Mostrando las entradas con la etiqueta René Guénon.. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta René Guénon.. Mostrar todas las entradas

viernes, 31 de julio de 2015

René Guénon. A propósito de los Nobles Viajeros



René Guénon. 1925
René Guénon, en el capítulo titulado “A propósito de los peregrinajes” perteneciente a Estudios sobre la Franc-Masonería y el Compañerazgo, amplía la idea cualitativa del viaje al hablarnos precisamente de él como un símbolo del viaje interior, y señala que las pruebas simbólicas de la iniciación también son llamadas “viajes”, que la vida en la tierra es en efecto un “pasaje” y que nuestra verdadera patria es celeste. En ese capítulo menciona a los “nobles viajeros”, expresión que era utilizada en la Antigüedad para designar a los iniciados con motivo de sus peregrinaciones. Y cita al poeta L. Milosz, el cual expone lo siguiente:

Los “nobles viajeros” es el nombre secreto de los iniciados de la antigüedad, transmitido por tradición oral a aquellos de la Edad Media y de los tiempos modernos (...) Los peregrinajes de los iniciados no se distinguían de los comunes viajes de estudio, salvo por el hecho de que su itinerario coincidía rigurosamente, bajo las apariencias de un trayecto azaroso, con las aspiraciones y aptitudes más secretas del adepto. Los ejemplos más ilustres de tales peregrinajes nos los brindan: Demócrito, iniciado en los secretos de la alquimia por los sacerdotes egipcios y por el sabio persa Ostanes, así como en las doctrinas orientales durante su permanencia en Persia y, según algunos historiadores, en la India; Tales, formado en los templos de Egipto y de Caldea; Pitágoras, que visitó todos los países conocidos por los antiguos (y muy posiblemente la India y la China) y cuya estadía en Persia se distinguió por sus encuentros con el mago Zaratas, en las Galias por su colaboración con los Druidas y, finalmente, en Italia por sus discursos ante la Asamblea de los Ancianos de Crotona. A estos ejemplos, sería oportuno agregar las estancias de Paracelso en Francia, Austria, Alemania, España y Portugal, Inglaterra, Holanda, Dinamarca, Suecia, Hungría, Polonia, Lituania, Valaquia, Carniola, Dalmacia, Rusia y Turquía, así como los viajes de Nicolás Flamel por España, donde el Maestro Canches le enseñó a descifrar las famosas figuras jeroglíficas del libro de Abraham el Judío. El poeta Robert Browning definió la naturaleza secreta de estos peregrinajes científicos con una estrofa extraordinariamente rica en intuición: “Veo mi itinerario como el ave su ruta sin huellas; un día u otro, en su día predestinado llegaré. El me guía, El guía al ave”[1].
 Tomado de Francisco Ariza, El Simbolismo del Viaje.




[1] Aparte de los mencionados Nicolás Flamel y Paracelso, hubieron muchos maestros herméticos y alquimistas que fueron grandes viajeros, y por ubicarnos en una sola época, el Renacimiento, donde además se propició la comunicación a distintos niveles, debemos mencionar como ejemplos ilustrativos a John Dee, Michel Maier, Durero, Giordano Bruno, etc. Ellos, entre otros muchos, recorrieron los caminos de Europa creando un tejido de relaciones entre las personas e instituciones culturales que contribuyeron a que las ideas de la Tradición se mantuvieran vivas en una época que ya estaba inmersa en los profundos cambios que trajeron los tiempos modernos. Por otro lado, decir que los viajes legendarios de Christian Rosencreutz (fundador mítico de la Orden hermética de la Rosa-Cruz) fueron para muchos un paradigma del viaje iniciático. Recordemos, en fin, que en el Compañerazgo, y acorde con la naturaleza de esta tradición (muy próxima a la Masonería) se institucionalizó de alguna manera el viaje iniciático, pues el compañero tenía que realizar, en un determinado momento del aprendizaje de su oficio, un viaje -conocido como el “tour de France”- por distintos centros y localidades de la geografía.

domingo, 19 de febrero de 2012

LA ORDEN DEL TOISON DE ORO


Códice de 1547, donde se ven a los integrantes fundadores de la Orden de El Toisón de Oro.
  Fijémonos que los colores de las vestimentas, el negro, blanco y rojo, aluden a las tres etapas de la obra hermético-alquímica.
Hablar de la decadencia de este mundo es harto aburrido, especialmente para los que hemos seguido, al respecto, el pensamiento enunciado por René Guénon en obras como La crisis del mundo moderno o El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, y además hemos colaborado en los cuatro extensos volúmenes que la Revista Symbolos ha dedicado a investigar las claves de este final de ciclo. Por eso, al evocar el tema de una reciente exposición en Madrid referente a la Orden del Toisón de Oro, en absoluto voy a referirme a lo que hoy en día ha quedado de ella, y mucho menos aludiré a los personajes que reciben actualmente esta condecoración (por cierto la más alta distinción que otorga la Corona española), sino que me remitiré a indicar someramente su origen y significado, donde subyace su sentido simbólico y transcendente.
Decir, entonces, que el Toisón de Oro es una Orden de Caballería fundada por Felipe el Bueno, duque de Borgoña, en el s. XV y cuyo sentido está imbricado con el simbolismo alquímico del vellocino de oro, o sea, aquel Tesoro espiritual que pretenden recuperar todos aquellos que han advertido su pérdida. Se trata de un tesoro difícil de conseguir, aunque no imposible, que por otro lado está más cerca de uno que la propia yugular. En realidad se refiere a la búsqueda del Sí Mismo, objetivo de toda iniciación.
Con Felipe el Bueno la corte de Borgoña era un centro de recepción y difusión de los conocimientos herméticos en una época de transición entre la Edad Media y el Renacimiento. El propio duque estaba interesado en la Alquimia y fue su intención que el Arte de la transmutación del alma humana continuara vivo a través de esta Orden hermética. En realidad la simbólica del Toisón reúne elementos de la tradición clásica, el hermetismo y el judeo-cristianismo.
El fuego representa un elemento importante en la alquimia y en la simbólica del Toisón, y tiene su origen en el fuego lanzado por el dragón que protegía el Vellocino en el mito de los argonautas. Los engarces o eslabones del collar del Toisón simbolizan precisamente esas llamaradas de fuego. El mensaje es claro: para alcanzar el vellocino hay que pasar por ese fuego purificador.
Por un códice de 1547, presente en la muestra, puede observarse que los integrantes de la Orden eran magos, monjes, astrólogos y guerreros. Así puede verse en sus atuendos y decoraciones con signos astrológicos, hábitos, espadas y por supuesto collares con el vellón pendiendo.
.
En la mitología griega el vellocino de oro era el vellón del carnero alado Crisomallo, que Jasón y los argonautas, entre los que se encontraban Hércules y Ulises, tratan de recuperar en el periplo de su aventura.

Preciosa crátera griega (340-330 a. C. y no incluida en la exposición) con pintura roja donde se ve a Jasón que regresa con el vellón en la mano. Entre los personajes se encuentra Hermes portando el caduceo

Lugar de la exposición: Fundación Carlos de Amberes. C/ Claudio Coello, 99. Madrid. En ella se presentan retratos firmados por Velázquez o Goya e incluso un grabado con la firma de Durero. La muestra recoge otras obras como esculturas, joyas, armaduras y códices relacionados con la rica simbólica y emblemática del Toisón de Oro. Núria