jueves, 21 de septiembre de 2017

Poema de Otoño. Rubén Darío



Tú, que estás la barba en la mano
meditabundo,
¿has dejado pasar, hermano,
la flor del mundo?

Te lamentas de los ayeres
con quejas vanas:
¡aún hay promesas de placeres
en los mañanas!

Aún puedes casar la olorosa
rosa y el lis,
y hay mirtos para tu orgullosa
cabeza gris.

El alma ahíta cruel inmola
lo que la alegra,
como Zingua, reina de Angola,
lúbrica negra.

Tú has gozado de la hora amable,
y oyes después
la imprecación del formidable
Eclesiastés.

El domingo de amor te hechiza;
mas mira cómo
llega el miércoles de ceniza;
Memento, homo...

Por eso hacia el florido monte
las almas van,
y se explican Anacreonte
y Omar Kayam.

Huyendo del mal, de improviso
se entra en el mal,
por la puerta del paraíso
artificial.

Y no obstante la vida es bella,
por poseer
la perla, la rosa, la estrella
y la mujer.

Lucifer brilla. Canta el ronco
mar. Y se pierde
Silvano, oculto tras el tronco
del haya verde.

Y sentimos la vida pura,
clara, real,
cuando la envuelve la dulzura
primaveral.

¿Para qué las envidias viles
y las injurias,
cuando retuercen sus reptiles
pálidas furias?

¿Para qué los odios funestos
de los ingratos?
¿Para qué los lívidos gestos
de los Pilatos?

¡Si lo terreno acaba, en suma,
cielo e infierno,
y nuestras vidas son la espuma
de un mar eterno!

Lavemos bien de nuestra veste
la amarga prosa;
soñemos en una celeste
mística rosa.

Cojamos la flor del instante;
¡la melodía
de la mágica alondra cante
la miel del día!

Amor a su fiesta convida
y nos corona.
Todos tenemos en la vida
nuestra Verona.

Aun en la hora crepuscular
canta una voz:
«Ruth, risueña, viene a espigar
para Booz!»

Mas coged la flor del instante,
cuando en Oriente
nace el alba para el fragante
adolescente.

¡Oh! Niño que con Eros juegas,
niños lozanos,
danzad como las ninfas griegas
y los silvanos.

El viejo tiempo todo roe
y va de prisa;
sabed vencerle, Cintia, Cloe
y Cidalisa.

Trocad por rosas azahares,
que suena el son
de aquel Cantar de los Cantares
de Salomón.

Príapo vela en los jardines
que Cipris huella;
Hécate hace aullar a los mastines;
mas Diana es bella;

y apenas envuelta en los velos
de la ilusión,
baja a los bosques de los cielos
por Endimión.

¡Adolescencia! Amor te dora
con su virtud;
goza del beso de la aurora,
¡oh juventud!

¡Desventurado el que ha cogido
tarde la flor!
Y ¡ay de aquel que nunca ha sabido
lo que es amor!

Yo he visto en tierra tropical
la sangre arder,
como en un cáliz de cristal,
en la mujer

Y en todas partes la que ama
y se consume
como una flor hecha de llama
y de perfume.

Abrasaos en esa llama
y respirad
ese perfume que embalsama
la Humanidad.

Gozad de la carne, ese bien
que hoy nos hechiza,
y después se tornará en
polvo y ceniza.

Gozad del sol, de la pagana
luz de sus fuegos;
gozad del sol, porque mañana
estaréis ciegos.

Gozad de la dulce armonía
que a Apolo invoca;
gozad del canto, porque un día
no tendréis boca.

Gozad de la tierra que un
bien cierto encierra;
gozad, porque no estáis aún
bajo la tierra.

Apartad el temor que os hiela
y que os restringe;
la paloma de Venus vuela
sobre la Esfinge.

Aún vencen muerte, tiempo y hado
las amorosas;
en las tumbas se han encontrado
mirtos y rosas.

Aún Anadiódema en sus lidias
nos da su ayuda;
aún resurge en la obra de Fidias
Friné desnuda.

Vive el bíblico Adán robusto,
de sangre humana,
y aún siente nuestra lengua el gusto
de la manzana.

Y hace de este globo viviente
fuerza y acción
la universal y omnipotente
fecundación.

El corazón del cielo late
por la victoria
de este vivir, que es un combate
y es una gloria.

Pues aunque hay pena y nos agravia
el sino adverso,
en nosotros corre la savia
del universo.

Nuestro cráneo guarda el vibrar
de tierra y sol,
como el ruido de la mar
el caracol.

La sal del mar en nuestras venas
va a borbotones;
tenemos sangre de sirenas
y de tritones.

A nosotros encinas, lauros,
frondas espesas;
tenemos carne de centauros
y satiresas.

En nosotros la vida vierte
fuerza y calor.
¡Vamos al reino de la Muerte
por el camino del Amor!

*
*   *

martes, 19 de septiembre de 2017

Venus Montada en una Concha



Cliveden es una casa palaciega situada en Taplow, el condado de Buckinghamshire, en Inglaterra, la cual sigue la arquitectura creada en la Italia Renacentista, o sea en el espíritu artístico y filosófico que en ese periodo se dio en todos los ámbitos de la creación, y que se basó especialmente en afianzarse a una visión sagrada de la existencia donde el hombre y sus obras eran expresiones de un "arte mayor" que se debía proteger, cuidar, cultivar.

Hoy alguien que está visitando Cliveden en estos días me mandó una foto de su impresionante “Fuente del Amor”, que se encuentra en los jardines del palacio. La bella y sugerente estampa de esta Venus de fino mármol sobre la majestuosa fuente, bien merece un comentario acerca del sentido simbólico de la estatuaria colocada en los jardines renacentistas, esto es recordar al paseante aquel arquetipo de belleza, análogo al que se podía experimentar en la propia alma cultivada o cincelada con el rayo que proyecta la luz de la Inteligencia. Por lo que rodearse de estas esculturas sabiendo qué nos están comunicando, es una forma del Arte de la Memoria que además está en relación con el Arte-Teúrgica o sea con "la magia intelectual-espiritual más alta e inerte y sin embargo actuante". En la Teúrgia, no existen los fines particulares sino los prototípicos, que son simbólicos; en ese sentido suelen ser ejemplares, como los mitos, sus estructuras y personajes".

Sobre Venus leemos en el Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, de Federico González Frías, obra de dónde también procede el entrecomillado anterior.

Nacida de la espuma del mar (esperma) después de que Saturno le cortara los testículos a Urano (cielo) y montada en una concha, Venus ha sido el ejemplo del Amor, en especial de la atracción sexual simbolizada por Eros, elemento fundamental de cohesión en la manifestación universal. Son conocidos sus amores con el guerrero Marte y también con Adonis, muestra de la atracción por la belleza física, como introducción a la auténtica Belleza; desde antiguo se ha distinguido a dos Venus: la uránica y la pandemos, la celeste y la popular, aunque las dos están ligadas al instinto sexual. En las iconografías, ambas se asocian con la manzana.





lunes, 14 de agosto de 2017

Los Amores de Hermes y Herse. Un Mito Civilizador



Cualquier viaje puede ser muy diferente según qué vayas buscando. Recuperar la historia verdadera, la mítica, expresada a través del arte arcaico y tradicional de ciertos lugares es un buen programa, pues se trata de rescatar una memoria del origen, cuando todas las posibilidades estaban en potencia y el tiempo inmaculado. 

En este sentido viajar por la Historia y la Geografía sagradas de Grecia, y de Atenas en particular, es de algún modo recuperarla virginidad de los pensamientos en los que se establecieron los pilares de Occidente, en la medida en que esto nos donó una serie de símbolos, mitos e ideas arquetípicas contenidas en una Filosofía que tiene como padres fundadores a Hermes, Pitágoras, Sócrates y Platón. 

Por ello, creo que debo narrar esta parte de mi viaje como un relato donde el mito, o sea, las andanzas de los dioses, reyes y héroes legendarios, sean las claves que nos den a conocer el origen y desarrollo de nuestra civilización bajo la perspectiva de una Historia vertical y arquetípica.

Tiempos ha, cuando Atenas se estaba creando culturalmente para ser el flujo seminal del que nacería Europa, hubo un rey, de nombre Cécrope, que pasó a ser conocido con el sobrenombre de rey-serpiente, pues se decía de él que había nacido de las entrañas de la tierra, sin intervención de un padre.


Rey Cécrope fundador de Atenas

Esta leyenda de Cécrope como fundador de Atenas, y héroe intermediario, en verdad ha dejado importantes rastros en la literatura y en la poesía tradicional del mundo griego, pero también pueden seguirse sus huellas a través del arte plástico, puesto que su imagen aparece pintada en vasijas, como ésta que presento, donde se ve la imagen de este niño-rey naciendo de Gea, la Madre Tierra, o bien mostrando, ya de adulto, su cola de serpiente.

Cuentan que fue durante el reinado de Cécrope cuando se sostuvo una lucha que enfrentaba a Atenea con Poseidón, pues ambos pretendían ser la deidad que imperase en Atenas. Es por ello que en algunas versiones sobre su vida, Cécrope aparece como árbitro, o juez, en la contienda por las tierras del Ática, siendo este rey quien resolvió finalmente la situación con su laudo: que cada uno de los dioses propusiera lo mejor y más beneficioso para los ciudadanos. Tras lo cual él decidiría.


Poseidón entonces abrió con su tridente un manantial de agua cristalina en la Acrópolis, mientras que Atenea, por su parte, plantó un olivo. Cécrope consideró dicho cultivo más útil a los ciudadanos, por lo cual adjudicó la ciudad a la diosa dándole su nombre y realizando en ella la primera estatua de Atenea. Y como la historia mítica no se corresponde con una ensoñación, sino con una realidad tanto histórica como suprahistórica, sucedió que esa lucha entre los dioses del mar y de la tierra se vio reflejada en la retirada del Mediterráneo de las costas atenienses. Sin ir más lejos, las aguas del mar llegaban prácticamente hasta el mismo santuario de Delfos que, como sabemos, se encuentra actualmente bastante retirado de la costa, separado de ella por las montañas.

De Fidias, el elogiado escultor griego, es la representación de la lucha entre Atenea y Poseidón que aún puede verse en el frontón oeste del Partenón.

Debe recordarse que los distintos personajes celebrados en la Acrópolis no sólo están unidos los unos a los otros en las hazañas míticas, sino que forman parte de una narración más amplia cuya simbólica, con sus contradicciones o historias superpuestas, son claramente los paradigmas que hay que aprender a definir. Pues sólo una vez reunidas las piezas del mito se comienzan a extraer sus enseñanzas, incluso las que subyacen tras sus paradojas, sabiendo que una vez advertidas, a la luz de su significado, dejan de ser paradójicas para revelar una enseñanza, puesto que en ellas se distinguen claramente los poliédricos aspectos de una misma creación arquetípica. 

Una perspectiva que se obtiene al complementar o reunir todas las caras de la figura. Significa que nos damos cuenta de que la existencia, con sus luces y sus sombras, debe ser vivida y comprendida a la luz de la Inteligencia, energía representada por Atenea-Minerva, nacida, como sabemos, de la cabeza del Padre Zeus. 

El nombre de Cécrope aparece en distintas leyendas conservadas en diferentes partes de Grecia, y en todas ellas se presenta a este rey como héroe civilizador y fundador de distintas ciudades. Es evidente que la leyenda se corresponde con distintos personajes que siguieron la estela del rey-serpiente y aplicaron análogos principios de sensatez en la fundación de la ciudad. 

Esto explica las diversas genealogías que se le atribuyen, haciéndolo en unas natural de Egipto, cuya lengua conocía, y en otras hijo de Erécteo, rey que le antecedió en el trono y con el que a veces también se le identifica. El caso es que Cécrope, por su carácter híbrido mitad reptil mitad humano, también recibía el epíteto de Diphyes, que significa, biforme. 

De su biografía debemos destacar que tuvo un reinado de 50 años durante los cuales se dedicó a instruir a su pueblo en el arte de la construcción y planificación de las ciudades. Asimismo les enseñó a enterrar a los muertos. A él se debe también la división política del Ática en doce comunidades y la creación de leyes nuevas.






Para organizar el Ática lo primero que hizo Cécrope fue reunir a las distintas tribus y clanes que se encontraban dispersos por los bosques, eligiendo, entre los ancianos, a los más sabios y prudentes, a quienes debían ostentar el gobierno y la autoridad para administrar la ley y la justicia. 

Durante su reinado Cécrope fomentó la monogamia, reconoció la responsabilidad de la paternidad y creó la institución del matrimonio. Con ello logró dar cohesión a la familia ya que los grupos humanos andaban por entonces sin compromisos.

Cécrope instituyó en la tierra de Ática el culto a Zeus como Dios supremo, permitiendo igualmente la construcción de templos a otros dioses. 

Asimismo sustituyó los sacrificios humanos por ofrendas de trigo y cebada; por lo que si su reinado representó una idea, ésa fue su innovadora forma de organización política y social, que dejaría una profunda huella en la historia no sólo de Grecia, sino de todo Occidente. 


Este rey tenía tres hijas. La mayor se llamaba Aglauco, como su madre, la pequeña Pándroso, y la mediana Herse. Las tres se ocupaban, junto a otras jóvenes compañeras, del culto de Atenea, cuyo templo cuidaban. Pues bien, este rey tenía tres hijas las cuales se ocupaban, junto a otras jóvenes compañeras, del culto de Atenea, cuyo templo cuidaban. La mayor se llamaba Aglauco, la pequeña Pándroso, y la mediana, y de quien Hermes se enamoró era Herse, y de ese amor hablaremos enseguida.

(Pertenece a un capítulo del libro: Viaje Mágico Hermético a Andros. Una Aventura Intelectual. Mª Ángeles Díaz. Editorial Symbolos).

Mª Ángeles Díaz en Delfos. Fotos Francisco Ariza



Delfos, durante el trabajo de campo del libro  del Viaje a Andros.




Otra leyenda tradicional cuenta el extraño nacimiento de Erictonio hijo de Gea, la tierra, y de Hefesto, el cojo dios herrero.

Intentaba Hefesto violar a Atenea más no lo consiguió ya que ésta logró  rechazarlo cayendo su semen sobre la tierra que fue así fecundada. Parió entonces la tierra un niño extraño pues tenía cola de serpiente. Atenea apiadándose de la criatura toma al infante a su cuidado confiando su cuidado a las hijas de Cécrope, el rey de Atenas, a las que pide discreción reclamándoles un juramento: no abrir el canasto donde les entregaba al hijo de Hefesto y Gea. Dos de las tres hermanas no pudiendo resistir la tentación que les producía su curiosidad, abrieron la cesta y fue tal la impresión provocada por la visión del niño-serpiente que fueron presas de la locura y acabaron suicidándose.

sábado, 8 de abril de 2017

Simbolismo y Arte en la "Divina Comedia"

Salvador Dalí. Ilustración de la Divina Comedia

Antes de emprender el ascenso en su viaje iniciático por los siete Cielos dispuesto a alcanzar, de la mano de Beatriz, la sede de Dios en el Empíreo, Dante invoca a Apolo en los siguientes términos:

"En mi último trabajo yo te pido / de tu valor, oh Apolo, ser tal vaso / que me halles digno del laurel querido. / Bastó hasta aquí una cumbre del Parnaso, / mas ambas necesito cuando intento / a la última palestra abrirme paso. / Penetra en mi corazón, espira en él tu acento / como cuando arrancaste la piel de Marsias / de su vaina y aposento". 
(Divina Comedia. Canto I del Paraíso) 

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