte.
Núria, te dejo aquí la dirección de la página web donde está la foto del solsticio por si quieres pasársela a tu amiga:
ResponderBorrarhttp://apod.nasa.gov/apod/ap071222.html
Saludos.
Gracias Pola. Ahí se ve precioso el recorrido del sol. Enseguida mando la dirección a mi amiga.
ResponderBorrarHello. This post is likeable, and your blog is very interesting, congratulations :-). I will add in my blogroll =). If possible gives a last there on my site, it is about the CresceNet, I hope you enjoy. The address is http://www.provedorcrescenet.com . A hug.
ResponderBorrarNúria, paso por aquí para corregir un error que publiqué en un comentario a Sahaquiel y como imagino que lo habrás leído querría explicarte también a ti la equivocación.
ResponderBorrarNo era el sánscrito el idioma en el cual "vida" y "serpiente" se expresan con la misma palabra, sino que era así para los caldeos.
Mis disculpas.
Un abrazo.
Córdoba en relación con la Tárraco romana.
ResponderBorrarhttp://ramon-rsarlef.blogspot.com/2008/06/cordoba-en-diferentes-pocas-de-la.html
Siento envidia retrospectiva por ese viaje a Tarraco. Tes me ha advertido de este post y debo agradecérselo, pues me ha parecido interesantísimo. Sin duda, volveré muchas veces por aquí. Saludos cordiales.
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