“Si Dios te ha concedido el don de la elocuencia y una preciosa erudición, no debes ocultar ni callar nada. Antes bien, debes hacer públicos tus talentos. En conocimiento y alabanza de las gentes, las flores de la inteligencia fructifican.
Quien desee dominar sus vicios debe afanarse en el estudio y emprender una obra ardua: sólo la poesía nos libera del miedo y del dolor. Por todo ello, comencé a pensar en realizar alguna buena historia, trasladada al romance del latín. Pero no me atrajo la idea: había demasiadas ya. Pensé en los Lais que había oído. No dudé más. ¡Oid ahora el comienzo!”
Con estas palabras escritas en el siglo XII comienza María, trovadora de Francia, su libro de Lais (canto narrativo) donde recoge doce bellas historias de amor, todas ellas con un doble lenguaje, afectivo e iniciático, que había oído contar a los bardos bretones. Con su libro, esta trovadora medieval rescata para siempre las leyendas celtas creando un género literario plagado de hadas que raptan a los donceles para trasladarlos a Ávalon y donde nobles y leales caballeros por obtener los amores de su dama, de la que se habían "enamorado de oídas", se enfrentan a toda clase de peligros guiados siempre por las órdenes de Amor, el dios que reina e impone sus propias reglas. M.A.D. Pintura: Gastón Bussiere (1862-1929)
Las Lobas o Lupercas eran sacerdotisas que aparecen directamente
relacionadas con la enseñanza y con el mito romano según el cual Rómulo y Remo
fueron amamantados por una loba. Estas ministras del culto, conocidas también
como Lupas, ejercían sus funciones en una gruta-santuario llamado Lupercal o
Lupanar, una gruta abierta en las laderas del Palatino de Roma que aún puede
verse con sus misteriosos dibujos.
Los datos acerca de esta tradición femenina han dado a
conocer que las Lobas o Lupercas, realizaban ritos mágicos y aquelarres para
fertilizar la tierra y atraer las energías celestes al ámbito del hombre, con el
fin de fecundar y vigorizar dicho espacio. Estas cofradías de mujeres mantenían en el lupanar un
centro cultural y político donde ejercían de maestras y nodrizas de niños
ajenos, amas de cría que nutrían e instruían a los niños y jóvenes, enseñándoles la escritura, la música, el relato de los mitos, la magia natural y
formas de la magia egipcia, la confección de talismanes y otras tantas técnicas artesanales.
De esta tradición iniciática femenina procede el epíteto “Alimentadora”
que se daba también a las sacerdotisas de Deméter, en Eleusis, llamadas
maestras nodrizas, o abejas, o sea las que nutren, maestras alimentadoras del
espíritu y la inteligencia.
La razón de que estas mujeres se identificaran con el lobo está
en el simbolismo de este animal asociado al mismo tiempo con la luz y la oscuridad.
Representa pues la unión de los contrarios, por un lado, feroz y maléfico y por
otro un animal luminoso capaz de ver y ser luz en la noche. De ahí que en algunas mitologías, por ejemplo, la escandinava, el lobo sea un símbolo de
reintegración cíclica. Algunos textos comentan que la boca del lobo se traga el
sol en cada final de ciclo, y que lo vuelve a desembuchar cuando inicia el
ciclo siguiente. En ese sentido simboliza la muerte cósmica, y por eso se le
tiene como dios de los infiernos o como el propio Diablo, a veces también
identificado con el perro, guardián del umbral entre la vida y la muerte.
Una investigación arqueológica ha reunido los nombres de sesenta
y cinco de estos Lupercales, escuelas-templos o santuarios-bibliotecas, ya que
fue en ellos donde se acumularon las tablillas con escritos, pergaminos o
libros que contenían todo el Saber acumulado.
Algunos de los nombres de estos Santuarios son: Afrodisión y
Argirión por Afrodita; Argé, Artemisión por Artemisa; Ateneo por Atenea;
Eleusinión por Deméter (Eleusis); Heraión por Hera; Iseion por Isis; Letoón por
Leto; Lupanar y Lupercal de Acca Lupa o Acca Luperca; Minervión por Minerva;
Miseón por Cibeles; Murcia por Venus; Museión de Musa, Tesmoforión por Deméter
Tesmófora. Mª Ángeles Díaz
Añado el vídeo con la conferencia completa "Simbolismo del Carnaval", que fue la que presenté yo dentro de un ciclo dedicado al Folklore, en el Centro de Estudios de Simbología de Barcelona fundado por Federico González y clausurado poco después de su fallecimiento en 2014.